Después de una noche con el rumor constante de las olas de fondo, nos internamos en la selva. Un paseo de tres horas y media que me acaba resultando duro y monótono. Es la segunda vez en mi vida que me interno en una selva, pero en esta ocasión me quedo “chafada”. Porque esta es una selva silenciosa, en la que no alcanzamos a ver ni siquiera un insecto. Bueno, sí, las temibles hormigas rojas, que enganchan sus mandíbulas en la carne y hay que arrancarlas literalmente, aunque por suerte no fui de las elegidas. Ahora te explico por qué la pequeña porción de selva de Camerún que recorrimos es así.
Selva de Camerún: caminando por el silencio
La selva de Camerún que recorrimos en silencio, y acompañados de silencio, es tan selva como las demás. De hecho sí tiene el resto de “ingredientes” de una selva:
- Una humedad altísima que hace que sudes a chorros, pero no adviertas la sed. Peligroso, porque te olvidas de hidratarte.
- Suelo alfombrado de hojas podridas y barro.
- Raíces y lianas que se te enredan en los pies y te hacen tropezar una y otra vez a pesar de que el pigmeo baka que nos guía va abriendo camino con el machete.
- Troncos de árboles caídos por los que hay que trepar, o pasar por debajo, según.
Encontramos “termiteros champiñón”, llamados así por la forma tan curiosa que tienen. Pero no vemos a las termitas por ningún lado. Hay ceibas, unos árboles gigantescos cuyos troncos no se pueden rodear con los brazos salvo que sean varias las personas que se pongan a ello.
A todo esto, nos dicen que tenemos suerte. El día está nublado e incluso hay un rato en que se pone a llover. Es extraño porque no llegamos a mojarnos. Las hojas de los árboles no se llegan a empapar tanto como para dejar pasar la lluvia. Pero si hubiera hecho sol, hubiera sido peor, rodeados de la humedad condensada.
Me maravilla saber que aquí hay gente capaz de vivir, que éste es su medio, como el desierto para otros. Ambientes hostiles para unos, la casa de otros.
Pero ¿qué ocurre, por qué la selva está tan silenciosa y falta de vida?
Pues que las obras cercanas han hecho que huya todo bicho viviente, y nunca mejor dicho. Los chinos, junto con el gobierno de Camerún, estaban construyendo un gran puerto de mercancías. Y para ello estaban destrozando la costa y la selva que llega hasta el mar. No sé si ya lo habrán terminado.
La selva de Camerún que pude conocer es una selva fantasma, y dentro de poco ni siquiera eso. Este es otro de esos lugares en los que la mano del hombre «civilizado» no debería haber llegado nunca. Lo pagaremos todos muy caro, ya está ocurriendo.
Me da mucha rabia, porque estando allí comprendes lo perfecto y a la vez frágil que es un hábitat como éste. Ves lo poco que cuesta tirarlo abajo, y todos los seres vivos que se ven afectados.
Todo por seguir manteniendo el ritmo desenfrenado de este mundo consumista que, está claro, no se puede sostener. ¿Hasta cuándo, hasta cuándo?… Esta es una de las grandes enseñanzas que aporta viajar. Conocer, sensibilizarte y empatizar con los problemas de otros lugares, y gentes. Problemas que al final forman parte o son consecuencia de tu vida aquí.
Perdón por el tono deprimente del post, pero así me sentí allí y así me siento al recordarlo!
Después volvemos a la playa. Por fin ha salido el sol –que aquí es fortísimo, te quemas en pocos minutos!-, el cielo está azul, y nos vamos a dar un baño. Quizá a liberarnos de esas sensaciones de impotencia y rabia, aunque es difícil o imposible.
Ebodje, pueblo de pescadores responsable con el medio ambiente
Por la tarde nos vamos a Ebodje, un pueblo de pescadores cercano. Es famoso porque sus habitantes dejaron de matar a las tortugas marinas que año tras año arriban a su playa para desovar.
De hecho, hay una asociación de protección de tortugas y un pequeño museo –estaba cerrado cuando fuimos-. También hay algún alojamiento, y es un ejemplo de «ecoturismo».
Aquí y en otros pueblos de Camerún la gente espera a que tú saludes, y entonces te responden. Si no lo haces, es posible que ellos tampoco te saluden, pero además se molestan porque no dices nada. Ah! Un hombre mayor nos aborda, y… habla español!! Estamos cerca de Guinea, no cabe duda.
En la playa encontramos, por fin, una zona donde poder meternos al mar sin riesgo a ser tragados por la Mami-Wata :-).
Después, observamos a los pescadores que acaban de volver. Están desenredando de entre sus redes unos cangrejos enormes, de colores azulados.
Y de ahí, a observar la puesta de sol sobre el mar..
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Hola Ali,
Qué lastima de selva en la que no hay vida animal. El tono pesimista del post, refleja la cruel realidad, el hombre, poco a poco, está acabando con todo y cuando nos demos cuenta e intentemos frenarlo ya será demasiado tarde…
Saludos.
Si, Victor, es una lucha que lleva décadas y aun se mira a los ecologistas como locos aguafiestas. Lo malo es que es dificil que la gente lo llegue a comprender, sin verlo en directo, como las guerras y tantas burradas que se cometen dia tras dia. Y mientras unos señores nos dirigen con juegos de cifras, precipitando esas y otras muchas.. Ya ni se que palabra aplicar :S