Excursión de un día a la isla de La Graciosa: la canaria que se me resiste

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Por Alicia Ortego

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La mayoría de la gente se reserva un día para visitar la isla de La Graciosa. Un día contando con la ida y la vuelta en alguno de los ferries que van y vienen a/desde Lanzarote. Yo hice lo mismo y además lo organicé mal. Para más INRI, por segunda vez en mi vida. Por eso tenía mis dudas sobre escribir este artículo, y por eso he decidido escribirlo, ya que no quiero que caigas en la misma «trampa».

La trampa de querer abarcar mucho y terminar apretando poco, si me permites parafrasear el dicho popular. En otras palabras, si quieres visitar La Graciosa, hazlo en condiciones ¡Vamos a ello! 😊

Engañosamente pequeña, abiertamente desértica, dramática y paradisíaca si te gustan los sitios solitarios. La Graciosa parece que tiene poco que ofrecer, y sin embargo no es así.

El sol, el viento, su árido interior, sus costas, los volcanes que la han hecho existir, las aguas turquesas, el ritmo tranquilo de Caleta del Sebo que es su única población.

Estoy convencida de que La Graciosa se parece mucho más a Fuerteventura que a su vecina y hasta hace muy poco tutora legal, Lanzarote.

volcán de La Graciosa con extensión de dunas y matorrales delante
El paisaje de La Graciosa

He dicho al principio que esta ha sido mi segunda visita, y en esta ocasión tenía un propósito. Yo quería redimir la visita que hice con mis padres y hermanos hace muchos años.

La Graciosa se quedó en la memoria familiar como «el lugar de la anécdota frustrante» de aquéllas vacaciones en las Islas Canarias. Aún la recordamos y nos reímos del despropósito que fue (en parte), así que empiezo por contártelo. A lo mejor así entiendo cómo tropecé en las mismas piedras. 

La Graciosa en la década de 1980 o cómo una experiencia del pasado puede marcar tus decisiones del presente

Corría el año 1984 o 1985 cuando la familia Ortego se fue a pasar varias semanas a las Islas Canarias. Entre sus planes incluyeron Lanzarote y La Graciosa.

La Graciosa no era por aquél entonces uno de los «imprescindibles» de Lanzarote, o dicho de otra forma, no eran muchos los que se acercaban a ella. En consonancia con ello, las infraestructuras eran más bien pocas. Te aviso: las cosas han mejorado, pero no te esperes gran cosa.

El plan era coger el barco en el puerto de Órzola para cruzar el Río (brazo de mar que separa Lanzarote de La Graciosa) y arribar en Caleta del Sebo. Una vez allí, recorreríamos parte de su costa hacia el sur para pasar medio día de playa y volver a comer un rico pescado fresco en algún restaurante típico de la isla.

En aquéllos tiempos sólo funcionaba un barco pesquero que hacía las veces de ferry. Recuerdo perfectamente cómo, al doblar Punta Fariones, éste se inclinaba tanto que la barandilla de hierro tocaba la superficie del mar. A mí me pareció divertido, pero hubo quien se mareó muchísimo, y si lo piensas podríamos habernos caído al agua, pero era parte de la aventura.  

Al llegar localizamos con la mirada un restaurante que había nada más bajar del barco. Se veía perfecto, con aire rústico y vistas al mar, así que lo anotamos mentalmente mientras poníamos rumbo a la playa. Disfrutamos de las aguas turquesas en solitario, observamos a los pescadores que a pie de playa sacaban redes con un buen puñado de peces, contemplamos el paisaje desolado que se extendía hacia el interior de la isla y… volvimos a comer.

casa blanca con mesa y sillas de madera enmedio de paisaje desértico de La Graciosa
Las afueras de Caleta del Sebo en La Graciosa

El error del día

Fuimos al restaurante y ocupamos una mesa. El comedor estaba vacío en ese momento. Mi padre se acercó a la ventana-mostrador que comunicaba con la cocina, y una señora con pañoleta negra en la cabeza se asomó con gesto serio. 

  • Él, sonriente: buenas tardes ¿qué pescadito fresco hay para hoy? 
  • Ella, abrupta: ¿tienen reserva? 
  • Él: No ¿hace falta reservar? no lo sabíamos
  • Ella: si no tienen reserva, no pueden quedarse a comer
  • Él: pero ¿de verdad que no tienen sitio?
  • Ella: si no tienen reserva, no pueden quedarse a comer

Salimos del restaurante frustrados y también sorprendidos por el tono cortante y poco amigable de la señora, y nos fuimos a buscar otro sitio. Mientras, nos preguntábamos por qué la gente del barco no nos habían advertido de que fuera estrictamente necesario hacer una reserva.

