
Amanece un 5 de enero luminoso en San Sebastián. Estoy contenta, por fin voy a conocer un poquito de la costa vasca francesa, que está ¡a tiro de piedra! Mis primos me llevan de excursión. Nos ponemos en marcha con la idea de visitar San Juan de Luz y Biarritz, dos de los pueblos más emblemáticos de esta zona de Francia. Cámaras preparadas, ganas… ¡acción!
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Fue cruzar la frontera y adentrarnos en un mundo neblinoso. Que conste que la niebla me gusta y que siempre he querido fotografiarla como es debido. Pero esta no era la ocasión. La idea era pasar un día divertido, agradable, y disfrutar de la belleza tantas veces cantada del País Vasco Francés. Y claro, sin casi luz y tal y tal, mi gozo en un pozo.
Tendré que volver a San Juan de Luz y Biarritz, y también ir más allá, con mejor tiempo
Los kilómetros se sucedían entre montes semiocultos. Igual de verdes que en nuestro País Vasco, por lo que podía adivinar.
En unos 20 o 25 minutos llegas a San Juan de Luz en coche desde San Sebastián. Hay dos caminos: por la costa, en la que es una carretera más escénica pero llena de curvas, y por la autovía, que discurre un poco hacia el interior. Ni te enteras del cruce de frontera.
Tomamos la autovía, primero para no retrasarnos mucho en la llegada y tener tiempo de caminar por las calles de San Juan de Luz como se merece. Y segundo, porque en ése día de niebla poco íbamos a poder ver yendo por la costa.
San Juan de Luz
Llegamos y la niebla no había remitido ni un ápice. Aun así, San Juan de Luz me gustó desde el principio. Para empezar, por su puerto pesquero tradicional.

Las gaviotas, al menos de tres tipos, andan entre el agua y los muelles. Puede que estén buscando al hombre que con su chapela y abrigo oscuro les arroja migas de pan seco mientras sostiene una sonrisa tipo “Mona Lisa”.
Ése hombre que observa cómo hacemos fotos desde este ángulo o el otro, y cómo intentamos buscar información sobre las gaviotas que tenemos delante, en nuestros teléfonos móviles. Seguro que se sonríe al vernos tan contentos como distraídos con nuestra tecnología en ristre.

Nos llama mucho la atención una gaviota de tonos marrones con pintas blancas. No lo logramos allí, pero ahora, buscando en internet, la encuentro. Es la Gaviota Sombría (Larus Fuscus).
A decir verdad, la niebla le daba un punto bonito al sitio.
Todo adquiere un halo de misterio y romanticismo con las nubes a ras de tierra.
Confieso que también intentaba imaginar el escenario con cielo azul. Porque seguro que San Juan de Luz resplandece bajo el sol con sus casas pintadas de blanco y las ventanas de colores, donde predomina el rojo. Y es que el lado francés del País Vasco mantiene la esencia de la arquitectura de siempre.
Empezamos a internarnos en el pueblo. Dejando atrás el puerto y sus grúas, redes, barcos y gaviotas fantasmales, enseguida llegamos a una plaza. A un lado está la Maison Luis XIV o Casa de Luis XIV. También conocido como el “rey Sol”, o Luis el Grande. El que reinó durante 72 años en Francia y el reino de Navarra, además de ser copríncipe de Andorra y conde rival de Barcelona. Tela.

Enfrente de esta Maison parte una calle que en línea recta y ligeramente ascendente nos lleva a la playa de San Juan de Luz. Es la Rue de la Repúblique, que con su nombre parece desafiar a la Maison ¿no crees?

Y al final, nos asomamos al mar. Cada vez emociona. Con niebla y con sol. El mar es el mar, y punto.

La playa se llama Playa Grande y no me extraña, porque es bien hermosa. Puedes contemplarla a tus anchas y en su anchura sin mancharte las zapatillas recorriendo sencillamente su paseo o malecón. Al menos un día como éste no apetece mucho bajar a la arena, aunque siempre hay algún valiente dispuesto a remojarse. Ese domingo no faltó.


Toda la playa está guardada por bonitas casas, algunas habitadas por restaurantes, que miran al mar impasibles. Blancas y rojas.
En el mismo paseo me llaman la atención unos carteles o placas. Cuentan pedazos de historia de San Juan de Luz, pero están en francés y por tanto me cuesta un poco leerlas. A la altura de la citada calle, hay uno que te habla de las kaskarots…

