Tanto si es tu primera vez como si no, quizá te estés preguntando qué ver en Delhi, una ciudad con tantas posibilidades como locura. Intentaré guiarte a través de lo que yo vi.
Sales de la terminal del aeropuerto internacional de Delhi y te recibe una bofetada de calor húmedo. Y de olor. Está claro, has llegado a India. Y has llegado a esa ciudad loca de la que no tienes un gran recuerdo precisamente.
El aeropuerto de Delhi ya no es aquel gran hangar mugriento en el que pasaste una noche entera para no coger tu vuelo por culpa del overbooking, allá por el año 2000. Ahora es parte de un aeropuerto muy parecido a cualquier otro del mundo. Así que sí, hasta que no sales a la calle, de la sucesión de burbujas en forma de avión y terminales en las que has pasado las últimos 18 horas, la realidad no se hace tal.
Te preguntas cómo encontrarás la ciudad después de tantos años. Y si lograrás conjurar aquellos fantasmas del pasado. Si te reconciliarás con ella. Esto si ya has viajado allí en anteriores ocasiones, claro.
Adelantemos acontecimientos: después de dedicarle un par de días, uno al comienzo y otro al final del viaje, resulta que Delhi sigue siendo la misma en muchos aspectos. Sigue siendo una ciudad agobiante, cansina. Una ciudad que aturulla. Que cada salida es una «expedición» agotadora.
Andar entre 25 millones de habitantes, y además suscitando su curiosidad, no es tarea fácil.
En sí misma, es un ponerte a prueba para aclimatarte a este subcontinente. Delhi es fuerte, intensa dentro de la intensidad de India. No es una de mis ciudades favoritas, pero no por ello voy a dejar de volver, si se tercia ;)
A la pregunta de qué ver en Delhi la respuesta es que tiene muchos pequeños universos. Igual que el país del que es capital.
Nueva Delhi
Antes que nada, explicar que Nueva Delhi es el nombre de la ciudad, la capital. A la vez, es el nombre de sólo un distrito de la misma, de los nueve que tiene.
En su origen fue la ciudad moderna ideada por los británicos. Empezó a construirse al sur de Old Delhi en 1911. Un tal lord Irwin se encargó de inaugurarla 20 años más tarde.
No obstante, está construida encima de hasta siete ciudades antiguas. De ahí que tenga puntos tan importantes en su área como el Qutub Minar y la tumba de Humayun, ambos Patrimonio de la Humanidad.
Y es que en India, como en otro países más cercanos para nosotros, léase Italia o Grecia, das una patada y salen ruinas de antiguas civilizaciones en casi cualquier lugar.
El templo Laxminarayan o Birla Mandir
Un buen sitio para empezar. Una ventanita a lo que nos espera más adelante en este viaje, pero en versión tranquila e incluso limpia.
El primer lugar en el que nos descalzamos y en el que tenemos que dejar las cámaras y móviles en una consigna antes de entrar. Uno de esos momentos en que te invade cierta sensación de indefensión, aunque hay que confiar en los candados. Aquí se toman muy en serio la prohibición de fotos, igual que la seguridad, pues hay que pasar por un detector de metales junto a guardias armados.
Trataba de estar atenta a las explicaciones de un guía local que nos introducía en el mundo de los templos hinduistas. Trataba de hacer fotos mentales. Intentaba que el calor no me afectara tanto como lo estaba haciendo. En parte lo conseguí, pero sólo en parte.
Este es un templo de 1939, bastante feote desde mi punto de vista estético. Pero la tranquilidad de la gente, ver cómo tocan las campanas, ponen ofrendas ante sus dioses y seguidamente salen al parque que hay junto al templo para dar un paseo o descansar, no tiene precio.
La puerta de la India
La Puerta de la India, homónima de la de Bombay pero de mucho más reciente construcción, está situada aquí, en Nueva Delhi.
Si tienes la suerte de andar por allí un domingo, es posible que te encuentres con cientos de indios haciéndose fotos con sus móviles y cámaras. O encargándoselas a los fotógrafos que así se ganan la vida y que armados con sus réflex, se mueven entre la multitud.
El calor lo combaten bañándose en una fuente ornamental cercana. Cierto número de buscavidas circula entre la gente.
El color es protagonista en los globos que alegran el aire, los saris de las mujeres del Rajastán y los puestos de buñuelos y picoteos varios.