Ni se nos pasó por la mente que necesitarían saber a cuántos comensales tenían que atender ese día. Desde nuestro punto de vista, los pescadores estaban echando las redes allí al lado, es decir, género no faltaría, y tampoco éramos tantos los que cabíamos en el barco que venía de Lanzarote. Supongo que su punto de vista no era el mismo.

Otra aclaración: ni había internet, ni se le esperaba en ninguna parte. Tampoco eran muy populares las guías de viaje de orientación práctica, ya me entiendes. Ni siquiera eran populares las oficinas de información turística ¡cuántas cosas han cambiado en tan pocos años para los «viajeros»!

En fin, Caleta del Sebo era un sitio casi deshabitado y con muy pocos recursos en aquellos años. A esas horas, además, el pueblo estaba desierto.

Empezamos a dar vueltas por allí. Entre las calles de suelo arenoso encontramos un bar mondo y lirondo. Por el camino vimos que había una pequeña tienda de alimentación aún abierta que anotamos mentalmente.

Entramos en el bar y preguntamos si nos podían preparar algo para comer. Lo hicimos casi pidiendo perdón. Nos dijeron que no, que no servían comidas. Mis padres insistieron ¿ni unos huevos fritos? Y que no, que no sirven comidas ¿Ni unas latas de conserva? Que no, que no tienen nada. Mi padre se asomó por encima de la barra y vio que debajo del mostrador sí tenían latas de conserva, pero ellos seguían negando esa posibilidad 🤔

Los recursos de una madre en apuros

Entonces mi madre, resuelta como suelen ser las madres y más si tienen a su lado a tres niños preadolescentes que ya se están muriendo de la vergüenza por la situación y a desesperarse porque ven que se quedan sin comer, decide preguntar: ¿y si traemos nuestra comida podemos comer en una de sus mesas, con la bebida que les compremos? Y nos dicen que SÍ ¡Toma ya!

¡Rápido, vamos a la tienda antes de que cierren! Unos fuimos a la tienda y otros se quedaron guardando la mesa, no fuera a ser que se arrepintieran los del bar.

Llegamos a la tienda justo cuando la dependienta estaba dando un último barrido al minúsculo espacio antes de cerrar. Le pedimos, le rogamos, que nos vendiera algo. Aceptó comprensiva, ampliando unos minutos su jornada laboral.

Ella vivía en La Graciosa pero no era de allí, y no era la primera vez que se encontraba a una familia “pasando apuros”. Además hizo un comentario sobre la gente de la isla y su carácter que no recuerdo muy bien, pero que venía a decir «son muy suyos estos gracioseros». Graciosero es el gentilicio de La Graciosa, por cierto. Muy graciosos, sí.

Compramos pan de molde, algo de embutido y en un alarde desafiante incluimos unos tomates y latas de atún para hacer una ensalada en el bar. Yo me moría de vergüenza sólo de pensarlo (repito: estaba iniciando mi adolescencia), pero a una madre no hay quien la pare, o por lo menos no a la mía.

Volvimos al bar, pedimos bebidas, platos, cubiertos y… aceite, sal y vinagre para nuestra ensalada. Esa que se negaban a preparanos. Y comimos. Con nuestra comida y sus platos, cubiertos y condimentos (y sus refrescos).

No era el pescado fresco con el que habíamos soñado. No era un lugar en el que nos sentíamos bienvenidos. Pero comimos.

En el barco de vuelta un señor iba hablando a voces visiblemente molesto. Era otra familia que se había quedado sin comer porque nadie les había advertido de que tenían que reservar mesa antes de ir a la playa.

Ellos no llegaron o no se les ocurrió el recurso de la tienda y el bar. Nos dieron lástima y también, hay que confesarlo, nos sentimos un poco orgullosos de nosotros mismos porque habíamos reaccionado mejor. Pequeñas miserias o egoísmos del ser humano.

ferry de la isla de la graciosa pasando junto a acantilados volcánicos
Los ferries que van a La Graciosa ya no son como antes…

Una excursión a La Graciosa en el siglo XXI

Volvamos al siglo XXI. Agosto de 2020. La que está escribiendo este texto vuelve a Lanzarote después de tantos años, y por supuesto incluye La Graciosa en sus vacaciones.

