Actualizado el 13 mayo, 2023
El Valle Salado de las Salinas de Añana es uno de esos sitios injustamente poco conocido. Se trata de una mina de sal a cielo abierto que ocupa casi todo un valle. Sólo su visión te deja con la boca abierta, pero combinándolo con la visita guiada que has de hacer para recorrerlo, todo cobra sentido. No cabe duda de que éste es uno de los lugares de gran importancia histórica del País Vasco y de España, además de ser un regalo estético y para el paladar! ¿Te vienes? 😊
La historia del Valle Salado de Salinas de Añana
La sal es uno de los ingredientes más importantes de nuestra vida y esto es algo que sabe el ser humano desde tiempos inmemoriales. Tanto es así, que las Salinas de Añana fue la primera población del País Vasco en obtener el título de Villa, y esto fue en el siglo XII. Pero no arranca ahí la historia de estas minas de sal a cielo abierto, no. Si te cuento que…
- Las tierras de Salinas de Añana formaban parte del fondo de un gran océano que se formó hace unos 250 millones de años. Con el tiempo el agua se evaporó y los estratos de diversa índole se fueron depositando en el suelo. Se crearon capas y la sal se quedó atrapada a unos 5 kilómetros de profundidad. Se dice pronto.
- Hace unos 220 millones de años comenzó un proceso geológico llamado diapiro, que consiste básicamente en que los materiales antiguos y de poco peso van aflorando a la superficie terrestre. El agua de lluvia atraviesa las capas de roca y arrastra la sal, que viene diluida en el agua de los manantiales. A razón de 2 litros por segundo, con una concentración de 250 gramos por litro (para comparar, el Mediterráneo tiene 35 gramos por litro). Por eso dicen que es la sal más pura que existe.
- El cultivo de la sal en las Salinas de Añana se lleva a cabo desde hace 7.000 años de forma ininterrumpida. Más aún, desde hace dos mil años la técnica para dicho cultivo no ha cambiado. Es lo que podemos ver hoy en día.
El Valle Salado se encuentra dividido en cuadrículas armadas de madera, piedra y arcilla. Se llaman eras, como las de los campos de labor, y todas tenían su propietario, el salinero.
Como en los oasis de Omán, o en los sistemas de riego de Al Andalus, en el siglo IX se organizó un sistema de reparto de agua por turnos que está recogido en libros.
Las Salinas de Añana fueron y son una explotación sostenible y ecológica, de principio a fin
La sal sólo se puede recoger durante los meses de verano. Desde mediados de mayo hasta mediados de septiembre, si el cambio climático lo permite. Es cuando las lluvias dan tregua y el sol permite la evaporación imprescindible para obtener el preciado “fruto”. No se hace de otra forma. El sol calentará y hará evaporar el agua, y la sal quedará ahí…
Pero antes y después de la época de cultivo hay que trabajar en la instalación. Esas maderas, rocas y arcillas deben ser limpiadas y reparadas para que aguanten un año más, y otro, y otro.
Por qué las Salinas de Añana es un Paisaje Cultural
Cuando decimos que ganamos un salario en nuestro trabajo, estamos evocando la importancia que tuvo la sal en el pasado, porque era con sal con lo que se pagaba a los trabajadores.
Antes de eso, la sal servía para mantener los alimentos en buen estado, cuando no existían las neveras ni nada parecido. Así sigue siendo en otros continentes.
Además la sal ha formado y forma parte de procesos industriales. Por la sal, como ocurrió con los tintes de colores, hubo guerras y disputas de todo tipo.
Las excavaciones arqueológicas de Añana han revelado que nuestros antepasados de la Prehistoria cocían allí mismo el agua con salmuera en ollas de barro. Tras la evaporación forzada quedaba la sal pegada en núcleos que se extraían rompiendo dichas ollas.
En la época del Imperio Romano, siglo I d.C., el sistema de extracción de sal cambió al actual. Los romanos trajeron una sociedad más evolucionada, más compleja, y con mucha más necesidad de sal. Había que conseguir una producción mayor, así que construyeron las eras con suelo de arcilla y bordes alzados para asegurar la retención de agua, como si fueran piscinas.
Las Salinas de Añana corrieron peligro cuando llegó la industria en el siglo XX. Las fábricas eran capaces de procesar kilos y kilos de sal durante todo el año, con el mar como fuente inagotable (una sal distinta), que además se transportaba en tren.