La Puerta de India o India Gate es un monumento de 42 metros de altura que conmemora la muerte de 92.000 soldados en la guerra anglo-afgana que se libró allá por 1919. Desde mi punto de vista no tiene un gran interés arquitectónico pero como he dicho, el ambiente lo compensa.
No confundir con la Puerta de Delhi, son monumentos diferentes. Es de acceso libre.
No te olvides de viajar con un buen SEGURO DE VIAJES
Yo recomiendo IATI Seguros porque tienen una relación calidad-precio buenísima.
Y para ayudarte, tienes un 5% de descuento en todos sus seguros si lo haces desde aquí
El mausoleo Hazrat Nizamuddin Dargah
Está junto al acceso de la tumba de Humayun que esta vez no he visitado pero sí la conocí hace años y realmente merece la pena, así que apúntatela también.
Al lado se abre un callejón que te lleva a otro siglo y a otra cultura. Entramos en el universo musulmán de Delhi, una de las religiones más importantes del país.
Ante nosotros se suceden calles que cada vez se estrechan más, un laberinto que se va llenando de puestos de rosas refrescadas constantemente por los comerciantes
Y me acuerdo de la ciudad de Ajmer, en el cercano Rajastán, porque allí también había esos puestos de rosas de camino a la mezquita-mausoleo. Estas flores se compran para hacer ofrendas en las tumbas de los santos. Junto a ellas, un dulce en forma de bolitas blancas que se une a las ofrendas.
En estas calles, el rico naan o pan sin levadura se hornea constantemente y los recuerdos religiosos se venden en las tiendas que parecen cuevas de Alí Babá. Mendigos, tenderos, señores respetables…
La gente viste de manera diferente
Ellas con hiyab. Algunas mucho más tapadas con el Djilbab o el Nikab (las que van de negro riguroso y de la cabeza a los pies). Ellos con un gorrito en la cabeza y vestimentas tradicionales que recuerdan al cercano Pakistán. Algunos llevan la barba teñida de henna, como el profeta Mahoma.
Miro a todas partes alucinada. Parece que estoy en Asia Central. Caminamos con cierta prisa y eso me da rabia. Me quedaría por allí horas, viendo la vida pasar. Viendo lo que pasa.
Hasta que llegas a la tumba del santo sufí, después de unos cuantos callejones cubiertos por toldos
Importante saber: no hay que pagar una entrada, pero sí piden un donativo al salir. Antes de entrar hay que descalzarse y dejar los zapatos. Puedes entrar con calcetines, si los llevas. Todos, hombres y mujeres, se deben cubrir la cabeza y vestir decentemente (nada de enseñar hombros o piernas).
Ya desde el principio hay tumbas alrededor de ti y tienes que mirar bien por dónde pisas. Cruzas dos o tres umbrales, bajas un par de niveles y llegas a la zona principal.
El mausoleo es en sí mismo un pequeño laberinto que incluye una mezquita con salas separadas para mujeres y hombres, como siempre.
En el centro, recargada con dorados y brillantes, la tumba en sí misma. Ahí no pueden entrar las mujeres, pero sí podemos andar alrededor.
Hay muchos devotos que van a honrar al santo y también muchos visitantes locales de otras religiones. En la India todo se mezcla y convive.
Como ya he dicho, hay muchas otras tumbas alrededor del célebre santo que murió en 1325 a los 92 años de edad. Por lo visto los nobles y reyes musulmanes buscaban asegurarse un lugar en el Paraíso siendo enterrados allí. Todo un cementerio absolutamente vivo.
Al principio con timidez, circulas entre la gente. Ir descalzo en un lugar público y de dudosa limpieza te hace sentir indefenso (de nuevo, y lo que te queda hasta que te acostumbres). Pero no es sólo por eso. Es también porque hay mucha gente sentada en el suelo y temes pisar a alguien, amén de las tumbas.
Además, al principio las miradas son serias. Incluso parece que transmiten suspicacia o recelo. Sin embargo, cuando saludas con un namaste o un salam alei-khum, según a quién te dirijas, las caras se transforman en sonrisas cálidas.
Nos enteramos de que un grupo va a tocar música sufí en directo así que no hay discusión. Nos quedamos a verlo
Primero llaman a la oración y durante unos 5 minutos todo se para. Los musulmanes rezan tal y como está prescrito. Los demás, hindús, sijs, cristianos, ateos… miramos y esperamos.
Después aparecen los músicos y sin más dilación comienzan. Es una música bella, de cantos que te recuerdan, a veces, el flamenco. Se llama gawwali. Nos olvidamos del reloj.
