Actualizado el 7 noviembre, 2020
Cuando vuelvo de un viaje, corto o largo, pero intenso, siempre me pasa lo mismo. Hay una serie de cosas que echo mucho de menos. Especialmente en un periodo de 2 o 3 días en los que supongo que la mente, además del cuerpo, se readapta al espacio de siempre y hace el esfuerzo de volver (estoy exagerando en cuanto al tiempo, suele ser más!).
Otras veces ese «síndrome» dura más tiempo. Quizá dependa de la intensidad del viaje. O de lo mucho o poco que tienes que hacer a la vuelta y que te impide centrarte en esos recuerdos.
Volver de un viaje y echar de menos…
El olor
Indescriptible y único con el que te reciben los países a los que llegas por primera vez.
El sonido
De otro idioma incomprensible para ti, a tu alrededor. También de otras músicas, bocinas de motos y coches como las de un viaje a la India. O el no sonido, el silencio, cuando vuelvo de un desierto por ejemplo.
Descalzarme
A la menor oportunidad. Quitarme las botas, zapatos o chanclas, y sentir el suelo que piso. Bueno, si es un sitio donde hace calor, ji, ji.
En general, el hecho de que me importe bien poco lo que llevo puesto y su grado de limpieza
Mucho más relajado en los viajes. Las tiranías de tu sociedad, especialmente del mundo laboral, desaparecen.
La rápida familiaridad
Que te envuelve cuando llevas más de un día en un lugar, con la mirada hacia ese mundo que no te pertenece.
Si además te reencuentras con ciudadanos para ti anónimos que viste el día anterior, o el anterior… te embarga una alegría difícil de explicar. Te sientes un poco en casa sin dejar de pensar que estás en un lugar remoto.
Quizá buscas algún anclaje efímero mientras estás allí y por eso te alegras de ver de nuevo una cara y de saber reconocerla. Si además te sonrió, saludó, o incluso dio la bienvenida a su país o su ciudad, ni te cuento.
Cobrar conciencia
De que estás en un lugar lejano con el que soñabas como el monasterio de Lamayuru, y a veces ni siquiera eso (lo de soñarlo, digo).
El regateo
Negociar el precio del taxi antes de subirte a él, o la compra de alguna fruta o cualquier otra cosa en el mercado.
La inspección de habitaciones
Para elegir si ése es el alojamiento que quieres. O bien la habitación que más te gusta si llevas reserva previa. Depende del país, claro.
Buscar dónde comprar agua mineral y…
Estar atenta a lo que comes y mirar a ver si el sitio te da confianza para tomarte un zumo o incluso una ensalada, que te sabe a gloria. Como si nunca hubieras comido una ensalada.
Las horas de vaciado de mente
Dejando que el entorno te envuelva y tú sólo pienses en el placer que es recostarte en unos cojines, o sentarse en la sombra a ver la vida pasar.
Jugar con niños desconocidos que te miran con curiosidad. Porque la rara eres tú. Buscar formas de hacerles reír, el lenguaje universal.
Fotografiar lo que veo
En un absurdo intento de atrapar las nuevas vivencias, pero también de «crear» mi mirada. De transmitir a otros y a mi misma lo que estoy viviendo, de encontrar la belleza del mundo y atraparla de alguna forma.
Escribir lo que siento, lo que hago
Es ya un ritual que intento cumplir a diario. A veces sólo por la noche antes de que el cansancio me venza, otros días a salto de mata.
Calcular los precios
Según el cambio de moneda. A veces es un lío y me confieso poco hábil para ello.
Deducir
Poco a poco los horarios y costumbres locales. Comidas, tiempos laborales y libres, apertura y cierre de tiendas…
Madrugar sin pereza
Sí, sí, como lo oyes. Madrugar no cuesta ni la mitad cuando tienes delante de ti un mundo nuevo que ver y experimentar. Y si no es nuevo, sí es diferente a lo que ves la mayor parte del año.
Practicar mi inglés
Cutre pero suficiente para entenderme. Aprender nuevas palabras, las del lenguaje local. Como mínimo saludos, agradecimientos.
Estar todo el día en la calle
O en el campo, o en el desierto. En el exterior.
Los amaneceres y los atardeceres
Incluso, aunque parezca mentira, manejar todas mis posesiones concentradas en una única mochila, bolsa, maleta.
Se puede vivir con muy poco, varios días o semanas y por tanto meses (suele ser casi la misma cantidad de cosas). Y esa sensación de tener lo básico y no necesitar nada más, me encanta.
La sensación de descubrir un sitio especial, o un rincón que por ser cotidiano allí, es muy especial para ti.
Los mercados son el gran ejemplo, pero no el único.
La sencillez de la vida
Cuando no tienes preocupaciones y te concentras en disfrutar. Quizá sea eso lo que todos pensamos cuando decimos «quiero ser millonario». Podríamos hacer lo que nos diera la gana todos los días, sin preocupaciones (materiales). Somos muy afortunados por disfrutar de esa sensación aunque sea en unas pocas semanas al año.
En fin, más allá del destino y cada experiencia en él, echo de menos el día a día del viaje en sí mismo y me quedo con ganas de prolongarlo, de repetir, de volver a empezar.
De ahí que lo haga una y otra vez ¿Os pasa lo mismo?
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¡Grandioso Alicia!
