2020, qué de disgustos nos has traído. Incontables, empezando por todas las personas que han fallecido por acción directa o indirecta de este virus. Y por todos los que han enfermado y ahora sufren sus secuelas, nada fáciles. Y los que quedan. También por todos los puestos de trabajo perdidos, las economías reducidas o aniquiladas. Echo la vista atrás y sigo pensando que estamos viviendo en una película mala, de serie B o serie C. Ha sido, sigue siendo, un terremoto con demasiados muertos, mucha angustia y la alteración de nuestras vidas y relaciones puede que para siempre. Una hostia en toda regla a nuestro sistema y forma de vida, la globalización, las agresiones al medio ambiente.
No quise escribir, no quise contaminar el blog con este tema. Al fin y al cabo éste es un sitio para entretener, en el que te invito a desconectar. Pero por otro lado ¿cómo no hacerlo? Lo lógico hubiera sido no escribir este post, pero es una tradición y he decidido no romperla. Además es algo que necesito hacer.
La situación extrema, cuando era noticia incipiente, me cayó encima de mala manera
Reconozco que no estuve a la altura de los acontecimientos, noticias y datos, cuando la pandemia apuntaba serias maneras. Hasta pocos días antes del confinamiento radical no era realmente consciente.
Creo que las personas, los individuos, fuimos a diferentes velocidades antes de declararse el estado de alarma (y algunos incluso después). Quizá porque nuestro ritmo de vida era el de siempre, rápido, atareado y con poco tiempo para prestar atención a lo importante. A “esa” noticia tan increíble.
A mí me pilló preocupada por otras cosas. Cosas muy importantes relacionadas con la salud de mi entorno próximo. También con una carga de trabajo y estrés laboral muy alto. Tanto, que cuando llegaba a casa no tenía energía ni ánimo para ver las noticias. Oía campanas pero no las escuchaba atentamente. También había un punto de negación ante lo que parecía (luego confirmada) una debacle.
Llegó el día en que me mandaron a casa a trabajar sin tener una fecha clara de vuelta. El 10 de marzo. Mi compañera Ana me dio un abrazo. Me asustó. Fue el último abrazo hasta la fecha y lo echo mucho de menos.
Pasé los meses de confinamiento tratando de hacerlo lo mejor posible. Saliendo de casa para hacer la compra rápidamente cada 8 o 10 días. Alguna carrera más para tirar la basura cada cinco días (tengo los contenedores a unos 50 metros de casa). Sintiendo que hacía algo mal, que era una fugitiva, que parecía que iba a robar algo, con un pañuelo anudado en la cara a falta de mascarillas, porque éstas no se conseguían en ninguna parte. Si ahora lo piensas ¡menuda imprudencia pasearse así por el supermercado! Y tantos como yo. La gran mayoría.
Rescaté, eso sí, los botecitos de gel hidroalcohólico que tenía por casa, sobrantes de viajes anteriores. Este producto que siempre asocié al maravilloso momento de hacer el equipaje para ir a lugares remotos y exóticos donde las condiciones de salubridad son bajas, ahora se ha instalado en la vida de todos nosotros con un significado bien distinto.
La soledad no buscada me mordió. La preocupación por los míos mucho más. El amargor de alguna ”amistad” perdida en esos momentos de alta tensión y tristeza, también.
Tuve altibajos, días de cierto optimismo y otros de llorera frente a la ventana mientras me parecía sentir que la muerte rondaba por el trozo de calle vacía que podía ver desde mi atalaya (un segundo piso, no te creas). Ventana que abría de vez en cuando sólo para sentir que el aire libre existía. Para respirar. Ojalá hubiera tenido una terraza, un balcón, para sacar todo el cuerpo. De jardines ni hablamos.
Pero fui una privilegiada frente a millones de seres humanos de todo el mundo. Vivir en una casa con un espacio razonable (49 metros cuadrados), internet decente, luz, calefacción y alimentación “asegurada” es lo que me permite afirmarlo.