Todos estamos sentados alrededor de los músicos, dejando un espacio abierto delante de ellos que les comunica con la tumba del santo. Poco a poco la gente se anima y hace donaciones, dejando billetes a sus pies.
Un señor se parte de risa cada vez que pasas a su lado y le saludas con un salam alei-khum. Al final te pide una foto, que después le muestras. Le gusta. Los dos felices, pues.
Lodhi Gardens, un pequeño paraíso que hay que guardarse para la puesta de sol
Un oasis de paz al que acuden los habitantes de Delhi de clases acomodadas. Gente haciendo deporte, picnics familiares, incluso caza de pokémons (sí, aquí también).
Jardines muy cuidados y algunas tumbas como la de Mohammed Shah o la de Bara Gumbad, de cuando el imperio mogol, enriquecen el escenario.
Todo el mundo está tranquilo y lo más importante, están mucho más a lo suyo que a lo tuyo. Esto ya es un descanso, para qué negarlo.
Varios carteles anuncian la presencia de una gran cantidad de aves a observar. Pero ya es casi de noche y diremos que se las oye mucho más de lo que se las ve. Eso sí, son trinos bonitos.
Un lugar delicioso de acceso libre y que cierra después de la puesta de sol.
Sur de Delhi
Qutub Minar de Delhi
Nos alejamos más del centro, hacia el Sur, porque allí está el monumento islámico más antiguo de Delhi. Uno de los monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad de India.
Para llegar en transporte público, sólo hay que bajarse en la estación de metro que lleva su nombre.
Dicen que es el alminar de ladrillos más alto del mundo. 72,5 metros de altura y 14 metros de diámetro en su base. Yo me lo puedo creer, no sé tú 🤗
Desde luego cuando estás allí impresiona, igual que las construcciones que lo acompañan. Adornado con versículos del Corán finamente tallados, en arenisca roja, te engancha desde el primer minuto.
Cien o más tonalidades de ocre te rodean y sólo te lamentas que el día esté tan gris y plomizo. En buena parte por la polución urbana que sufre Delhi
Aquí es donde empiezas a darte cuenta de la selfiemanía y el gusto de los indios por posar, en general, en todas sus fotos. Aquí es donde te empiezan a pedir que poses tú también con ellos en ese escenario tan fantástico. Casi casi te distraen del lugar en sí mismo.
No se sabe bien si era un minarete para llamar a la oración, o una torre de defensa. Lo que sí se sabe es que se construyó sobre un templo hinduista del que aún quedan en pie unas cuantas columnas.
La historia se repite: iglesias sobre mezquitas, aquí mezquitas sobre templos hinduistas. Religión sobre religión. Lucha sobre lucha.
Precio de la entrada (para extranjeros) al Qutub Minar: 500 Rps.
Aparte de alguna visita más, vamos a dar por terminado el primer día en Delhi, y saltamos al segundo día… esta vez ya sí, puro rock’n roll!!!
Old Delhi: donde el caos se organiza sin que te des cuenta
Creías haber visto caos en Nueva Delhi y en realidad no tenías ni idea. Bueno, seamos sinceros. N. Delhi tiene pinta incluso de ciudad ordenada, excepto el rincón de Nizamuddin.
Pero Old Delhi es una p… locura!!
Ni después de tres semanas en el país te libras de que la cabeza te dé vueltas sobre sí misma cuando te sumerges en esta sección de la ciudad.
Veamos primero su cara más suave…
El Fuerte Rojo de Delhi, triste recuerdo del esplendor del pasado
Una fortaleza monumental se alza desde su profundo foso. Como los mejores castillos medievales, en medio de la gran urbe y del cielo gris. Es de color rojo, sí, como su nombre indica.
Tras pagar la entrada y pasar los controles de seguridad, comienza la visita.
-Cuántos controles de seguridad hay en este país. ¡Creo que no me han cacheado más veces en un periodo tan corto en toda mi vida!-
Estamos en un fuerte Mogol, una construcción encargada por el Sha Jahan en torno al año 1638. Eran los años de mayor esplendor del Imperio, y él un joven enamoradísimo de su mujer predilecta, la que conoció siendo un niño. La primera con la que se casó
Enormes puertas abiertas de madera que un día fue noble nos reciben. Se trata de la puerta de Lahore, llamada así porque mira hacia esta ciudad de Pakistán. ¿Cómo es esto, no son enemigos? Hoy, pero entonces era la segunda ciudad más importante del imperio, así que era justo hacer una referencia a la misma.
