Actualizado el 11 febrero, 2023
Los corales del Mar Rojo son proverbiales. Con este pensamiento me acercaba a Aqaba, el único puerto por el que Jordania se asoma al mar. Y con otro me acercaba al mar interior tan famoso: la curiosidad por saber cómo es eso de flotar sin hacer nada. Te voy a contar cómo me fue con las aguas jordanas en Aqaba y Mar Muerto.
Aqaba y Mar Muerto son dos de los puntos imprescindibles de cualquier viaje a Jordania
Y así tengo que empezar este post, claro está. Afirmando lo que es obvio. Por supuesto que en Jordania hay que visitar otros grandes atractivos como el desierto del Wadi Rum, las ruinas nabateas de Petra, o las romanas de Jerash. Por supuesto. Pero probar las aguas jordanas también son paradas indispensables.
Aqaba y los corales prometidos
Aqaba es uno de esos puntos de la Tierra donde el desierto muere al encontrarse con un agua de intensos azules entre los que destaca el que llamamos turquesa. Un agua limpia y cristalina, está sin embargo descuidada. Algún que otro neumático, algún que otro tanque (sí, tanque de guerra), y bastantes plásticos de diversos tipos, forman parte del paisaje.
Bienvenidos a Aqaba, donde el Mar Rojo baña las costas de Jordania.
Yo no entiendo de buceo, no sé hacerlo. Y entonces no sabía hacer snorkel. Aunque de pequeña sí utilicé unas gafas para sumergirme en los fondos marinos de Ibiza, un verano de hace ya muchos años, hasta el momento no había vuelto a hacerlo.
La anécdota del día o cómo NO hacer snórkel
Me iba a reencontrar con esta actividad, pues.
El plan era montar en una barca y durante dos horas, entre la ida, la vuelta y el fondeo en algún lugar paradisíaco, nos tiraríamos al agua. Alucinaríamos con el mar, como en los documentales de National Geographic. Algo así me habían dicho que sería la experiencia. Unas expectativas muy altas, demasiado altas!
La barquita en cuestión: de madera, pintada de colores, con un toldo (menos mal porque el sol pega de lo lindo) y una decoración muy kitch. Como gustan en este país. Había corazones por todas partes, adornos de espumillón de Navidad y plumas. Un pequeñísimo recuadro, en el suelo, hacía de ventana para ver el fondo marino. Ja.
El cristal de la ventana estaba bastante rayado y por supuesto era muy grueso, pero digamos que «aún se veía algo».
El motor de la barca, renqueante, nos hacía avanzar muy lentamente. Íbamos muy pegados a la costa. Pasamos junto a unos muelles donde un par de barcos mercantes estaban anclados. La carretera también corría en esa dirección. A mí no me parecía que aquello fuera muy inspirador, la verdad.
Me concentré en los descubrimientos que podíamos hacer a través del grueso cristal, aunque prefería mirar al mundo real por encima de la borda. Por suerte el agua, como ya he dicho, era muy transparente.
Vimos enormes esponjas adosadas a las rocas del cercano fondo. Extrañas flores acuáticas de color morado intenso. Muy de vez en cuando, minúsculos pececillos de colores.
Cuando llegamos al destino elegido para fondear y tirarnos al agua, estábamos a unos 30 metros de la «orilla». Debajo de la carretera y frente a unos tubos enormes de desagüe por los que afortunadamente en ése momento no parecía salir nada.
Animosa, junto con algunos otros, cogí las gafas que nos prestaron y me tiré al agua. Sin ponérmelas. Primer gran error.
¿Te he contado alguna vez que soy una pésima nadadora? Pues si no lo he hecho, ahora ya lo sabes. Cuando era pequeña no aprendí del todo bien. Al viajar con mis padres, no priorizamos el turismo playero ni piscinero. Nunca me ha parecido atractivo ése tipo de descanso. Y viviendo en Madrid… blanco y en botella. No son excusas, ya lo sé, pero es lo que hay. Qué se le va a hacer. Quizá un día le ponga remedio.
El caso es que me agarré a la borda de la barca como pude, temerosa de no aguantar. Pero la quilla estaba un poco alta para mí. Me puse las gafas en el agua, como pude. No me las puse bien, obvio, y en cuanto me solté y sumergí el mundo se llenó de agua, también mi nariz.
Me impulsé hacia arriba y volví a agarrarme a la barca, ese salvavidas dudoso. Mientras, los demás ponían rumbo al sueño de coral que decían había un poco más allá.
Lo volví a intentar, fracasé, me entró el pánico. Finalmente subí a bordo por las escalerillas con algo de esfuerzo y mucho susto en el cuerpo.
Mis compañeros volvieron un ratito después diciendo que habían visto muy poco, que la profundidad y la turbiedad del agua, y esas gafas traicioneras, no les habían dejado disfrutar del espectáculo anunciado. Si es que realmente existía. En fin, quizá haberle dedicado más tiempo y en otro barco, en otro punto de esa esquinita del Mar Rojo, nos hubiera transportado a los documentales ya citados.
Estoy segura, por las buenas experiencias de otros amigos, de que el problema fue con quién lo hicimos. Si estás buscando una salida fiable para hacer snórkel en Aqaba, te recomiendo esta de Civitatis.
Aqaba, una ciudad agradable
Tras secarnos y vestirnos en unos baños públicos que hay junto al muelle, nos fuimos a dar una vuelta por el centro de Aqaba antes de comer y poner rumbo al Wadi Rum, donde pasaríamos la noche. Esta parte ya me gustó mucho más.
