Salalalalah, uoooh, salalalah, uoooh… un rayo de sol, uoooh…
Sí, lo confieso, aunque me da un pelín de vergüenza, pero hice esta asociación casi inmediatamente después de saber que hay una ciudad en el mundo que se llama Salalah.
Cuando planeaba el viaje a Omán con Marita de Viajes de Marita yo no pensaba ir, de hecho la había desechado. Pero ella insistió porque le habían dado muy buenas referencias, y al final dije: venga, vale ¡liémonos la manta a la cabeza!
¡Y qué mejor decisión!
Salalah es famosa por el verdor de sus montañas y colinas
Allí se da cita todos los años el monzón que proviene del Sudeste Asiático y que está, podríamos decir, a un tiro de piedra. Y esto es lo que atrae a mucho turismo de la Península Arábiga.
Pero en el mes de Abril aún no ha llegado el monzón a Salalah. Yo ya sabía que no veríamos un paisaje verde sino todo lo contrario, un paisaje árido y seco. Pero aun así, me apunté al carro.
Sabía que Salalah está muy cerca de la frontera de Yemen, que ahora está sufriendo un salvaje ataque por parte de Arabia Saudí.
Sabía que, además, no nos daría tiempo a bajar en coche (y volver a subir) a Muscat en los días que teníamos disponibles para Omán.
Pero también sabía que en Salalah se dan cita los árboles del incienso, los antiguos puertos protagonistas de la historia de los árabes del mar, e incluso la tumba del Santo Job. Sí, sí, el de la paciencia. Así que eso, y los ruegos de Marita, hicieron el resto.
Vamos con la ciudad. Considerada la segunda ciudad de Omán, es la capital de la región de Dhofar y tiene unos 175.000 habitantes. En realidad, es parte de Omán solo desde el siglo XIX, pero fue la residencia principal del anterior sultán.
Un paseo por Salalah, que significa «la que brilla»
Llegamos una tarde de cielo bastante despejado. Esto cambiaría en los siguientes días porque los coletazos de una gran tormenta de arena llegaron desde Arabia Saudí tiñendo todo de naranja.
Nos vino a recoger Mohammed con cartelito y todo, je, je. Sería nuestro chófer y guía al día siguiente.
Me pareció un tipo simpático, que cuando le mencionamos el festival de Nizwa empezó a decirnos lo mucho que quieren al sultán Qaboos. Casi me emociono viendo cómo se le iluminaba la cara.
Al enfilar una amplia avenida bordeada de palmeras altísimas, apareció una hilera de puestos de cocos y bananas, los principales cultivos de Salalah.
También lo son las papayas, los mangos y el incienso que se cultiva en las montañas cercanas.
Mohammed decidió invitarnos a un coco de agua que me transportó al viaje de India del Sur, y un plátano. Bueno, varios, porque compró una bolsa enorme!
Nuestro refugio en la playa infinita de Salalah
Llegamos al hotel, del que os hablo al final del post, siendo ya bastante tarde. Sin embargo no teníamos mucho sueño. Era como recomenzar el viaje después de los días pasados en el norte de Omán.
Un balcón nos comunicaba directamente con el mar y las olas. Nos comunicaba con una playa infinita, vacía, y un aire extremadamente húmedo. Nos habíamos trasladado en apenas unos cientos de kilómetros al trópico, no cabía duda.
Os dejo un pequeño vídeo del primer amanecer desde nuestro balcón:
Al día siguiente y tras las visitas que os cuento en otro artículo, ya por la tarde, le pedimos a Muhammad que nos dejara en el centro de la ciudad porque queríamos pasearla, conocerla.
No muy convencido, lo hizo… ¡cómo les cuesta dejarte a tu aire!
Tengo que deciros que Salalah es bastante segura, así que tranquilidad.
La vieja Salalah
Fuimos a cambiar dinero mientras éramos observadas por el 99% de los hombres que allí había.
Muchísimos de ellos son indios, pakistaníes o bangladeshíes que se ganan la vida recogiendo cocos y bananas y construyendo casas.
En Salalah sí, hay cierto boom inmobiliario propiciado por los más de 400.000 turistas que llegan en su temporada alta, que no es esta en la que estuvimos.
Nos pusimos a andar un poco guiadas por la intuición y la pinta de los edificios, rodeando una preciosa mezquita, la gran mezquita del viernes.
Enseguida estábamos en el centro histórico de Salalah, o lo que queda de él.
Casas que se caen, literalmente. Muchas habitadas u okupadas por esa población inmigrante tras la marcha de los omaníes a los barrios modernos.
Las únicas mujeres en la calle
Éramos las únicas mujeres, extranjeras, y rodeadas de miradas insistentes provenientes de dichos inmigrantes (y algún gesto soez tipo tocada de huevos).