Me adapté como pude a esa soledad rara, al sentimiento de debacle, tratando de dosificar el consumo de noticias, el miedo. Tratando de sobrellevar las jornadas de trabajo maratonianas que se acompañaron de un ERTE. Ahora lo llaman “remar juntos”. No va a ser el último.
Con todo, seguí escribiendo este blog aprovechando para publicar lo que se quedó en el tintero de viajes anteriores, a falta de nuevos. Con cierto vértigo a quedarme sin historias. A no saber de qué escribir. Eludiendo “el tema”. Aplicándome una autocensura que en cualquier otra circunstancia me habría resultado vergonzosa, pero sabiendo que los sentimientos estaban a flor de piel y cualquier tono o comentario podía herir a otras personas.
Escribir me permitía agarrarme a algo de la vida anterior para soportar el presente. Sigue siendo así.
También cogí la cámara para intentar hacer algo desde mi ventana, me suscribí al canal de Youtube Siéntete joven para hacer ejercicios de cardio todos los días ¡muy bueno y sobre todo asequible para muchos públicos! y por supuesto leí. Este es el año que más libros he leído con diferencia, sí. No fueron las únicas actividades pero aun así sobraba tiempo. Todo por desconectar un poco de la situación.
¿Te preguntas si soñé con viajar? poco o nada. Entré en un estado de hibernación, de parálisis de sueños. Parecía tan fútil, tan absurdo frente a todo lo que estaba pasando…
No obstante, cuando terminó el estado de alarma empecé a moverme un poco y a trazar algunos planes. Siempre con las ilusiones retenidas, los dedos cruzados y el escepticismo por delante.
También me resistí, y me sigo resistiendo mucho, a hacer cábalas sobre el futuro. Porque no tenemos ni idea y estamos en manos de personas (gobernantes y otros poderes fácticos) que tampoco la tienen.
¿Hemos aprendido algo?
Durante algunos meses, aparte de las cifras de contagios, hospitalizaciones y muertes, los tertulianos y pensadores de todo tipo y condición, buenos y malos, nos ofrecieron reflexiones sobre el origen de esta pandemia y los aprendizajes que podíamos extraer de esa situación de confinamiento extremo.
Una burbuja de discursos que, en mi opinión, se fue desinflando después de que se abrieran las puertas. Por ejemplo, y me preocupa mucho, no he vuelto a escuchar con tanta frecuencia el hecho de que esta pandemia es consecuencia de lo que estamos haciendo al planeta. Sí, a final de año se ha llegado a una renovación del Acuerdo de París y Estados Unidos volverá a entrar en él gracias al cambio de gobierno, pero de su íntima relación con esta debacle se dice más bien poco. El deterioro medioambiental es un hecho, y nosotros sólo queremos volver a la vida de antes.
No veo que se hable de la necesidad de un cambio de vida, de sistema, también de turismo. Los de siempre, sí. Algunas ONG a las que muchos daban la razón cuando todo estalló, siguen intentándolo como llevan haciéndolo desde hace décadas, pero creo que ya no se las escucha como en esos meses.
Ahora impera la necesidad de sostener dicho sistema porque no tenemos otro plan. La frase ya manida de «no hay plan B» es tan cierta como real, pero no apunta al medio ambiente sino a mantener el ritmo desaforado que no soporta la Tierra.
¿No deberíamos estar repensando ya las cosas muy seriamente, reenfocando negocios, servicios, hábitos a gran escala? Es una locura, no va a ser fácil, pero si no lo hacemos…
En otro orden de cosas, el que esta situación nos haya enseñado cosas que habíamos dejado de valorar tanto como una buena sanidad pública, mirar y escuchar al otro atentamente, vivir con menos, vivir el momento y no en los planes de futuro… aún es pronto para valorarlo. Veremos cómo cristaliza, estos procesos son lentos, más de lo que consideramos «lento» es nuestro ritmo de vida habitual.
