Nos adentramos en las aguas del Lago Titicaca, esta vez en barca a motor, y enseguida somos testigos del tamaño y también del clima caprichoso que hacen de éste un lugar extremo para vivir. En el mismo día el viento hizo acto de presencia, con él las olas y el balanceo de la barca, el frío, la lluvia y el Arco Iris. El sol y el calor, y finalmente de nuevo el frío pero esta vez intensísimo, haciendo que la temperatura cayera en picado. Bienvenidos a las islas del Lago Titicaca.

Las aguas calmadas de la tarde anterior, vistas desde la costa de la Península de Capachica, engañaban.

De las islas del Lago Titicaca, en el lado de Perú, la isla Taquile es probablemente una de las más visitadas.
Tanto es así, que cobran entrada a los turistas!

Sí, sí, al bajar en el muelle hay una taquilla. Y por ahí hay que pasar quieras o no, antes de emprender la subida hacia el pueblo.
Al menos no es muy caro, tan sólo 8 soles (menos de 3 €). Puedes pasar el día entero e incluso quedarte a dormir.

La subida al pueblo cuesta un poco, no en vano seguimos estando a más de 3.800 metros de altura. Hablamos de un paseo de algo más de 30 minutos. Dicen que hay 533 escalones.

El camino, empedrado, es seguido tanto por turistas como por locales, hombres y mujeres. Visten sus ropas tradicionales, y yo me pregunto hasta qué punto no es una pose para el turismo. De hecho, muchos niños no van vestidos así.
Herencia catalana en la isla de Taquile
Ellos, con pantalones, fajín, chaleco negro y un gorro de lana terminado en borlas. Si os fijáis, os daréis cuenta de que es la indumentaria tradicional catalana, herencia del conde Pedro González de Taquila.
Los hombres aquí son famosos por sus tejidos. No me refiero a los de telar, eso sigue siendo tarea de las mujeres, sino a los tejidos hechos con agujas de punto. Precisamente los gorros son su especialidad y deben saber hacerlo desde pequeños.

Ellas, con un manto negro en la cabeza, hace tiempo que abandonaron el uso del sombrero como en otras zonas del Titicaca. Siguen llevando las sayas o grandes faldas de la época colonial. Vivos colores en las festividades (la noche anterior había habido fiesta), y negras en el día a día.
Sólo desde 1970 los taquileños son propietarios de sus tierras, que cultivan de manera comunitaria. Junto con la pesca y el turismo, así se ganan la vida las 400 familias que allí habitan.
Taquile es bastante escarpada, aunque la mayor parte del terreno está aprovechado al máximo con bancales de cultivo, pulcramente divididos con vallas de piedra


La plaza del pueblo tiene poco o nada de arquitectura tradicional. La mayoría de las casas lucen tejados de chapa y zinc. La modernidad, el turismo, les ha llevado a ser más ¿prácticos?
No obstante, los senderos están muy cuidados, son bonitos y cómodos.

El intenso azul del lago está siempre visible, incluso bajo las amenazantes nubes. A nada que subes en altura, desde la misma plaza del pueblo, las vistas son fantásticas.

Un detalle muy curioso: con las suelas de goma de las zapatillas se ingenian un cierre para las cercas de madera. Así se cuida de que el ganado no se desmande. Al ser elástico, las bisagras de goma «tiran» de la puerta y la mantienen cerrada.

El santuario de Taquile, en el punto más alto de la isla
Decidimos hacer un poco más de ejercicio antes de comer. Subimos a un lugar ancestral, dedicado a las ceremonias de la Pachamama. La hoja de coca y un ritmo calmo me ayuda bastante. En total no nos lleva más de 35 o 40 minutos.
Por el camino, observo cómo las mujeres van saltando las vallas de piedra para atajar su itinerario, o andan faenando en sus parcelas. También los hombres, aunque en general todo está muy tranquilo y no hay demasiada gente a la vista.




Al bajar tomamos otro camino, el que sale a la derecha del acceso al santuario. Unos minutos después nos encontramos con una construcción de piedra muy antigua.

Es arquitectura Tiahuanaco, una cultura preinca del lago. Se cree que era un templo y que hay tumbas cerca, así que por lo visto los habitantes de la isla lo suelen evitar.