He estado estos últimos días haciendo yo también un repaso a todas esas cosas que echo de menos cuando estoy de viaje.Sobre todo esas cosas sencillas, del día a día. Inevitable imagino, cuando volvemos, aunque quizás no todo el mundo las sienta igual. Los primeros días incluso sigo llevando las mismas rutinas en algunos aspectos. (¡Llevo 15 días haciéndome un zumo natural de mango para desayunar! Aunque lamentablemente no me sabe igual…) Hasta que poco a poco esas cosas se diluyen sin remedio en la nueva cotidianidad. Y empiezo a añorar ya lo que hasta hace poco era la increíble «rutina» del viaje. Entonces empiezo a soñar ya en el próximo.
Siento lo mismo que tú, Alicia en todo lo que describes. Me has puesto la piel de gallina.
Un abrazo fuerte
Carol! muchísimas gracias, a mi me has puesto la piel de gallina con tu comentario!! Está claro que tú y yo somos almas gemelas en esto del viaje, y de escribir sobre ello porque ya sabes que tus artículos me encantan. Vamos a tener que hacer un viaje juntas un día de estos!! Un abrazo enorme!
Ali
Pero qué bien escribes leñe! Recién levantados nos leemos tu post para que no se nos olvide que aùn echando de menos de vez en cuando el jamón, se extraña mucho más todo lo que tú describes. Nos ha encantado el post y las fotos (claro). Un abrazo desde tierras niponas!
Aaah!!! Qué ilusión que me leáis y comenteis!! Gracias por los piropos, que además viniendo de un par de artistazos como vosotros emociona más ? Buen día en Japón!! ???
Me ha encantado el post porque me he sentido super identificada, Creo que nos acostumbramos demasiado rápido a descubrir y conocer lugares nuevos y como dices al final necesitamos unos días a la vuelta de desintoxicación del viaje y vuelta a la rutina.
¡Un abrazo!
Muchas gracias Silvia, me alegro mucho de que te haya encantado!! efectivamente, al final nos pasa un poco lo mismo a todos, es lo maravilloso de viajar :)
Besos
Alicia
Sencillamente precioso. Un artículo escrito con el corazón, que muestra los sentimientos más profundos. A mí me ocurre algo parecido al regresar a casa. Siempre siento que algo de mí se ha quedado allí, en ese lugar en el que me encontraba hace unos días, unos horas y que siempre, con el paso del tiempo, cuando miras las fotos, regalas una sonrisa añorando los momentos vividos y sueñas con el próximo destino.
Felicidades por el post, por como describes tus sentimientos y por las geniales fotos.
Un abrazo.
Muchísimas gracias Antonio!! sí, lo escribí con el corazón, a veces son sensaciones mucho más intensas que otras, supongo que depende del destino y duración del viaje que ha terminado, pero al final siempre están ahí :)
Un abrazo!
Ali
Ali, ¡parece que hayas escrito mis sensaciones!
De las que más añoro son la sonrisa de los niños y el silencio del desierto. Estas sensaciones no tienen precio ¿no crees? De acuerdo, también todas las demás, pero… éstas son especiales para mí.
¡Besazos!
Mercè!! sí, el silencio y los niños, los niños y el silencio del desierto que no es cualquier cosa… ains. Son experiencias profundas, que a mi me aportan tanto, que no siempre tengo todas las palabras.
No, no tienen precio… y lo bueno es que nos demos cuenta, porque no todo el mundo es capaz (cada vez me encuentro con más ejemplos de gente que no entiendo por qué viaja, echando de menos todas sus cosas desde el día 2, y alegrándose de la vuelta. No lo entiendo, para mi es cada vez un poco más desgarrador abandonar la rutina que no lo es de cada viaje).
Besazos!!!!
Ali
Felicidades por el post, has dado en el clavo. Muchas de estas sensaciones son las que te encuentras a la vuelta de un viaje y te hace pensar que un poquito de ti se ha quedado por ahí. Además de la sensación de que lo rápido todo pasa y lo mucho que se vive en pocos días cuando estás de viaje. Se aprovecha hasta el último segundo.
Saludos
Gracias Julia!! Me alegro de que coincidamos. Sí, es otra grandeza de los viajes, vivir mucho en poco tiempo ?
Un abrazo!
Ali
Tocaya! que identificada me siento con lo que escribes siempre (especialmente por la pasión compartida por el desierto!)
Cuantas veces eché de menos las mismas cosas que describes, y al leerte sonrio y me alegro de estar donde estoy… de amanecer temprano y sin pereza cada día viendo dunas naranjas! en silencio… descalzarme a cada momento antes de arrodillarme en una alfombra y comer en contacto con el suelo y con la comida que palpo con mis dedos! de escuchar niños riendo por todas partes, que aun juegan en la calle ajenos a las videoconsolas, de deleitarme con amaneceres y atardeceres que llenan el alma…
Echamos de menos el viaje en sí… o una forma de vida? Seguramente ambas!
Un gustazo leerte siempre! Gracias por compartirlo!
Ali
Guapa!! Muchas gracias por tus piropos y gran complemento al post todo tu comentario. No sé si es el viaje en sí, pero es maravilloso vivirlo (y darse cuenta) ???
Gracias a ti estoy viajando a países a los que nunca voy a poder ir y recobrando con inusitada fuerza los recuerdos de algunos de mis viajes, Etiopía, Nepal…
Felicidades y gracias!
Hola! Me alegro poder ayudarte a viajar con la mente, y muchísimas gracias por tu comentario ?
Un abrazo
Ali