Actualizado el 1 diciembre, 2019
El Parque Nacional de Huascarán es uno de los lugares más bonitos e inesperados de Perú. Así de claro y rotundo. No puedo negar que tenía las expectativas bastante altas, y que pensar en internarme en un valle rodeado de picos de más de 6.000 metros de altura con sus cumbres nevadas y glaciares -cada vez más exiguos- colgando, provocaba esa maravillosa sensación de tener «mariposas en el estómago» revoloteando.
Poco más sabía de este lugar.
Tras una corta subida por una carretera de curvas cerradísimas y ascensión constante, llegamos a la entrada del Parque Nacional de Huascarán
Hay una caseta con un cartel informando de los precios de ingreso. La entrada de adulto son 20 soles, unos 6 euros.
Avanzamos hacia el interior, ahora ya sí, con las altísimas paredes de granito a un lado y a otro. Nuestro guía nos pide que cerremos los ojos y no los abramos hasta que él nos lo diga, lo que sucede unos momentos después.
Cuando lo hacemos, un «ooooh» se nos escapa. Ante nosotros se encuentra una laguna de colores turquesas increíble.
El sol que va subiendo poco a poco, mucho más perezoso que en el valle pues tiene que superar los obstáculos naturales para llegar, va iluminando poco a poco el entorno. Yo no puedo quitar la mirada del agua, tan bella es.
Paramos unos minutos para fotografiar la que claramente fue una cuenca de glaciar.
La leyenda de Huascarán y Huandoy
Esta es la primera de dos lagunas cuya leyenda se origina en los picos Huascarán y Huandoy, los protagonistas de la cordillera.
Una se llama Chinancocha, y la otra Cononcocha, y hacen referencia a una pareja de enamorados. Pertenecían a dos imperios enfrentados, así que ya os podéis imaginar. Un amor prohibido al estilo de Romeo y Julieta. Otro amor clandestino que se descubrió y no se entendió. Como tantos en el mundo.
En este caso fueron condenados con un castigo cruel: permanecer amarrados uno frente al otro en la parte más alta de las montañas. Podían verse pero no estar juntos. Podían sufrir el frío, el hambre y la sed, pero no tocarse.
Sus lágrimas se congelaron y ellos se convirtieron en picos nevados.
Él se llamaba Huáscar, y ella Huandy, y sus cuerpos dieron lugar a los picos Huascarán y Huandoy.
Cada primavera (el deshielo) sus lágrimas se juntan en el fondo del valle y siguen alimentando las lagunas.
El símbolo del Parque Nacional de Huascarán
Contemplamos el lago junto a unos árboles que llaman poderosamente la atención. Parece como si estuvieran mudando la piel. Son los queñuas. Su corteza se está levantando en finísimas láminas que al tocarlas parecen de papel.
El queñua es el árbol autóctono y símbolo del Parque Nacional de Huascarán. Un árbol que me recuerda a las encinas y alcornoques. Crece entre los 3.500 y los 5.000 metros de altura, lo que lo hace muy especial y también escaso. Sus troncos retorcidos dan fe de los fuertes vientos y de su fortaleza para vivir en esta altitud.
Ascendiendo hasta el mirador de Llanganuco
Continuamos subiendo muy lentamente por la pista. El mirador de Llanganuco se sitúa a 4.800 m. de altura. Los motores sufren a esa altura. El soroche hace acto de presencia también para nosotros. Sin embargo, la ilusión por estar a esa altitud y sobre todo «tan cerca» de las magníficas cumbres y glaciares hace que nada importe.
Allí arriba hace un frío del carajo. Tremendo.
El viento que trae el aroma y el frío del hielo cercano, se cuela por todos los resquicios de la ropa.
Llevo cinco capas que incluyen camiseta de manga corta, camiseta de manga larga térmica, forro polar y dos cortavientos. Por supuesto, gorro de lana, braga polar para el cuello, guantes. Y no es suficiente, sigo pasando frío.
¿Y qué? nadie dijo que estar a casi 5.000 metros de altura sea fácil!! Es la primera vez en mi vida que subía tan alto (aunque batí este récord unas semanas después).
El paisaje es impresionante, arrebatador, y todos los adjetivos que queráis ponerle.
Las lagunas de los enamorados se suceden en el valle sin perder un ápice de su brillante color. Los glaciares refulgen al sol y las nubes aportan claros y sombras preciosos.
Un pequeño trekking de descenso observando la flora del Parque Nacional de Huascarán
Tras descender unos metros por la pista, echamos a andar por un camino, bajando por la ladera. De nuevo encontramos bosquecillos de queñuas que resisten junto a la vegetación de matorral que crece entre las rocas. Aquí arriba, a unos 1000 metros por encima de las lagunas, están cubiertos de musgo y lianas.
También hay florecillas, destacando la llamada «chocho», de color violeta. Por supuesto nos reímos, ya que esta palabra en España tiene otra acepción.
