Las Salinas de Fuencaliente es uno de los paisajes más icónicos de La Palma y un imprescindible de la isla, así que aquí te traigo un puñado de fotos y unas letras sobre la visita a este lugar ¿Te apuntas? 😉
Yo lo tenía claro: quería ver las Salinas de Fuencaliente y tenía que ser al atardecer. Que podría haber sido al amanecer, pero también había soñado con fotografiar la vía láctea en este “marco incomparable” (perdona la expresión ¡juas!), así que la idea era hacer un 2 en 1 en esta visita.
También, también… ay Ali, lo quieres todo maja 🤷♀️
¿Qué tendrán las salinas?
Si te gusta la fotografía es muy probable que te atraigan las salinas a cielo abierto. Aunque pensándolo bien, no es un requisito imprescindible. Las salinas tienen un “no sé qué” que pueden atraer a cualquiera.
La estética de estos lugares atrapa por sus formas geométricas. Es un paisaje de patrones que se repiten con piscinas o pequeños lagos donde se evapora el agua para recoger la sal, pirámides de sal, y el contraste de colores.
Blancos puros recortándose en el azul del cielo. Tonos rosados, amarillentos o verdosos en el agua. Cambiantes según la inclinación del sol y por tanto la refracción de la luz en la superficie.

A lo tonto, he visitado unas cuantas salinas en el mundo. Todas son distintas y todas tienen elementos en común.
- Las salinas de Maras en Perú que se trabajan desde el tiempo de los incas, situadas en la ladera de una montaña, blanqueándola.
- El Valle Salado de Añana, también salinas tierra adentro, en una montaña de Álava (España). Se explotan desde hace la friolera de 7.000 años y su sal es una de las más codiciadas por los grandes chefs.
- Las salinas de la isla de Gozo (Malta), cerca de Masalforn. Yo buscaba las más extensas, a orillas del mar y construidas por los romanos, pero no las encontré. Aun así pude contemplar otras más pequeñas y también bonitas.
- Los salares de Filim, en Omán. Tras cruzar el desierto de Wahiba, llegamos a una extensión de lagos de sal donde se trabaja para extraer este “oro blanco”. Son menos vistosas que las anteriores, pero están entre el desierto y el mar de Omán. Eso es un plus 😉
- Un poco de lejos, las salinas de Janubio en Lanzarote son otro gran ejemplo de nuestra geografía. En esta ocasión fue un “visto y no visto” y los días no me dieron para ir en guagua y recorrerlas como se merecen. Tendré que volver para disfrutar de este lugar y otros que quedaron en el tintero.
Pues bien, en el verano de 2021 llegó la hora de poder observar otras salinas. Las de la punta sur de La Palma. Ah que aún no lo he dicho: las Salinas de Fuencaliente están en el cabo más extremo del sur de La Palma.

Las Salinas de Fuencaliente al borde del océano
Por fin llegaba el día y la hora en que vería con mis propios ojos estas salinas. Las había visto decenas de veces en fotos de Instagram, la red social que ahora es nuestra ventana al mundo. Y tenía unas ganas tremendas de hacer las propias.
Llegamos un rato antes del atardecer con un plan definido y otro abierto: cenar en el restaurante Jardín de la Sal, del que habíamos oído maravillas, ver el atardecer y quedarnos hasta la noche para fotografiar la Vía Láctea. Si el tiempo nos dejaba, que siempre puede llegar un nubarrón o un vendaval para frustrar el plan nocturno.

Precisamente esto fue lo que nos pasó. Al llegar nos encontramos con un viento fortísimo que se fue reafirmando. El viento se convirtió en vendaval y no había forma de estar en el exterior ni de sujetar el trípode ¡Vaya con el mes de agosto! Pero claro, hay que tener en cuenta que estamos en el sitio donde el viento da la vuelta en La Palma… 😏
👉 Si no dispones de coche o no quieres ir por tu cuenta, te recomiendo esta excursión por el sur de La Palma que incluye las salinas de Fuencaliente.
Historia y contexto de las Salinas de Fuencaliente
- El proyecto de las Salinas de Fuencaliente se gestó y comenzó en el año 1967, así que son bien recientes.
- Su propósito era abastecer de sal a la isla de La Palma.
- Para ello decidieron copiar las de Lanzarote.
- Don Fernando Hernández, un empresario romántico, y el salinero Luis Rodríguez, fueron los artífices.
- La tercera generación de la familia sigue con la actividad. Gestionan la marca Sal Marina Teneguía que puedes encontrar en la pequeña tienda que hay junto al restaurante y en muchos otros sitios de la isla. Sólo te diré que está muy rica y que es un gran recuerdo para llevarte a casa.
La materia prima para crear las estructuras de las piscinas estaba muy a mano: la piedra volcánica. Negra, irregular, propia. La erupción del volcán que hoy da nombre a su sal, por cierto, mantuvo paradas las obras durante todo un año. Las cenizas del volcán de Cumbre Vieja también las ha alcanzado, pero nada que no se haya podido arreglar enseguida.