Viajo en solitario y en transporte público, que ya sé que no es la mejor de las ideas para recorrer las islas, pero es lo que hay.

De todas formas, no vas a poder ir a La Graciosa con tu coche o furgoneta. Los ferries son sólo para personas y luego allí, eso sí, puedes alquilar una bicicleta o subirte a un taxi 4×4 para recorrer la isla. 

Un primer error

Antes de ir compruebo con satisfacción que las cosas han cambiado: hay varios ferries al día y varios restaurantes para los que, no obstante, se recomienda reservar con antelación. Ya te adelanto que parte de mi propósito era conseguir comer un pescado del día allí. Por mí y por mi familia. Así que decidí reservar en el Bar Enriqueta.

Estaba tan empeñada en redimir aquélla otra experiencia, que no me di cuenta de que si sólo vas a estar unas horas en La Graciosa y quieres ver lo máximo posible, no es muy buena idea volver a Caleta del Sebo para comer porque partes todo el día.

Es decir, el mejor plan para pasar un día en las playas de La Graciosa es que te lleves tu picnic. Sobre todo si la quieres recorrer caminando o en bicicleta.

Los horarios de los ferries a La Graciosa y cómo llegar a Órzola si no tienes coche

Órzola, el puerto lanzaroteño de donde salen los ferries a La Graciosa, está un poco a desmano. Ir en guagua supone invertir una hora y media o más desde Puerto del Carmen, haciendo escala obligada en Arrecife.

Para colmo, el último ferry que vuelve de La Graciosa a Lanzarote es a las 18 h o las 19 h (temprano en verano) y tienes que vigilar que no se te escape el último autobús o guagua que vuelve a Arrecife.

Buscando otras opciones para moverme por Lanzarote había visto que hay un servicio de traslado a La Graciosa desde Puerto del Carmen o Arrecife. Te recogen en bus en las cercanías de tu alojamiento y te llevan de vuelta. Incluyen el ticket del ferry y no te tienes que preocupar de más. Perfecto, así ahorro tiempo y también un poquito de dinero, así que reservo con el móvil.

Cuál fue mi sorpresa cuando al llegar el autobús que me recogía cerca del apartamento la chica que nos atiende, me da los tickets del ferry y me dice que tengo que volver en el de las cuatro de la tarde.

¡¿Cómo?! La maldición de La Graciosa vuelve a planear sobre mí. ¿Qué pasa si quiero volver más tarde? Ella me dice que puedo, pero que ya no se hacen cargo de mi vuelta desde Órzola. Ganaría una hora, por la última guagua. Tenía todo el día para pensarlo, pero a todas luces esto iba a acortar mi estancia en la isla a unas pocas horas 😥

Si dispones de tu propio vehículo, lo mejor es que vayas a Órzola y cojas el ferry de tu conveniencia. El único problema es que en temporada alta puede que no encuentres plaza. Para ello, lo mejor, es reservarlo online:

👉 Puedes reservar aquí el ferry a La Graciosa.

El viaje en ferry a La Graciosa

Quiero hacer un aparte para lo que es el viaje en ferry a La Graciosa.

Si te mareas fácilmente, lleva algún remedio contigo porque aunque ya no es la travesía de hace casi 40 años, si hay mar de fondo puedes pasarlo un poco mal. Ahora son barcos modernos, de dos pisos, con varias filas de asientos y muy poco románticos. Suelen “amenizar” el viaje, además, con música a todo trapo que según el pinchadiscos que te toque será más o menos machacona. Bachata, merengue, reguetón… 

Pero el viaje sigue siendo alucinante. Doblar Punta Fariones sigue siendo precioso y pasa muy cerca del Risco de Famara con sus paredes tan verticales y grandiosas. Sólo por hacer este trayecto ya merece la pena ir a La Graciosa, así de claro.

