Actualizado el 28 noviembre, 2019
Hoy nos levantamos tempranito para ir a Maroua, a 260 km., por una carretera asfaltada. Está llena de agujeros. No baches, agujeros!!, que nuestro vehículo tiene que esquivar continuamente. Al menos, el tráfico no es muy intenso aunque la mayoría son camiones cargados hasta los topes que se dirigen a la frontera. Hace muchísimo calor y nos dicen que no es normal para la época del año, el mes de Agosto, que debería ser un mes de lluvias. Nos dirigimos a los montes Mandara y pasamos junto a la frontera con Nigeria…
Un árbol distingue el paso a Nigeria
Una de las primeras paradas es en plena carretera. A unos 300 metros se alza un árbol gigantesco, realzado por su soledad en el campo. Este árbol marca la frontera con Nigeria. Y mira tú por donde que, aprovechando sus ramas, unos hombres están terminando con la matanza de lo que supongo son corderos. Estamos en Ramadán y llevan vestimenta musulmana, así que seguramente sea la carne para esa noche, y quizá para la siguiente.
A la derecha descubrimos un pozo donde un grupo de chicas y niños están sacando agua. Decidimos acercarnos, y aunque lo intentamos, no podemos comunicarnos con ellas. No hablan francés, y nosotros no hablamos su dialecto, pero nos permiten hacerles unas fotos mientras nos observan con una mezcla de curiosidad y desinterés.
Por sus rasgos, me atrevo a pensar que son de origen Peul – Fulani – Fula – Fulbé, el pueblo nómada más grande del mundo. Son gente de belleza fina y elegante, que se extiende por todo el Sahel a lo largo de un montón de países.
Los Peul llegaron a Camerún y se establecieron como señores feudales, sometiendo o desplazando a las etnias que habitaban estas regiones. Fueron de los primeros en abrazar el Islam como religión, y su misión en Camerún fue extenderlo.
Al otro lado de la carretera hay un poblado, y los niños se empiezan a acercar para jugar con nosotros y con las cámaras. Les encanta verse en la pantalla, y no dejan de pedirnos que les hagamos instantáneas. Eso sí, cuando posan en solitario se cuadran formales, serios, y nos atrapan en sus pupilas.
Es impresionante lo mucho que ves en unos pocos metros cuadrados! Para mi, esto es viajar… descubrir cada día gentes, paisajes, costumbres o formas de hacer. ¡Esto es vivir!
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Cómo me siguen impresionando estos retratos.
Es curioso, no había reparado en ese matiz diferente cuando posan en grupo o solos :)
Muchas gracias, Nuria, por este y todos tus comentarios, es un placer! :-)
Si, supongo que en grupo se relajan y no piensan en que son "el objetivo", pero sí quieren verse luego… y cuando se plantan ellos solos, son conscientes de que les van a hacer un retrato, como cuando van al fotógrafo del pueblo, que alguna vez es posible que hayan ido…