No me enrollo más. Vamos con la tradición de resumir el año en lo que respecta a viajes, escapadas y otros acontecimientos relacionados con el blog. Algo ha habido y 2020 no lo considero un año perdido. Ha sido un año vivido, marcado por las circunstancias pero vivido (y siempre desde el punto de vista de una ciudadana del «primer mundo»).
Repaso al 2020
Lo que se quedó en el tintero de los sueños
Empiezo por contar qué viajes no he podido hacer, aunque ahora mismo suena obsceno (tanto como el apartado de lo que sí he podido hacer).
El 2020 se presentaba muy bien, iba a viajar con amigas, con familia y en solitario. Ya tenía varios proyectos fijados y otros que iban tomando forma.
Tenía previsto pasar la Semana Santa en Cerdeña, un destino mediterráneo en el que he pensado varias veces y por el que me decidí gracias a los precios de los vuelos de ése momento.
En junio volvería a Venecia con mi hermana para pasar un fin de semana largo. Es una ciudad que pisamos un par de veces siendo niñas y queríamos redescubrirla.
En agosto haría un viaje de tres semanas a Colombia junto a Paula de Tierras sin límites, porque coincidíamos en fechas y ganas de visitar este país. No me cabe duda de que habría sido un gran viaje.
En Diciembre pensaba ir a Egipto con mi querida amiga Marita, compañera de aventuras en Omán, Galápagos y Rumanía. Sería nuestro cuarto viaje juntas y me hacía muchísima ilusión 🥰
Como otros años, también estaba dispuesta a hacer escapadas según se terciara, el momento, las oportunidades…
Pero claro está, nada de esto se cumplió. Peleé por el reembolso de los vuelos pagados y punto (aún espero el ingreso de los de Colombia). Ni siquiera me detuve a lamerme las heridas, a llorar por esos destinos-sueños. No tocaba, no toca, no le doy más importancia.
Lo que sí pude hacer
Antes de que lo leas, lo voy a contabilizar. Los «viajes» de este año han sido:
- 6 fines de semana completos fuera de Madrid, incluyendo tres en el pueblo (enero, febrero, junio, julio y finales de septiembre).
- 1 semana en los Pirineos.
- 2 semanas en Lanzarote y Fuerteventura.
- 5 salidas de un día por los alrededores de Madrid (junio, octubre, noviembre y diciembre).
Recién empezado el año, cuando esta noticia no había llegado a nuestros telediarios, me escapé a ver a la familia de San Sebastián, un plan que por cierto ya hice unos años antes. En esta ocasión además de disfrutar de esta ciudad tan bonita nos escapamos un día a Francia para visitar San Juan de Luz y Biarritz. Fue un bonito enero porque pasaron más cosas que cuento más adelante.
A principios de febrero me fui a pasar un fin de semana en Oporto. Esta es una ciudad a la que tenía muchas ganas desde hace tiempo. Era la tercera vez que la pisaba, pero la primera como turista. Ya sonaban algunos ecos de pandemia pero era algo que estaba localizado en una ciudad de China. Precisamente en esos días Paula y yo compramos los vuelos a Colombia para el verano, buena oferta mediante. Confieso que comenté «menos mal que viajamos en dirección contraria a China». Ahora suena feo, muy feo.
Tras el confinamiento total de varios meses llegó el mes de junio. Primero me probé dando un paseo por el centro de Madrid, y también con un encuentro con amigos en la sierra de Madrid. Fue la primera vez que vi el campo, de hecho 🥰 Otro día me acerqué a Chinchón, un pueblo cercano que aún no conocía.
Todo eso de ir con mascarilla y mirando a todos los lados para no acercarte a la gente era tan raro, como maravilloso estar fuera de casa por varias horas…
En julio me fui al pueblo (provincia de Guadalajara). Fueron varios fines de semana con mis padres y hermanos, dentro de lo que me permitía el trabajo.
