El viaje al sur de India estuvo lleno de grandes momentos y sorpresas por la falta de referencias que teníamos. En este artículo vamos a pasear por la Reserva de Periyar, situada entre el estado de Tamil Nadu y Kerala. Pero antes de abandonar Tamil Nadu, y en realidad antes de llegar a Madurai, hago una mención especial a Thanjavur o Tanjore ¡Cuántos nombres raros! ¿Te vienes? :)
En el viaje por el sur de India hacemos una parada en Thanjavur
Thanjavur, uno de esos nombres que suena a Viaje. Evocador como sólo algunos pueden serlo.
Esta es una de las ciudades más comerciales del delta del Kaveri y tiene un gran templo que, a diferencia de los demás, no está pintado de vivos colores. Se trata del Brihadishwara temple.
Como ya habíamos visto en otros templos, lo primero que te encuentras es un elefante encargado de bendecir a los que cruzan la puerta. Los feligreses depositan a cambio una moneda en su trompa. No todo va a ser cuestión de fe… 🙃
Este templo fue construido para reflejar el poder del rey Rajaraja I. La presencia de Shiva, al servicio del cual estaba este rey, está por todas partes. Las galerías que circundan el centro están llenas de lingam, que es la representación del pene de Shiva sobre la «base femenina» cuyo nombre es Choni. Sí, ja, ja, como lo lees!!
Los lingam son adorados con lamparillas de aceite…
En la puerta nos encontramos con un señor que se dedica a hacer dibujos en la piel con algo tipo henna, pero con unos sellos tallados en madera. Mi amiga Belén se encaprichó de uno y al irnos se lo hizo. Resultó que era un tipo de pintura que le quemó parte de la piel. Durante unos días temimos por que se le quedara la forma del dibujo para siempre 😮
Este templo es famoso por la gran actividad o «industria» que llegó a reunir.
No menos de 400 danzarinas devadasis («esclavas de los dioses») fueron empleadas y provistas de una casa en el recinto del templo. Otras 200 personas, incluyendo profesores de danza, músicos, lavanderas, joyeros, carpinteros, astrólogos y contables, se contrataron para los rituales y procesiones.
Una ciudad de profesionales, en otras palabras, al servicio de la religión y sobre todo del engrandecimiento de su señor.
Los frescos que acompañan a los lingam de Shiva en esas galerías dan testimonio de aquella época dorada. Además está el gran nandi de bronce (toro sagrado, muy presente en el sur de India), que dicen es el tercero más grande de todo el país.
Reserva Natural de Periyar
Si damos un salto en el mapa, te diré que en la frontera entre Tamil Nadu y Kerala hay una reserva natural llamada Periyar.
Entre colinas llenas de plantaciones de té, café y especias, casi 800 kilómetros cuadrados han sido reservados. Allí viven algunos tigres, leopardos, elefantes, monos, búfalos y otros animalillos. Muchos en peligro de extinción.
Thekkadi, el mejor sitio para dormir cerca de Periyar
Thekkadi es la población fronteriza entre ambos estados, y la más cercana a la entrada principal de la Reserva de Periyar. Tienes que saber que en cada frontera hay que pagar una especie de peaje.
El paisaje ha ido cambiando. Desde un relativo árido Tamil Nadu, hemos llegado a un paisaje mucho más verde y acuoso. También mucho más montañoso.
Thekkadi es un buen sitio para visitar los «jardines de especias». Es fácil contratar un pequeño tour donde te enseñan el árbol de la pimienta, el café, la canela, y un largo etcétera.
También es fácil darte un masaje con las técnicas ayurveda, que son de aquí. Y por supuesto disfrutar de ese extraño paisaje que es el de las plantaciones de té y café. Colinas llenas de arbustos bajos y recortaditos, muy verdes -al menos en época de lluvias-.
La visita la Reserva de Periyar
Para ir a la Reserva teníamos que alquilar un rickshaw. Hablamos con los conductores que estaban medio ociosos alrededor de nuestra guesthouse y por fin negociamos con uno el trayecto del día siguiente.
Vinieron a buscarnos a las 5 a.m. Con toda la familia. En la sección Gentes del mundo tienes un pequeño relato al respecto.
