Después de cuatro horas para cruzar la frontera entre Chad y Camerún, emprendemos el camino hacia las montañas de Camerún y Nigeria. Las siguientes jornadas fueron uno de los capítulos más épicos y bonitos del viaje por África Occidental. Vamos con los detalles 😊.
En este viaje en camión de 45 días por África Central y Occidental, Camerún no era más que la tierra que debíamos cruzar entre Chad y Nigeria. Teníamos por delante un territorio poco conocido, con uno de los pocos pasos seguros de la región.
Camerún no pasaba por su mejor momento. Pocos kilómetros más al sur, una guerra civil no contada en nuestros medios de comunicación hacía la zona muy insegura. Al norte, la amenaza constante de los barbudos extremistas de Boko Haram también hacía casi impracticable el movimiento de un puñado de blancos.
Pero este pasillo, el que transcurre entre las montañas de Camerún y Nigeria, era razonablemente seguro. Al menos en cuanto a amenazas violentas y armadas. Otra cosa era el estado de las carreteras… más bien pistas.
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Montañas de Camerún y Nigeria
Etapa de Camerún: entre Touboro y el paso de Banyo
Dormimos en Touboro, en el Auberge Le Paradise, pero repartidos en dos edificios. Al parecer no hay habitaciones para todos en el principal. Algunos damos ropa a lavar y no vuelven todas las prendas, aunque no nos damos cuenta en el momento 🤦♀️.
Sea como sea, agradecemos mucho la ducha después de varias noches de acampada y teniendo por delante algunas más, pero la libertad e independencia de dormir en el campo… se echa de menos.
Al día siguiente, tras cinco horas y media de carretera, llegamos a NGaoundéré, una ciudad de la que guardo buen recuerdo del viaje a Camerún de hace más de una década.
Sofía y Bruno se quedan allí porque no han conseguido el visado de Nigeria, y nos despedimos hasta el reencuentro, que sería en Benin «unos días después». Al final fueron un par de semanas.
Por el camino me doy cuenta de cómo se nota el cambio de país. Chad es una tierra árida, mientras que esta parte de Camerún es muy montañosa, verde, y tiene muchos bosques.
Entre los detalles que voy contemplando por la ventanilla, me llaman la atención los termiteros con forma de champiñón que ya conocí en su día, aunque los vi en las selvas del sur 😊.
Precisamente en NGaoundéré tomamos una pista de tierra roja que lleva a Tibati y que ahorra 150 kilómetros con respecto a la ruta principal. Ahorramos kilómetros, pero no sabemos si tiempo.
Según nos adentramos en las montañas de Camerún, la vegetación se espesa y los pueblos son muy curiosos. Otro detalle que me llama mucho la atención son las colmenas que hay en los árboles. Están hechas de cañas y tienen forma de tubo cónico, como un gran embudo con la parte más ancha tapada con barro. La miel se vende en botellas de plástico junto a la carretera.
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Los pueblos peul
Además de limpios, la mayoría de estos pueblos lucen casas tradicionales con techos de paja. Algunas bajan casi hasta el suelo formando un porche junto a la entrada. Me recuerdan muchísimo al palacio tradicional del Lamido de NGaoundere.
Son musulmanes y las mezquitas de barro rojo no faltan. Los hombres suelen llevar un gorrito bordado que me recuerda a los del sultanato de Omán o Zanzíbar, y las mujeres van con hiyab o pañuelo sobre la cabeza.
Pienso que si estoy en lo cierto, todo esto es tierra peul o fulbé. Y efectivamente, así me lo confirman en la última población antes de cruzar la frontera con Nigeria.
La gente, por cierto, es muy amable y tranquila.
Esa primera noche en las montañas de Camerún y Nigeria acampamos en una especie de antigua cantera, cerca de la carretera pero al abrigo de las miradas curiosas. Estaba a punto de ponerse el sol y no se aconseja circular de noche.
Antes de irnos a dormir contemplamos la Vía Láctea en todo su esplendor, sin luces que molesten, hasta que el cansancio nos puede. Esta fue una de las pocas noches en que pude practicar mis propios consejos para fotografiar estrellas 😜.
El paso de Banyo
Tras un día y una noche más de acampada, llegamos a Banyo. Se trata de una población no muy grande que se organiza en torno a la carretera que lleva a la frontera de Nigeria.
