Actualizado el 2 marzo, 2023
El desierto de Wadi Rum era uno de los grandes objetivos del viaje a Jordania. Por fin volvía a un desierto y tan sólo después de algo menos de ocho meses. Sin embargo, aunque el desierto me encanta, esta vez fue un poco frustrante. Sigue leyendo que te lo cuento.
Llegaba al desierto de Wadi Rum cargada de expectativas
Había leído y visto fotografías que me decían que el Wadi Rum es uno de los desiertos más bonitos del planeta. Sabía que tiene ciertas semejanzas paisajísticas con el profundo Sáhara del sur de Argelia y Libia, donde los macizos del Tassili o el Akkakus hacen que el paisaje sea mágico. También con el remoto Ennedi, en Chad.
👉 Si no lo has hecho aún, te invito a leer el artículo que dediqué a los desiertos, el lugar de los horizontes infinitos donde la vida se celebra a cada instante.
Iba a pasar poco tiempo, las vacaciones no daban mucho de sí. Apenas un día y una noche. Nada que ver con los buenos doce días o más que anduve por Namibia. Quería aprovecharlo a tope y disfrutar del silencio.
Tenía un proyecto en mente: fotografiar la noche del desierto. Las estrellas (si la luna llena lo permitía), quizá realizar una circumpolar, lo que se terciara.
Ay de mí, qué ilusa!
Pequeños consejos para visitar el desierto de Wadi Rum
Para cualquier visita al desierto, por muy corta que sea, deberías tener en cuenta que:
- Vas a un medio árido. El polvo y la arena serán tus acompañantes. Se te meterán por todos los recovecos. No lleves tus mejores galas y, sobre todo, ten cuidado con la cámara y otros aparatos tecnológicos. Cuanto más los protejas, mejor.
- Lleva buena protección solar, tanto en cremas como en gorra o pañuelo, gafas de sol, y ropa que te cubra la piel. Además, no pasarás tanto calor como crees si utilizas prendas de algodón y anchas. ¡Fíjate en los beduinos y lo entenderás!
- Lleva buen calzado, más si vas a hacer trekking.
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Recorrido en 4×4 por el desierto de Wadi Rum
Llegamos a primera hora de la tarde al Wadi Rum Visitor Center. Este es un pequeño oasis adornado con una avioneta antigua y en el que nos esperaban unos beduínos con sus coches 4×4. La idea era hacer un recorrido de unas cuatro horas hasta el atardecer, para terminar yendo al campamento donde haríamos noche.
Montamos en la parte trasera de los todoterrenos tipo pick up (descubiertos). Nos protegimos la cabeza con un pañuelo porque hacía viento y envolví la cámara con film de cocina. En cuanto iniciáramos la marcha la arena nos rodearía.
Enfilamos rectos hacia un macizo rocoso ante el que una columna de arena horizontal se batía en duelo con el suelo. La imagen ya era onírica, preciosa.
Por un momento pensé que nos meteríamos de lleno en esa mini-tormenta de arena, pero no fue así. En el momento preciso, el coche giró para circular en paralelo a la misma.
El conductor, el beduino-jefe que guiaba esta pequeña caravana motorizada, miraba de vez en cuando por el retrovisor y nos hacía todo tipo de bromas, entre las que se incluían volantazos y acelerones. ¡Se lo estaba pasando pipa el tío! La verdad es que era muy gracioso.
Nos adentramos en ése paisaje de columnas rocosas horadadas por el viento, moldeadas en formas caprichosas, separadas por pasillos y valles de arena.
Éste no es un desierto de dunas, no en aquella zona, pero éstas se empeñan en estar de una forma u otra.
Precisamente justo antes de abordar una duna de unos 80 metros de altura, con una inclinación que ya nos anticipaba iba a ser… ¿divertido? Salió a nuestro encuentro un tipo armado con un walkie-talkie. También llevaba una pistola de verdad en la sobaquera.
Tras los saludos y una par de frases, nos cuenta que están rodando una película cerca de allí. No es de extrañar, ya que en Wadi Rum se han rodado películas y anuncios publicitarios de todos los tipos. Supongo que los que bajaban en un precioso corcel por la duna en ése instante venían del rodaje. Teníamos que desviarnos.
Hacía poco que había llovido y una ligera capa de plantitas verde pálido alfombraba el suelo. El verde parece mucho más brillante de lo que es por el contraste con el resto del paisaje. Los rebaños de camellos y cabras de los beduinos que viven allí pastan por todas partes. Seguramente un par de días antes lo habríamos encontrado lleno de flores.