Volvemos al punto de partida, la plaza, y entramos a comer en uno de los dos restaurantes que hay a la vista. Optamos por la tortilla taquileña y la sopa de quinoa, que junto con la bebida nos sale por 25 soles.
Tras curiosear un poco en el mercado de artesanía, un hangar de cemento en el que exponen los tejidos de la isla (muy caros), nos vamos.
Seguramente las islas del lago Titicaca más famosas son las de los Uros
De nuevo en las aguas del Titicaca. Hacemos un viaje de tres horas y media hasta las cercanías de Puno. No os he contado aún que Titi significa puma, y Kaka (pronunciado «jaja» en quechua) significa piedra o gris. Así que Titikaka quiere decir «puma de piedra» o «puma gris».
Tras un rato de navegación, llegamos al territorio de la totora. El junco acuático que crece en la Bahía de Puno y con el que los Uros construyen sus islas, sus casas, sus barcas y prácticamente todo lo que se os ocurra. Incluso se comen la raíz, que sabe a caña y es rica en almidón y flúor.


Nos adentramos en un laberinto de canales, rodeados de juncos. Unos 10 minutos después empiezan a aparecer las primeras casas y barcas en las orillas.

Es un paisaje extraño y bello, con un punto raro…
Hay barcas recién construidas con formas de animales. Hay carteles anunciando «tours». Y hay gente, uros, que se acercan a la orilla y nos hacen señas para que vayamos a su isla.

Uy, uy, uy, qué turístico todo. Una especie de parque temático. Una realidad paralela dentro de la real. Y si me paro a pensarlo, hay muchos otros sitios que son así, pero por alguna razón no los consideramos «parque temático».


Los uros dicen que vinieron del Amazonas hace 12.000 años, escapando de los caníbales.
Aprendieron a sobrevivir en el lago construyendo sus propias islas, flotantes, de unos dos metros y medio de altura.
Se llaman a sí mismos «kot-suña», los que sobreviven a las inundaciones. Igual que otros pueblos de la Tierra, dicen que no son humanos puesto que son anteriores a ellos.
Nosotros, los otros, los habitantes del lago, no somos hombres. Ya estábamos aquí cuando llegaron los incas, antes de que el creador de los hombres (aimaras, quechuas, blancos) los hiciera, antes de que el sol alumbrara la tierra. Entonces, cuando el Titicaca era muchísimo más grande que ahora, nuestros antepasados ya vivían aquí. No somos hombres, nuestra sangre es negra, por eso no se puede helar, por eso no sentimos el frío de las noches del Titicaca. No hablamos idiomas humanos y los humanos no nos entienden, nuestras cabezas no son como las de los indios, nosotros somos más antiguos que ellos…

Todas las islas se ubican en el área del totoral porque si no se los llevarían los vientos. Quedarse a la deriva puede ser un problema, aunque hoy en día me imagino que hay algún recurso para rescatarles.
En la actualidad hay unas 70 islas habitadas por unas 300 familias. Algunas de ellas están hechas ex-profeso para el turismo.
Dicen que el 30 o 40% de ellos no salen de las islas nunca, mientras que los niños están todos escolarizados en tierra firme. Otros han emigrado a tierra firme y vienen a trabajar cada día.
Cieza de León, el cronista de Pizarro, describió a este pueblo como «seres deformes, proto-hombres». En cambio, Garcilaso de la Vega los describió de manera totalmente contraria. Sea como sea, son conocidos como los conquistadores del Lago Titikaka.
Entrar en el totoral y cambiar el tiempo fue todo uno. Viento, frío intenso, de hielo, nubes realmente amenazadoras.

Nos tocó «soportar» la explicación de cómo construyen sus islas y casas con una maqueta hecha también de totora, arrebujados como podíamos en las mantas que ellos mismos sacaron de sus chozas. Después, tiempo libre para dar una vuelta por los escasos metros cuadrados de sus posesiones. A la par, ellos montaban rápidamente varios puestos de souvenirs y nos instaban a comprar algo.


Una pareja de ancianos, supongo que los abuelos de la familia, soportaban el frío mientras trataban de animarme a comprar un colgante o algo así. Compré por lástima de aquella pobre pareja de abuelos, mal abrigados, que trataban de ganar unos soles.
Así que sí, lo de los uros me dejó una impresión de sitio excesivamente turístico. Pero no podemos pretender que el mundo siga siendo un sitio auténticamente flocklórico para cuando lleguemos nosotros ¿no?

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Es un lugar místico de donde según cuenta Inca Garcilaso de la Vega que fue un cronista de la historia peruana, cuenta en unaleyenda que es desde este lago emergen los Incas.
¡Gracias por el apunte!