Este viaje a Malta fue muchas veces pensado, pero no te creas que desde hace tanto. Puede que te ocurra lo que a mi hace tiempo. ¿Malta? ¿qué hay allí? Sí, está en el Mediterráneo aunque no sé bien dónde exactamente… ¿pero qué hay allí? 🤔
La blogosfera me descubrió este destino y fue a partir de los posts, imágenes y sensaciones de otros compañeros cuando empecé a desear hacer un viaje a Malta. Gracias al blog de la amiga Carol, Moonflower por citar alguno.
Por fin llegó el momento, y aquí está una primera entrega de lo que ha sido una semana mediterránea, llena de azul y verde, de luz. Como acostumbran las islas de este mar.
Primeras impresiones del viaje a Malta
De este viaje a Malta, unas minivacaciones invernales, me he traído un montón de cosas. Pero quizá la principal sea la satisfacción de volver a viajar sola, tranquila, y a mi ritmo. Algo que no hacía desde hace un tiempo.
He disfrutado mucho conmigo misma, la verdad. Haciendo fotos, decidiendo sobre la marcha, conversando con los vecinos de mesa o autobús. Por cierto que allí, a diferencia de otros sitios incluyendo europeos, nadie se muestra sorprendido de ver a una mujer joven viajando sola. Casi nadie me ha preguntado por ello, y por otro lado es un lugar muy seguro. Así que ahí te lo dejo, por si dudas de viajar sola a Malta ;)
No todo ha sido improvisación, claro. Me hice un plan general previo consultando en varios sitios para saber qué hay que ver en Malta. Porque sí, para aprovechar bien un viajecito de siete días, a un lugar del que sabes poco, es mejor leer y planificar un poco las cosas. Si no, como me encontré por allí con otros y otras ¡te puedes perder mucho!
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Al llegar a Malta en pleno invierno…
Me encontré con que había nubes, pero no llovía ni hacía frío. Para empezar el mes de Diciembre, no está nada, pero que nada mal. Así lo anoté en mi diario: ¡Genial! ¡Eureka! Constataba lo que había consultado varias veces antes de ir. El clima es templado incluso en invierno ¡Conseguía escapar de la entrada del crudo frío en España!
También me encontré con que todo era muy fácil, aunque esto no me sorprendió tanto. Es lo que pasa en muchos destinos. Las cosas son más fáciles sobre el terreno que cuando solamente las sospechas y tratas de anticipar cómo serán.
Para empezar tomé un ferry a La Valeta y me regalé un buen paseo sin rumbo fijo. Suele ocurrir eso de que, nada más llegar, quieras medir tus fuerzas con el lugar, respirar el ambiente, o perderte primero antes de encontrarte allí. No sé si me entiendes. Algunos lo llaman «reconocer el terreno».
Bordeé las enormes murallas de ese gran bastión de los Cruzados que preside la ciudad. Quería estar junto al mar. Quería llenar la mirada de azul marino y de horizonte. Después sí, me interné en las calles rectilíneas de la vieja ciudad.
Quizá por ser sábado, estaban vacías o muy muy tranquilas. La sensación de soledad era enorme pero positiva. Como en un cuento, o un sueño. Esto me ocurrió muchas veces. Un viaje a Malta en temporada baja es lo que tiene, que se advierte más que nunca la famosa tranquilidad de este país. Y así caminé por calles, pero también por campos, yacimientos arqueológicos y acantilados vacíos.
En ese primer paseo, a ratos me transportaba a Palermo. Otros a Nápoles. Pero a la vez era consciente de estar en un lugar diferente, único, con su propia personalidad.
Entonces empecé a escuchar el sonido del maltés. Un idioma que es muy árabe, con pinceladas de italiano y palabras inglesas entreveradas en muchas frases. Chocante, bonito, y sobre todo inexcrutable.
Los detalles, esos que hacen un viaje memorable
Las islas maltesas son como sus vecinas en cuanto a luz y colores. Tanto Malta como la preciosa Gozo, más rural que la hermana mayor. Pero están repletas de detalles propios que poco a poco, día tras día, vas coleccionando.
La arquitectura grande y pequeña
Las ciudades fortificadas son una de las enseñas del país. Malta está en el centro del Mediterráneo y cuando no se podían hacer largas travesías era necesario contar con puertos donde parar. Esos puertos eran muy golosos para quien pudiera controlarlos. De ahí tanta fortificación, tanto intento de defensa. De ahí el pasado turbulento, y también la mezcla de culturas que hasta en ese idioma imposible se siente.