Además la perspectiva cambia según sea la ida o la vuelta. Si puedes, sitúate en el lado izquierdo del barco a la ida, y en el lado derecho a la vuelta. De nada 😉

navegando hacia punta fariones y la isla La Graciosa detrás
Navegando hacia Punta Fariones con La Graciosa en el horizonte
punta fariones que es una gran roca volcánica con La Graciosa detrás
Uno de los riscos de Punta Fariones de camino a La Graciosa
punta fariones con los riscos de famara en el momento en que el ferry la rodea
Doblando Punta Fariones con el Risco de Famara (Lanzarote) ya a la vista
perfil del risco de famara adentrándose en el mar
Risco de Famara (Lanzarote)
riscos de famara desde el barco
riscos de famara desde el mar como partidos por la erosión del agua
El Risco de Famara en el trayecto de vuelta desde La Graciosa. Este tramo me pareció espectacular con las formas creadas por la erosión


Rumbo a la Playa Francesa

Llegué a las 11.30 h a Caleta del Sebo. Como había reservado para comer y seguía empeñada en no cambiar el plan, me encontraba con poco tiempo por delante. Yo quería andar por la isla, hacer fotos y también tener un rato de playa y snorkel. Si es que… no se puede tener todo. 

casas de caleta del sebo de La Graciosa vistas desde el mar
A punto de arribar en Caleta del Sebo, la única población de La Graciosa, pequeña y tranquila

La Graciosa es la única isla habitada del archipiélago Chinijo y en 2018 fue declarada oficialmente la octava isla canaria. Fue habitada por primera vez en 1867 por siete familias, y su carácter remoto y solitario sigue siendo su mejor bandera. 👉 Puedes leer más información en la web de Turismo de Lanzarote.

Nada más bajar del ferry empiezo a mirar el mapa para ver qué me da tiempo a hacer antes de la hora de mi reserva para comer, a las 14.30 h. Ando un poco desorientada entre las calles de Caleta del Sebo, que siguen sin estar asfaltadas y me recuerdan, salvando las distancias, a la Isla Isabela de las Galápagos.

Me encantan sus casas blanqueadas con puertas y ventanas azules, las barcas secándose al sol, y la tranquilidad que se respira, aunque yo no esté muy tranquila. Justo lo contrario de lo que me prometí a mí misma. Quiero empezar a andar pero no sé muy bien qué hacer.

calle de caleta del sebo con suelo de arena y casas blancas con puertas y ventanas azules
Calles de Caleta del Sebo en La Graciosa

Al final decido poner rumbo a la Playa Francesa.

Es la más popular y la que se llena antes por la gente que va a pasar el día, porque está a 35-40 minutos andando, o a 3 kilómetros de Caleta del Sebo para ser más exactos.

Por cierto, estaba siguiendo los pasos de la excursión familiar de tantos años antes y esto me hacía sonreír, pero me hubiera encantado tener más tiempo para ir también a la Playa de las Conchas, en la esquina noroeste y a 5,5 km de Caleta del Sebo. Con mis horarios era imposible.  

Empiezo saliendo del pueblo hacia el interior para girar enseguida a la izquierda. Parte del camino transcurre por el arenal con matorrales del interior de la isla. Un desierto peculiar, distinto, aparentemente salvaje.

riscos de famara de color oscuro alzándose sobre casas blancas de caleta del sebo
Las últimas casas de Caleta del Sebo con el Risco de Famara de telón de fondo
playa de arena dorada con matorrales secos y los riscos de Famara ocupando todo el horizonte con color negro de lava
Paisaje de La Graciosa

Andar por allí no es muy cómodo, aunque llevo las sandalias de trekking. La culpa la tiene la arena y los 4×4 que te rebasan a toda velocidad, dando tumbos y levantando mucho polvo, con turistas con cara de susto rumbo a la playa que han elegido.

Hace calor y mientras hago fotos, las ganas de darme un chapuzón son cada vez mayores. Contemplo el cementerio que se alza en una pequeña colina con un volcán detrás. Qué escénico.

tapia del cementerio blanqueado y puerta azul y ladera del volcán detrás
El cementerio de La Graciosa
matorrales de tabaiba secos y al fondo costa de Lanzarote llena de volcanes
La Graciosa con Lanzarote al fondo

En un momento dado, el camino se aproxima un poco más a la costa y decido dejarlo para alejarme de «los taxis del infierno» y andar junto al mar. Estoy en la Bahía del Salado. Enfrente, el Risco de Famara.

Pensaba que encontraría por allí a los pescadores de siempre, pero no hay nadie excepto algunos turistas que van andando como yo misma.