Los grabados rupestres del desierto de Wadi Rum
Paramos junto a un risco y nos bajamos de la pick up. Enseguida descubrimos que está parcialmente cubierto de grabados rupestres. Un verdadero «catálogo» de la fauna que antaño poblaba el desierto, que no lo era tanto. Yo estaba emocionada, la verdad, aunque después los he visto mucho mejores en Argelia y en Chad 🥰
El momento de la hospitalidad beduina
Al lado de la roca llena de arte rupestre, una pequeña jaima nos da la bienvenida con un té recién hecho. Nos invitan a sentarnos. Enseguida me invade una calma placentera.
Estar así, sentada a la sombra, observando los movimientos sin prisa de los anfitriones, lo a gusto que parecen estar en todo momento, es capturar el mensaje de que «no importa lo que ocurra ahí afuera, aquí estamos bien. Vivamos el presente, el momento, esta compañía, luego ya veremos».
Y mira que yo ardía en deseos de seguir recorriendo el desierto de Wadi Rum y no «perder» ni un minuto por las escasas horas en las que iba a estar allí. Pero ese momento también era parte del lugar, de la experiencia. Enseguida me di cuenta de que era uno de los mejores. Menos mal que lo aprecié allí ;)
Alcancé a hacer un par de fotos y grabar un vídeo de la música con la que nos amenizó el anfitrión. Ritmo monótono, hipnótico, bello, que invade el alma y tranquiliza los sentidos.
Después proseguimos la marcha…
De repente nuestros beduinos se paran junto a unas rocas. Uno de los conductores se va a rezar a unos metros de distancia mientras nuestro anfitrión coge unas ramitas y las frota enérgicamente durante un minuto. Entonces nos muestra el resultado: espuma. Jabón natural, el que utilizan las gentes del desierto (o utilizaban). Toda una demostración de lo que puede dar de sí el desierto ¿no?
Los arcos de roca del desierto de Wadi Rum
Uno de los puntos más famosos del desierto de Wadi Rum son este par de arcos de roca. Aquí se reúnen los turistas que circulan por esta inmensidad. Es un punto muy fotografiado, y no es para menos. Además me trajo muy buenos recuerdos del verano pasado, en Spitzkoppe (Namibia).
Trepamos a lo alto, bajamos por el otro lado que además estaba vacío, disfrutamos de las vistas todo lo que quisimos y más, y volvimos a montar rumbo a otros rincones. El desierto del Wadi Rum está lleno de historias, y quizá la más famosa es la del personaje Lawrence.
El recuerdo de Lawrence de Arabia
Otro de los sitios a los que suelen llevarte es la cueva en la que aseguran vivió varios años Lawrence de Arabia. Sí, el mítico personaje galés, arquéologo y militar británico que en los avatares de la vida y su interés por las culturas árabes acabó ejerciendo de espía durante la Primera Guerra Mundial.
Lawrence vivió con los beduinos y les introdujo la idea de nación árabe que hasta entonces no conocían, porque ellos vivían dispersos en tribus enfrentadas. En el fondo también un romántico, murió en 1935 con 53 años de edad y una identidad falsa, en un accidente de moto tratando de esquivar a otros motociclistas.
La cueva en la que estuvo viviendo durante los años en que recorrió el desierto de Wadi Rum es realmente angosta y oscurísima.
Y llegamos al fin de la excursión. El momento de la puesta de sol…
Se acercaba el ocaso y nuestra última parada la hicimos en un promontorio junto a un lago seco. Cerca había un pequeño campamento. Un rebaño de cabras cuidado por mujeres se acercaba lentamente para recogerse en la noche.
Me entretuve mirando, embelesada, cómo se desarrollaba una escena muy maternal a unos cuantos metros de distancia.
Una pastora, beduina bien cubierta de la cabeza a los pies, se rezagó para recoger a un cabritillo que debía tener muy poco tiempo de vida. Lo llevó en brazos hacia la manada, hasta que de ella salió una cabra. Se encontraron en el camino y la mujer le puso el cabritillo para que mamara. Después les dejó solos.
Mientras tanto, la puesta de sol no fue especialmente brillante
La verdad es que no fue la mejor puesta de sol que he vivido en un desierto. En el horizonte, además de los macizos rocosos, se alzaba una fila de torres de alta tensión. A nuestra izquierda también se veía -aunque lejos- la carretera asfaltada que recorre el par de poblaciones donde los beduinos se han sedentarizado en las últimas décadas.
El desierto se moderniza y pierde su poesía, me atrevo a decir.
Por si fuera poco, unos tipos habían decidido ir y venir con su buggie armando mucho ruido y polvo, justo delante de nosotros.
Si hubiera estado en mi mano habría escogido otro lugar. Esto era sólo el preludio de lo que vendría después…
El campamento equivocado
Con una capa de arena en la piel, el cabello muy revuelto y esa sensación de felicidad que me embarga en el desierto, fuimos al campamento.
