Actualizado el 21 octubre, 2023
Caminar por el desierto suena a aburrido, a calor, a fatiga. Quizá pienses en el agobio ante tanto horizonte abierto. Suena a actividad solitaria y un tanto épica. Pero déjame que te diga que no es así si hablamos de los paisajes del Sahara en el sur de Argelia. Por supuesto yendo como turista y en compañía de los tuareg, que no es cosa de perderse por ahí :)
Voy a tratar de explicar, y sobre todo mostrar, cómo es el Tadrart, una pequeña porción del Parque Nacional del Tassili N’Ajer.
Los paisajes del Sahara en Argelia son como de otro planeta
Empiezo así de fuerte, porque lo es. Los paisajes del Sahara son grandiosos, y especialmente aquí, en el Tassili.
Tanto que a veces parece que estás andando por la superficie de Marte, y otras por la superficie de la Luna. ¿Te imaginas? ¿no? Sigue, sigue leyendo…
Antes… ¿te apetece poner el volumen y escuchar un poco de música de fondo?
Las rocas pulidas por siglos y siglos de vientos y temperaturas extremas entre el día y la noche han hecho de los paisajes del Sahara un lugar lleno de formas fantásticas. Y todas de tamaños descomunales.
Los paisajes del Sahara tienen un poco de Star Wars, de Blade Runner, de Dune.
Es como un plató de cine gigante en el que alguien ha construido catedrales naturales, paleolíticas…
La historia del Sahara
Superando los 9 millones de kilómetros cuadrados, el Sahara es el desierto cálido más grande del planeta. Atraviesa el continente africano de punta a punta. Desde el Mar Rojo hasta el Océano Atlántico. La única excepción a la ausencia de ríos permanentes es el gran Nilo, que está lejos del Tadrart…
Al final de la última glaciación, cuando las placas de hielo se retiraron, el norte del Sahara se secó. En el resto de su extensión, mucho mayor que la actual, las lluvias monzónicas lo mantuvieron verde hace poco más de 10.000 años.
Sin embargo, unos dos mil años después, hacia el 4.200 a.C., las lluvias se retiraron más al sur y se quedaron donde están ahora, en la franja tropical de África. El norte se secó. Se convirtió en desierto. Irremediablemente.
Nota curiosa: se espera que el Sáhara vuelva a ser verde dentro de 15.000 años. Siempre y cuando el cambio climático que estamos acelerando no trastoque las previsiones, supongo.
Henri Lothe, el primer occidental que exploró la región del Tassili en 1956, descubriendo al mundo la riqueza arqueológica que hay allí, escribió:
Cinco siglos antes de la era cristiana, el Sahara se hallaba ya en un estado avanzado de desecación. En efecto, Heródoto, que vivía en el siglo V a.C. y es el primero que habla del interior de las tierras situadas al sur del golfo de las Sirtes, mencionaba dunas, oasis, regiones deshabitadas y cerros de sal.
Cuatro siglos después, Estrabón anota que el caballo abundaba todavía, pero indica de paso las precauciones que debían tomar los nómadas para circular; en particular, tenían que disponer odres de agua bajo el vientre de sus cabalgaduras, lo que implica que el precioso líquido se había hecho raro.
Plinio el Viejo, autor un poco más tardío (23-79 d.C.), refiere que el elefante, la jirafa, las fieras existían todavía en lo que él denominaba Libia; más de otro lado, cuando describe el país de los garamantes -que correspondía al actual Fezzan y al Tassili N’Ajjer-, señala la existencia de oueds que sólo fluyen con intermitencia y puntos de agua no permanentes. Lo que, más o menos, corresponde al estado actual del régimen hidrográfico.
A la misma época se remonta, por otra parte, la famosa leyenda a tenor de la cual el Sahara sería el fondo de un antiguo mar desecado, pues la arena de las dunas, la sal de los chotts, las conchas de las ostras de los hammada terciarios, facilitaban semejante ilusión en el espíritu de los hombres de entonces, que poseían nociones sólo rudimentarias acerca de la geología y la constitución del suelo.
Hacia el descubrimiento de los frescos del tassili
Henri Lothe
Caminar por el Tadrart implica también avistar un poco de toda esta historia. De la vida de sus antiguos moradores y lo que decidieron registrar en las rocas. Pero esto te lo contaré en otro momento. Ahora vamos con los detalles del paisaje.
Pongamos nombre a los paisajes del Sahara, del Tadrart
Nombres que, si te fijas, tienen una sonoridad poética que no ha de pasar desapercibida.
