Actualizado el 15 mayo, 2019
El pueblo de Wagah está partido por la mitad. Un lado se quedó en Pakistán, y el otro lado en India. Hay un puesto fronterizo, como en tantos otros pueblos de la línea divisoria entre ambos países. Pero este es diferente. En esta frontera India-Pakistán todos los días del año, todos, desde 1959, se celebra un fiestón. En realidad es una ceremonia, pero se viste de música estridente, gritos y paroxismo patriótico. Y de gente comprando y bebiendo chucherías. Hoy te lo cuento en detalle :)
Cuando te acercas a la frontera India-Pakistán en el pueblo de Wagah
Enseguida te das cuenta de que no es una frontera normal. Para nada. Mira que has visto unas cuantas africanas, algunas latinoamericanas, y asiáticas. Pero esta es diferente. De hecho tú no estás allí para cruzar de India a Pakistán, qué va. Ni nadie a estas horas porque tiene un horario. Tú vas a ver, como muchísima otra gente, qué se cuece allí a la hora en que se pone el sol.
Hace un calor y una humedad tremendos. Te bajas del pequeño bus en el que has ido a la frontera India-Pakistán. Por el camino los rickshaws se adelantan unos a otros, todos llenos de gente. Van con ganas de pasárselo bien, están de buen humor. Se nota.
Como si de una romería se tratase, hay un montón de puestos que ofrecen comidas, bebidas, juguetitos para los niños… El descampado que de momento se utiliza como parking, se va llenando de coches y autobuses de varios tamaños.
Una carretera de varios carriles, cerrada al tráfico, marca el camino hacia la frontera.
Lo que debes saber antes de ir a ver la ceremonia de cierre de la frontera India-Pakistán
Conviene salir de Amritsar a eso de las 16 horas para llegar a tiempo de pasar los controles y coger sitio en las gradas antes del «espectáculo», que como ya he dicho, es un rato antes de la puesta de sol.
Lo primero que hay que hacer, y esto sí es como en todas las fronteras, es pasar por un check point. Allí revisarán qué llevas encima, y ahí es donde agradecerás haber sabido antes que no puedes pasar con mochila o bolso de ningún tipo. Sí puedes ir con tu cámara de fotos, teléfono móvil en el bolsillo, por supuesto el pasaporte y algo de dinero. Pero nada más, ni siquiera tabaco y/o mechero.
Yo fui en Agosto de 2016, y en ese momento todo el recinto estaba en obras. Hablo siempre del lado de la India. Estaban construyendo más gradas y no sé si ya lo habrán terminado, pero empezaba a coger el aspecto de un pequeño estadio.
La ceremonia dura unos 90 minutos en total.
Los preliminares de la ceremonia
Pasado el control, andas por un caminito por el que te guían los soldados que están apostados cada pocos metros para que nadie se desmande. Hay unos baños a un lado, por si te lo preguntas. Después, llegas al recinto y es hora de buscar asiento.
Los soldados suelen guiar a los pocos extranjeros hacia la parte más alta de las gradas. Estamos en franca minoría, por cierto. No sé si te mandan subir arriba porque es la mejor zona desde su punto de vista, pero a mi no me gustó. Yo hubiera querido estar mucho más abajo, más cerca de donde se desarrollaba la acción, pero un soldado me apremió muy serio para que subiera, y punto. Al menos esa zona está cubierta con techo (esto es una de las mejoras de la reforma) y por tanto protegida del implacable sol. Del calor no te libras.
Enfrente hay unas gradas provisionales y parece que es la zona VIP porque estaban reservadas (intentamos ponernos allí pero nos dijeron que no). De hecho, una pareja de británicos con pinta de personalidades llegaron unos minutos antes del comienzo y acompañados de un uniformado con galones, se sentaron en primera fila. Me recordaban vagamente a alguien de la familia real inglesa. Igual lo eran, o es porque para mi «todos los ingleses se parecen», ju, ju (es broma).
