No me he podido resistir. Como tantos otros. El horror, la preocupación, y esa sensación de caer en el abismo, mientras miraba la televisión, dio paso al “me gustaría ir, verlo, sentirlo y fotografiarlo”. Mi padre y mi hermana me tomaron la delantera, y cuando por fin vi que podría escaparme unos días, decidí hacer lo mismo (y mi padre se apuntó de nuevo). Hoy traigo las fotos y algunas palabras. Y, por encima de todo, respeto por los palmeros que tienen que convivir con este cataclismo de la Naturaleza. Aquí tienes un testimonio del volcán de La Palma. Un volcán aún sin nombre mientras escribo este artículo.
No me imaginaba que volvería a La Palma tan pronto
Igual que no me imaginé, estando allí a principios de agosto, que sólo mes y medio después la tierra empezaría a rugir, el paisaje que contemplaban mis ojos cambiaría para siempre, y lo peor, se verían afectadas tantas personas. No me imaginaba que volvería tan pronto. Y menos con el propósito de ver un volcán en activo. El volcán de La Palma. Verlo, sentirlo, vivir esa experiencia efímera que para otros ya se ha convertido en el día a día desde hace casi tres meses a fecha de hoy.

Sólo pasé un día entero recorriendo las inmediaciones del volcán y acabé un poco harta. Harta de la ceniza en mi piel y ojos. Harta de la sequedad en los labios y la cara. De la mascarilla y las gafas de buceo para tratar de protegerme. Y eso que no se sintieron terremotos, no llovió ceniza como otros días, no hacía tanto ruido, y no había tantos gases tóxicos en la atmósfera ¿Cómo será vivir con él todos los puñeteros días? ¿y los días malos?
Lo que están pasando los palmeros es tremendo. Añadido a la angustia de que tu casa y tu vida se haya perdido bajo la lava para siempre. Y tu comunidad, los vecinos, desperdigados. Sin saber cuándo podrás retomar algo parecido a la normalidad. Cuándo empezarás a visualizar una nueva vida. Ante un paisaje que no es para nada el que veías antes.

Llegamos en el ferry de Tenerife-La Palma por la noche. Vuelvo a pisar Santa Cruz de la Palma y la sensación de volver a ver la isla bonita me gusta. Creo que ni yo misma sabía cuánto cariño le había cogido.
Andando hacia el hotel que nos va a acoger un par de noches a mi padre y a mí, empezamos a pisar la ceniza negra que hay en el suelo de la ciudad. Es la primera señal. El volcán no se oye ni se ve desde Santa Cruz de la Palma, pero está. En esos restos traídos por el viento. En el ánimo de los palmeros.
La ceniza es más bien una arena negra, finísima, que se cuela por todas partes como el humo maligno de una serie de televisión. Es como la arena del Tadrart, en el lejano Sáhara, que también es volcánica.

5 de diciembre de 2021: el volcán de La Palma está tranquilo
Al día siguiente cogemos un coche de alquiler y nos vamos a Tajuya. Es por la mañana y creemos que la luz de esas horas será bonita para ver el volcán. Porque sí, hay que reconocerlo, lo que genera tanto horror también es bello y es lo que atrae a los que decidimos ir a verlo con nuestros propios ojos.
Cuando vemos documentales o libros de fotografía de volcanes nos fascinan. Son de otros puntos del planeta y nos tocan menos de cerca, pero los encontramos bonitos, fascinantes. Y aquí pasa igual. Si vamos es para mirarlo, admirarlo, observarlo. Con esa «mezcla de horror y fascinación», una expresión manida pero que realmente traduce lo que sientes. A los que no hemos perdido la casa, claro.
¿Que a su vez contribuyes a la economía e incluso puedes aportar un granito de compañía en vivo y en directo? pues también. Es lo que tranquiliza tu conciencia y es una realidad objetiva. Pero vas porque quieres verlo. Siendo una ocasión única, un hecho histórico.
Por cierto, ir a Tajuya por la mañana no tiene mucho sentido. El sol está frente a nosotros, encima del volcán, y es la peor hora del día para observarlo y fotografiarlo.

Aparcamos en una calle un poco más arriba de la plaza de la iglesia. Dicha plaza es donde van los medios de comunicación a informar, por ser un punto de mira privilegiado. De camino, y en los alrededores, no parece que haya nada más que casas y vecinos. Ni comercios, ni bares o restaurantes abiertos. De todas formas es domingo.



La mujer de la casa junto a la que aparcamos está barriendo su terraza en ese momento. Le doy los buenos días y después de responderme me mira y me dice desde el balcón: “yo no entiendo por qué la gente viene a ver el volcán… la isla de La Palma ya no existe, ya no es la misma, no lo entiendo”. Tiene un fuerte acento inglés, pero seguramente lleva viviendo en La Palma muchos años. A continuación saluda a una vecina que pasa con su perro y aprovecho la distracción para no responder a sus palabras. Porque no sé qué decirle. Ni a ella ni a otros palmeros, más allá de desearles los buenos días o las buenas tardes con toda la amabilidad que puedo.



