¿Sabes que Lisboa es una de las ciudades más bonitas de Europa? Tierra de conquistadores y de escritores fabulosos como Saramago y Pessoa, Lisboa, de momento y desde mi punto de vista totalmente subjetivo, despunta como la más bonita y completa de sus ciudades. Yo que tú iría sin más tardar si aún no la conoces, porque está en pleno proceso de conversión a parque temático-turístico. Pero hoy no estoy para malas noticias, sino para contarte Lisboa en 20 fotos, un vídeo y algunas palabras 😊
El reto de resumir Lisboa en 20 fotos
Lisboa es uno de esos lugares lleno de motivos para fotografiar. Detalles, panorámicas, atardeceres, luz brillante, arquitectura, azulejos, plazas, vida en la calle. Da tanto de sí, que incluso en un sencillo fin de semana volverás con mucho en los bolsillos o en las tarjetas de memoria.
Para abrir boca, recupero las escaleras de la Casa dos Bicos, en el barrio bajo de Lisboa, con palabras de Saramago acompañando la subida. Y le sumo una imagen de la Plaza del Comercio, mi lugar favorito de esta ciudad. Una plaza maravillosa, que siempre me da paz y ganas de viajar.
Lisboa es un mar de azulejos surcado por tranvías
Vas con el ánimo de atrapar su luz, que dicen es especial. Con el ánimo de pasear sin rumbo fijo, dejándote llevar por la ciudad que conociste hace ya demasiados años. Y te los encuentras una y otra vez. Los tranvías tradicionales, reducidos a un par de líneas o tres, se cruzan en tu camino. También los prácticos elevadores que son como un tranvía en miniatura y que dan descanso a tus piernas. Eso sí, ojo con la cartera cuando viajes en ellos.
Son la perfecta estampa urbana de Lisboa. Total, que los fotografías sin cesar.
Los tranvías son los responsables de esos cables que interrumpen la vista del cielo azul atlántico ¿Molestan? No para la vista, ni para las fotos. Forman redes de grandes agujeros por los que se cuelan las gaviotas y las palomas. Los rayos del sol. Y contrastan a las mil maravillas con los azulejos.
A vueltas con los azulejos
Los azulejos, y las ventanas y los balcones que se ven como encerrados en ellos, son grandes protagonistas de cualquier paseo por Lisboa. Los azulejos te atrapan. Están ahí, a la vista en muchos edificios, en casi todos. Más limpios de lo que recuerdas, e igual de magníficos.
Porque hay azulejos que cuentan historias, o la Historia. Que te muestran la ciudad antigua ¿antes del gran terremoto y tsunami de 1755, o después? Así como los avatares de esta pequeña nación cuando fue grande, surcando otros mares en busca de las rutas comerciales de Oriente, de África. Hay indios, palmeras, y esclavos. Batallas entre señores con armaduras, y barcos.
Hay azulejos que te confunden y embelesan con sus formas geométricas, dando volumen a lo que no lo tiene, haciendo trampantojos. Y otros que te transportan a la primavera, o a un jardín, o a un mundo de animales fantásticos. Los hay que parecen pequeños mandalas.
En fin, hay tanta variedad, que parece infinita. Como la creatividad de quien los produjo.
No sé si me quedo con los azulejos azules, los más tradicionales. O con los verdes, los amarillos, o los que reúnen varios colores.
Ocupando grandes superficies, fachadas enteras, impresionan. No es para menos, si piensas en la artesanía que hay detrás. Hoy están en los souvenirs de las tiendas regentadas por indios, bangladeshíes o pakistaníes, una no sabe.
Los azulejos son parte indisoluble de Lisboa. Y de Portugal. Está claro.
Y luego están los pavimentos. En la Baixa es donde más y mejor se ven. En la Plaza del Rossío, en las calles que conducen inexorablemente a la Plaza del Comercio y su horizonte de mar falso, porque aún es río. El Tajo.
Los pavimentos compiten con los azulejos en brillantez, en diseño… pero no en color. Aun así, te gustan y atrapan tu mirada.
Subiendo y bajando por Lisboa, de rúa en rúa
La ciudad tiene forma de uve y pronto lo notarás. Subes a Alfama, cuyas cuestas no son para tanto, piensas. Luego bajas a -cómo no se iba a llamar así- la Baixa, y vuelves a subir al Chiado, el Barrio Alto. Aquí las cuestas ya son más respetables, empinadas, dolorosas. Pero satisfactorias al final.
Con tanta cuesta, la oportunidad de ver la ciudad desde arriba está muy a mano. Hay miradores para todos los gustos, un día te hablo de ellos. Los tejados rojos, los pavimentos ya citados dibujando el suelo, los campanarios de las iglesias… todo despunta y se integra en una ciudad que resplandece fácilmente al sol.
Y no te pierdas los detalles de la gran Lisboa
Desde los «telefonillos» para llamar al piso donde vas. Hasta los castañeros (suelen ser señores), con sus puestecitos humeantes. Lisboa te conquista con los pequeños detalles. Ojalá duren, aunque esto sea un pensamiento egoísta y romántico. O no, porque si se pierde, se pierde el alma.
