Llegó ese día que en todos los viajes nunca quiero que llegue, y mucho menos en este. Nos quedaban apenas 24 horas de estancia en el bonito, bonito Omán. Teníamos un plan pero decidimos cambiarlo para dedicarnos a observar la vida cotidiana en Omán. Aquí te lo cuento 😊
Así fue cómo el último día nos dedicamos a contemplar la vida cotidiana en Omán
Esa mañana volamos desde Salalah a Muscat. y nos alojamos en un hotel cerca del aeropuerto y de Seeb. Se trataba del Gulf Crown Hotel Apartment. En el mapa nos parecía que estaba cerca del centro pero resultó que no. Hay bastante distancia y una gran autovía en medio.
De todas formas el sitio es muy tranquilo y las habitaciones enormes. La gente que lo lleva también es muy maja aunque casi no hablan inglés, y está rodeado de restaurantes populares que se llenan de omaníes en la noche. ¡Ni tan mal!
Decía que cambiamos nuestros planes. En principio queríamos coger un bus y acercarnos a Barka, una localidad pesquera que está un poco más al norte. Decididas a hacerlo, preguntamos al recepcionista del hotel -que por cierto estaba como emocionado hablando con nosotras- que dónde caía la estación o parada del bus.
Nos miró con cara de horror, empezó a balbucear que no lo hiciéramos, que no, que no (temí por su salud, créeme), y terminó afirmando que no había autobús. Así que le dijimos que vale, que no se preocupase, que abandonábamos la idea y nos íbamos al centro de Seeb.
Ja, ja, en realidad eran ya las dos o las tres de la tarde, no habíamos comido y estábamos algo cansadas, así que nos daba un poco igual. Ya sólo nos quedaba una tarde en Omán y queríamos estar tranquilas, pero estar. No le dimos más vueltas.
Comimos en el restaurante hindú que había al lado del hotel, observadas por los grupos de amigas y de familias omaníes que nos rodeaban. Resultó ser un restaurante baratísimo y con una comida deliciosa. Después ya sí, cogimos un taxi hasta el zoco de Seeb (1,5 OR).
Seeb es una especie de barrio de Mascate
Seeb es yna de esas localidades cercanas a la capital que poco a poco han sido absorbidas por la gran ciudad, aunque no del todo. Tierra adentro se extienden algunas urbanizaciones residenciales y las caballerizas del sultán, pero junto al mar aún hay algunas mezquitas «de las de antes» y el zoco. Un buen lugar para observar la vida cotidiana de Omán, sí señor.
La playa de Seeb
Como es «pronto», el zoco está cerrado. Ya he contado en otros artículos que en Omán las siestas son ineludibles y todo cierra durante varias horas a mediodía. Seeb no es una excepción así que nos fuimos a la playa directamente, a pasear y contemplar el mar que mira al Golfo de Omán.
Estuvimos como dos horas paseando y sentadas frente al mar. Tranquilas, disfrutando del azul, de los dibujos azarosos que cangrejos invisibles dejan al entrar y salir en la arena. De los pececillos de la orilla y de la paz. Observando los grupos de gaviotas sobre la arena mojada. Solo cuando estás realmente cerca levantan el vuelo, como una ola más del mar.
Una tarde de playa llena de detalles
Barcas y curiosas redes de pesca circulares, como grandes jaulas, están en la orilla esperando a que las saquen al mar. Sus dueños descansarán en algún sitio fresco hasta mañana temprano.
Un poco más allá, en las rocas, unos orientales, chinos o malayos (no nos quedó claro) escarban. Están cogiendo almejas. Nos acercamos a preguntar qué cogen y nos las muestran. Llevan casi 2 cubos. Nos dicen que sí, que se las comerán. Un complemento al magro sueldo de inmigrante.
Mientras el sol baja, llegan grupos de mujeres, niños y algún hombre. Sobre todo ellas, que van a «bañarse» vestidas, con las perneras del pantalón arremangadas. Son figuras negras reflejándose en los charquitos que dejan las olas al retirarse. Como sombras, aunque sus sonrisas se ven.
De hecho nos parecen más amables y relajadas que en otros sitios de Omán. Algunas incluso nos miran y sonríen. O bien están disfrutando tanto de la playa que no se fijan en nosotras. O no les importa que hagamos fotos a una distancia respetuosa.
Cuando el sol cae definitivamente, a nuestras espaldas, nos tomamos un café y un té en un chiringuito local por sólo 300 baizas las dos consumiciones. Cómo se nota el cambio de precios locales frente a los pensados para turistas, a un tiro de piedra de Muscat, alucinante.
La tarde en Seeb
A esas horas los kebabs empiezan a funcionar y el tráfico se espesa mientras las luces se encienden. La vida vuelve a las calles. La vida cotidiana en Omán.