Cómo se produce la sal
La cadena de producción comienza en una gran charca o “cocedero madre”. El agua marina se capta a través de un pozo y se embalsa aquí. El sol y el aire seco calientan el agua y la concentración de sal va aumentando desde los 36 gr./l hasta unos 290 gr./l.

El agua se va trasvasando de un cocedero a otro gracias a las distintas alturas en que están construidos. Es un proceso que lleva entre dos y tres semanas. Al llegar a la concentración de sal que se precisa, se libera el resto del agua a través de unos caños.

El color rosado y rojizo viene del alga Dunaliella salina, un microorganismo adaptado a sitios hipersalinos que es, a su vez, alimento de los crustáceos minúsculos que también son capaces de vivir en un sitio como este: Artemia salina es su nombre.
Este crustáceo minúsculo también está presente en el Valle Salado de Añana, en los salares y lagos de altura del Desierto de Atacama y los andes bolivianos de los que se alimentan los flamencos, y en las salinas de Maras.

Fascinante cómo unos microbichitos como estos pueden aparecer en sitios tan distantes. Me acuerdo de esas lecciones del colegio en las que te explicaban el origen de la vida en nuestro planeta, ya que la cosa empezó con microorganismos que vivían en el agua y poco a poco fueron saliendo a la superficie.
Por otro lado, las Salinas de Fuencaliente son lugar de descanso de aves migratorias. En nuestro caso no vimos apenas ninguna. Seguramente no era el día, la hora o la época para encontrarlas. No obstante sí paran aquí y por eso el sitio de las Salinas de Fuencaliente ha sido declarado Sitio Natural de Interés Científico y atrae a biólogos, ornitólogos y demás gentes dedicadas al estudio de las aves y el medio.

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El atardecer en las Salinas de Fuencaliente
Llegamos al amplio parking que hay junto al faro, que en realidad son dos faros. El primero, construido a principios del siglo XX, fue dañado por la erupción del Teneguía.

Si quieres que te diga la verdad, no sé cuál es cuál. Imagino que el de color gris es el viejo y el pintado a rayas es el nuevo, pero bien puede ser al contrario.
He leído que en 2006 se reconstruyó el viejo y en su interior se ha preparado el Centro de Interpretación de la Reserva Marina de la isla de La Palma. Nosotros lo encontramos cerrado, pero creo que se puede visitar.

Desde los faros sólo hay que seguir un camino bien señalizado que sale a la izquierda si miras al mar, y baja hacia el restaurante Jardín de la Sal y las salinas.
Para goce de los visitantes curiosos como nosotros, hay una ruta autoguiada que te permite rodear todas las salinas, verlas desde muchos ángulos, leer los carteles explicativos y asomarte al final de la isla.
Tampoco te olvides de mirar hacia el interior de la isla, hacia los volcanes. El paisaje es soberbio.








Tras dar un buen paseo con el viento mareándonos, fuimos al restaurante para calentarnos con un barraquito, ese café tan especial de La Palma, antes de la cena que habíamos reservado.
El sol fue bajando pero no parecía que fuera a ser un atardecer especialmente bonito. Faltaban nubes, sobraba viento. Mi gozo en un pozo.

Aun así, a pocos minutos del “minuto de oro” abandoné mi puesto resguardado y me aventuré a bajar otra vez a las piscinas. Al final se puso bonito, los colores de los cocederos se intensificaron y disfruté todo lo que pude tratando de protegerme del vendaval que amenazaba mis oídos. Te dejo aquí algunas fotos de las cientos que hice.



Una experiencia gastronómica a buen precio y en este lugar tan especial
Llegó la hora de cenar. El Restaurante Temático Jardín de la Sal es un lugar pequeño pero muy agradable. Yo me había hecho la película de que sería un sitio muy elegante y estaba un poco preocupada por las pintas que llevábamos, después de todo el día zascandileando por la isla.
Y es que estamos en un restaurante de fama casi mundial por sus menciones en la Guía Michelín.
Pues nada que temer. Es un sitio sencillo, tranquilo, elegante pero que no intimida.

La cocina del Jardín de la Sal se hace con ingredientes locales y mucho cariño. Su base son los quesos denominación de origen, miel de la isla, pescados que llegan al muelle que hay junto a las salinas.
La relación calidad-precio es muy buena, y yo no me perdería los postres. La espuma de yogur y la tarta de chocolate son pura delicia. No te puedo decir lo que nos costó la cena porque invitó mi padre pero no es nada exagerado…



- Te dejo aquí el enlace a su web con información del menú, datos de contacto, etc.
- Y aquí la web de Salinas de Fuencaliente por si quieres ampliar información sobre el proceso productivo y otros aspectos de este lugar.
Me queda pendiente una noche en las Salinas de Fuencaliente fotografiando la Vía Láctea y un nuevo atardecer sin viento 😊
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