trekking monte ziver

Actualizado el 24 noviembre, 2019

Después del trekking a Oudjilla,  volvemos al día siguiente a adentrarnos en los Montes Mandara para quedarnos un par de noches en los pueblos de la zona, y seguir “trekkeando” por estos magníficos paisajes. Hoy te cuento el trekking en el Monte Ziver, uno de los más bonitos que se pueden hacer en la zona :)

Salimos a eso de las 7 de la mañana de Maroua. Hacemos una breve parada en Mokolo, en el Campement Le Flamboyant, donde pasaremos esa noche, y continuamos rumbo al Monte Ziver.

Hoy es día de mercado en Mokolo. En la calle principal está empezando el bullicio típico de ese día, y las carreteras o pistas de acceso están llenas de gente que acude al mercado procedente de los pueblos de alrededor.

A pie, en moto, en camiones descubiertos, en burro. Muchos cargados con los productos que van a vender, para comprar otros. Muchos con sus mejores galas, ya que este es un acontecimiento social, no sólo mercantil :)

pareja en moto llevando sacos trekking en el monte ziver

Estamos es el País Mafa, tribu animista que habita un paisaje marcado por grandes rocas de granito. Por el camino contemplamos las pequeñas aldeas que parecen sacadas de un cuento, con sus casitas de adobe y sus tejados de paja, rodeadas por cultivos de mijo en terrazas.  Aquí no suelen venir los turistas, y la mayor parte de las gentes que vemos se mantiene a distancia.

chozas con tejado de paja en forma de cono entre campos de maíz trekking en el monte ziver

Es importante que se vaya con un guía mafa, que se puede contratar en Mokolo, a fin de no tener problemas y de no perderse!

Comenzamos el trekking en el Monte Ziver con una subida algo más dura de lo esperado

Empezamos el trekking en el Monte Ziver pasadas las diez de la mañana. Sí, habíamos madrugado, pero Mokolo está a 75 km de Maroua. El sol está alto y pegando de lo lindo.

No obstante, a partir de cierta altura empieza a soplar el viento, se nubla un poquito, y todo va mucho mejor.

La mayoría de las veces no hay caminos, pero las rocas de granito, redondeadas, facilitan la subida. Cuando llueve, sin embargo, son muy resbaladizas.

Personalmente prefiero este tipo de subidas a los caminos o pistas. Me resultan más divertidas y no acabo con los pies destrozados por las piedras que se clavan.

El encuentro con el Brujo de la lluvia

Bastante más arriba vivimos uno de los momentos que más me han gustado de este viaje: el encuentro con el brujo de la lluvia.

Los brujos de la lluvia son toda una institución en el África animista. Seguramente han perdido parte del poder, autoridad, glamour o como lo queramos llamar, que tenían en el pasado. Pero siguen siendo personas importantes, reconocidas y respetadas, y por supuesto siguen ejerciendo como tales.

Los servicios del brujo de la lluvia se requieren para muchos y variados objetivos:

  • Saber cómo va a ir el viaje que se quiere realizar (¿adivináis qué le preguntamos? Je, je…)
  • Cómo van a ser las cosechas.
  • Cómo están los parientes que viven lejos o se han ido.
  • Pedir solución a problemas seguramente provocados por espíritus malintencionados o despistados.
  • Mediación en problemas sociales, conflictos morales o éticos…
  • Y -por supuesto- es quien se encarga de que la estación de las lluvias comience y termine a su debido tiempo. Si eso no sucede, siempre habrá razones que lo expliquen.
brujo con piedras haciendo adivinación trekking en el monte ziver

Suele ser un “oficio” que se transmite de padres a hijos. Si hay varios hijos, él decidirá quién es el que tiene dotes para ello y cuando lo crea conveniente le iniciará en sus conocimientos y sabiduría. Puede ser que ninguno de sus hijos muestre cualidades especiales, pero sí lo haga algún otro familiar.

Me llevé El antropólogo inocente de Nigel Barley al viaje para reelerlo in situ. Nigel Barley habla de estos brujos. Es cierto que escribe sobre los brujos Dowayo, la tribu con la que convive para hacer su estudio antropológico, y que estos se sitúan en los Montes Atlantika, más al sur de donde nos encontramos, pero pude observar que aquí había muchas similitudes.

Por ejemplo, las piedras. El brujo realiza sus adivinaciones con unas piedras concretas, piedras mágicas. Son guijarros de diversos colores y formas, sin aristas, supongo que peculiares en la generalidad del suelo. Con ellas realiza sus averiguaciones a través de una serie de movimientos rítmicos y palabras mágicas.

El brujo de Barley le mostró con gran secreto y misterio su piedra más preciada, la más poderosa: una canica azul. Cuando el antropólogo quiso cogerla, él le dijo: ¡no, te mataría!… y afirmó que pertenecía a sus antepasados desde hacía muchos miles de años.