En algún momento dejamos de sentir la confianza y seguridad de los días anteriores en el país. Pero, sinceramente, nos dijimos en voz alta que no nos tocarían un pelo porque entonces se meterían en un verdadero lío con los omaníes, así que continuamos nuestro paseo.
Puede sonar un poco «fuerte» este comentario, pero ya me habían intentado meter mano, y aún me quedaban un par de experiencias de ese tipo con esta población masculina. Se han traído con ellos la carga machista de sus culturas de origen. Y tiene gracia que lo diga con respecto a los no originarios de Omán, como si los omaníes no lo fueran, pero es cierto que al menos nos respetan físicamente!.
Como iba diciendo, las casas que hoy se caen a cachos siguen hablando.
Un pasado de mansiones de comerciantes prósperos que se enriquecían con el comercio de incienso y otros bienes.
De repente una gran plaza se abre y una mezquita distinta a las que habíamos visto antes destaca por su blancura y diseño minimalista. Es de estilo yemení. Rincones como estos son los que hicieron que esta ciudad me gustara tanto.
Llega la noche y hay que volver al refugio de la playa
El sol fue cayendo y en ese momento decidimos que quizá la valentía no tenía por qué extenderse a la noche.
Salimos a la carretera de los puestos de cocos dispuestas a conseguir un taxi. Uf! nos costó muchísimo, tuvimos que andar un rato, y por fin un «valiente» taxista (omaní, como todos) decidió parar.
Digo valiente porque el hombre no sabía hablar inglés apenas y además no conocía el hotel porque por lo visto es «nuevo». Aun así no renunció a nuestro rescate. Llamó a un par de amigos para ubicarse, pasándonos el teléfono cada vez. Todo esto ya en marcha y conduciendo, ja, ja.
Al final Marita recordó que tenía el número de Muhammad, y esa fue «la llamada de la salvación».
Esa noche salimos a pasear por la enorme playa y terminamos charlando en la terraza del que sería el hotel que más me gustó de todo el viaje por eso. Por esa terraza y ese mar.
¿Se ha acabado Salalah? Pues no!
Al día siguiente conocimos a Suhail, omaní de 50 años muy amable y también bromista, con el que pasamos un día estupendo.
Empezamos la jornada intentado entrar en la mezquita (sugerencia suya) pero no nos lo permitieron.
Como ya comenté en otro post, la única mezquita visitable para los extranjeros en todo Omán es la del sultán Qaboos en Muscat (y merece mucho la pena). Así que nos fuimos a la puerta del palacio del sultán, que por cierto se crió aquí, en Salalah.
Por supuesto, no se puede entrar en el interior aunque él no esté en la ciudad, pero no por eso van a dejar de enseñárnoslo…
El zoco de incienso de Salalah
De ahí nos fuimos a Al Hafa Souk, el viejo zoco de Salalah donde se vende principalmente incienso.
El incienso tiene toda una historia y un arte detrás.
Hay tres tipos de incienso. El de color más claro, casi transparente, es el más caro por su pureza. Después están el intermedio y el más oscuro, y su precio va bajando. También los usos que se le da a cada uno son diferentes.
El incienso es un «básico» en la cesta de la compra doméstica en todo Omán, y tanto las casas como los comercios e incluso las calles están perfumadas con él.
Además, es el ingrediente favorito de los diferentes perfumes que se producen en el país (y en este país se produce el perfume más caro del mundo, ojo al dato). Perfumes que tanto ellos como ellas utilizan, y que huele tan bien, mmmmhhh (nosotras mismas picamos). También se utiliza en la medicina tradicional.
Nos acercamos después al zoco del oro y plata pero era viernes y estaba cerrado, así que con esas nos fuimos de tourné a las afueras de Salalah. A la vuelta, ya por la tarde, fuimos a hacer la otra visita importante que hacer en la ciudad, junto al mar.
Las ruinas de El Balid, el antiguo puerto de Salalah
Siendo parte del Patrimonio de la Humanidad en que está inscrita la región de Dhofar, la antigua Zufar fue visitada y descrita por el célebre viajero Ibn Battuta. También la visitó Marco Polo quien la describió como «una ciudad grande y noble».
Este puerto que estuvo activo entre los siglos X y XV, fue un importante punto desde el que se exportaban incienso y caballos árabes.
Los portugueses, que arribaron a estas costas en el siglo XVI, se apropiaron del comercio de estos mares y Zufar empezó a declinar.
No es que las ruinas den muchas pistas, aparte del templo de las 40 columnas, pero no pude evitar un pequeño hormigueo al empezar a pisar las mismas calles que tan grandes viajeros como Ibn Battuta y Marco Polo, e imaginar el trajín del comercio y del día a día allí hace siglos.
