Actualizado el 2 noviembre, 2022
Bucarest es una de esas ciudades que no promete nada y por tanto da más de lo que te esperas. Una de esas ciudades que amenazan ruina, y al mismo tiempo luce novedades casi en cada esquina. Muchos dudan de si tiene interés para turistear. De si tiene sentido dedicarle un día, dos, o un rato. Así que empiezo por decirte que no es una ciudad «bonita» como otras, pero que sí merece la pena pararse a tomarle el pulso. Sigue leyendo… 😉
Bucarest tiene centro histórico
El casco histórico de Bucarest es peatonal en buena parte, así que podrás pasear con libertad por sus calles empedradas. ¡Que vivan las ciudades peatonales!
Enseguida encontrarás Lipscani, la vía central, llena de bares y restaurantes. En primavera y a buen seguro en verano se llenan a tope. Hay terrazas por todos lados y restaurantes de todo tipo y condición. Entre unos y otros aparecen bares de striptease y sex shops sin ningún pudor. También se lleva mucho fumar sishas, lo que le da un toque oriental al ambiente.
Aun así, confieso que hay ratos en los que esta calle es un poco agobiante. Las terrazas invaden casi toda la calzada y se llegan a formar pequeños atascos entre los viandantes que vamos y venimos.
Muchos locales, también tiendas, lucen decoraciones chulísimas que harán que te pares una y otra vez a admirarlos. Hay cafeterías que parecen bibliotecas (o lo son), restaurantes rumanos en edificios históricos, y mucha oferta de comida italiana, griega, libanesa.
Todas estas calles, por cierto, llevan el nombre de los gremios que se situaban en ellas. Lipscani es la calle de los comerciantes de Leipzig, Selarii es la de los guarnicioneros, Sepcari la de los sombrereros…
Casi saliendo de esta pequeña zona te encuentras con el Palatul Curtua Veche. Son los restos arqueológicos de la antigua corte y el palacio, mandados construir por el mismísimo Vlad Tepes.
Un busto de este insigne personaje te indicará que no te estás confundiendo de sitio, pero no te esperes mucho. Lo que queda es un puñado de restos. Arcos, una columna dórica, algunas tinajas.
El mismo Vlad Tepes la destruyó unos años después, cuando tuvo que asediar y atacar la ciudadela para recuperarla. Los terremotos e incendios hicieron el resto a lo largo de los años. Los arqueólogos encontraron, ya en la segunda mitad del siglo XX, señales de asentamientos romanos y dacios. Vamos, que seguramente pisas el primer emplazamiento de Bucarest. Y a su lado se alza la iglesia más antigua de la ciudad: Curtea Veche.
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Un poco de magia en medio del bullicio urbano
Entre una esquina y otra aparece una pequeña iglesia ortodoxa. Es la iglesia de Stavropoleos, construida en 1724. Preciosa, llena de detalles esculpidos en mármol y pinturas en sus bóvedas, es un rincón de paz que se acompaña de un tranquilo claustro donde se exponen algunas lápidas antiguas.
La primera vez que pasé por allí unas monjas vestidas totalmente de negro pasaban el aspirador por las alfombras de su interior, y regaban las plantas del claustro. La iglesia ya estaba cerrada, así que contemplé esta escena cotidiana y tranquila a través de las rejas. Sin moverme, en silencio. Aislándome de la ruidosa dolce vita que se desarrolla en las terrazas de los bares a sólo unos 20 o 30 metros de distancia.
Esta esquina, llena de alma, me sorprendió en otro atardecer. Estaban celebrando misa y los cantos de las monjas y curas me atrajeron a su interior (esta vez sí estaba abierta). Como si fuera un canto de sirenas. La escena era de otro tiempo. A la luz de las velas, cada grupo en un lado de la pequeña nave central, alternando las voces en perfecta sincronía.
La Bucarest neoclásica
Saliendo de la calle Lipscani enseguida te encuentras con grandes edificios neoclásicos. Esta es la arquitectura que hizo valer el sobrenombre de “la pequeña París”, o la “París de Europa oriental”.
Algunos han sido arreglados y otros amenazan ruina, pero todos tienen mucha personalidad. Hay art noveau en muchos rincones, pasajes curvados, callejones con paraguas de colores dispuestos como un toldo, arte callejero o grafitero con más o menos ingenio. Un totum revolutum.
Sí, en Bucarest das saltos en el tiempo todo el rato. De una ciudad parisina pasas a un escenario del antiguo bloque comunista y todo se mezcla con detalles de los años 70 o los 80s. En un chasquido de dedos. Los rótulos, autobuses, algunos personajes, quioscos… hay muchos, muchos detalles que te sacan del siglo XXI.
Recuerdo que elegí un alojamiento sobre la marcha, muy cerca del centro, cuando volvía de Sibiu. Había visto su situación en el mapa pero nada más.
Cuando llego a la dirección me encuentro con que es en una fachada que luce el cartel de un antiguo cine, y que ya había fotografiado en la primera tarde de paseos por la ciudad, je, je.
Crucé el patio, que parecía viejo, solitario y abandonado, y subí las escaleras. Reconozco que iba un poco mosqueada. ¿Dónde me estaba metiendo? Pero me encontré con un lugar muy agradable, el Upstairs Boutique, de habitaciones totalmente renovadas y limpísimas. Así pues, en Bucarest las apariencias engañan mucho.
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Algunos edificios a destacar (aunque hay muchos más!)