Me reencontré con las amistades de toda la vida (a distancia y con mascarilla) y sobre todo con la naturaleza, incluido el cielo nocturno que lucía con un visitante maravilloso: el cometa Neowise. Una maravilla que nos hizo madrugar y trasnochar, sin cansarnos de mirarlo ahí, en el cielo, a simple vista. Creo que ha sido uno de los grandes regalos de 2020 sin lugar a dudas.
¡Qué liberación!
El campo estaba más bonito que nunca. Respiraba por los cuatro costados. No podía estarme quieta y salía a pasear cada dos por tres, sobre todo en solitario, aunque hiciera calor. No cogí el saco para dormir bajo las estrellas no sé por qué 😂. Bueno, sí lo sé. Los corzos, zorrillos e incluso jabalíes se acercaban tan campantes al pueblo, más por la noche. La ausencia de humanos durante tanto tiempo les había vuelto confiados, audaces. Les oíamos sin dificultad rondando cuando estábamos haciendo fotos al cometa, y mi padre se encontró con un corzo macho una de las noches en que estaba solo con su telescopio, en la puerta de casa.
El primer fin de semana hice algo más de 500 fotos con la cámara. Fue una especie de renacer en todos los sentidos y para todos los sentidos.
Precisamente la última semana del mes de julio comencé mis vacaciones y tras hablarlo con mis padres nos fuimos a pasar una semana a los Pirineos.
Una semana de caminatas por la montaña, de bosques, prados, cumbres y lagos, en la zona que creo es la más espectacular de toda la cordillera. Aunque lo mejor y más importante fue estar con mis padres, pasar con ellos tiempo de calidad. Tomando todas las precauciones posibles, eso sí, ya que no convivo con ellos. Midiendo la distancia, sin abrazos ni besos, con la mascarilla para acercarnos a ver una foto en el móvil o en la pantalla de la cámara, y para viajar en el coche. Afortunadamente todo salió bien.
Y las siguientes dos semanas, las primeras de agosto, me fui sola a Fuerteventura y Lanzarote. Todo un acierto, la verdad.
Yo misma me sorprendí de que quisiera viajar en solitario pero lo cierto es que es lo que quería hacer. Tenía ganas de moverme con libertad y con todas las ventajas de viajar sola. Sintiéndome más segura que si fuera con otras personas. Eso sí, pasé muchos nervios y algo de miedo al ir al aeropuerto.
En Fuerteventura y Lanzarote descubrí y redescubrí paisajes volcánicos y desérticos, la libertad que buscaba, la sensación de aventura y reminiscencias de paraísos muy alejados de España. Fueron unas vacaciones tan maravillosas como las de antes, con algunas limitaciones pero no demasiadas.
A finales de septiembre, después de un mes y medio sin salir de Madrid, me fui con unos amigos a conocer el sur de la provincia de Álava. Fue un fin de semana mondo y lirondo, pero como si hubiera sido más. La excusa era conocer el Salto del Nervión, que es la cascada más alta de la Península Ibérica, y de paso visitar el Valle Salado de Salinas de Añana, un lugar único en el mundo que tenía ganas de conocer desde hace tiempo.
¡Qué bonito! Disfrutamos mucho haciendo fotos con mal tiempo y llenándonos de naturaleza en lo posible. Menos mal. El otoño llegaba con tintes muy oscuros y así ha sido.
Los últimos meses del año me he movido muy poco. He hecho algunas salidas dentro de la Comunidad de Madrid, y ya. El caso es que me ha venido bien para conocer algunos de los “pendientes” que tenía tan cerca y que por vaguería nunca iba. Así, me fui a pasar un día a Aranjuez en octubre, las Cárcavas de Patones de Arriba en noviembre y Buitrago del Lozoya en diciembre. Ya ves que no son muchas, pero las necesitaba para seguir aguantando.
El blog en los medios y un gran premio
Vuelvo al comienzo de 2020. El año empieza muy muy bien en lo que respecta al blog.