Nos encontramos con un complejo enorme, situado junto a otros dos o tres campamentos. La música ya tronaba en el valle en el que estaban plantados. Pensé que se trataría de bodas locales que estaban en plena celebración, pero no, simplemente eran grupos de turistas.
Estábamos en el Benidorm del desierto, y nosotros íbamos a dormir allí. Puag. Sé que suena un poco radical, pero también sé que no toda la «oferta de campamentos» en el desierto de Wadi Rum es así. Infórmate bien si quieres vivir una buena experiencia. ✍ Por ejemplo, en el blog Esto no es lo que pareze de la amiga Ara puedes ver esta referencia (no te pierdas el resto de su post con consejos para visitar este desierto por tu cuenta).
También puedes buscar más campamentos de la zona en Booking. Fíjate bien en las fotos y el tamaño de los mismos, es decir, que no tenga muchas tiendas.
La cena, de buffet, consistía en un cordero asado bajo la arena, cerveza y otros alcoholes en la barra del bar y una pista de baile.
Fotografiando el cielo nocturno del desierto, o más bien intentándolo
A pesar de todo, mi mente ya estaba puesta en las fotos que podría hacer esa noche, así que intenté ser paciente. El problema es que cuando salí a la zona de detrás de las tiendas, me encontré con que unos poderosos focos de color naranja iluminaban todo el paisaje. Despiadadamente. Obligando al desierto a revelarse en la oscuridad, despojándole de su belleza natural.
Y la música no dejaba de sonar, a cargo de un disc-jockey malvado que puso todos los grandes éxitos del verano. Los que todos conocemos desde los años 90 en adelante, que podía romper los nervios de cualquiera. Bueno, de cualquiera no porque la mayoría de turistas se lo estaban pasando en grande bailando. Yo quería morirme, cabreada como una mona.
No, eso de «si no puedes con ellos, únete» no va conmigo en una situación como ésta. Para mí era como un sacrilegio, una forma de cargarse una noche en el desierto. Una experiencia que creo hay que vivir una vez en la vida por los menos.
Pero allí nadie estaba en el desierto. La gente estaba en su propio mundo. Podía ser Ibiza, Torrevieja, Mikonos o qué sé yo, qué más da. Llámame purista, me da igual, tengo la firme convicción de que esta no es la forma de hacer las cosas bien.
Vamos a ver ¿para qué va la gente al desierto? ¿para ir a una discoteca? ¿realmente luego cuentan que fue una noche mágica en el desierto? Madre mía. Que conste que la principal culpa la tienen los tour operadores armando una oferta como ésa. Persiguiendo una burbuja de negocio.
Aun así, cogí el trípode y la cámara y me aventuré a andar trepando por las dunas que había tras el campamento. Era realmente difícil, por no decir imposible, escapar de los tremendos focos. Desolador.
Para colmo de males, un par de mujeres medio borrachas se acercaron a mí. Se habían ido por ahí a hacerse unas fotos en la noche (con el flash a tope), y se ponían en el camino de mi objetivo cada dos por tres. Afortunadamente se cansaron pronto, la fiesta les esperaba!
Al final logré hacer algunas fotos. No son muy decentes pero es lo que hay.
Nada más bajar de la última duna unos perros empezaron a ladrarme agresivamente. ¡Menos mal que no vinieron cuando estaba allí arriba sola!! Así estuvieron toda la noche, oyéndoles con más claridad cuando, por fin, la música se apagó a las tantas.
¿Silencio en el desierto? Y un cuerno.
¿Oscuridad? Y un cuerno. Los focos toda la noche encendidos, incluso durante el amanecer.
Me queda pendiente volver al desierto de Wadi Rum de otra forma. Reconciliarme con él y con todo el respeto posible. Mucho mejor andando, y por supuesto con tiempo por delante. Seguro que algún día lo hago y lo consigo.
De momento guardo el precioso paisaje de primavera en el recuerdo. El té a la sombra de la jaima. Y la sensación de la arena sobre mi piel. Menos es nada y de todo se aprende.
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Hola Ali,
Wadi Rum es hermoso… probablemente está entre los elegidos, pero el turismo de masas ha llegado y se permiten una serie de cosas que son inconcebibles, que están contra el ecoturismo. Y hasta que no lo entiendan va a suceder que se empalme un cabreo con otro.
Yo he tenido la suerte de estar dos veces, y tuve suerte. Pero esto me ha pasado en otros sitios y no puedo entender que en un lugar de naturaleza en el que debe haber silencio (que para eso vas) te pongan la Macarena.