Desde el sonido del Fado y otras músicas románticas por las tranquilas calles de Alfama, por esas por las que no pasa mucha gente. Hasta la arquitectura «manuelina», que es tan barroca como ligera, «de decoración tan fina que parece de encaje» decía el propio Saramago en su Viaje a Portugal. Su máximo exponente es el Monasterio de los Jerónimos.
Reducidos a detalles han quedado los portales y esquinas que te recuerdan a la Lisboa de antes, la de tus recuerdos. La que parece que se está perdiendo. Esa que se parecía a Palermo o Nápoles por su aire decrépito, y que ya casi no está.
Lisboa es ahora una ciudad más cuidada, más limpia, más luminosa… y más igual a otras en muchos aspectos
Puede ser que tu mente tenga la culpa, o que la primera vez que la visitaste llovía y ahora no.
Una conversación con un lisboeta al que le gustaría viajar mucho te confirma que sí, que se ha renovado y se están renovando muchas cosas. La mirada hacia el turismo ha cogido fuerza, y todo parece empujar hacia ello. El problema es que los negocios también.
Así, los habitantes de las casas del centro histórico se están viendo obligados a salir a la periferia por las subidas constantes de los alquileres. Las franquicias de moda se han apoderado de muchos locales comerciales (esto no te lo dice él, lo ves tú, lo ve cualquiera). El coste de la vida ha subido mucho, y la crisis sigue coleando.
El caso es que te enamoras irremediablemente de su luz de Febrero. La mañana, la tarde, incluso el mediodía. Todo parece brillar más o de manera diferente a lo acostumbrado. Si no fuera porque estás en la costa Atlántica, dirías que estás en algún lugar del Mediterráneo que tanto te gusta.
En la niebla leve de la mañana de media-primavera, la Baja despierta entorpecida y el sol nace como con lentitud. Hay una alegría sosegada en el aire con mitad de frío, y la vida, al soplo de la brisa que no hay, tirita vagamente por el frío que ya ha pasado, por el recuerdo del frío más que por el frío, por la comparación con el verano próximo, más que por el tiempo que está haciendo.
No han abierto todavía las tiendas, salvo las lecherías y los cafés, pero el reposo no es de torpor, como el del domingo; es tan sólo de reposo. Un rastro rubio se antecede en el aire que se revela, y el azul se colorea pálidamente a través de la bruma que se extingue.
El movimiento comienza poco a poco por las calles, destaca la separación de los peatones, y en las pocas ventanas abiertas, madrugan también apariciones. Los tranvías trazan a medio aire su surco móvil amarillo y numerado. Y, de minuto en minuto, sensiblemente, las calles se desdesiertan.
-Libro del desasosiego- Fernando Pessoa
Te vas con la sensación de haber vivido un precioso fin de semana y con ganas de más. Porque Lisboa no es ciudad de fin de semana. No. Es de más tiempo, más días. Quedaron visitas pendientes, pero solucionaste otras que también tenías pendientes. Te vas pensando que tienes que volver, y así será.
👉 No te pierdas esta guía de Lisboa para un fin de semana.
¡Y no te vayas! aún te queda un vídeo de sólo 2 minutos y medio que completa a la Lisboa en 20 fotos que acabas de ver entre letra y letra 😉
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Preciosa entrada como preciosa es Lisboa. Una pena que esté perdiendo partede su encanto con la llegada masiva de turistas, menos mal que el caracter sosegado y educado del portugués no se queja en demasía, alquileres caros, calles abarrotadas de gente buscando la foto perfecta. La última vez que fui el año pasado me di´pena que ya no era la Lisboa decadente, tranquila, como desconectada del tiempo que yo recordaba. Por eso tardaré en volver y ahora nos queda mucho más Portugal auténtico por descubrir.
Gracias!! Tienes razón, la cantidad de gente buscando la foto perfecta es abrumadora, aunque claro, todos participamos de ello. Es de esas ciudades bonitas que entusiasman… Otra cosa es la gestión que se hace/no se hace de la estructura para absorber todo eso. Que desaparezca lo decadente da pena desde el lado romántico pero entiendo que para los que viven allí, no. Queda mucho Portugal 🙂🙂
Cuando me voy de Lisboa siempre lloro añorandola…es muchas ciudades en una y nunca te cansas de recorrerla una y otra vez. Para mí la Plaza del Comercio también es lo lugar favorito..Me gustaría que desapareciera el trafico en la parte q la separa del Tajo.
Toda la razón María!! 🙂
Aquí otra enamorada de Lisboa y en general de Portugal…
🙂🙂🙂🙂❤
lle
vo muchos años viajando a portugal, visitano portugal, pero me queda mucho por ver… aquel portugal que se demoraba con la comanda, el portugal nostálgico, descascarillado, de calles mal pavimentadas o empedradas, aquel aire decandente , ya no está… en casi ningún sitio.
vuelvo otra vez para recordar a alguien que ya no está y adoraba este país… se que habrá sombras en algunas esquinas, pero este portugal si algo tiene ahora, es más luz que nunca, aunque haya perdido su natural melancolía… grancia ali
Todo cambia. Seguiremos buscando Portugal. Un placer! 😍