Hay bastante comercio y casas de dinero de cambio, pero tuvimos la “mala” idea de esperar a cruzar para comprar nairas de Nigeria. Digo mala idea porque no sabíamos que el asunto del cambio de moneda fuera a ser tan difícil en el país vecino. Quizá, y sólo quizá, aquí habríamos tenido más suerte. En fin.
Eran las 12.30 h pero decidimos ir a comer y descansar de la pista. El restaurante que elegimos es regentado por una mujer con carácter que nos prepara unos platazos de carne y pescado bien sabrosos. En el comedor hay fotos antiguas del Lamidato de Banyo con una cronología de lo más interesante.
Llegamos al puesto fronterizo de Camerún a eso de las 17 h, con el atardecer pisándonos los talones, pero resulta ser un trámite bastante rápido. Sólo nos piden una fotocopia del pasaporte además de mostrar el original.
Sin embargo, dos minutos más tarde tenemos que parar en otro checkpoint y de nuevo tenemos que entregar una copia del pasaporte. Ya pensábamos que la cosa se iba a complicar y encima a esas horas de la tarde, pero no. Nos dijeron que ya no había más controles hasta el puesto de Nigeria, que está a 45 kilómetros. Decidimos acampar en el pueblo que está más cerca, llamado Boundjoukoura, tras pedir permiso.
Una vez allí, preguntamos a una mujer si nos puede preparar la cena, y resulta que sí. Además de ser muy amable y traernos arroz con carne, salsa de tomate y plátanos fritos (todo un banquete), nos informa de que esa noche celebran una boda y ¡estamos invitados!
Cuando nos invitan a una boda fulbé
La boda se hace en la pequeña plaza que hay junto a la carretera, que es más bien un cruce de caminos amplio. Han dispuesto cables con bombillas y hay un equipo de sonido. Los hombres visten muy elegantes con sus ropas tradicionales. Todos están alegres y expectantes.
La celebración consiste en ejecutar la danza Algueta, un baile para celebrar bodas y nacimientos. Consiste en bailar al ritmo de una música loca y un poco machacona. Hay hasta un animador profesional que no deja de jalear a los bailarines y al público con un micrófono.
Las cosas suceden más o menos así: el público se aprieta alrededor de la “pista de baile”. A veces sale una mujer a bailar y enseguida la acompaña un hombre. Otras, salen varios hombres y después se incorpora una o varias mujeres. No tengo nada claro quiénes son los novios de la boda. Quizá no están presentes 😅.
Hacen movimientos rítmicos, vibrantes y los demás se acercan a tirarles billetes. Son nairas, la moneda de Nigeria, y son billetes de poco valor. Se los ponen en el hombro, los dejan caer sobre sus cabezas… y acto seguido un par de chavales los recogen del suelo y los llevan a un recipiente para reciclarlos. Es decir, que los vuelven a usar para tirarlos por encima de los que bailan.
Esto de los billetes es como una bendición, un regalo simbólico.
La anécdota del día: decidimos soltar unos cuantos billetes de CFAs ya que aún no tenemos nairas. Son de más valor que los que les tiran ellos, pero lo hacemos porque es lo que tenemos, y porque pensamos que serán más apreciados.
Sin embargo, alguien se acerca enseguida y nos explica que no debemos hacerlo así. Es más, es casi un insulto dar billetes grandes, porque dejas al resto del público a un nivel inferior. Esto no es una competición, sólo una forma de desear suerte a la pareja.
Total, que nos dieron un gran puñado de billetes pequeños del bote para que pudiéramos participar, y listo 😀.
Etapa de Nigeria: cambios en el camino
A la mañana siguiente, tras desayunar, recoger el campamento y hacer los 45 kilómetros que nos quedan, cruzamos a Nigeria.
El primer control es el de pasaportes y nos lleva unas dos horas, a pesar de que somos los únicos que lo cruzan. Mientras esperamos pacientemente a que copien nuestros datos en los libros de registro, hacemos fotos del puesto y los funcionarios posan con nosotros para sus teléfonos móviles. ¡Esta gente es muy amable!
Curiosamente, no registran el camión. Sólo suben un momento para echar un vistazo rápido, y creo que tiene más que ver con la curiosidad personal que con el protocolo de la frontera.
Después toca otro control, el sanitario. Presentamos la cartilla de la fiebre amarilla y los certificados de covid. Y ya está. Esperábamos un control de aduanas pero resulta que no hay. Nos parece tan increíble que seguimos camino un poco moscas y pensando ¿dónde está el truco?