Puertas que dan paso a una calle de tiendas, con techos terminados en arcos como los que vi en los bazares de Irán. No hay que sorprenderse, al fin y al cabo el Este de Persia fue parte del Imperio Mogol, que como bien se advierte en la Wikipedia, no se debe confundir con el Imperio Mongol.
El Chatta Chowk, el bazar de la fortaleza, vendía joyas y sedas, satisfaciendo las necesidades de las mujeres de la Corte, seguramente. Hoy la mercancía estrella son los souvenirs.
El Sha Jahan no pudo llegar a disfrutar de esta fortaleza y palacios porque su hijo le hizo prisionero, encerrándole en el Fuerte Rojo de Agra. Desde aquella prisión contemplaba el Taj Mahal, que está situado enfrente. La tumba que hizo para su amada. ¿Tortura, o todo lo contrario?
Desde el primer jardín, comienza la sucesión de pabellones, columnas, museos y estanques a visitar
Pabellones que se caen a pedazos en muchos sitios, pero que aún lucen una exquisita decoración a base de mármol blanco y piedras semipreciosas incrustadas, en forma de motivos florales. La sala de audiencias, el harem de las mujeres, los baños reales. Probablemente fue un lugar de cuento.
Montones de palomas se levantan cada poco tiempo para alegrar las fotografías de los visitantes, locales y foráneos. Parece que está programado. Una coreografía aérea que se agradece.
Mientras andas por allí, grupitos de curiosos te siguen. Algunos te piden fotos. Seguimos en India.
Pero este es uno de esos lugares que te dejan una sensación de decadencia difícil de arreglar. La verdad es que no le hubiera dedicado más tiempo.
💶 Precio de la entrada (para extranjeros) del Red Fort de Delhi: 500 Rps. (sí, igual que el Qutub Minar, no es una errata).
Es hora de ir al corazón de Delhi!!
Chandni Chowk
Un montón de calles organizadas por gremios. Un bazar, un zoco, un mercado. Llámalo como quieras. Es un CAOS que en algunos momentos es absolutamente genial y en otros apabullante.
Los rickshaws se disputan la calle con los viandantes, las mercancías, las motos, los cables y los coches hasta el último centímetro del terreno. Date un paseo en uno de estos y sabrás lo que es un atasco de carros y carromatos. No es para unas prisas.
Resulta gracioso descubrir que Chandni Chowk significa «luz de luna». En los tiempos del emperador Sha Jahan había un canal de agua que discurría por el centro de la calle principal, y en él se reflejaba la luna llena cada mes. Romanticismo irrecuperable.
Mientras circulas en tu rickshaw, llevado por un esforzado joven -puede que demasiado joven- que pedalea para ti, te cruzas con mil rostros ajenos. Gente de todo tipo.
Familias cargadas con la compra de pañales de la semana. Mujeres y hombres de negocios con el teléfono pegado en la oreja, la cabeza alta. Escolares, venerables ancianos musulmanes. Una procesión de Hare Krishna que hace su aportación al embotellamiento y ruido estridente generales.
Todo el mundo ocupa el lugar que le corresponde, y hace lo que le toca hacer. Y ahí subyace el sistema de castas, algo difícil de ver si no te quedas allí más tiempo. No hablemos de entenderlo.
Y todo funciona, aaahhhh!!! no sabes cómo, pero todo funciona.
Tener la sensación de que estás en un sitio realmente «auténtico» y totalmente diferente a tu contexto de vida es algo que aquí te queda muy claro.
No me imagino mejor despedida de la India que esta zona de Delhi. No lo dudes, resérvalo para entonces. Los pitidos de los vehículos te acompañarán durante mucho tiempo. Y todos esos rostros, que es lo mejor.
Jama Masjid, la mezquita principal de Delhi
Antes o después, en pleno caos, irás a la Jama Masjid, la mezquita del viernes de Delhi. Rodeada de tiendas de repuestos para coches, motos y bicis, se alzan sus cúpulas que un día fueron blancas.
Enorme, elegante y abierta al público infiel.
Para entrar hay que ir a la entrada opuesta a la principal, por eso, porque eres infiel. Allí te cobrarán 300 Rps si quieres hacer fotos o vídeo dentro. Sino, ya puedes dejar la cámara y el móvil en otro sitio.
A las mujeres no sólo nos obligan a cubrir nuestro cabello con un pañuelo sino que también nos encasquetan una bata de flores que tendremos que vigilar constantemente para no pisarla. Los pies deben ir descalzos. Si brilla el sol, te quemarás las plantas cruzando el patio.