Era un rickshaw de éstos que son un poco más grandes, con espacio detrás para cargar cosas además de personas.
Al ratito de salir paramos en el camino a tomar el primer té con leche y un plátano. El sol aún no había superado las «Cardamom hills», ni dispersado la niebla que cubría los campos de té y café.
Cuando llegamos al perímetro de la Reserva, y después de pagar las correspondientes entradas, seguimos por una carretera con más pinta de pista que otra cosa.
Nuestro conductor iba mirando hacia todas partes, y nos pidió silencio. En realidad íbamos todos medio dormidos, incluso los peques. Por lo visto en cualquier momento podíamos encontrarnos con elefantes o cualquier otro animal salvaje.
De hecho, en un momento dado paró, bajamos, y nos mostró unas cacas de elefante que aún estaban relativamente frescas. Según él, de sólo un par de horas. Junto a ellas una huella en el barro que ya empezaba a desdibujarse.
Pues… esto fue lo más cerca que nos quedamos de ver un elefante en Periyar, snif.
Como seguramente ya sabrás, en época de lluvias es mucho más difícil ver fauna salvaje en los lugares donde hay pocos porque tienen agua en cantidad para beber en cualquier sitio y se dispersan mucho más. Me ha ocurrido en Tanzania y Kenia, viajando en verano, por ejemplo. Aunque claro, en África la densidad de animales salvajes es muchísimo mayor.
Por fin llegamos al centro de visitantes. Allí se pueden contratar (creo recordar que con tarifas fijas) trekkings de varias horas para ver animales -o para intentar verlos-. Además, se sitúa frente a un lago donde los elefantes van a beber. Ya he dicho que no tuvimos suerte, pero unas amigas fueron unas dos semanas después que nosotros y sí los vieron. O sea, existen.
«Luchando» contra las sanguijuelas del camino
Optamos por un trekking de dos horas y media, a ver qué tal nos iba. La otra opción ya era de cinco o seis horas y no llevábamos comida ni agua para ello.
Además de ir con un guía del parque te dan una especie de botas altas de tela para ponerte sobre tu calzado y pantalones porque… sí, los caminitos de la selva están llenos de sanguijuelas!!!
El guía (un local que iba descalzo y con los pantalones arremangados) iba «armado» con una bolsa de sal gruesa. Resulta que es el mejor antídoto contra estos chupópteros. Tanto para ponerse sobre el calzado y así disuadirlas de que suban en busca de un pedazo de piel en el que engancharse, como para quitárselas una vez que lo han conseguido. ¡Toma nota!
Debíamos ir en silencio para no espantar a los animales, lógicamente, pero cuando a se me enganchó una sanguijuela en el índice de la mano y empezó a agitarse la muy… no pude evitar soltar un gritito. Justo cuando estábamos a punto de ver a un búfalo salir de la espesura. No llegó a salir, sólo adivinamos el bulto y el guía me asesinó con la mirada. Esto y un par de monos en las alturas de las ramas fue todo lo que conseguimos «ver». Bueno, sanguijuelas sí, muchas!
Comimos en el centro de visitantes por un precio muy razonable compartiendo mesa con una pareja de franceses. Recuerdo que a él se le había enganchado una sanguijuela en el estómago y no se dio cuenta hasta un rato después. La herida no dejaba de sangrarle.
La comida era realmente picante. Servida en hojas de banano y comiendo con la mano, consistía en una gran variedad de platos. Lentejas, arroz, pakkoras o buñuelos de arroz, etc. Todo dispuesto en pequeños montones, al más puro estilo de Kerala.
En fin, la visita a Periyar fue muy poco productiva pero sí divertida, entrañable y llena de paisajes preciosos. ¡Ni tan mal!
Además, al volver el chófer nos propuso hacer un pequeño desvío para ver una presa que hay allí cerca. Así, ellos completarían su día de fiesta en familia también. Por lo visto el sitio les gustaba mucho para ir en plan picnic :-)
Y al día siguiente, ya de camino hacia la costa de Kerala, vimos a un elefante en curiosa disposición :P
Pensaba seguir con Kerala y los Backwaters, pero creo que este post puede hacerse demasiado largo así que… otro día seguimos recorriendo el sur de India ;)
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