La Piata Revolutei y el palacio del Senado de la República
Has andado hacia el norte del barrio antiguo. Subiendo por la Calea (calle) Victorei te encuentras con el Palacio del Senado de la República. Lees que fue la sede del Comité Central del Partido Comunista, construido en los años de la Segunda Guerra Mundial.
Ceaucescu se asomó al balcón principal de este edificio para pronunciar algunos discursos ahora famosos, como cuando se opuso a la entrada de tropas soviéticas en Checoslovaquia en 1968. El discurso más famoso, no obstante, es sin lugar a dudas el último. El 22 de diciembre de 1989 tuvo que escuchar los gritos de la gente contra él y su régimen. Huyó de la masa enfurecida en un helicóptero, con su mujer Elena. Fueron capturados unas horas después en Targoviste. Acabó siendo ejecutado. El pueblo se impuso.
Un poco más adelante, enfrente del Museo Nacional de Arte, se ubica la Biblioteca Central Universitaria. Otro edificio de factura neoclásica que fue destruido por las bombas incendiarias de la policía en la Revolución de 1989. Un millón y medio de libros quedaron reducidos a ceniza. Qué horror.
Estos no son los únicos edificios neoclásicos y grandiosos.Enseguida te toparás con el Palatul Regal, el Palacio Real, que se construyó sobre los cimientos del anterior, desaparecido tras un incendio en 1927.
Museo Nacional de Historia de Rumanía
Bajas de nuevo hacia el centro histórico, pero sin entrar en él. Sigues en la Calea Victorei y alcanzas el Museo Nacional de Historia, que se ubica en un edificio espectacular, antaño la central del edificio de Correos. Si te paras a pensarlo, son muchas las ciudades que tienen o tuvieron un gran edificio de Correos. Recuerdo el de Dublín, aún en activo, o el de Madrid que ahora es la sede del Ayuntamiento. Está claro que las comunicaciones siempre han sido muy importantes.
El caso es que la visita a este museo es un paseo histórico de lo más interesante y nada caro (10 leis, poco más de 2€, a fecha de Mayo 2018).
Puedes empezar por la réplica de la Columna de Trajano, a tamaño real y a la altura de la vista. Está muy bien hecha y dispuesta de forma que puedas observar todos los detalles de los magníficos relieves que son como un cómic.
Y puedes seguir por el precioso Tesoro Nacional Rumano: joyas y orfebrería que van desde la Edad de Bronce hasta el siglo XIX. Hay piezas increíbles.
Cerca de la salida, una exposición de la II Guerra Mundial y los años oscuros del régimen comunista te trasladan a otra época. Su disposición, fotografías, maniquíes, objetos… todo hace que durante un rato te sumerjas en lo que fue aquélla barbaridad. ¿Hemos cambiado? No. La peor parte del ser humano sigue en activo. Mientras haya guerras nada cambiará. Tan inquietante como, insisto, interesante.
El Parlamento de Bucarest
Dejo para el final uno de los lugares más famosos de Bucarest: el Parlamento.
Es un lugar superlativo. Enorme. De hecho es el segundo edificio civil más grande del mundo, siendo el primero el Pentágono (¿lo consideramos civil?).
El sol de la mañana ilumina la fachada que todo el mundo fotografía. Está en la Avenida de la Libertad pero la entrada se hace por una puerta lateral, también muy monumental, frente a un parque que se extiende junto al río.
👉 Consejo: esta visita la tienes que planificar con 24 horas de antelación. En la guía de Rumanía que publiqué hace un tiempo tienes toda la información, así que no voy a repetirla. Sencillamente haz click aquí.
- En marzo de 1977 Bucarest se vio sacudida por un terremoto de 7,5 grados Richter.
- Murieron 1.500 personas y 11.000 resultaron heridas.
- Parte de la ciudad quedó destruida, sobre todo los barrios periféricos donde los edificios anteriores a 1940 cayeron como castillos de naipes.
- Dicen que Ceausescu se tomó como algo personal la reconstrucción de la ciudad. Y en 1984 comenzó su plan: el Centro Cívico, donde se ubica el famoso Parlamento o Palacio del Pueblo, además de otros mastodónticos edificios donde albergar el aparato administrativo. Para hacerlo destruyó barrios tradicionales, hospitales, campos de fútbol, iglesias. Destruyó para “reconstruir”. Sin comentarios.
La visita, que es guiada, te deja con la boca abierta casi a cada paso que das. Las proporciones de cada salón, pasillo, alfombra, lámpara, balcón, columna, ventana, puerta, son impresionantes. Es como si estuvieras en el país de los gigantes.
Dicen que algunas salas son tan grandes como un campo de fútbol. Que uno de los vestíbulos tiene un mecanismo en el techo para que se abra y que pueda aterrizar un helicóptero. Que la altura es de 13 pisos más cuatro bajo tierra, incluido un búnker antinuclear.
También dicen que Elena Ceausescu mandó tirar abajo tres veces las escaleras hasta que dieran con la altura exacta que correspondía con sus pasos. Cuando me cuentan este tipo de excentricidades siempre pienso que esa gente tiene un problema muy gordo en la cabeza.
Este edificio es hoy la sede del parlamento y del senado, además de exhibirse a los turistas…
Y en fin, si con esto no te he convencido de que deberías reservar dos días en Bucarest para conocer algo de la misma, pues ya no sé qué más puedo contarte, salvo que hay muchos más museos, parques y lugares que ni yo misma recorrí por falta de tiempo, pero no porque no lo merezcan.
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