Una música de Bollywood te da la bienvenida. El volumen es ensordecedor y no te deja hablar con nadie a no ser que grites o te acerques a su oído. Del lado pakistaní también llega música, muy similar. Ambos países compiten en el volumen de sus músicas. Lo suben y bajan alternativamente y todo es muy loco.
En las gradas, vendedores ambulantes van y vienen con una pequeña nevera cargada de botellas de agua y refrescos fríos. A ver quién se resiste, con el calor que hace!
Miro hacia el lado de Pakistán
Trato de ver todo lo que puedo, que es poco. Hay un muro bastante alto y alambradas de por medio.
No advierto ninguna población cercana. Sé que Lahore está a 23 kilómetros porque lo veo en uno de los carteles de la carretera.
Desde mi posición en lo alto sólo alcanzo a ver unas gradas y pulcras sillas de plástico. Parece que todo es más pequeño que las que ocupamos y sin techo para cobijarse del sol. Hay personas sentadas, hombres y mujeres. Bien vestidos la mayoría, no se diferencian mucho del lado indio. También me parece que hay mucha menos gente, pero a lo mejor esas son las gradas VIP de Pakistán.
Al acabar todo sí pude ver cómo un grupo de japoneses (creo, por su indumentaria, pero igual eran chinos), salían de allí.
Miro hacia el lado de Pakistán y no puedo evitar soñar con ir allí…
El ambiente está cargado de competición
Competición sana, porque todos sonríen. Hay muchísimo público local, y la mayoría lleva pintada la bandera india en la cara. Verdaderos hinchas de su país.
También hay bastantes soldados de permiso. La mayoría son muy jóvenes, chicos y chicas. Muchos tienen aún la mirada inocente.
La música no para. Sale un animador a la palestra con un micrófono. El tipo, que no viste uniforme militar, jalea al público en hindi. No entiendo ni jota, claro, pero contemplo todo con los ojos muy abiertos y no puedo evitar reírme como una niña. El público grita, alza las manos. Se hace una pequeña pausa y entonces del lado de Pakistán llega la respuesta. A ver quién grita más alto.
A veces me parece que dicen «Atleeeetttiiii….». No me gusta el fútbol y no soy de ningún equipo, que conste, pero es lo que me parece que dicen y me hace muchísima gracia. La verdad es que es uno de los momentos de este viaje donde más me reí.
Unas chicas bajan a bailar en el lugar donde los soldados, en unos minutos, saldrán para la ceremonia del cierre de la frontera India-Pakistán. Están allí un ratito, con ese calor increíble, pegando saltos y haciendo pasos de baile bollywoodienses. Son espontáneas, y algunas turistas, compañeras mías de viaje, se vienen arriba y se unen a ellas.
Por su parte el público corea las canciones, grita las consignas y espera la respuesta de Pakistán, que no se hace esperar. Es como un partido de algo, con los dos equipos diciéndose cosas mientras llega la hora señalada.
Y así es, porque todo llega en esta vida. Entonces el señor del megáfono pide a las bailarinas espontáneas que vayan a sentarse y se hace un silencio extraño que precede a la música del himno nacional. Todos se levantan, lo cantan, y después se sientan. Esperan a que ocurra lo mismo en Pakistán, ahí al lado. Y empieza.
La ceremonia
Llega el momento que todos esperábamos. Los soldados están impecables con un sombrero coronado por una especie de abanico de color rojo. Son realmente altos y fornidos. También hay alguna mujer.
Del lado pakistaní la escena es similar, en lo que alcanzo a ver.
Mientras los soldados indios van vestidos de color caqui o beige, los pakistaníes van de negro o un color oscuro. Su altura y complexión es muy similar en ambos «bandos».