Me impresiona cómo las culturas integran los nuevos elementos, los incorporan y afirman que les han pertenecido desde siempre, especialmente en el capítulo de las creencias y religiones. Supongo que se busca la autoría del poder y el secreto de los orígenes.

El caso es que este brujo nos recibió y accedió a realizar una consulta. Esta se hace en una chocita de barro circular, que por fuera parece un granero más del lugar. Él se coloca frente a unos montoncitos de piedras mágicas, colocados de tal manera que parece un altar con figuras antropomórficas. Y además coge otro montón de piedras con las que va a trabajar sobre una esterilla.

El buen hombre accede también a que le hiciéramos fotos (a cambio de una modesta contribución), así que ni corta ni perezosa grabé un pequeño vídeo:

Para los más curiosos: preguntamos qué tal nos iba a ir el viaje, y tras hacer las averiguaciones pertinentes, nos dijo que iba a ser bueno, sin contratiempos, y que seríamos buenos amigos para toda la vida.

También nos dijo que estuviéramos tranquilos con respecto a los seres queridos que habíamos dejado en nuestro país, que todos estaban bien. Y que al final del viaje debíamos hacer una gran fiesta para despedirnos.

Creo que son cosas bastante generales, pero es de agradecer la prudencia y lo positivo del mensaje.

pueblo de tejados cónicos en paisaje verde trekking en el monte ziver

Después de esta experiencia, que me hizo sentir espectadora de una escena de otros tiempos, continuamos nuestro trekking en el Monte Ziver.

Paisajes del Monte Ziver

La vegetación, además de los cultivos de mijo, mandioca, yuca y maíz, me llama mucho la atención: hay muchas plantas suculentas y cactus que adquieren proporciones de árbol.

pequeños árboles de planta tipo cactus muy verdes trekking en el monte ziver
trekking monte ziver

Casi no hay árboles. Algunas higueras, algunas acacias, algún baobab –muy grandes, eso sí-, pero las opciones de sombra son pocas.

Continuamente, durante todo el trayecto, grupitos de niños de diferentes edades salen de sus casas y nos miran pasar, nos saludan, o nos dicen “blanco” en su lengua. Pero no se atreven a acercarse, se quedan siempre a una distancia de 50 ó 100 metros, y la mantienen aunque te intentes acercar.

tres niños mirándonos de lejos entre plantas de mijo trekking en el monte ziver

En la bajada, en cambio, algunos sí se acercaron, en espera de que les diéramos las botellas de agua vacías, un bien que aquí está bastante cotizado.

grupo de niños entre plantas de mijo mirándonos trekking en el monte ziver

Disfrutando de la compañía local

Por fin llegamos a un grupito de casas con una pequeña plazoleta entre las rocas y un gran árbol frondoso. Nos recibe un señor mayor, el jefe de la aldea. Comeremos aquí unos bocatas de sardinas, pero algunos compañeros quieren seguir ascendiendo… seguimos todos, pero llega un momento en que la falta de sombra y con el sol cayendo implacablemente sobre nuestras cabezas, una amiga y yo nos rajamos y decidimos volver a ese maravilloso rincón de sombra.

señor con camisa verde y gorrito delante de su casa trekking en el monte ziver

Allí está el jefe, que no sólo nos saluda amablemente, sino que saca una esterilla de su casa para que nos sentemos en ella.

Acto seguido, empieza un constante intento de comunicarnos. Pero ni él habla francés, ni nosotras su lengua. Así que sólo nos queda mirarnos, sonreír, señalar cosas y decirlas en voz alta. Un ratito después se va para volver enseguida con un cacharrito con agua, una especie de estropajo, y un cabrito. Le limpia cuidadosamente.

hombre limpiando un cabritillo de parásitos trekking en el monte ziver

Entre tanto, una mujer también mayor, seguramente su esposa, ha venido y se ha sentado cerca de nosotras. Tiene una calabaza llena de hojas que se pone a “limpiar” –no sabemos si son para comer, o si es lo que llaman “tabaco”, para mascar-. Habla con él y también nos dirige palabras de vez en cuando, pero no entendemos.
En un momento dado, mi amiga le muestra las uñas de los pies pintadas y ella se ríe como una chiquilla ¡le encantan!

Igualmente, cuando le hacemos un par de fotos y se las mostramos en la pantalla de la cámara, sonríe con timidez. Y se ríe abiertamente de las que hacemos a su marido, diciéndole cosas que nos suenan a broma.

mujer limpiando verduras en una calabaza hueca trekking en el monte ziver

Estos momentos, aunque sean un poco frustrantes por no poder entenderse, son los mejores en un viaje.

No olvidaré la amabilidad y hospitalidad que demostraron con una esterilla y su actitud, nada más y nada menos.

retrato de guapa mujer sonriendo en el trekking en el monte ziver

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