Caminamos por el sendero. Atenta a las rocas para no torcerme un tobillo, no consigo dejar de girar el cuello hacia arriba. Una y otra vez, para contemplar esas imponentes montañas.
Tras una hora aproximadamente, llegamos a uno de los ríos que vierten las lágrimas de Huáscar y Huandy en las lagunas. El que baja directamente de la cara Norte del Huascarán.
La laguna de Conococha y el camino de Maria Josefa
A partir de ese punto, subimos de nuevo al bus para bajar a Conococha. Nos cuentan que esta laguna tiene 28 metros de profundidad.
Aquí se puede contratar una barca para recorrer la laguna. Pero nuestro plan era otro, y además se había levantado un viento muy fuerte y helador. Aun así los turistas locales no se amedrentaban y salieron a navegar.
El sendero de Maria Josefa empieza aqui, junto a la laguna. Un camino que dio un giro de 180 grados a nuestra mirada del Parque Nacional de Huascarán.
De repente parece que te internas en otro mundo, otro paisaje, otro lugar completamente diferente. El valle desaparece, las cumbres no se ven, y te internas en un bosque que parece encantado.
¿Por qué se llama así este sendero, quién era Maria Josefa?
Esta en una historia real y triste, muy triste. Cuando nos la contaron en el lugar apropiado, al poco rato de haber comenzado a caminar, la carne se me puso de gallina.
Maria Josefa era una mujer que en la década de los años 60 del siglo XX, vivía en una de las comunidades cercanas. Su marido se emborrachaba muchas veces, y cuando llegaba a casa en ese estado, terminaba la noche propinándole palizas. Un día, ella decidió escapar antes de que él llegara, y con Maria Josefa se fue su perro. Se internó en este bosque en plena noche oscura.
El marido llegó como siempre, muy bebido y dispuesto a pegarle, pero halló la casa vacía. Montó en cólera y se puso a llamarla a gritos, saliendo a buscarla. Después de dar muchas vueltas llegó al bosque y también siguió el camino… Ella se había refugiado en una cabaña de piedra y techo de paja que hay allí. Confiando en la protección de la noche y la oscuridad.
Pero, ay, cuando el hombre se acercó llamándola a gritos, el perro salió al encuentro de su dueño. La delató. Y el marido la mató, la asesinó. Cuando encontraron su cuerpo decidieron enterrarla en la cabaña, y allí sigue.
Durante muchos años la gente iba a pedir deseos a este lugar, convirtiendo a Maria Josefa de alguna manera en santa. Un lugar de peregrinaje porque aquí se cometió un crimen injusto.
Dejaban mechones de pelo de caballo o vaca prendidos de las vigas de la cabaña. Solicitaban protección para su ganado o sus tierras. No deja de ser irónico, porque ella no halló protección allí. Aún hay algunos mechones, junto a grabados en la madera de los jóvenes.
El sendero de Maria Josefa
El sendero transcurre en el bosque de queñuales más grande de la zona. Muy tupido, lleno de lianas y bromelias que colonizan los troncos sin piedad (los acaban «devorando»).
Cuando estás «dentro», el viento se para en seco gracias a la protección vegetal. La luz entra como puede entre las hojas.
Poco frecuentado, a ratos bastante largos anduve sola, a mi ritmo. Ya sabéis, parando cada dos por tres para hacer fotos. Los contrastes y la falta de luz eran todo un reto pues quería captar la atmósfera del lugar.
Fue realmente maravilloso, porque era como estar en un cuento de hadas, o de misterio, o una película del Jurásico.
Dos horas perfectas, con el sonido del río que discurre todo el tiempo junto al sendero, la protección del viento y la calma del lugar. ¡¡Mejor que un masaje!!
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¡Qué gozada Alicia!
Sigue así para que los demás podamos seguir gozando del viaje cada lunes.
Y todavía nos queda viaje eh?
Martin!!! Qué bien que hayas podido comentar!! Me alegro de que te guste! Queda viaje, bien lo sabes ;) así que sí, los lunes al blog, ja, ja!
Un abrazo y salud con pisco sauer!
Alicia
Espectacula! Yo no lo visité, no estaba incluido en mi itinerario. De todos modos, tengo pendiente volver a visitar todo el norte de Perú y entre otras cosas esta zona :) Geniales esas fotos!
Muuuuchas gracias, Sergio!! si, hay que volver a Perú, está claro, es como un mini-continente! Lo mejor sería dedicarnos a viajar, quizá así podríamos abarcar… pero vamos, que es imposible.
Gracias por el piropo a las fotos, reconozco que estoy contenta, me he empleado a fondo para sortear esa luz y contrastes tan duros de la altura, uf!! Pero me alegro mucho de que un profesional me diga que están "geniales" :))
Un abrazo
Alicia
El parque del Huascarán es precioso. Es un recuento con la naturaleza…
Así es Frank, gracias por tu comentario! 😊