islas galápagos

Actualizado el 11 mayo, 2019

Desde que empecé a soñar con ir a las Islas Galápagos, las islas Encantadas, me preguntaba cómo sería estar allí. Si sería un Paraíso como los de las portadas de los folletos turísticos. O si tendría un lado oscuro. Me preguntaba si haría mucho calor o si la temperatura sería suave. Qué se comería, cómo es su gente y qué hay que ver allí, a 1.000 km al oeste del continente americano, en el Pacífico. Por si te preguntas todas estas cosas, empiezo a escribir sobre este viaje con el post inicial que empieza a ser un clásico del blog. Empezamos con mis imágenes y sensaciones de Galápagos.

Islas Galápagos… no era un destino que yo tuviera muy en mente. La culpa de que entrara en ese listado de lugares remotos a visitar es de dos grandes bloggers que fueron hace no mucho por allí. Sí, justo es reconocer que agradezco a compañeros de este medio su inspiración, así que desde aquí muchas gracias a Sele de El Rincón de Sele e Isaac de Chavetas porque además de alucinar con sus fotos y comentarios durante el viaje, me demostraron que se puede viajar allí por tu cuenta, un dato decisivo para que el sueño se forjara como una posibilidad real :)

Y ese día llegó cuando la amiga viajera Marita me propuso repetir viaje juntas, ya no a Omán como hicimos hace dos años, sino a otro lugar. No se lo pensó mucho cuando le dije que este podría ser un gran destino, y nos pusimos a maquinarlo. Pero como os decía un par de párrafos más arriba, hoy no os voy a hablar de cómo es eso de viajar por tu cuenta a este destino sino que solamente voy a abrir la puerta de las…

Imágenes y sensaciones de las islas Galápagos, Las Encantadas que cautivaron a Darwin, y antes a un tal Fray Tomás de Berlanga

Una brumosa mañana de 1535 -no sabemos qué mes ni qué día-, la goleta en la que navegaba Fray Tomás de Berlanga sufrió un contratiempo que cambiaría la vida de muchos hombres. Puede que Berlanga se encontrara acodado en la borda de aquel barco, admirando las plateadas lloviznas del océano inmenso, recordando su tierra natal del Duero cuando, de pronto, se percató de que una intensa corriente soplaba del Este.

Dominada por aquel misterioso influjo, la goleta se escoró, alejándose cada vez más de la seguridad del continente y penetrando en una superficie neblinosa y sin fin. En muy pocas horas el capitán aceptaría el infortunio: estaban perdidos en medio de un océano terrible y desconocido. Se habían desviado tanto hacia el oeste del Pacífico que, casi con total seguridad, eran los primeros hombres civilizados que alcanzaban tales latitudes. Sin embargo, la suerte no había sido completamente adversa al fraile Berlanga: encaramado en su mástil, un marinero bienaventurado gritó: «¡Tierra!». Habían avistado el archipiélago más enigmático de la faz de la Tierra, al que ningún hombre había llegado, unas islas que, desde aquella jornada, serían conocidas como las Galápagos

Las encantadas. Derivas por Galápagos
panorámica desde isla bartolomé galápagos

Ya no arribas a las costas de las islas Galápagos en barco, como hicieron aquél fraile y el mismo Darwin…

Ahora bajas del avión en San Cristóbal o Santa Cruz, las islas dotadas de aeropuerto internacional, y lo primero que experimentas es una bofetada de calor húmedo y de sol que abrasa. Un primer contacto de tus sentidos que se completa con un paisaje donde dominan el verde y una completa gama de azules. Así empiezan las imágenes y sensaciones en las Islas Galápagos, sin más preámbulos.

pájaros con cabeza blanca y pico negro en isla san cristóbal
Aves en la cima de León Dormido, una roca que se yergue en medio del mar cerca de la Isla San Cristóbal

Después vendrán más colores. Grises y rojizos de las rocas volcánicas, omnipresentes. La arena blanca, refulgente, de las playas, hechas de puro coral triturado. El color amarillo de cierta especie de iguana. El rojo del pecho de las fragatas reales y el de los ojos de las gaviotas de Galápagos. Otra vez el azul, el de las patas de una de las especies de Piqueros, también conocidos como alcatraces o pájaros bobos… Y luego están los colores de las decoraciones kistch de las poblaciones de las islas.