La marea está muy muy baja, dejando a la vista una plataforma de roca volcánica. Escucho a un padre que va diciendo a sus hijos que cuando vuelvan al atardecer encontrarán una piscina natural en la que podrán bañarse. Afortunados que verán el atardecer en La Graciosa, me digo a mí misma.

camino de arena entre matorrales que parece terminar en el mar de color turquesa
Playa de La Graciosa
plataforma de roca volcánica semicubierta de arena que termina en mar de aguas turquesas y volcán al fondo
Bahía del Salado en La Graciosa
playa ancha de arena dorada con volcanes al fondo en La Graciosa
La Bahía del Salado con marea baja. Si te fijas, puedes ver un taxi 4×4 al fondo a la izquierda

Por fin llego a la Playa Francesa. La distancia y el tiempo prometidos son cortos, pero si vas haciendo fotos cada dos por tres, y sumas el andar esforzado por la arena, no lo son tanto.

La Playa Francesa es preciosa. Con forma semicircular, tiene unas aguas increíbles. Un poco más allá se levanta la Montaña Amarilla, así llamada porque la ladera que mira al mar está semicubierta de líquenes de ese color. Enfrente, la Playa de Famara de Lanzarote. Yo aún no lo sabía pero al día siguiente me encontraría allí, mirando en esta dirección.

playa francesa con aguas transparentes y turquesas y el volcán al fondo
Playa La Francesa con la Montaña Amarilla al fondo – La Graciosa
ladera del volcán con líquenes amarillos en La Graciosa
La Montaña Amarilla de La Graciosa

Enseguida me meto en el agua con las gafas de snorkel. Quiero refrescarme y también disfrutar del fondo marino prometido. La arena es casi blanca, el agua turquesa.

Llego a ver unos peces minúsculos preciosos que creo se llaman Galanas, otros negros con borde azul que se llaman Fula o Damisela Canaria, los Pejeverde macho que deslumbran con sus colores, y algunas otras especies. Qué paz se respira bajo el agua.

pececillos pequeños y casi transparentes nadando bajo el agua cerca de la superficie
Galanas en las aguas de La Graciosa
dos peces bajo el agua uno con muchos colorines y otro negro con ribetes azules
Una Damisela Canaria y un Pejeverde macho en La Graciosa

Cuando salgo un rato después contemplo casi con sorpresa que hay más gente en la playa. Incluso un grupo de «despedida de soltera» pegando gritos. Decido secarme y emprender la vuelta.

Antes de comenzar a andar otra vez, decido probar suerte con un 4×4 vetusto de los que no paran de ir y venir. Bingo, enseguida encuentro uno dispuesto a llevarme junto con varios extranjeros por 5€.

Al llegar voy directa al restaurante. Aún falta media hora para mi reserva, pero en mis cábalas me había dado cuenta de que si eran tan lentos como ya había experimentado en Lanzarote, tendría que comer mirando (también) el reloj. Afortunadamente me permitieron sentarme a comer antes de la hora.

Ah, la amabilidad ha mejorado muchísimo y el plato de pescado estuvo a la altura. Sólo tardé 1 hora en comer (para una persona sola digamos que es un poco largo, pero bueno), y me dio tiempo a dar otra vuelta por Caleta de Sebo. Sí, al final decidí volver en el ferry de las 16 h. porque para volver en guagua sólo ganaba una hora, y ya no estaba motivada para intentar ir a otro sitio de la isla mirando el reloj.

Atención, resulta que puedes encargar el almuerzo para llevártelo a la playa, una información que yo no había encontrado antes de ir 🙄

plato de pescado a la brasa con papas
Pescado con papas en La Graciosa

Cómo debería haber organizado mi visita a La Graciosa (y te aconsejo que lo hagas así)

En realidad no son muchos los consejos que tengo que darte. El más importante es que organices tu viaje dedicando más tiempo del habitual día de excursión.

  • Para disfrutar de La Graciosa como se merece creo que es más que justo reservar una o dos noches en la isla. Así podrás ver sus atardeceres y amaneceres, recorrer todo su perímetro a pie o en bici, y disfrutar de la calma que seguro queda, una vez se van los turistas del día en el último ferry.
  • Además, tendrás tiempo de degustar su pescado fresco por las noches y comer sobre la marcha por el día, sin tener que interrumpir tu recorrido por la isla.
  • No te inquietes por las infraestructuras de la isla. Ahora hay varias tiendas y restaurantes, además de alojamientos, aunque no te sorprendas si te encuentras con que los precios son ligeramente más altos porque, obviamente, todo es importado.

De verdad que no pienso volver a La Graciosa si no lo hago así. Punto.

población de La Graciosa de casas blancas vista desde el mar de lejos con perfil del volcán
La Graciosa desde el mar

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