Había leído que Aqaba no tiene prácticamente nada que ver, que es una ciudad fea y polvorienta. Tienen razón en esto último, pero…
Aqaba está llena de gente amable, de vida, del trasiego del día a día en el zoco. Nos lo pasamos muy bien en los puestos de especias con sus simpáticos vendedores, que nos daban a probar cosas. Una sal aderezada con limón de potentísimo sabor, un delicioso sésamo tostado que al final acabé comprando, etc.
Contemplamos las cabezas de vaca recién cortadas que hacen de reclamo en las carnicerías, y tomamos un riquísimo café en una tienda preciosa dedicada sólo a este producto. Saludamos a los hombres que fumaban con sus narguiles mientras echaban la partidita, y contemplamos cómo un hombre fabricaba botellas con arenas de colores, el souvenir más famoso de Jordania, probablemente.
Así que me quedo con esta Aqaba, la humana.
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Flotando en el Mar Muerto
Pero aquí no acaba esta historia, je, je. Uno o dos días antes habíamos hecho la visita de rigor al Mar Muerto, el otro punto «acuático» de Jordania.
Mi experiencia con el agua esta vez fue… ¡¡de lo más placentera, ja, ja!! Aquí no necesitaba preocuparme de «mis dotes de nadadora». De hecho es más que recomendable no intentar nada al respecto, no vaya a ser que una gotita saladísima entre en los ojos y te veas en serios problemas. Bueno, tampoco hay que exagerar pero sí hay que ir con cuidado, sobre todo para no meter la cabeza bajo el agua.
Fueron muchas las cosas que no me esperaba del Mar Muerto
No me esperaba las instalaciones que encontramos en la playa
Un pequeño complejo que incluía piscina cobraba una entrada más que alta. Incluía la comida en el restaurante (buffet) y el uso y disfrute de la playa, piscina, y duchas -muy necesarias éstas-.
Por cierto, aquí o en Amman o en el propio aeropuerto es muy recomendable comprarse alguna crema y jabones hechos con los materiales del Mar Muerto, son muy buenos.
En cuanto nos cambiamos en las duchas, bajamos a la orilla un pelín emocionados. Aquí vino la siguiente sorpresa.
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No me esperaba encontrarme con que el Mar Muerto es un mar azul precioso
No me preguntes por qué, pero en mi imaginación había pensado que el Mar Muerto sería de un color más parecido al de nuestros pantanos. Un agua turbia, más cercana al color del limo del fondo ¡¡Y nada que ver!!
Lo que por supuesto es cierto es que es un mar que no tiene vida. La cantidad de sales y minerales que se concentran en estas aguas sólo permiten la vida de algunos microorganismos que el ojo humano no puede ver. El fondo es de piedrecillas y el agua está fresca, más cuanto más te adentras en él.
La experiencia de bañarte en el Mar Muerto es como la cuentan, muy curiosa
Cuando te sientas en el agua o haces el movimiento para tumbarte de espaldas, notas cómo una fuerza te impulsa hacia arriba ¡¡y flotas!!
Sin tener que quitarte las gafas de sol, pudiendo llevar en la mano la cámara con toda comodidad. Puedes flotar semiincorporada el tiempo que quieras. Como si andaras sobre una colchoneta fantasma.
Si quieres, puedes darte la vuelta, siempre con la cabeza levantada. Entonces las piernas se impulsarán hacia arriba ¡Es una sensación de lo más divertida!
Tras el primer baño (me di otro gustosamente), mientras me secaba al sol, noté que tenía la piel cubierta por una especie de aceite o grasa. Según se iba secando, iba tornando en blanca. La sal.
Ahí también me di cuenta de que tenía cutículas. Todas las cutículas que rodean las uñas de las manos y los pies empezaron a hacerse notar por el escozor que se iba intensificando. Menos mal que no tenía heridas.
Algunos decidieron cubrirse hasta las orejas del barro negro extraído del fondo de este mar que no termina de serlo. El servicio cuesta tres dinares (algo más de 3 euros), pero a mí me dio pereza.
Ya tengo excusa para volver 😉
Aquí tienes todos los posts de Jordania
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- Madaba y el Monte Nebo
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- 2 días en el desierto de Wadi Rum, un sueño algo frustrado
- Um Qays y Ajlun, la Jordania menos conocida (excursión desde Amman)
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- Petra la bella, las ruinas más famosas de Jordania
- Jordania en 6 días: qué ver y hacer en uno de los países árabes más hospitalarios
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que buena experiencia y que lindas sensaciones en ese mar
las fotos una mas linda que otra gracias por compartir
Muchas gracias Ale! Me alegro de que te guste!! :)
Gracias por compartir. Nos encanta Jordania y nosotras también amamos estos rincones y su gente.
Un saludo.
Ni hay de qué, Jordania y los jordanos lo merecen, gracias!
Decía yo ayer que: ¡¡Lo que me he podido reír imaginándote!!
Definitivamente vas a ser "de secano".
De todas forma Aqaba no es el mejor sitio (de hecho es el peor) para descubrir el Mar Rojo, que no, no es un mito, es impresionante. Yo le daría otra oportunidad, por ejemplo en el Blue Hole de Dajab, o en el Ras Muhammad National Park.
Y el muerto… jo, yo es que meterme en el agua y no meter la cabeza, es como si no me mojase!! También me lo dijeron, pero no hice ni caso. Y no es para tanto, la verdad, escocían más otras cosas que los ojos. Pero de pequeña me enseñaron a pensar que el escozor es curación, y oye, a veces hasta me da gustito, jajajaja
Gracias por compartir la experiencia, muy entretenida.
Besos.
Ja, ja, Yola!! Gracias por volver y reescribir el comentario!! Me apunto tus notas aunque primero iré a natación!! Muy, yo por si acaso no metí la cabeza en el Muerto pero lo pasé muy bien igualmente, je, je
Un beso!
Ali