Kaskarots es una palabra que viene del euskera y con ella se nombraba a las vendedoras de pescado. Eran mujeres que recorrían la playa y sus inmediaciones con faldas largas, mandiles y cestas llenas de pescado. Gritando al viento su mercancía, haciendo bromas a los potenciales clientes. Por lo visto el significado actual es el de “chica que habla por los codos”.
Dicen los estudiosos que su origen viene de los Cagots, gente que vivía fuera de los pueblos y tenían cierto aura de parias. Una mezcla de bárbaros, gitanos, leprosos… los parias de la sociedad, vaya. Luis XIV firmó un edicto a su favor y poco a poco fueron instalándose en San Juan de Luz entre el puerto y la playa.
Otros personajes que siguen en la memoria, y en algún comercio como la maravillosa tienda de gominolas que hay en la Rue de la Repúblique (esta calle da mucho juego, así que no te la pierdas), son los corsarios.
Sí, en los siglos XVII y XVIII esta villa daba cobijo a corsarios que eran odiados y temidos por los británicos.
¡Los corsarios no eran piratas! Los corsarios repartían sus capturas con el Rey (como lo lees), el Almirantazgo (como lo sigues leyendo), el armador y la tripulación. Los piratas, en cambio, eran totalmente independientes y no repartían lo que robaban salvo con ellos mismos.

Bien, nuestra idea era haber paseado hasta el extremo de la playa para recorrer el dique que sobresale hacia el mar. Allí hay un pequeño edificio, y dicen que la vista de la playa y edificios es muy chula. Pero… la niebla y el frío, que no levantaban sino que más bien arreciaban, nos hicieron desistir. Decidimos pues volver a las calles de San Juan de Luz.
Mis primos quisieron llevarme a la iglesia. No es que seamos religiosos, sino que la iglesia de San Juan Bautista es digna de visitar. Tiene un gran valor histórico ya que aquí se casó Luis XIV con María Teresa de Austria, la hija de Felipe IV.

Con esta boda se sellaba el tratado de paz que ponía fin a la guerra de los treinta años. La Maison de Luis XIV fue la casa donde se hospedó este rey tan famoso como longevo, durante los días de la boda.
Pero volvamos a la iglesia. Su interior está revestido de madera oscura en buena parte y tiene unas curiosas galerías que rodean toda la nave elevándose en varios pisos. Además hay un barco pequeño colgando del techo. Más marinera no se puede ser.
El altar tiene un retablo barroco, lleno de dorados y figuras de santos. Con una moneda se ilumina, ya tú sabes.
Después de esta visita decidimos perdernos un rato por las calles que discurren en todas las direcciones, paralelas y perpendiculares a la playa. Hay muchos rincones bonitos, que seguro que en días más soleados lucen aún mejor.



Y no quiero olvidarme de la cantidad de pequeño comercio cuidadísimo que hay por todo el pueblo. La verdad es que en Francia se cuidan mucho todos estos detalles, y además se dirigen tanto al turista como a los locales.
Para más información, consulta la web de la Oficina de Turismo de San Juan de Luz, que está traducida al español, aquí 🙂
Recomendación: incluso un día de invierno como éste es mejor que reserves un sitio para comer nada más llegar. Nosotros lo hicimos en la misma Rue de la Repúblique. Y ojo, no esperes comer a hora española, que en esto los franceses lo tienen muy clarito… Será difícil que encuentres mesa y alguien en la cocina a partir de las dos de la tarde. Además, si lo tienen todo reservado, no te invitarán a que esperes al segundo turno porque éste no existe.
Te informo también de que los menús del día, al menos en domingo, se cotizan a 19 € por persona (Enero 2020). Así lo comprobé en varios de los restaurantes de esta calle. Es probable que encuentres algo más barato fuera del centro histórico, pero no te lo puedo asegurar.
Nosotros comimos en el Restaurant La Diva ¡y todo muy rico!

Biarritz
Sin esperanza de que la niebla levantara, pero con el estómago lleno, cogimos el coche para ir a nuestro siguiente objetivo del día: Biarritz.
Biarritz fue elegida por la realeza para pasar sus vacaciones recién comenzado el siglo XIX, y el resultado es el de una ciudad que también mira al mar, pero con un estilo e imagen mucho más elegantes que el de San Juan de Luz. Toda una ciudad señorial.
Si me das a elegir, como dice la canción, creo que me quedo con San Juan de Luz, pero es cierto que Biarritz tiene su aquél.
Para empezar, las playas se suceden entre rocas de lo más escénico. La costa es muy abrupta por aquí, aunque deja espacio para los bañistas y surferos. Porque sí, aquí hay muchas más olas y los surfers no se pierden su cita con el mar ni en los días malos como éste.

Así pues, tras aparcar en un calle cerca del mar, salimos de nuevo a verlo. Empezamos en la Playa del Puerto Viejo o Plage du Port Vieux, que es muy recoleta y está rodeada de un edificio que parece un balneario. De allí salían, de hecho, algunas valientes con su bañador y gorro para dar unas brazadas en dirección a la Roca de la Virgen. Además, un par de chicos estaban practicando el equilibrismo, encandilando a los curiosos como nosotros.


