Actualizado el 30 julio, 2019
Los viajes pueden ser túneles en el tiempo. Sí, estoy convencida. Según qué destino escojamos, y según qué atención pongamos una vez allí, no sólo viajaremos en el presente si no también en el tiempo. Algo que nos permitirá saber un poco más de nosotros y también de «ellos», los «otros». Entender y empatizar siempre hará que el viaje sea más rico, más grande, más intenso.
Me he decidido a escribir este post porque me parece importante. Y porque llevo ya unos cuantos años viajando y asistiendo al paso de turistas y también viajeros que no se enteran de muchas cosas. Quizá porque no hacen más que leer su guía y disparar fotos a los monumentos que esa guía dice que hay que ver. Correr para abarcar mucho. «Todo».
En cada lugar se hacen las cosas de una manera. Se entienden de formas diferentes. Muchas veces con poca relación o coherencia con las fronteras políticas del país o región donde nos hallamos.
No hay más que ver cómo se entiende y se gestiona la muerte. Cuántas formas diferentes hay, cuántos símbolos incluso opuestos como el color de las ropas de luto o el comportamiento en los funerales o ceremonias de despedida. Ese momento tan decisivo en nuestras vidas ¿no? Es tan sólo un ejemplo de lo diferentes que podemos llegar a ser, y no por eso somos más modernos o más antiguos.
Los viajes y el tiempo
El caso es que a pesar de todas esas diferencias, nos encontramos con costumbres, maneras de hacer las cosas y utensilios que no son ajenas a nuestro pasado o nuestra historia.
O bien las hemos visto en los museos de Arqueología y en los libros de texto de Historia. Nos las han contado nuestros abuelos y padres. O bien nosotros mismos las hemos vivido de pequeñitos.
Así, cuando visito un país donde la gente se reúne alrededor de una televisión a ver el culebrón, un partido de fútbol, las noticias, en plena calle o en un pequeño comercio, me acuerdo de cuando en España ocurría lo mismo. Los aparatos de televisión eran un lujo para la gran mayoría de españoles. Desde hace unas décadas este aparato es considerado un «bien de primera necesidad», ahí es ná.
Cuando veo que las madres protegen a sus bebés con gorritos de lana incluso con temperaturas muy altas, me acuerdo de cuando la esperanza de vida en nuestro país era muy baja. Cuando las madres españolas hacían lo mismo -así me lo contó mi madre en cuanto vio esta fotografía-.
Al ver que puedo disfrutar de una Mirinda, sí, aquel refresco de nuestra niñez… o cómo los niños llevan las horquillas que utilizábamos aquí de pequeñas, recuerdo los primeros signos de consumismo de nuestro país. A finales de los 70 y más durante los años 80.
Cuando veo que usan machetes para abrirse paso en la selva, o para limpiar el pescado, recuerdo los libros de viajes, las películas e incluso los dibujos animados donde nos cuentan historias del siglo XVII, XVIII, XIX.
Cuando me encuentro con que los aldeanos llevan al hombro hachas de piedra. Utilizan a diario esas piedras donde muelen el grano de mijo o de trigo, exactamente iguales a las que he visto en el Museo Arqueológico de Madrid o en los libros de Historia, no puedo más que maravillarme al pensar en que siguen siendo útiles y siguen formando parte de la vida diaria en muchos lugares.
Seguramente la época de los grandes inventos sea ésa en que dábamos los primeros pasos en lo que llamamos «civilización».
El caso es que viajar nos ayuda a ver todo esto en vivo y en directo. Y lo que es más importante (además de disfrutarlo), a reflexionar sobre ello y a relativizar un poco nuestro mundo. Quizá (sólo quizá) a echar un poco el freno.
Países donde la fabricación manual de la mayor parte de los utensilios diarios aún es un valor. Un valor, sin embargo, caduco, ya que poco a poco es cercenado por la conquista silenciosa de los países asiáticos, especialmente de China, que inundan los mercados y mercadillos con sus objetos de plástico.