Un detalle que ya había advertido en Camerún, pero que es mucho más visible en Nigeria: la gente saluda con el puño en alto. Es un gesto que recuerda a la lucha obrera y que podría venir del movimiento Black Power de Estados Unidos. Confieso que me resulta un poco divertido, emocionante y enternecedor a partes iguales, y siempre que tengo ocasión yo también alzo el puño. Allí donde fueres, haz lo que vieres.
El paisaje cambia radicalmente. Los bosques desaparecen y todo está lleno de cultivos. En esta época del año (marzo-abril) ya han acabado la cosecha y están quemando los rastrojos, así que la apariencia es de desolación total. A ello (y por ello) hay que sumar la erosión de las montañas. Es tan visible que sorprende. Por todas partes se ven como «mordidas». Laderas enteras que se han derrumbado.
Lo único que lo suaviza es la visión de pequeños grupos de palmeras y bosquecillos de eucaliptos en las vaguadas, alrededor de aldeas y caseríos.
No obstante, el panorama es precioso, majestuoso. Estamos a más de 1.500 metros de altura y la vista se extiende muchos kilómetros por delante. Los pueblos siguen siendo peul y la gente igual de amable que al otro lado de la frontera. Los niños se vuelven locos a nuestro paso, y nos dicen “masara” (blancos) entre chillidos y regocijo.
Algo que cambia radicalmente es la arquitectura que vemos. Parece que aquí hay más dinero y eso se refleja en el tamaño y materiales de las casas. Además tienen una característica muy definida: los tejados de las casas son muy altos y tienen una forma puntiaguda.
También me doy cuenta de que aquí el Islam es más ortodoxo. Hasta las niñas más pequeñas llevan un chador fuertemente atado a la barbilla y tapando su cuerpo.
Paramos en un pueblo a cambiar dinero. No tienen suficientes nairas pero al final, tras esperar a que unos y otros vayan a buscar billetes “por ahí”, conseguimos una primera remesa. Este fue el inicio de un via crucis que ya conté en el post de Nigeria.
Después de probar unos trocitos de excelente carne a la brasa, además de improvisar una comida con nuestras provisiones porque es un lugar bastante desabastecido, continuamos la ruta.
Aquí empieza lo bueno: la pista infernal que tanto temíamos encontrar. Nos obliga a ir a 10 km por hora, a veces incluso más despacio. Está llena de grandes cuestas que suben y bajan, son muy empinadas y los surcos o baches de grandes dimensiones no ayudan.
Toca volver a acampar en una aldea tras pedir permiso, y ya van cuatro noches seguidas sin ducha. Menos mal que el aire es fresco y la sensación de suciedad es menor.
El nuevo día nos da la bienvenida con un pequeño susto. Resulta que el camión no arranca. El indicador de la batería nos da la clave, más o menos. Ponemos la de repuesto pero no parece tener carga. Hablamos con los hombres del pueblo, que nos dicen que hay una gasolinera a no sé cuántos kilómetros.
Ya se está preparando un operativo para ir en moto, cuando se nos ocurre volver a poner la que traíamos apretando bien los cables. Era eso, con tanto vaivén se debía de haber aflojado la conexión. La parada y arranque del motor seguiría dando problemas un par de días más, pero para entonces ya estábamos en lugares con más recursos.
Aún en las alturas, justo cuando pasamos por un tramo de pista especialmente difícil, nos cruzamos con un camión cisterna enorme. ¡Qué locura! ¿Cómo está pasando ese bicho por ahí? El tráfico de camiones pequeños cargados con garrafas de gasoil entre Camerún y Nigeria es relativamente normal, pero no de estas dimensiones.
Continuamos camino, bajando poco a poco de altura y contemplando esas montañas que pronto echaremos de menos.
Por fin llegamos a una ciudad con hotel, justo cuando estaba a punto de hacerse de noche. Hasta los policías de los numerosos checkpoints de la carretera nos decían que no debíamos circular por la noche. Hay muchos asaltos en esta ruta, así que ¡salvados por la campana!
A pesar de las dificultades, esos días en las montañas de Camerún y Nigeria quedarán en mi recuerdo como uno de los tramos más bonitos de esta travesía por África Occidental. Una tierra poco o nada frecuentada por los viajeros, y no me extraña.
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