Antes una nota: mientras andas por el desierto, confías ciegamente en tu guía targui. Probablemente no te cuente a dónde vas. El objetivo es el camino. Y tiene mucha razón. Aun así, que no te dé miedo a leer y ver estas fotos antes de ir. Como siempre digo, nada es comparable con estar allí.
In Djaren
In Djaren es el valle central del Tradart. Es como la arteria principal, la “gran vía”. No nos damos cuenta al principio, pero con el paso de los días, sí. Lo cruzamos una y otra vez, siempre por distintos tramos.
Hay bastante vegetación. En Octubre o Noviembre llovió, y en Diciembre las plantas ya se han hecho adultas. Los insectos van y vienen dándose un festín.
A nuestro paso salta alguna langosta de vez en cuando. Suerte tenemos de no encontrarnos con una plaga, que no es cosa del pasado. Es demoledor este bicho cuando llega por millones. No quiero ni imaginarlo. Pregunto a Moussa si es cierto que se las comen cuando esto sucede. Me dice que sí, pero sólo algunas personas. Los que no tienen mucho más que comer. Él las probó una vez cuando era niño y no le gustaron mucho. Se hacen fritas, creo que recordar que me dijo.
Las paredes de roca de In Djaren son espectaculares. Parece que hay más arenisca y caliza que basalto, pero esto lo deduzco. Hay pocas fuentes de información de estos parajes, la verdad.
De vez en cuando un gran arco formado por la erosión te sorprende. Siempre de medidas gigantescas, estos arcos son la postal perfecta.
En otros rincones observas cómo algunas montañas aparecen como cortadas por una radial. Tan perfecta es la herida que produce la acción de los elementos. Me acuerdo entonces de Spitzkoppe, en Namibia, donde vi por primera vez este fenómeno con la misma claridad. Otro gran desierto el Namib.
Y hablando de elementos, los golpes de viento levantan remolinos de arena y polvo que recorren el paisaje como si tuvieran vida propia. No me extraña que por aquí crean un poco en los genios, los espíritus, los djinn.
Otra visión perfecta son los montones de arena que se agolpan en las rocas. Dunas interrumpidas, o que se están formando ¿Se comerán la montaña?
En un recodo de In Djaren se sitúa la guelta Buhedien. Probablemente la única guelta del Tadrart. Este es un depósito de agua de lluvia limpia en la que llenar las botellas que se utilizarán para cocinar y lavarnos. Antes los recipientes eran odres de piel de cabra. Aún hay gente que los utiliza, pero el maldito plástico se impone.
La primera noche nos sorprende en el final de un valle adyacente a In Djaren. Un lugar majestuoso que tanto al atardecer como al amanecer nos regala una luz inigualable. Sólo es el principio, pero lo recordaremos siempre.
Catedral de Tamezguida
Cuando piensas que habías visto rocas de grandes dimensiones, llegas a la Catedral de Tamezguida. No sé quién le puso el nombre de “catedral” pero debo confesar que esa palabra ya me había venido a la mente en más de una ocasión, contemplando las montañas que íbamos dejando atrás.
La Catedral supera las medidas que has visto hasta ahora. Es el gigante de los gigantes, y se alza delante de una llanura vacía que podría ser su plaza.
Decidimos escalar un poquito y entonces encontramos más ventanas desde donde divisar los coches que quedaron allá atrás, esperándonos.
Dunas Moul N’Aga
El paisaje cambia de nuevo en Moul N’Aga, el destino sorpresa del día. Es tan bonito que no te lo crees.
Las dunas de intenso color naranja durante la tarde, y algo más pálidas durante el día, se ven salpicadas por torres de roca negra. Puro basalto esculpido.
Hay una roca en particular que es como un dedo alzado entre dunas y mesetas de la misma roca negra.
Llegamos al atardecer y pasamos la noche junto a un imponente farallón de roca. Y así serán casi todos los lugares de acampada de este viaje. ¿Mola, o no mola?
Cuando amanece y abandonamos el campamento para trepar por las dunas, nos encontramos con la sorpresa de un pequeño lago del que se alimentan algunas acacias.
Recorremos las dunas. Se antojan más altas que las del día anterior. Se recortan en el cielo de un azul limpio, prístino. Dunas que lucen dibujos perfectos, como tatuajes minimalistas. Aquí sientes la perfección de la Naturaleza, no sólo la observas.
Entonces crees haber encontrado la duna perfecta. Esa duna con la que soñarás. Con la que has soñado, sin duda. No le quitas la vista de encima mientras andas junto a ella, e incluso cuando la empiezas a dejar atrás. Así hasta que tienes que despedirte, porque no tiene mucho sentido caminar de espaldas.