piquero patas azules de islas galápagos
garza azul subida a un poste en isla san cristóbal galápagos

Te adaptas día a día a vivir con las horas de luz solar, casi 12 horas exactas. Estás en la franja del Ecuador y se nota. El astro sube y baja velozmente, y a mediodía se instala en perfecta línea vertical sobre tu cabeza durante varias horas. Quema como si no hubiera un mañana. Cuando llueve no pasas frío.

lagartija volcánica de islas galápagos
Lagartija de lava

El idioma, el español, te hace sentir casi como en casa si no fuera porque tiene sus propias variaciones. Muchas son graciosas, otras dulces, otras muy lógicas.

Poco a poco hablarás con unos y con otros. Capitanes de barco, antiguos pescadores que hoy se dedican al turismo, biólogos marinos que ejercen de guías de buceo o snorkel. Señoras y señores de los puestos de comida y chiringuitos de zumo. Incluso un curandero.

Los isleños se han tenido que adaptar a los foráneos. Son su fuente de riqueza, pero también su compañía en estas islas remotas. Tratan de adivinar tu historia, y te cuentan la suya con mucho gusto. Un día hablaremos en este blog de la vida en las islas Galápagos.

Una naturaleza que apabulla

El mar hipnotiza como el fuego…

Lo compruebas enseguida, en cuanto te subes a una lancha o un barco. Sabías que ibas a visitar unas islas y que el mar estaría presente. Lo que no imaginabas era cuánto. Al menos la mitad de tu tiempo de estancia se realiza sobre o debajo del agua, del mar. Tú, que no eres de turismo de playa, que siempre te ha aburrido soberanamente estar toda una jornada vuelta y vuelta. Pero claro, la experiencia playera de aquí no tiene mucho que ver con eso.

El caso es que te subes a un barco, decíamos, y fijas la vista en la superficie del océano. Se te queda ahí prendada la mirada. No puedes eludirlo. Al rato empiezas a jugar a buscar cosas, las encuentras. De repente distingues una gran sombra de manta raya, que con suerte verás saltar majestuosa sobre la superficie. También hay Pelícanos y otras aves que no paran de lanzarse al agua para pescar. Leones marinos, y tortugas. Aguas que bullen de vida.

Cuando empiezan a enrojecerse tus ojos por tener la vista fija en ese espejo en movimiento, el horizonte se anima con algún volcán que anuncia una isla próxima.

tortuga de islas galápagos
tiburón de islas galápagos

Llega la hora del snorkel. Lo practicas a diario durante casi toda tu estancia. Tú, que ibas temerosa porque la segunda y última experiencia de tu vida fue un desastre. Sumerges la cabeza en el agua, con unas simples gafas y un tubo. Entonces otro mundo se revela, y es mágico. Peces de colores, y todas las especies marinas antes mencionadas pero ahora de cuerpo entero, sumergidas. También hay microorganismos, algunos luminiscentes.

Por encima de todo, un universo de luz y color pasmosos. Los rayos del sol entran a modo de abanico y se pierden en el fondo, si este es profundo. Aportan un fantasmagórico color verde a tu derecha, y azul profundo debajo de ti. Piensas que hacía mucho que no  te sorprendías con un «juego de luces» como este. Y te lamentas una y otra vez de no llevar una cámara sumergible.

… Y en tierra aguardan muchas sorpresas

Pisas el mismo suelo que pisó Charles Darwin. El tipo al que le debemos la comprensión del desarrollo de la vida en nuestro planeta. El que plantó la primera piedra para entender de dónde venimos. Ni más, ni menos. Y emociona pensar en que estás viendo con tus propios ojos el lugar que inspiró su Teoría de la Evolución. 

tortuga de islas galápagos

… como los paisajes jurásicos

Sobrevolados por grandes aves, Tijeretas las llaman. Con nubarrones negros inmensos si está de tormenta, y llenos de cactus gigantes que se abren paso entre la lava dando cobijo a lagartijas e iguanas. Son difíciles de olvidar.

