Actualizado el 28 septiembre, 2022
Dicen que Teguise es uno de los pueblos más bonitos de España, y yo no puedo ponerlo en duda. Desde luego es un imprescindible de cualquier viaje a Lanzarote que se complementa perfectamente con los volcanes, playas y demás atracciones de esta increíble isla. Cuando fui, me encantó pasear por sus calles de principio a fin ¿Quieres conocerlo? 😊
Pasear por las tranquilas calles de Teguise es todo un placer. Mira que fui el día de mercadillo, domingo, que por lo visto concentra un enorme número de puestos donde se vende de todo, pero no lo pude ver porque en el verano de 2020 había pandemia de covid y no estaba permitido. Afortunadamente pensé en clave egoísta, porque a Teguise hay que conocerla así, sin nada más que sus calles, puertas y ventanas.
Aun así había algunas tiendas abiertas por primera vez en meses, comerciantes con ganas de volver a algo parecido a la normalidad, y mucho público a media mañana. Esto me agobió un poco, no voy a negarlo. Yo venía de la «salvaje» y tranquila Fuerteventura donde había disfrutado de grandes distancias y soledades. Encontrarme sorteando a la multitud fue eso, agobiante.
Lo bueno es que una vez pasada la «hora punta» me quedé en un pueblo casi silencioso, con calles semivacías para contemplar a placer. El pueblo con nombre de princesa guanche.
Sólo por esto creo que es muy buena idea, si aprecias la tranquilidad, quedarte a dormir en Teguise. Puedes hacerlo coincidir con el día de mercadillo, pero también la conocerás en su esencia.
La historia de Teguise, la primera capital de Lanzarote
Teguise era un poblado guanche al que llegó en 1418 Maciot de Béthencourt, sobrino de Jean de Béthencourt. Por aquél entonces se llamaba “la Gran Aldea de Acatife” y era uno de los principales núcleos de población maja.
Maciot se casó con la princesa Teguise, la hija del último rey aborigen, y fue por aquél entonces cuando la población empezó a prosperar, según la historia oficial. En aquéllos años se fundaron varios conventos a los que, supongo, irían a parar las hijas de los que no podían mantenerlas y/o las hijas de los ricos que querían guardarlas célibes hasta el matrimonio. Una historia que me recuerda a la del Convento de Santa Catalina en Arequipa.
La prosperidad de la ciudad era un atractivo irresistible para los malos del momento, los piratas argelinos. Aunque la villa de Teguise está en un lugar centrado de la isla, ni demasiado cerca ni demasiado lejos de la costa (a unos 12 kilómetros de Arrecife), y la montaña de Guanapay es una buena atalaya con su visión de 360 grados de Lanzarote, Teguise fue atacada varias veces, siendo la peor la de 1618. En ese año desembarcaron en la isla unos 4.000 piratas que venían en 33 naves. La población de Lanzarote era entonces de unos 2.000 habitantes ¡Imagínate qué miedo!
Cuentan los cronistas que todos los que pudieron escapar eligieron entre ir en barca a Fuerteventura, o esconderse en la Cueva de los Verdes, donde llegaron a concentrarse unas mil personas. La mitad de la población.
Una historia que no se olvida y que se puede recordar cada vez que pasas por el Callejón de la Sangre, anexo a la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, o por la Calle de El Miedo.
Por cierto, en la montaña de Guanapay se alza el Castillo de Santa Bárbara, declarado Bien de Interés Cultural. Cuando fui estaba en obras y cerrado así que no intenté subir, pero me hubiera gustado comprobar de primera mano cómo son esas vistas. No te lo pierdas si tienes más suerte que yo.
En cualquier caso Teguise no se hundió con tanto ataque y adversidad. Renació de sus cenizas las veces que hizo falta y fue capital de Lanzarote hasta 1852, cuando se decidió trasladar la misma a Arrecife.
Si quieres conocer todos los detalles de la historia de Teguise, puedes visitar el blog Historia de Teguise y allí encontrarás material a tope 🤗
Pero ¿qué tiene Teguise que no tengan otros?
Teguise tiene una colección, un festival diría yo, de puertas y ventanas de madera pintadas de verde o marrón, encajadas en muros blancos (casi todos), que son pura poesía.
Tiene la armonía del blanco con retazos volcánicos. Orgullosos palacetes con portales y balcones coloniales. Palmeras que te recuerdan su condición de oasis. El sabor a otros viajes por las similitudes con rincones de Latinoamérica como la ya citada Arequipa (Perú), Quito (Ecuador) o Antigua (Guatemala).