Plástico brillante, estridente, a veces sonoro, chispeante y por tanto muy muy atractivo para las gentes acostumbradas a una estética recién salida de los elementos naturales.
La globalización se extiende inexorablemente, pero merece la pena seguir buscando lo «natural y original» de allí donde fueres. Muchas veces es parte de nuestra memoria, una memoria viva y útil.
A veces sueño con tener una máquina del tiempo, hasta que me doy cuenta de que viajando puedes tenerla.
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Hola Ali, me ha encantado el post! Tienes mucha razón en que a veces el turista se empeña en ver, ver y ver, pero no se para a sentir. Y al fin y al cabo es una de las mejores cosas que se pueden hacer en un viaje, aprender de la gente local y sus costumbres.
Y aunque estar en un determinado sitio y ver su nivel de vida nos haga reflexionar sobre lo que realmente necesitamos, es difícil que al volver a la ciudad y su frenético ritmo de consumo, no volvamos a caer en la espiral y olvidemos lo que habíamos aprendido… ufff todo esto da para pensar eeh? jejeje.
Un abrazo y feliz navidad!
Gracias Dany!! Si, es dificil escapar del maremagnun este en el que vivimos, pero si al menos no nos dejamos arrastrar, porque somos algo conscientes, digo yo que de algo servirá! Me alegro de que te guste y de que te haga pensar :)
Me ha encantado. Yo he tenido la misma sensación en diferentes lugares, pero creo que tú lo has expresado e ilustrado perfectamente. Ahora estoy a punto de ir a Irán y, buscando buscando…, acabo de descubrir este blog a partir de tu aportación sobre Isfahan e Irán en "minube". Conocer tu experiencia me anima aún más, pues, en general, son más los/las que nos dicen que estamos locos que los que sienten (sana) envidia.
Ay Txaro, desde luego que me das envidia (sana)!!! Muchas gracias por pasarte por aquí y tu comentario. Sólo me queda desearte un buen viaje a uno de los países del que más cariño guardo :) Aún no conozco a nadie que haya estado allí que diga que no le ha gustado, por sí te sirve de más empuje. Que vaya bien!!
Fantástica reflexión. Me encanta este tipo de posts en los que dejamos ir nuestros pensamientos más personales.
Felicidades por el blog.
Saludos!
Gracias José Luis! sí, de vez en cuando viene bien plasmar este tipo de pensamientos, apetece :)
Saludos!
Alicia
Evidentemente son actitudes y hechos que están ahí, como otros que no nombras como el trabajo infantil presente en muchísimos países, tal cual en España hace algunas décadas. O las jóvenes madres con 16 años y con un niño pequeño en cada mano, cosa que ahora nos parece terrible en España. Pero que también era relativamente normal hasta mediados del S.XX. Sólo hay que preguntar a nuestras abuelas con cuántos años se casaron.
Por lo demás un artículo estupendo y unas reflexiones que me hago allá donde voy y veo situaciones parecidas.
Muy de acuerdo contigo Antonio y gracias por tus aportaciones al artículo, es cierto lo que comentas y en su día me quedé corta :)
Un abrazo
Alicia
Magnificas fotos amiga Alicia y sigue recorriendo el mundo y difundiendo la verdadera razón de la existencia del hombre. muchos saludos amiga y salud con un pisco sour.
Héctor!! Muchas gracias por pasarte y comentar! Seguiré escribiendo, aunque lo de la verdadera razón de la existencia del hombre me suena a que me puede quedar grande, ji, ji. Un abrazo y salud con pisco sour!
Allí, me ha encantado la explicación que te dio tu madre de los gorritos, porque yo lo vi muy a menudo en Senegal y me chocaba por no entender el sentido. Un besote!
Ja, ja, Paloma! Pues eso debe de ser! Me alegro de que te haya gustado! ? Un besazo!!