Todo esto, que se te va desvelando cada día, hace que quieras más. Te diriges a un nuevo sitio pensando siempre en superar esa primera sorpresa con otra nueva. Te vuelves insaciable al estímulo de la Naturaleza con mayúsculas. Una Naturaleza que en estas islas suele llevar el apellido «de Galápagos». Única en el mundo, pues.

cactus opuntias de islas galápagos

… y los paisajes volcánicos

Son el contrapunto perfecto, o más bien una continuación lógica de la costa. Las islas Galápagos son puro volcán. Pura lava de distintas edades. A veces un verdadero mar de piedra impenetrable para los pies humanos, con sus olas petrificadas. Otras veces son hectáreas de bosques primigenios y de bosques invasores como los del árbol de la guayaba.

Bien es cierto que cuando llevas unas horas en el interior, te sorprendes pensando en ir a una playa. A ser posible, con gafas puestas (de snorkel).

volcanes de islas galápagos

Playas que, cuando las pisas, no te lo crees.

Turquesas, verdes, blanco, el azul del cielo. Peces que se acercan a la orilla, incluso bebés tiburón. Iguanas que nadan porque el instinto de supervivencia las obligó a ello aquí, sólo aquí, en las islas Galápagos.

fauna y flora de galapagos tortuga bay

Te das cuenta de que las conchas que en cualquier otro lugar serían objeto de tu interés, aquí no. Es que hay tantas cosas singulares a tu alrededor que se te olvidan…

A todo esto, padeces el sol y te obligas a taparte. Utilizar algo tipo burkini resulta que es una buena idea.

Soportas también las cargas de los tábanos sobre tu piel mojada (buscan la sal). Y los mosquitos de la mañana o la tarde.

Vas siempre cargado con unas cosas y otras: agua, cámara, sandalias, gafas y tubo, cuaderno, algo de picar… y piensas que nadie dijo que el Paraíso fuera perfecto. 

El refugio de los piratas

Dicen que estas islas fueron el refugio de los piratas que operaban entre Manila y Acapulco. Perfectas por su desconocimiento y distancia, ni lejana ni cercana, a las rutas de sus víctimas.

Aquí venían los bucaneros a descansar, reponerse, repartirse lo incautado, y proveerse de carne de tortuga y pescado.

Lo cierto es que te los puedes imaginar perfectamente bajando de sus paquebotes en esas playas de arena blanca. Aunque echas en falta los loros de colores que llevaban al hombro, según las ilustraciones literarias y las pelis de Hollywood, sabes que podrían sustituirse por una pequeña iguana. Perfectamente.

león marino en islas galápagos

Lo que no sabes es en qué islas exactamente recalaron…

Sin dejarte un riñón, como hacen los ricos, puedes visitar la Isla San Cristóbal, seguramente la más lluviosa. Yo la llamaría «la isla de los leones marinos» porque son los primeros que te reciben y en gran número. Campan a sus anchas incluso por la calle de Puerto Baquerizo más próxima al mar. Interrumpen el tráfico de vehículos y transeúntes, y no puedes evitar acordarte de las vacas en la India. Esta isla parece que es la que menos ofrece, pero es una excelente entrada al archipiélago con al menos un par de maravillas.

barcos viejos varados y al fondo un yate en el mar vivir en las islas galápagos

Santa Cruz es la isla más poblada, la más moderna, la que lleva más años recibiendo visitas. Se nota en la cantidad de hoteles, restaurantes y servicios que hay. En sí misma tiene unos cuantos atractivos, a destacar Tortuga Bay, quizá la playa más próxima a esa imagen de los piratas que viene a tu mente desde la infancia. También es la mejor situada para visitar islotes deshabitados como Isla Bartolomé, Isla Seymour, o Isla Santa Fe. Entre otras muchas.

vivir en las islas galápagos

La isla Isabela es la más joven en cuanto a recepción de turismo. La más paradisíaca, sin lugar a dudas. La bahía que recibe a los barcos es increíble. Las calles aún de arena. La vida muy tranquila. Sus habitantes son de carácter más dulce y sonriente si cabe que en las otras islas. Sí, es la que más te arranca esas ganas de volver.

isla isabela

¿Quieres ver todo esto en movimiento? pues aquí te dejo un pequeño resumen en vídeo :)

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