Entonces te das la vuelta y te enfrentas al siguiente paisaje. Estamos en el Tadrart Rouge (Rojo). La prolongación del macizo del Acacus de Libia. Su máxima elevación es de 1.340 metros de altura.
Aquí las rocas son mucho más negras, y algunas fueron troncos de árboles hace millones de años. Un bosque petrificado, olvidado, que destaca en el rojo de la arena, el color que inspiró el nombre de estos parajes. Me acuerdo de Sudán y de nuevo de Namibia. En ambos desiertos también hay magníficas muestras de madera petrificada.
Ouan Zaouaten y Tin Merzouga
La antesala de Tin Merzouga es Ouan Zaouaten. Un alto desde el que se domina un paisaje de agujas y torres negras. De nuevo los tres colores que dominan el paisaje combinan a la perfección: negro, naranja y azul.
A pesar de su majestuosidad, la vista se renueva. No hay tregua. Llegamos al lugar donde vamos a dormir y de nuevo no te lo crees. Una duna kilométrica. Una pared de arena que se alza orgullosa delante de un paisaje absolutamente lunar. Es ahí donde sientes que has llegado al corazón del Tadrart, y debe de ser por eso que el tuyo late un poco fuerte.
El atardecer desde la cima de Tin Merzouga es sublime. No hay palabras, y para qué pronunciarlas. Basta con llenar la vista, la retina, el alma y la tarjeta de memoria de la cámara. Estar en silencio, sentada en la cresta de la duna, con el viento como única compañía.
Inolvidable. Incluso aunque la temperatura empiece a bajar rápidamente y pases un poco de frío. Incluso aunque sepas que abajo te esperan la hoguera, los tuareg y sus tres tés. Y una noche cuajada de estrellas.
Oued Tilafazun y Le Cirque
El Oued Tilafazun atesora varias de las formaciones rocosas más fantásticas del Tadrart. Ahí la Copa Mundial de fútbol, allá un jabalí, una torre medieval, un elefante, un edificio de apartamentos de último diseño…
Un lugar que se continúa con Le Cirque, el Circo. Las rocas se hacen más grises y sus formas son más retorcidas. Fantásticas. Allí encontramos cuevas de roca arenisca bellamente pulida y un laberinto en el que seguro es fácil perderse si abandonas el camino principal. Desde una idea romántica, piensas que no te importaría perderte una temporada por allí. Otra vez nos sentimos hormigas entre gigantes.
In Tahaq, otro arenal que rivaliza con Moul N’Aga y Tin Merzouga
Si pensabas que esto se había terminado… de eso nada. Después de tanta roca volvemos al reino de la arena en versión erg.
Una gran extensión de dunas que se pierde en el horizonte, de un color más tostado. Al fondo se advierten pequeños lagos secos.
Mientras saboreamos el atardecer con ese panorama delante, resolvemos un enigma. Resulta que en algunos lugares habíamos visto hileras de huellas redondas. Nadie sabía de qué animal se trataba. Pues bien, mientras vamos y venimos en la cresta que elegimos para ver caer el sol, alguien le da una patada a una piedrecita y… voilá, se abre una línea de huellas redondas a medida que la piedra rebota en el suelo rocoso mezclado con arena. De nuevo sonreímos ante la perfección de la naturaleza.
Montamos el vivac en una isleta de rocas, detrás de lo que parece el camino principal.
Por la mañana descubres que el viento trajo algunas nubes que enladrillaron el cielo, dotándole de más profundidad. No traen lluvia, ni siquiera irán a mucho más. Pero ahí están, dando su toque diferente a los paisajes del Sahara.
Los alrededores de Djanet
Ya fuera del Tadrart, de camino a los alrededores de Djanet, no puedes evitar comparar. Este paisaje te parece hasta feo, pobre, demasiado humanizado. Es una reacción puramente emocional, con un puntito de realidad. No es feo, aunque sí más humilde que el anterior.
Los oasis de Djanet y Tiska, donde se ubica el aeropuerto por el que entramos y salimos todos, aportan un panorama diferente.
El Erg Admer se extiende al oeste. Una gran barrera de dunas que cuenta con varios cientos de kilómetros. No sé cómo será viajar por allí. Casi nadie o nadie lo hace. Los tiempos han cambiado. Hay algunas carreteras, las caravanas de camellos ya no funcionan y una cosa es dar una vuelta con el 4×4 para buscar algo de leña con el que preparar un picnic el fin de semana, como vimos que hacían algunos habitantes de Djanet, y otra cruzar un arenal como ése. Para qué arriesgarse a la muerte.
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Muchas gracias por compartir tan impresionantes lugares. Saludos.
Un placer, me alegro de que te haya gustado 😊