El museo de El Balid
Junto a las ruinas está el moderno museo, pequeño pero muy interesante, de El Balid. En su interior hay restos arqueológicos, la reconstrucción de un dhow, el barco tradicional con el que surcaban los mares aquellos árabes, y un resumen de la historia de Omán.
Con fotografías de 1970 en adelante, nos hicimos una mejor idea de lo que todo el mundo proclama a los cuatro vientos sobre su sultán. En 1970 decidió abrir el país y se propuso hacerlo en paz dentro y fuera, con sus vecinos y la idea de colaboración por bandera.
El discurso de posesión del sultanato es precioso (está allí expuesto en unos paneles). Habló de la paz, de la búsqueda de prosperidad de su pueblo, y del trabajo en equipo, en hermandad, para poder conseguirlo. Dicho así suena un poco a «lo de cualquier gobernante» pero al leerlo no me dio esa impresión sino todo lo contrario. Y parece que todo el mundo está convencido de que lo ha cumplido, 45 años después. Pocos gobernantes podrán decirlo.
Volvemos a la playa de Salalah
Esa noche salimos de nuevo a la playa, más frecuentada por ser festivo. Observamos los grupitos sentados en la arena. Ellas bien cubiertas, mojándose los pies tímidamente. Ellos practicando algún deporte y el rezo a la hora prescrita.
Más asiáticos que omaníes. Ocio popular, ocio gratuito.
Intenté hacer algunas fotos, sin demasiado éxito. Pero esa noche y la tranquilidad en la que ya puedo llamar «la playa mágica» siempre estarán en mi memoria. Junto con el ruido del mar que nos acunaba y despertaba.
Cómo llegar a Salalah
Hay dos formas de llegar a Salalah:
En coche
La opción que nosotras tuvimos que descartar por falta de tiempo. Supone al menos un día larguísimo de conducción, y otro de vuelta.
Se puede ir por las carreteras del interior, o bordeando la costa. En cualquier caso lleva un mínimo de dos días, acampando. El mar turquesa, las playas kilométricas y solitarias, algún que otro pueblo pesquero… serán los acompañantes si te decides por la costa.
En avión
Con Oman Air. Esta es prácticamente la única compañía aérea que vuela allí desde Mascate. Los vuelos se pueden comprar online en la web de la propia compañía, como hicimos nosotras.
Hay varios al día, y si se compran con un poco de tiempo (un mes o más), el precio está bastante bien.
Si no recuerdo mal nos costaron alrededor de 125€ cada una (ida y vuelta) pero es probable que hubiéramos conseguido mejor precio con algo más de tiempo.
Dónde alojarse en Salalah
Salalah no tiene muchísimos hoteles, aunque sí un par de mucho lujo para los turistas del Golfo.
Aparte de esos, los de categoría intermedia (hasta 3 estrellas) están frente a la playa, en primerísima línea.
Nosotras nos alojamos en uno de 1 estrella que está muy bien y que suele estar de oferta en los buscadores online: Beach Resort Hotel.
Además de estar muy limpio y tener buena wifi, como ya os he contado la situación en la playa es inmejorable. También tiene un restaurante que te puede apañar las cenas además del desayuno.
Eso sí, la playa no está cerca del centro de la ciudad para ir andando y menos con las temperaturas que se gastan allí, así que es necesario vehículo propio o bien llamar a un taxi (en el hotel lo pueden hacer).
El precio de la carrera no lo recuerdo, pero es bastante asequible.
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BUENAS NOCHES El prximo o mes de marzo vamos a ir de crucero- mi hermana y yo -mayores de 65 años- Dubay ,Muscat,Sala, Petra, 15 dias y me gustaria saber a parte de ir vestidas de arriba abajo, que ropa, zapatos, cambio de moneda, comparado con el euro-por ejemplo- un souvenir 1 euro cuantos riad, etc. si podias comentarnos algo para ir preparadas.un saludo
Hola! Intento responderte… En Dubai y Oman hará bastante calor, no es necesario taparse muchísimo pero sí ser discretas, no escotadas o en tirantes, sobre todo Dubai. En Petra (Jordania también?!) Hará menos calor además. En cada país es una moneda diferente, y al menos Oman y Jordania las compras dependen de vuestra capacidad de regateo. De Dubai no puedo hablar. Los tipos de cambio los podéis consultar en internet.
Buen viaje!
Salalah es un lugar tan hermoso y diverso. Visitamos Salalah y quedamos impresionados por el hermoso paisaje, las playas, la comida y los omaníes son más amigables que nadie en el mundo.
Desde luego es un lugar precioso, Paula