Primero me dan la noticia de que estoy nominada al mejor Blog Revelación de los Premios IATI. Ya sólo eso es un premio porque no es un certamen al que te apuntes o para el que tengas que pedir “me gusta” en redes sociales para ser nominada. Se trata de un jurado que decide qué blogs incluyen en cada categoría y cuál es el premiado. Tú no controlas nada. Se valora tu trabajo y punto.
Cuando llegó el día de la ceremonia de entrega de premios y escuché mi nombre en el escenario, además de los aplausos, fue muy muy emocionante. Ahora que ha pasado casi un año sigo igual de agradecida por este reconocimiento como el primer día. Lo conté todo aquí.
Después, quizá por la noticia del premio y también porque en esta situación se han puesto en marcha más iniciativas internautas, Los viajes de Ali ha estado un poco más presente en los medios de comunicación. La verdad es que me han hecho más entrevistas, largas y cortas, que otros años. Te dejo aquí los links de la mayoría por si te apetece escuchar alguna.
- Levando Anclas – Roge Blasco – hablando sobre el viaje a Chile y el salar de Uyuni. Los programas de Roge son largos, pero maravillosos y este es sólo un ejemplo.
- El Galeón de Manila – este programa ha empezado su andadura en Septiembre y es precioso. De la mano de Rodrigo de Pablo y Jose Miguel Redondo «Sele». Yo participé en el especial sobre Argelia, de momento, pero todos los capítulos merecen mucho la pena 🥰
- La maleta de Carla – este es un mano a mano con Carla. Hablamos largo y tendido sobre cómo viajo, los destinos que me llaman la atención, el blog… de todo un poco. Si quieres conocerme un poco más, te lo recomiendo.
- Entrevista en la Fundación Io (One Health en Enfermedades Infecciosas, Medicina Tropical y del Viajero).
Las cifras del blog en este año tan raro
Por último, recordarás que el año pasado publiqué por primera vez las cifras de audiencia del blog. Lo hice porque estaba orgullosa y quería compartirlo, y pensé en instaurarlo como “sección fija” del resumen anual.
Este año todo ha dado la vuelta y las cifras no son las que eran, pero no por ello voy a dejar de comunicarlo. Al fin y al cabo ha sido un movimiento natural, reflejo de lo que nos ha pasado.
Los viajes de Ali ha recibido 319.514 visitas entre el 30 noviembre de 2019 y el 30 de noviembre de 2020, lo que significa un 28,96% menos que el mismo periodo del año anterior. Precisamente el año pasado el blog había crecido un 29%, así que podemos decir que la audiencia ha retrocedido todo un año (en vez de crecer en un año normal y si haces las cosas medianamente bien).
Aprovecho para comentar que me sigue pareciendo curioso, incluso fascinante, cómo nos movemos en internet al hilo de los acontecimientos. Es una reacción totalmente inmediata. ¿Que los contagios aumentan o se restringe la movilidad en una región? Las visitas al blog se caen, en especial las que llegan por tráfico orgánico o lo que es lo mismo, por búsquedas.
Desde aquí te animo a que no dejes de leer blogs de viajes. Sigue habiendo bitácoras de gente que queremos ofrecer una ventana que va más allá de una simple lista de consejos para viajar a un sitio. No hace falta que quieras planificar un viaje, sólo viajar con la mente.
Este año termino el resumen sin formular deseos viajeros. Para el 2021 sólo pido que nos cuidemos, entre nosotros y al mundo que nos rodea, porque sólo así puede que superemos esta enorme crisis, vacunas mediante y siguiendo las normas. La capacidad de viajar será consecuencia del éxito de dicho cuidado.
Un abrazo gigante si has llegado hasta aquí en este repaso al 2020 y un GRACIAS enorme por seguir leyendo este rincón de internet que pienso seguir manteniendo si las fuerzas no me fallan. Cuídate mucho.