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Ante la dura competencia, los salineros de Añana buscaron la manera de aumentar su producción. Utilizaron el cemento para no tener que recurrir a las reformas que exigen los materiales de la tierra, y ampliaron la cantidad de eras ocupando una superficie mucho mayor. El resultado fue que llevaron al límite el equilibrio ecológico y el estado del valle fue empeorando. A punto de morir por abandono, a finales del siglo pasado se puso en marcha el proyecto de la Fundación Valle Salado de Añana.
La Fundación Valle Salado de Añana es la institución sin ánimo de lucro dedicada a recuperar, conservar y gestionar este tesoro de nuestro patrimonio.
Paseando por el Valle Salado
Cuando iniciamos la visita guiada, de 1 hora de duración y en un grupo de máximo 10 personas, estamos impacientes.
El paisaje creado por el hombre es singular, brillante cuando sale el sol, y lleno de detalles que inicialmente son un enigma. A mí siempre me han gustado las salinas por su estética, geometría, linealidad y desafío ante la cámara de fotos.
Andando por las Salinas de Añana me acordé de otras, siendo el ejemplo más similar el de las salinas de Maras en Perú.
📍 Puedes comprar la entrada allí mismo, pero te recomiendo asegurarte la visita reservando en la página web del Valle Salado, aquí tienes el link.
Los canales que llevan el agua con salmuera están por todo el recorrido. Se llaman rollos y en sus paredes interiores aparecen recubiertos de lo que parecen flores amarillentas, como oxidadas. Los soportes de dichos canales, por el lado exterior, están cubiertos de blanco como si fuera nieve o hielo. Pero no, todo es sal 🥰
Vamos escuchando la historia que he resumido y muchos más datos. Tantos que ni aun tomando apuntes los retendremos por mucho tiempo, pero hacen que el sitio cobre sentido y contexto.
Nos cuentan que allí no pueden entrar vehículos y ni siquiera animales de carga, por lo que siempre fueron los hombres y mujeres los encargados de acarrear la sal en sacos sobre sus espaldas hasta los almacenes.
También aprendemos que la fauna y flora de la montaña está perfectamente adaptada a la hiper salinidad de las aguas y la tierra. Incluso hay un molusco rojo llamado Arthemia Parthenogenética. Es casi miscroscópico, apenas unos milímetros, pero conseguimos distinguirlo en algunas de las eras que tienen agua. Incluso consigo hacer una fotografía 😊
Y nos enteramos de que un nutrido grupo de grandes cocineros, con muchas estrellas michelín en sus fogones, han apadrinado algunas eras y por supuesto compran aquí la sal para sus restaurantes. Martín Berasategui, Dani García, Joan Roca, Pedro Subijana, el Basque Culinary Center y muchos más.
Desde la sal fina para cocina hasta las escamas o flores de sal para realzar los pescados y carnes a la plancha, descubrí otro par de delicatessen de las que no tenía ni idea:
- Los chuzos de sal o estalactitas que se forman en los entramados y canales de las salinas. Antes se tiraban, pero ahora se recogen y se utilizan rallados sobre el plato ya cocinado para que se disuelva en la boca al primer bocado. Una delicatessen de primer orden que cuesta más de 50 €.
- La sal líquida de manantial: concentrada de forma natural para obtener una concentración de 280 gr. por litro, se pulveriza en ensaladas o en platos de carne y pescado.
Lo bueno es que puedes comprar todas las variedades en la tienda física y la online de su web, y no todo es carísimo. Esta es una buena forma de apoyar la labor de los que luchan por preservar un patrimonio cultural tan importante. Para ser la mejor sal del mundo, yo no me lo pensé dos veces y de hecho he vuelto en 2023, así que he repuesto mis reservas de sal de Añana 😊
NOVEDAD: además de la visita de las Salinas de Añana, en el edificio de las taquillas y tienda hay un espacio para hacer una visita con realidad virtual. Dura casi media hora, pero te aseguro que es una pasada de bonita, además de interesante. Te ayudará mucho a fijar lo que te han contado en la visita guiada. También es una buena opción para hacer tiempo antes de empezar el paseo con la guía.
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Espero haber abierto las ganas de visitar las Salinas de Añana, un lugar tan interesante como sorprendente del sur de Álava, que está a sólo media hora de Vitoria en coche 😉
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