A pesar de todas las dificultades, pasar un rato en la Jama Masjid es un plan buenísimo que además te permitirá descansar de la locura del exterior.
En la zona del mirhab (el centro del rezo, el punto que señala la orientación a La Meca), la gente se tumba en el suelo a tomar el fresco, echar una siesta, o disfrutar de la calma.
De nuevo nos encontramos con la decoración mogol que hay en el Fuerte Rojo. Tan bonita…
Si te acercas a la fuente del centro, la que es utilizada para las abluciones de antes y después de la oración, y se te ocurre meter los pies para refrescarte, enseguida te indicarán amablemente cómo debes realizar tu lavado. De verdad que lo hacen con amabilidad, pero entiendo que también es una forma de decir que eso no es una piscina, ni un parque. Y tienen toda la razón.
Esta mezquita puede albergar hasta 25.000 personas, por si eso os hace una idea de su tamaño gigantesco.
Parece ser que también puedes trepar hasta lo alto de su minarete pagando otra entrada. Aunque también parece ser, pues yo no lo hice, que si eres mujer y vas sola lo mejor será dar una propina a alguno de los guías que salgan al paso porque sino, no permiten que subas.
Comer en el meollo de Delhi
Toda una experiencia ir a este restaurante que ya es una leyenda. El Karim está en un callejón frente a la entrada principal de Jama Masjid. Mejor preguntar, todo el mundo lo conoce pero no se ve fácilmente desde el exterior.
El mejor cordero desmigado que hayas probado, macerado en aceite y especias. Con el mejor naan que hayas probado nunca también, te esperan.
Los arroces con verduras y/o cordero o pollo, llamados Pulau (¿ecos de Asia Central?). El pollo tandoori, a la brasa y especiado, tierno. Y muchas más viandas, conforman una carta exquisita. Por encima de todo, insisto en ese cordero.
El lugar tiene un aire de local romántico, de antiguo café colonial, que acompaña perfectamente a la comida. Los comedores se distribuyen en varios edificios encajados en la calle, o la calle en ellos.
No es este el único local de la ciudad, pero no sé cómo son los demás y este, por su ubicación, es mágico.
La cocina está abierta y en todo momento puedes ver el trajín y la elaboración de los platos.
No es barato, es probable que pagues 6 €, según la cantidad y variedad de cosas que elijas, pero merece la pena. Por supuesto no sirven bebidas alcohólicas.
Pero ese cordero con ese naan, amigos… vale, lo dejo, no insisto más :)
Pahar Ganj, el distrito de las compras
En la zona de Pahar Ganj se concentran muchos hostels y alojamientos baratos. Es otro sector caótico, pero no tanto como Chadni Chowk. Hay muchos restaurantes ocupando la terraza superior de los edificios, el lugar perfecto para cenar, con Delhi a tus pies. Y muchas tiendas donde gastar las últimas rupias antes de volverte a tu país. Artesanías, souvenirs, tés y especias, ropa.
Darte una vuelta por allí, sola, puede ser un poco agobiante. Me recordó a esos cuatro días tirada en la ciudad, a los fantasmas de aquel primer viaje a Asia. Los vendedores te llaman, te preguntan qué buscas. Te piden que les hagas un favor, que escribas una carta para no sé qué amigo español. Que te tomes un té con ellos por ahí. Si eres amable y no pierdes la sonrisa, insisten. No tienes otra que darte la vuelta y seguir tu camino, aunque no te guste ser borde.
De repente entras en una calle y es un mercado nocturno, de verduras y frutas principalmente. Los puestos se suceden, llenos de calabazas enormes, judías, tomates, y un largo etcétera.
Un vendedor te pide una foto, se la haces y se la enseñas. Abre mucho los ojos y por señas pregunta si realmente ése es él. Menea la cabeza. Quizá otras veces lo ha pedido pero nadie se la ha enseñado después. Realmente está sorprendido.
Sales a una placita donde los puestos que ocupan el centro están cerrando. Fin de la jornada. Unos niños juegan en un rickshaw. Su historia la tienes en la sección Gentes del Mundo de este mismo blog.
Los bocinazos se van apagando. Los comerciantes charlan tranquilos junto a sus puestos. Algunos se preparan para dormir en sus camastros, allí mismo. Delhi empieza a dormir y nosotros nos vamos al día siguiente.
Enlaces de interés
- Si buscas alojamiento en Delhi, puedes encontrarlo aquí.
- Si quieres contratar un guía privado para recorrer la ciudad, aquí tienes muchas opciones.