El domingo 5 de diciembre el volcán de La Palma está un poco más tranquilo que días atrás. Aun así suelta grandes columnas de gases de distintos colores según su composición.
En la parte más cercana al cráter principal las piedras incandescentes desprenden pequeñas humaredas barridas por el viento. Algunas nubes se confunden con los gases. El sol aparece y desaparece. La luz aporta y quita relieves según el movimiento de las nubes y humos. Dominan los colores negros, blancos, azules, rojizos. No logramos distinguir los ríos de lava a simple vista, con ese sol, pero están ahí. Avanzando inexorablemente. Esa misma noche engullirían 6 casas más a añadir a las más de 2.000 que han desaparecido bajo la lava.





La montaña que se ha creado en poco más de dos meses es imponente. Allí había una ladera que bajaba mansamente al mar, y ahora es otro volcán como el Teneguía o el San Antonio. Hecho y derecho. Grande. ¿Maduro? Hasta ahora se ha comportado como un adolescente difícil. Inestable. Imprevisible. Caprichoso. Un día de calma da paso a una noche de “juerga”. Una mañana explosiva a una tarde tranquila. Los caprichos del clima (vientos, lluvia) hacen su parte. Parece que la gran tormenta del inicio ya no va a volver, pero nadie lo sabe. Que así sea.

Desde Tajuya se ven perfectamente algunas casas a medio engullir por la lava. Ni siquiera así es fácil de entender. Esa masa negra que avanza sin que te des cuenta y envuelve todo lo que pilla. Casi silenciosamente. Sin aparente movimiento. Parece una maqueta.


Y se ve también el desierto de ceniza-arena y pinos calcinados que quizá sean capaces de rebrotar en el futuro. Es un desierto extraño, apresurado, inquietante y a la vez… sí, fascinante.


Nos movemos a Tacande de arriba y vamos andando hasta casi Tacande de abajo. Hasta uno de los muchos controles de las autoridades que no permiten el paso a la zona de exclusión. También hay accesos cortados en las calles de Tajuya. Está todo tan cerca de la carretera principal que sorprende.


Pero sólo tienes que ponerte de espaldas al volcán para ver que La Palma sigue siendo verde y preciosa como sólo ella sabe. Campos de tabaibas verdes, pinares, casas de colores y el mar azul intenso. Es un poco esquizofrénico pero es. Por cierto, puedes visitar la isla sin cruzarte con el volcán, si quieres. Hay mucho mucho que ver y hacer.

La noche volcánica
Decidimos volver a Santa Cruz de la Palma a comer, descansar un poquito, y volver a cruzar la isla con una excursión organizada que habíamos reservado un par de semanas antes. De esta forma aportamos un poco más a la economía turística de la isla y nos movemos por la noche con tranquilidad. Porque las carreteras de la isla siguen estando llenas de curvas y cuestas. En eso no ha cambiado, claro está, ni lo va a hacer 🤗

La opción de la excursión está muy bien, aunque es cierto que vas con los tiempos un poco medidos y no son las mejores condiciones para hacer fotos, pero no me quejo.
Bajamos al muelle de Tazacorte después de que el sol se esconda. La luz de ese momento del día empieza a realzar lo que el día no destaca. En nuestra mente flota una duda ¿veremos algo por la noche, si el volcán está tan tranquilo?

Y después subimos al Mirador de El Time. Desde allí la panorámica de los Llanos abruma. Ya ha caído la noche y las coladas de lava se ven perfectamente. El tráfico no para en las carreteras. La iluminación de los barrios está ahí, señalando los puntos habitados. Y los gases se tiñen de rojo. Parece un infierno que convive con la vida de siempre.

Al poco rato de estar allí, observamos cómo se empieza a activar un foco de lava en el cono principal. Se hace cada vez más grande. Es como una fuente de fuego.
Una hora después, emprendemos la bajada por el Barranco de las Angustias para ir a Tajuya. La situación es muy distinta a la de la mañana. La fuente de lava se ha hecho más grande. No puedes dejar de mirar. Hipnotiza. Te sientes seguro, quizá porque el terreno está un poco elevado, pero está muy cerca. Te dejo con el resto de las fotos.





Enlaces de interés
En la página web del Cabildo de La Palma tienes información fiable de cómo ayudar a los afectados por el volcán de La Palma que puedes consultar aquí.
Y estos son los enlaces de las empresas con las que he reservado servicios. No tengo ningún tipo de acuerdo con ellas, pero les hago publicidad con mucho gusto:
- Alquiler de coches en La Palma: nosotros alquilamos no sólo en esta ocasión, también en verano con la agencia Pemai. Es una agencia local, con buenos precios y amabilidad total, así que te los recomiendo cien por cien.
- Agencia de excursiones Isla Bonita Tours: tienen un montón de opciones para hacer senderismo en La Palma, además de la iniciativa de llevarte a ver el volcán en esos días.
- Hotel en Santa Cruz de La Palma: Hotel Casa de don Gabriel. Una casa del siglo XVII preciosa. Nosotros pagamos 170€ por dos noches, habitación doble. Para un sitio especial, y teniendo en cuenta que sólo tienen 4 habitaciones y era el Puente de Diciembre, ni tan mal.
- Puedes reservar otras excursiones en Civitatis. (Actualización 2022): ya hay disponible una excursión a este volcán que está semidormido. Puedes verla aquí.
El volcán de La Palma se apagará, y entonces comenzará el largo camino de la reconstrucción de lo que se pueda. Mucha fuerza a los palmeros. Espero veros de nuevo. Pronto. Allí. En la Isla Bonita que no ha dejado de serlo ni un minuto, no sólo por sus paisajes y arquitectura, también por vosotros.

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