Luego están los balcones. Con su propio nombre: gallaritja. Son miradores de madera. Algunos muy muy viejos, otros de colores, rompen la uniformidad de la piedra de los muros. Esa piedra de color beige o miel –Malta viene de la palabra griega meli que significa «miel»– siempre está presente. Y se pone tan bonita al atardecer…
De esa misma piedra están hechos los numerosos asentamientos neolíticos descubiertos allí. Impresionan de bonitos que son, en conjunto y por detalles como las «damas gordas», estatuillas que dan fe de una probable adoración a diosas de grandes muslos y curvas, muchas curvas. Visitándolos pensaba en las conexiones con Irlanda, con las más cercanas islas griegas, y con la Península Ibérica. No sé cuánto viajaron los seres humanos en el Neolítico, pero conexiones hubo, o eso parece.
En el capítulo de arquitectura, finalmente, no puedes olvidarte de las iglesias, muchas veces barrocas y algunas espectaculares.
El ambiente
A veces pasas del bullicio al silencio en un chasquido de dedos. Hay una «ciudad del silencio» llamada Mdina, donde puedes pasear con el único sonido de los cascos de los caballos que guían los Karrozzin, hoy dedicados al turismo.
Hay gente comiendo pastizzi mientras anda por la calle, de paseo, charlando. Degustando dulces hechos de almendra, pistacho, miel, dátil, en las terrazas de los cafés. O comiendo grandes platos a base de pasta, conejo guisado, ensaladas donde la aceituna rellena es uno de sus orgullos, o pescado del día, que para eso estamos junto al mar.
Y la religión, siempre presente. Las campanas suenan en las horas clave de llamada a misa. Como las mezquitas en los países musulmanes, empieza una y otras le siguen hasta tapar el resto de los sonidos. Las vírgenes y santos están en cada esquina, no sólo en las iglesias. Observan a todo el mundo, o todo el mundo les observa.
Cuentan que San Pablo naufragó en estas islas allá por el 60 d.C. y por eso presumen de ser uno de los lugares cristianos más antiguos del mundo. Desde luego, «casas de Dios» hay muchísimas.
La gente
Grupos de hombres con cazadoras de cuero oscuras, un poco rollo «mafioso» o de la Camorra.
Cazadores de aves, tramperos, en lo alto de los acantilados de Gozo, atrayendo a las codornices y tórtolas con otros pajarillos enjaulados.
Gente de amabilidad franca, discreta, alegre, delicada. No son entrometidos, pero entablan conversación enseguida. Muy agradables.
Hay malteses, sí, pero también africanos, árabes, asiáticos, italianos, algún español, inglés, alemán, afincados allí. Los primeros, por desgracia, están llegando en pateras desde las costas libias desde hace unos años. Desde que el desastre sobrevino en la otra orilla mediterránea. Tan cercana y tan desgarradoramente lejana. Es el lado oscuro del Mediterráneo. Alguno logra quedarse, establecerse. Les ves yendo y viniendo al trabajo en el bus, o faenando en el puerto, quizá como en su país de origen. En mi mente les deseo mucha suerte.
El campo y la costa malteses
El paisaje están dibujado con muretes de piedra con viñas y chumberas. Muy verde, con flores, en pleno mes de Diciembre. Un viaje a Malta en invierno parece un traslado a la primavera en toda regla. Paisajes que se completan con las barcas de pesca curiosamente decoradas, igual que hacían los fenicios.
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Los límites los marcan los acantilados infinitos. Los amaneceres y atardeceres desde esas alturas son grandiosos, épicos. Me quedé extasiada en cada ocasión, cada día. Malta no es un lugar de grandes playas, pero sí de calitas en las que nadar y bucear, aunque no en diciembre.
En cambio los pueblos no son especialmente bonitos, piensas mientras te trasladas en bus de un lado a otro. Pero siempre hay una iglesia, con su cúpula y sus torres, alegrando el paisaje.
Conclusión: Malta es un gran destino para una escapada
Pero si aún no te has convencido, te dejo este pequeño vídeo que resume este viaje a Malta con imágenes … :)
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Como siempre un gustazo leerte y viajar contigo.
Nuestro viaje a Malta este verano fué maravilloso (bueno unos cuantos graditos menos, hubiera estado genial). Todas tus indicaciones para llegar a los sitios de interés «de 10» como estuvimos unos días más ampliamos un poquito pero también nos quedaron cosas que ver, asi que volveremos cuando no haga tanto calor.
Amiga no desfallezcas y sigue compartiendo tus viajes.
Un beso.
Ay Yolanda, qué ilusión me hace leerte y saber que os han servido mis artíciulos de Malta! Millón de gracias por tu comentario, que me da muchísima fuerza para seguir, claro que sí.
Muchos besos!!
Alicia