Actualizado el 13 octubre, 2019
Salimos de Foumban a las 6.30 a.m., con un largo recorrido por carretera por delante. Ponemos rumbo a la costa de Camerún una vez más, pero en esta ocasión nos vamos a otro tramo distinto al de Kribi. El objetivo es Limbe, pero antes pararemos en Buea, un nombre que casi no te deja imaginar qué hay allí.
El viaje transcurre entre siestas y lecturas, mientras el paisaje va cambiando, cada vez más dominado por las plantaciones de bananas, piñas, papayas, y caucho. No nos detenemos, así que me es imposible retratar con la cámara estos paisajes de fantasía.
Me gusta ir mirando las plantaciones y su simetría extraña para ser algo natural. Filas y filas de arbustos y árboles, según sea el cultivo. Perfectamente alineados, a veces con la niebla flotando entre sus “calles” o “túneles”. Parece un decorado de película, de esas películas de misterio o terror, o de aventuras imposibles. Viendo esos caminos que se antojan infinitos me invade una especie de calma y a la vez desasosiego.
Paramos en una plantación de caucho, mientras los camiones pasan cargados hasta los topes por la carretera. Nos acercamos a ver cómo se extrae ese “oro blanco” que volvió locos a muchos en Sudamérica, en Asia, y a menor escala en África. Se sigue extrayendo manualmente, en duras condiciones.
Buea fue la capital colonial de Camerún
Llegamos a nuestro destino. Buea es una población que fue construida por los alemanes. Estos decidieron alejarse un poco de la costa huyendo del calor y la malaria, y eligieron este emplazamiento entre montañas, más fresco y saludable.
Buena fue capital de Camerún durante 8 años, tiempo en el que se construyeron viviendas, misiones, escuelas y edificios gubernamentales. Todo sigue en pie, a 1.000 metros de altura, bajo el Monte Camerún, rodeada de montañas y vegetación tropical además de las plantaciones de té que los ingleses plantaron. Los ingleses, sí, porque al perder la Gran Guerra, los alemanes tuvieron que irse y fueron reemplazados por los ingleses. Y por eso estamos de nuevo en zona anglófona.
Buea mantiene la estructura de pueblo y estilo alemanes, casas de madera grandes, con balconadas, y junto a ellas las cabañas de madera donde vivían sus esclavos. Frente a las puertas, las tumbas de sus muertos.
La base para hacer el trekking del Monte Camerún
Desde Buea parten la mayoría de expediciones para ascender el monte Camerún o Foka.
Para subir al Monte Camerún es obligatorio contratar los servicios de un guía local especializado y un permiso del Ministerio de Turismo camerunés.
El Monte Camerún es un volcán enorme de 4.100 metros de altitud, que en agosto está siempre cubierto de nubes, por ser temporada de lluvias. Por eso mismo no se puede subir (o no es aconsejable) en esta época.
En 1999 entró en erupción por última vez, siendo ésta la sexta del s. XX, aunque la última explosión fue en 1982, precisamente cuando se estaba rodando la película Greystoke: la leyenda de Tarzán. Sí, esa famosa peli se rodó en Camerún. Para los que no os acordéis, os dejo el trailer:
La gente de aquí cree que las erupciones son causadas por las muertes de los jefes locales.
Paseando por Buea
Damos una vuelta por el mercado, que ya está cerrando, y por las calles. Aquí por fin logro fotografiar un detalle muy gracioso, que ya habíamos visto en otros sitios. Muchos taxis llevan instalados en el techo del vehículo porta-esquís. Y muchos de ellos además, los han tuneado, dándoles una forma como de cuernos.
También se pueden encontrar en otros lugares, como en Kribi. Por lo visto llegó una remesa «equivocada» al puerto de Douala, hace unos años. Y allí se quedó. A los taxistas les hizo gracia y los incorporaron como un elemento de decoración en sus coches. No, pistas de esquí en Camerún, no hay ;-).
También encontramos vino tinto en tetra-brick, producido aquí y que se llama… Barón de Madrid (¡!!). La curiosidad nos puede y nos lo llevamos a Limbe :-)
Limbe
Por la tarde llegamos a Limbe. Nos alojamos en el Hotel Atlantic Beach, y me toca una habitación con balcón en la última planta (escaleras altísimas, sin ascensor… aún recuerdo cómo subí la mochila, arf), frente al mar.
Aprovecho para salir a la terraza a escribir. Hace mucho viento, casi un vendaval, y el oleaje es muy fuerte, pero la temperatura es bastante agradable.
El hotel es pintón, aunque tiene unos años y se nota bastante, sobre todo en las habitaciones. Da igual, está razonablemente limpio, el servicio es bastante bueno en recepción (un poco menos en la parte de bar-restaurante), y resulta curioso ver a un pequeño «ejército» de jardineros cortando la hierba de los jardines a machetazo limpio :-).
El resto de huéspedes del hotel son un grupo de una especie de convención de señores cameruneses de negocios o algo así, y alguna familia también local.
Contemplo con desolación una pequeña plataforma petrolífera o de gas, «alucinantemente cerca», escribo en mi diario. Una verdadera lástima. Resulta inquietante.
A la izquierda, los restos de un barco hundido… apenas unos hierros sobresaliendo del agua. Y enfrente, a la derecha, las islas de la Bota.
Aquí la costa es totalmente volcánica, bastante rocosa, y la playa se halla cubierta por la marea alta a esta hora del día. Tan sólo unos kilómetros más allá se halla la colada de la última explosión del monte Camerún.
Para acceder a este hotel hay que subir unos metros por un caminito entre vegetación y árboles enormes, muy oscuro por la noche. Nos aconsejan que lo evitemos, ya que el año anterior atacaron a una pareja que volvía andando al hotel. La misma historia, que tristemente habíamos vivido el día anterior.
El viaje va acabando, nos quedan apenas un par de días en este país, y quizá esto, el cansancio, y el mal tiempo hagan que todo resulte un poco tristón.
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