Con todo, el casco histórico de Teguise es pequeño y da tiempo a recorrerlo varias veces.
Por otro lado, si quieres quedarte a comer te recomiendo que te lo tomes con calma. Yo conseguí mesa en el restaurante La Galería. Pedí el plato del día, albóndigas, que tardó casi una hora en alcanzar mi mesa. No fui la única ya que el resto de clientes tenían mi misma cara de circunstancias. Me temo que esto es común en Teguise. En la parada de la guagua que me llevaría de vuelta a Arrecife conocí a otra chica que viajaba sola, y me contó que había tenido la misma experiencia en otro restaurante. En fin, no todo puede ser perfecto. Ojo, no es que yo fuera con prisa (ni la otra chica), es que cuando ves que pasa casi una hora hasta que te traen el plato que has pedido, siendo el plato del día… algo no va bien.
Pero vamos a lo que vamos, que es hablar de la preciosa Teguise 🤗
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Dando vueltas a placer por Teguise
Nada más llegar al centro del casco antiguo lo primero que te encuentras es la Plaza de la Constitución con la iglesia o parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe. La visión es perfecta, preciosa, con su campanario de lava veteado con cal y las palmeras que parecen custodiarla.
Esta es la “iglesia matriz” de toda la isla de Lanzarote. Fue fundada en la primera mitad del siglo XV, pero saqueada, incendiada y destruida en no pocas ocasiones. La última de todas ellas fue en 1909 cuando un gran incendio la destruyó. Fue reconstruida con limosnas del pueblo. Sería que la Iglesia (institución) no tenía dinero para ello…
No conseguí encontrarla abierta fuera de horario de misa así que me quedé sin ver su interior, pero la verdad es que este tipo de iglesias me resultan mucho más interesantes en el exterior. Por cierto, he leído que la imagen de la virgen fue robada y llevada a Argel hace varios siglos, y que la actual es una copia.
Entre la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe y el Palacio del Marqués Herrera discurre una calle con ligera pendiente. Es el Callejón de la Sangre, recuerdo vivo de la matanza del pirata berberisco Calafat en 1569.
La leyenda dice que la noche del 7 de septiembre de ese año un monje franciscano tocó las campanas a rebato para alertar de la presencia de piratas. En ello estaba cuando una flecha le mató. Los cristianos vencieron y fue en ese callejón donde el Marqués Herrera y sus hombres mataron a 170 piratas, cuya sangre corría por los adoquines de entonces.
Enfrente de la iglesia está el Palacio de Spínola, construido entre 1730 y 1780, que hoy alberga el Museo del Timple. El timple es un instrumento de cuerda canario, una especie de guitarra de cinco cuerdas de unos 60 centímetros de longitud, descendiente directo de las guitarras barrocas. Lo vi abierto por la mañana pero como yo iba más pendiente de estar al aire libre y las calles de Teguise me llamaban sin cesar, decidí dejarlo para más tarde y… más tarde estaba cerrado, así que si tienes mucho interés, ya sabes, consulta los horarios.
Y sí, me sumergí en las calles de Teguise. Atenta a todos los detalles, encuadres, esquinas, y las ya citadas puertas y ventanas. Me llamó la atención que muchas puertas constan de un par de escalones o tres sobre el nivel de la calle. Supongo que aquí cuando llueve, llueve de verdad, o acaso así se protegen de la entrada de polvo, no sé muy bien.
Observé también las aperturas de algunos cuarterones en las grandes puertas, cuando no son celosías. Imagino que es un sistema de ventilación natural para mantener frescos los interiores. Todo es un imaginar porque no encontré mucha información al respecto. Da igual, Teguise es de esos lugares en los que va bien llevar la cabeza despejada para disfrutar de su sencillez y en cierto modo pureza.
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Sencillez y pureza como la de los muros de lava que guardan pequeños huertos, árboles con ramas lánguidas dando sombra a una plazuela, cactus gigantes, volcanes que asoman al final de una calle, nombres de calles que invitan a leerlos. Timanfaya, Flores, El Miedo, Pelota, Carnicería.
Creo que la palabra armonía resume muy bien Teguise. Mi único lamento fue el día nublado que me había tocado y que, salvo en pequeñas treguas, desluce mucho los colores y el contraste de las fotos ¿Cómo será Teguise con un cielo azul limpio?
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Pues yo acabo de comer en el SanMiguel, un grupo de 14 personas (7 niños) y nos sirvieron muy rápido y todo muy rico, abundante y bien cocinado.
Me alegro mucho, quizá en mi caso es porque era el verano de «pandemia» y estaban desentrenados…