Empiezan a desfilar como si les hubieran dado cuerda, a un ritmo vertiginoso. Una musiquita les acompaña y marca el ritmo. Van y vienen varias veces hacia la puerta que es frontera. Frente a ella, hacen unos movimientos que transmiten fuerza, desafío, no sé… levanta el puño, levanta la pierna hasta ponerla casi vertical con el cuerpo. Es muy histriónico, muy teatral. El público grita por oleadas. Al otro lado, igual.
El cierre de frontera
Arrían las banderas y cuando están perfectamente dobladas, se las llevan con gran pompa. Las puertas de ambos países se cierran. ¿Cuándo las abrirán, por la mañana? Supongo que sí.
Así todos los días del año. ¿Se conocerán, habrán trabado amistad, se habrán contado sus vidas esos soldados gigantes que todos los días se encuentran frente a frente…?
Las filas de soldados se rompen y la gente baja de las gradas corriendo hacia ellos para hacerse fotos y selfies a mansalva.
Como si fueran héroes, les piden que cojan a sus bebés para la foto, les miran con admiración, y se ríen nerviosos cuando están cerca de estos gigantes. Ahora que les ves a pie de pista confirmas la impresión que tenías desde arriba.
¡Son realmente altos esos soldados!
Miro por última vez hacia Pakistán. Una gran bola de fuego, el sol, se pone en el horizonte.
Poco a poco la multitud se deshace y todos vamos volviendo a la zona de coches y puestos de feria. Con ese cansancio que a todos nos queda después de un día en el parque de atracciones.
¿Quieres verlo? mira este vídeo corto;)
Pienso en el surrealismo de todo esto
India y Pakistán se llevan a muerte, de todos es conocido. En 1947 ambos territorios se independizaron del Reino Unido aunque ya se llevaban muy mal desde, dicen, el año 1000.
No han llegado a las manos, perdón, a las armas, desde que ambos países tienen la bomba atómica. En 1998 se amenazaron entre sí enarbolando esa terrible arma. A puntito estuvimos de vivir una guerra nuclear en este mundo.
Hoy, al menos en la zona de Cachemira, territorio que siguen disputándose, el conflicto no está cerrado ni mucho menos. De hecho ese verano de 2016 se habían vuelto a producir varias muertes y había toque de queda, como ya te conté. Arundhati Roy, en su segunda y última novela por el momento, te lo cuenta muy bien y no puedo dejar de recomendártela: El ministerio de la felicidad suprema.
Pero aquí, en Wagah, en esta frontera India-Pakistán, las cosas parecen totalmente diferentes. Y así lleva siendo desde el año 1959. Nunca han parado, ni en las épocas de más tensión. Otro signo de que en este mundo todo es posible.
Y aquí tienes todos los posts de India
- La ceremonia de la frontera India-Pakistán de Wagah (Amritsar): no te lo creerás
- El monasterio de Lamayuru y alrededores, una parada obligada en tu ruta por Ladakh
- Qué ver en Amritsar más allá del Templo Dorado
- El templo dorado de los Sijs de Amritsar, otro mundo aparte
- Srinagar y el Lago Dal: sueños y conflicto en el Valle de Cachemira
- Pueblos de Cachemira, en ruta hacia Srinagar
- Rumbo a Saboo, un trekking cerca de Leh y una espectacular puesta de sol
- El día que fui a una conferencia del Dalai Lama en Ladakh
- Lago Pangong, un sueño de colores en el Ladakh profundo
- El Valle del Indo, entre monasterios alrededor de Leh
- Leh, la capital de Ladakh
- Qué ver en Manali y alrededores, entre paisajes alpinos en India
- Homenaje a las carreteras del Himalaya indio
- Rishikesh, la capital del yoga entre sadhus, templos y ashrams
- Haridwar, un encuentro con el hinduismo en el festival de Shiva
- Delhi, qué ver en esa ciudad loca
- Imágenes de India: un viaje a su intensidad
- Bombay, esa ciudad
- Mysore, en el Sur de India
- India del Sur, en los backwaters de Kerala
- Sur de India: de Tamil Nadu a Kerala
- India del Sur, empezando por Tamil Nadu