¿Quieres seguir leyendo sobre India? No te pierdas el resto de posts!
- La ceremonia de la frontera India-Pakistán de Wagah (Amritsar): no te lo creerás
- El monasterio de Lamayuru y alrededores, una parada obligada en tu ruta por Ladakh
- Qué ver en Amritsar más allá del Templo Dorado
- El templo dorado de los Sijs de Amritsar, otro mundo aparte
- Srinagar y el Lago Dal: sueños y conflicto en el Valle de Cachemira
- Pueblos de Cachemira, en ruta hacia Srinagar
- Rumbo a Saboo, un trekking cerca de Leh y una espectacular puesta de sol
- El día que fui a una conferencia del Dalai Lama en Ladakh
- Lago Pangong, un sueño de colores en el Ladakh profundo
- El Valle del Indo, entre monasterios alrededor de Leh
- Leh, la capital de Ladakh
- Qué ver en Manali y alrededores, entre paisajes alpinos en India
- Homenaje a las carreteras del Himalaya indio
- Rishikesh, la capital del yoga entre sadhus, templos y ashrams
- Haridwar, un encuentro con el hinduismo en el festival de Shiva
- Delhi, qué ver en esa ciudad loca
- Imágenes de India: un viaje a su intensidad
- Bombay, esa ciudad
- Mysore, en el Sur de India
- India del Sur, en los backwaters de Kerala
- Sur de India: de Tamil Nadu a Kerala
- India del Sur, empezando por Tamil Nadu
➡️ Este post contiene enlaces a sitios afiliados. Esto significa que si haces una reserva desde dichos enlaces, yo ganaré una pequeña comisión. En ningún caso tú pagarás más y en alguno conseguirás un descuento, como en IATI Seguros. Puedes leer más en este artículo.
Ya sabes que me he declarado fan de tus fotos, pero es que ¡cada día más! India es uno de mis lugares pendientes y con este post aumentan mis ganas de ir. Como siempre, ¡chapeau Ali! :)
Ja, ja, muchas gracias bonita!! India es un destinazo y para fotos, suma puntos ?
Menudo caos!
Te leía y veía las fotos y me teletransporté a mi primera vez en India, y la primera toma de contacto en Mumbay!
Ay India!! como enamora y agota al mismo tiempo!!
Un abrazo tocaya!
Ja, ja, está claro Alicia!! pues a mi Bombay me pareció bastante menos caótica que Delhi… tendré que volver para comparar! ;P
Abrazo tocaya y gracias por pasarte y comentar!
Aix, que mal recuerdo tengo del restaurante Karim, fueron bastante bordes en el trato en general. Les pedí por favor comida no picante porque había estado mala antes y me sentaba fatal. El camarero dijo un «No» super seco. Incluso les dije que era alérgica al picante y me podía morir jaja. Y siguió con otro «No». Me cabreé tanto que no quise comer nada a pesar del hambre que tenía. Después me comí un naan a mala gana. Al pedir mi novio otros platos (él come de todo sin problemas) también no recuerdo que pasaba y contestó mal. En fin. Luego mejoró mi humor cuando saliendo casi delante encontré un hombre que vendía Magnums Almendrados :D
Vaya, Sara, está claro que las experiencias son diferentes en los mismos lugares :) Sí había alguna cosa que no picaba, aunque no sus especialidades, eso es cierto… En cuanto si fueron bordes, yo más bien los encontré muy centrados en sus tareas y sin ningún servilismo como sí te encuentras en otros sitios de India, pero al final fueron amables. En fin, igual te tocó uno que tenía un mal día, o estaba especialmente cansado, o sencillamente son así y yo tuve suerte ;P
Nosotros dejamos Delhi para el ultimo dia de vuelta… sera por que realmente estabamos «agotados » de ese agetreo que supone India. Que simplemente con salir a pasear,( con todas las paradas de fotos, compras,regateos..que eso conlleva) acabas muerta!! Jejeej.
La verdad es que nos quedamos un poco con la pena de no saborear ChadniChowk, esa agresion a todos los sentidos! Jejeje
En otro viaje, que no dudo que habra una segunda vuelta… ademas como Delhi es la puerta de entrada a India siempre hay excusa.ejeje
Eso si, ahora desde casa pienso la pereza y cansancio mental que me produciria volver a pisar ese «caos»
Un abrazo Alicia, maravilloso leerte como siempre
La intensidad de Delhi! Jajajajaja, creo que pocos no lo sufren ??