
Actualizado el 12 abril, 2019
La Reserva Natural de las Islas Ballestas es un clásico a visitar en la costa de Perú. Una rareza en forma de islotes rocosos llenos hasta los topes de aves. Según la época del año, verás leones marinos, pingüinos de Magallanes, e incluso delfines… Sin embargo, a lo mejor por el mal tiempo de ese día, no me parecieron «para tanto».
Excursión desde Lima a las Islas Ballestas
Llegamos a Lima siendo noche cerrada, después de 12 horas de viaje por carretera volviendo de la Cordillera Blanca. Al día siguiente nos levantamos a las tres y media de la mañana para salir al puerto de Ica e intentar ir en la primera de las dos opciones de barcas para visitar las Islas Ballestas.
Tenedlo muy en cuenta, al menos según la época del año que vayáis (en este caso su invierno), es importante. Sólo hay dos salidas, a las 8 de la mañana y a las 10 de la mañana. Ah, el viaje de Lima a Ica dura en torno a tres horas y media.

Además en invierno es probable que alguna de las dos salidas se suspenda por el mal tiempo, así que mejor ir a la primera hora para tener dos opciones por delante, con suerte.
Al llegar nos dicen que los dos días anteriores no habían podido salir en ninguna de las dos horas. De hecho, el jefe del puerto no autorizó la primera de ése día hasta escasos minutos antes de producirse.
Para más INRI, llegamos con la hora pegadísima al culo. En concreto a las ocho y cinco de la mañana, pero como la salida no es muy puntual, no hubo problema y pudimos ir. A esto lo llamo yo tener suerte, mucha!

Nada más salir del puerto, unos delfines nos saludan. Siempre da alegría ver a estos animales, a los que asociamos la simpatía humana porque no temen acercarse y «juguetear» entre los barcos o en los puertos.

El día amaneció bastante feo. Mar revuelto y un nublado que arruina las fotos. Las Islas Ballestas no me emocionaron tanto como había pensado.
Luego de una navegación rápida de media hora o algo menos, llegamos a las islas Ballestas.

Estamos rodeados por otras barcas llenas de visitantes. Todos vamos con chalecos salvavidas de color naranja chillón. El motor fuera borda a toda velocidad. El frío. Ese cielo nublado. Menos mal que ese día lo terminaríamos en el oasis de Huacachina con un magnífico atardecer, pero eso no lo sabía entonces.
La visita completa a las Islas Ballestas dura aproximadamente una hora y media.
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Primera parada de la excursión a las Islas Ballestas: el Candelabro

Llegamos a uno de los iconos de la costa peruana, el Candelabro. Recuerda a este objeto, aunque también a un cactus. Más probable que sea una representación de éste ¿no?

El candelabro es un grafito de grandes dimensiones dibujado con un surco en la arena, de 50 cm de profundidad. ¿Por qué se conserva, si está en arena? Porque ha quedado fijado por la sal marina, que a su vez se ha cocido al sol. No me digáis que no es fascinante.
No se sabe qué significa, aunque dicen que es muy probable que se hiciera en el siglo XIX porque no hay noticias anteriores y estas costas ya eran muy visitadas. Otros señalan que tiene unos 2.500 años de antigüedad.
Quizá es una señal de protección o de guía para navegantes. Quizá represente al cactus símbolo de poder en la cultura Chavín, o incluso dicen que podría estar en conjunción con la constelación de la Cruz del Sur.

Siguiente parada: las islas del guano
Poco más adelante llegamos a un grupo de islotes, el que hoy en día se visita. Las Islas Ballestas son más extensas, pero como Reserva Nacional, están protegidas.

Estas son las islas del guano, el excremento de los cientos de miles de aves que allí habitan. El excremento que es explotado desde hace muchísimo tiempo. Contiene mucho potasio, fósforo y nitrógeno, y por ello es un excelente abono agrícola. Dicen que el guano de Perú tiene una gran pureza por la escasez de lluvias de la zona.

Los españoles pusieron en marcha la explotación del guano a gran escala.
Cuando ellos llegaron, ya se utilizaba en los campos de los pueblos próximos a la costa, y como ávidos conquistadores sedientos de riqueza… vieron e impulsaron el sentido comercial al asunto.
Hoy en día sigue siendo una fuente de riqueza de la zona, pero la cantidad de guano ha descendido muchísimo por la sobreexplotación de los siglos de atrás. Hoy está en franca decadencia tanto por el descenso de la población de aves, como por la competencia de los abonos químicos.

Yo pensaba en que la recogida de guano debe de ser uno de los trabajos más duros del planeta. Imagina cómo tiene que ser ir a las rocas a arrancar el guano y transportar los sacos sobre tu espalda, mientras el viento y el sol te azota sin piedad. Con riesgo de que las olas te lleven por delante.
En la época invernal no se trabaja en la recogida, sino que se espera a que la capa de guano se regenere.
Aunque hay muchas, muchas aves, el cambio climático está haciendo de las suyas.
Parece ser que la temperatura de la corriente de Humboldt está cambiando y esto afecta a los bancos de peces con los que se alimenta toda esta población de aves. La cadena se rompe, el desastre sobreviene una vez más.

Las escenas se suceden ante nuestros ojos, más o menos guiados por el tipo que «capitanea» la barca que nos transporta, señalándonos lo más interesante:

Algunos pingüinos Humboldt, extraños, bonitos, pocos. Llegan hasta aquí con la corriente marina del mismo nombre. Menudo viaje hasta las cercanías del Trópico!

Preciosos pelícanos, de enorme tamaño y pico de colores, que se acicalan y comunican entre sí encaramados a peñas rodeadas de agua.
Un león marino bebé que llama a la que podría ser su madre. No puede acercarse a ella porque un abismo entre los salientes de roca en los que está cada uno les separa, y no encuentran la forma de remediarlo. Quizá con la próxima marea alta.

No sé de dónde me había sacado yo que aquí hay grandes colonias como en la costa de Namibia, pero nada más lejos de la realidad, al menos en esta época del año.
Alcatraces de cabeza blanca que están por todas partes, volando a velocidad vertiginosa, chocándose contra el mar para entrar a pescar algún pez desprevenido y volviendo a salir casi en vertical para ir a posarse en las rocas. Grandes colonias cubren las rocas de las islas.


En una isla de suaves colinas algo parece que se mueve, una mancha negra enorme. Es una colonia de cormoranes de pecho blanco. Casi da miedo pensar en andar entre ellos, aunque no está permitido.


Llega la hora de volver. Atrás quedan esas islas azotadas por las olas y el viento.

La playa de Ica nos recibe con sus pelícanos y su ambiente invernal. Después de tomar un buen trozo de bizcocho casero en uno de sus chiringuitos, salimos rumbo al desierto.


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Una gran reserva Nacional, donde el turismo natural en un oceáno es maravilloso como lo describes.
Muchísimas gracias