Si miras a la izquierda, de frente al mar, verás una especie de pequeño castillo encima de unas rocas. Es Villa Belza. La verdad es que queda mejor en las fotos de lo que se ve allí, pues no es demasiado bonito… pero esa torre con tejado de pizarra que recuerda a Transilvania, y la ubicación, son cuanto menos llamativos.
Belza o Beltza en euskera significa “negro”, y he leído por ahí que hay muchas leyendas de fantasmas y brujería en torno a este lugar.

Siguiendo el paseo junto a Villa Belza, llegas a una playa muy abierta. Allí es donde se concentran los practicantes del surf, y desde donde puedes ver un buen tramo de costa vasca. Nos asomamos un ratillo a observarles. No había olas muy espectaculares, pero aún pudieron hacer algo, y nosotros fotografiarles. A todo esto, la niebla había remitido un poco 🙂



Nos damos la vuelta y echamos a andar, ahora sí, hacia la Roca de la Virgen. Por la acera hay placas metálicas que señalan el camino hacia el Acuario de Biarritz. No entramos, pero aquí dejo la sugerencia.
La Roca de la Virgen se alza al final de la Pasarela Eiffel. Pocas pistas más nos tienen que dar sobre cómo es este puente ¿no?
Pues sí, este puente peatonal fue construido (más bien diseñado) por Gustav Eiffel a finales del siglo XIX. Con la marea baja se pueden ver los pilotes sobre los que se sostiene, mientras que con la marea alta… no te sé decir cómo luce, la verdad.

Para mi lo más espectacular son las rocas que hay al otro lado, en dirección a la siguiente playa, que podemos decir es la principal de Biarritz. Son enormes moles con arcos esculpidos por el agua y el viento, que en cierto modo me recordaron a las Pigeon Rocks de Beirut. Apuesto lo que quieras a que son del mismo tipo de roca, y su erosión muy similar.



Siguiendo la costa por el paseo que hay a tal efecto, nos acercamos poco a poco a la zona más monumental de la ciudad. Me sorprenden la cantidad de rocas que hay antes de llegar a la Playa Grande o La Grande Plage. Originales, lo que se dice originales, no son con los nombres de las playas pero… no van a ser perfectos en todo los franceses ¿no? (chiste malo, espero que me perdonen).


También nos hubiera gustado alcanzar el faro que está en la otra punta de la playa, pero la niebla volvía a caer sobre nuestras cabezas y el frío nos llegaba a los huesos. Tanto, que decidimos entrar en el café del Casino de Biarritz, uno de los edificios y negocios más emblemáticos de la ciudad. No es extremadamente caro, pero barato, lo que se dice barato, tampoco es (pagué unos 12 € por tres bebidas, para que te hagas una idea).

Caía la noche, el manto de niebla volvía a hacerse dueño del aire, y tras entretenernos haciendo unas fotos de larga exposición, como habíamos leído en internet que el 5 de enero era el último día del espectáculo de edificios iluminados que hacen todos los años por Navidad, decidimos quedarnos para verlo. ¡Fue precioso!
Si quieres contratar un tour mira la oferta de GetYourGuide aquí.


El espectáculo “Biarritz de luces” se realiza entre el 21 de diciembre y el 5 de enero cada año. Consiste en la iluminación de diferentes edificios (puede que alguno cambie de un año para otro), entre los que se incluyen la Oficina de Turismo, la Iglesia Saint Eugene, y el Jardín Público o Casino Municipal. Empiezan todos de manera simultánea, pero las proyecciones se hacen en bucle y tienen una duración de pocos minutos. De esta forma puedes ir a ver uno, luego al otro, y así sucesivamente… ¡Merece la pena y es gratis! La hora de comienzo es hacia las 18.30 h.
[Haz click en una imagen y pasa las fotos]En fin, este día en San Juan de Luz y Biarritz no dio para más ¡ni para menos! Nos quedamos con buen sabor de boca y me sirvió para confirmar que debo volver y pasar más tiempo en esa zona, porque está claro que tiene muchos atractivos a explorar.

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¡Ains! Me ha encantado el post. ¡Súper interesante y con muchos datos! Me ha gustado mucho lo de las palabras de las mujeres vendedoras de pescado. ¡Yo no vi nada! Nosotros cuando fuimos vimos una estampa bien diferente (te dejo el enlace): calor, calles atestadas y los chavales haciendo botellón en la playa. Seguro que lo estás pensando y sí, era la noche de San Juan. jajajaja! Así que bueno, algo mágica también fue. Y de Biarritz, he de decir que es precioso aunque si tengo que elegir me quedo con San Juan <3.
Jaja, sí estuve leyendo tu post antes de ir!! Mismo lugar, distintas caras 😉😉 a lo mejor los carteles históricos son recientes y por eso no los viste, o si había mucha gente…