Aún así sé que al menos fuiste consciente de la belleza de Wadi Rum. Eso al menos sí se cumplió ;-)
Sí Sele, se cumplieron algunas cosas, y otras obviamente no se podrían haber cumplido en una estancia tan corta. Lo peor fue la noche, una lástima, pero parece que no se aprende de otros ejemplos…
Gracias por pasarte y comentar! ;)
Un beso
Alicia
Hola Alicia, enjunio vamos a Wadi Rum y me gustaría que me pasaras el nombre del campamento para escoger otro. Entiendo qu eno quieras publicarlo èro si me lo puedes pasar por privado te lo agradecería. Muchas gracias!
Hola Ana, el campamento se llama Disi Camp o Dissi Camp, lo tienes en uno de los comentarios anteriores, pero digo lo mismo que en dicho comentario: no es el único. Creo que una buena manera de evitarlos (si es lo que quieres hacer, claro) es fijarte en cuántas tiendas/plazas tienen, y en fijarte en su ubicación. Cuanto más apartados y pequeños sean, mejor, aunque sean más básicos en servicios.
Las fotos, bellísimas (a pesar de los focos "turísticos"). Lástima de esa nefasta experiencia.
Ya veo que hice bien en no ir, cuando estuve en Jordania. Tenía y tengo grabado, en el corazón, mis 10 años de vacaciones en el Sáhara argelino y por nada quería quedarme con mal sabor de boca.
¡Abrazos!
Gracias Mercé!! Bueno, yo creo que no toda la oferta del Wadi Rum es así, y quizá una aproximación de otro tipo (más días, trekking, y desde luego campamentos más pequeños) puede que no te deje este mal sabor de boca, por eso yo no descarto volver de otra forma, aunque está claro que en el Sáhara argelino será mucho más fácil encontrar el desierto con el que llevo soñando muchos años, como acabamos de comentar por FB.
Un beso!
Alicia
Que manera de cargarse una noche que prometía ser mágica… Que rabia! :(
Sip, Dany, pero en fin, imposible escapar de los potentes altavoces y focos!! :(
Sólo un apunte. Lawrence de Arabia no era inglés sino galés.
Tienes toda la razón, muchas gracias por el apunte, corregido!!
Gracias de nuevo
Alicia
Hola Ali,
este verano viajo a Jordania y una de las paradas imprescindibles creo que es la visita a Wadi Rum y hacer noche en mitad del desierto.
Por eso mismo, ahora que todavía no he reservado campamento para pasar la noche allí me gustaría que me dieses el nombre del sitio en el que tu te alojaste (a través de los comentarios o en privado, como tú prefieras) para elegir otro distinto.
Al igual que tu pretendías, yo quiero ir al Wadi Rum para disfrutar del desierto, de su supuesto aislamiento, el silencio y la tranquilidad, y a provechar para ver el cielo estrellado, algo imposible con esos focos de los que hablas en este magnífico artículo. Para ir de discotecas ya tengo 364 noches más.
Un saludo y enhorabuena por el blog y las fotografías!
Hola! Muchas gracias por tu comentario, me alegro de que te haya gustado! El campamento es el Disi Camp pero había otros tres a lo largo de esa montaña así que insiste que quieres uno pequeño y suerte! Que disfrutes de Jordania! :)
Qué horror! Te entiendo perfectamente, vaya circo. Yo tube la experiencia que buscabas en el Desierto del Thar en India, especifiqué que quería dormir en el desierto, sin tiendas, al raso, y así fue. Y fue una noche maravillosa, eso si, con toda el ruido de fondo de los campamentos estilo «Wadi Rum» que hay también allí. Pero si consigues ignorarlos, dormir bajo las estrellas, en las dunas y ver el amanecer desde la «hamaca» es genial :D
Sí… yo la tuve en las dunas de Merzouga, hace ya 10 años, cuando casi no había ningún campamento de este tipo «deluxe» y con show (me temo que ahora sí los hay), e hice lo que tú, dormir con el saco sobre una duna. Sencillamente espectacular. También en el Karakorum aunque estaba nublado así que pocas estrellas hubo ;) Ya en el viaje a Omán (posterior al de Jordania) hice esto de mirar con lupa los campamentos, ji, ji, y lo seguiré haciendo porque no tiene ningún sentido esto!!
Gracias por tu comentario Sara, un saludo :)
Preciosas las fotos a pesar de todo!!!
Estamos averiguando para ir a Wadi Rum y justamente estamos buscando un lugar tranquilo sin todo el bullicio y muchedumbre que describes en tu relato. Gracias por el dato… así lo tenemos en cuenta a la hora de elegir!!!
Saludos
Me alegro Sole, gracias y buen viaje!! 🙂