El zoco de Seeb
Llega la hora de darnos una vuelta por el zoco. Descubrimos varias calles dedicadas a las especias, dispuestas en grandes cajones, recién traídas de Asia para su distribución por otros zocos. Husmeamos. ¡Me encanta!
Zoco de Seeb con una de las torres antiguas reformada
En otra zona, montones de pescado seco como el que llevaban las caravanas para cruzar el desierto hace siglos. También frutas y verduras de aquí y de la India.
Un hombre nos para delante de un puesto de dulces locales y nos da la bienvenida a su país, entablando una conversación de lo más amable. Es librero y comerciante. No es el único. Todos acceden a que les hagamos fotos, nos sonríen, se paran a saludar y preguntan de dónde somos.
Llegamos a la zona de los textiles para hombres. Dishdashas (las túnicas que visten) y gorros bordados se despliegan por todas partes. De vez en cuando, también algunos puñales curvados que visten en las fiestas y celebraciones.
Los sastres, inmigrantes en su mayoría, trabajan con las viejas Singer y planchas de los años 70. Serios, concentrados.
Un último encuentro agrio, no todo iba a ser perfecto
No todo iba a ser perfecto. Un imbécil, porque no tiene otro nombre, me dice que quiere hacerse una foto conmigo. Le digo que sí, por educación, y entonces me coge por el hombro y me dice no sé qué al oído. Me intenta dar un beso en la boca.
Parece que no aprendo, es la segunda o tercera vez que me intentan «meter mano» en Omán. Siempre son los mismos. No son omaníes, son pakistaníes, bangladeshíes… hombres quizá más machistas incluso que los omaníes. Hombres que están desplazados en una tierra sin casi mujeres para ellos.
No les disculpo. Estos gestos son un ataque sin haber habido ninguna invitación ni gesto por mi parte. Sé que efectivamente en sus sociedades las mujeres son un objeto sexual, además de fregonas. Por supuesto no todos son iguales, pero… ¡avisada estás!
Pasamos también por la zona de las carnicerías, de encurtidos, de cachivaches para la casa, de incienso y quemadores, de pastas y arroces… el mercado es más extenso de lo que parece a simple vista.
Además de las calles del zoco, la arquitectura tradicional nos rodea a ratos, mimetizada entre los anuncios de las tiendas.
Últimas horas en Omán, ains
Ya es casi de noche y conseguimos un taxi para la vuelta. Tampoco este hombre habla mucho inglés e incluso con la tarjeta del hotel que incluye un pequeño plano, no se ubica casi hasta que llegamos. Pero no hay problema, no hay prisa, se está bien en Omán :-)
Cenamos en la terraza del Al-Khodr Coffee Shop -un chiringo que está allí al lado-, un riquísimo hummus, pizza local deliciosa y los siempre increíbles zumos de limón y menta. Todo (lo de ambas) por 3,5 OMR ¡¡impresionante!! No paran de ir y venir hombres para comprar comida para llevar, lo cual también es buena señal.
Es noche de sábado, hay ambientazo, nos gusta mucho. Resistiéndonos a irnos, vamos a por un helado allí cerca. Dos hombres omaníes están con sus móviles. Uno, muy atractivo, levanta la mirada y me guiña un ojo. Cuando volvemos para irnos, me invita a probar su batido de plátano (lo sé porque me lo dice él) y señala el asiento contiguo para que me siente. No, nos vamos a preparar la mochila para el día siguiente, pero le sonrío y le doy las gracias y mi cabeza se reconcilia un poco. Ha sido un gesto de ligoteo normal, sin más trascendencia. Me siento compensada con respecto a la anécdota de la tarde en el zoco :)
Nos despedimos así de un viaje corto pero intenso, de esos que te da pena terminar por muchas razones.
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Pero Ali, te podías haber traído al omaní con sabor a plátano, mujer!!! ;) Oye, este relato me ha encantado, fíjate que Omán no me llamaba a mí mucho, pero después de ver esas fotazas y lo que has contado lo veo con otros ojos. Me he quedado con las ganas de que tomárais el autobús de los horrores, jajaja!
Jajajaja, debería, sí, soy lenta para estas cosas ? me alegro mucho de que te haya gustado!! Pues si te apetece echa un ojo al resto de posts, Oman es una pasada!! ??
Y lo que molan esos días en los que no tienes presión ninguna de ver cosas, ni de llegar a ningún sitio, sólo disfrutar de la vida cotidiana , siempre pasa algo extraordinario esos días, un café, una conversación, una sonrisa … son mis preferidos.
Lo que molan, muchísimo, tú lo has dicho!! Un abrazo David! ?