El plan de meterme en un aguardo o hide para fotografiar buitres a corta distancia me pareció genial. Es una de esas cosas que siempre he querido hacer, así que cuando lo vi como parte del programa del viaje que la Diputación de Cáceres organizó para que un grupo de bloggers y fotógrafos conociéramos la zona del Tajo Internacional, no me lo pensé dos veces. Prepárate para ver de cerca cómo puede ser una experiencia así, y luego decides, porque sí, tú también puedes 😉
Para fotografiar buitres bien de cerca es necesario meterse en un hide
Llega el día. Nos levantamos antes de las 6 de la mañana y tras un desayuno riquísimo en la hostería donde nos alojamos emprendemos la marcha hacia el lugar designado.
Allí hay dos de estos habitáculos. Uno de dos plazas, y otro de cuatro plazas en dos pisos.
Un momento ¿qué son los hides? Son lugares donde esconderte, «camuflarte», para observar a la fauna salvaje. Y desde allí hacer fotos. Seguro que has visto algún documental de La 2 o de National Geographic donde lo muestran.
En este caso son «de lujo». Tenemos espacio, una sillita, y en el que ocupamos Ana y yo también hay una pequeña extensión con sanitarios portátiles por si no puedes aguantar y necesitas evacuar líquidos. Sí, te pongas como te pongas, vas a estar allí varias horas. Lo habitual es armarse de botella o bidón para esos menesteres, porque una vez que te camuflas es muy importante no salir para evitar que huyan… y no por esa vez, si no para siempre. Los bichos tienen memoria y allí donde detectan peligro, intentan no volver.

Además en este caso las ventanas por donde vamos a mirar tienen espejos unidireccionales, como los de las salas de interrogatorios (de las pelis al menos). Por el lado exterior son espejo, y en el lado interior es una ventana que permite ver sin problema alguno. Así las aves se verán a sí mismas y no a ti ni a tu cámara, siempre que sigas unas normas básicas. Este es un sistema que se ha impuesto en los últimos años, pero no todos los hide son así. En muchos la ventana está abierta o semioculta con una cortinilla de camuflaje.
¿Y por qué aquí y no más allá? Los expertos que se ocupan de levantar y mantener los aguardos decidieron en su día el terreno e hicieron un trabajo paciente de «acostumbramiento» de las aves. Les echan de comer y ellos vienen. Incluso reconocen el motor del coche y lo asocian a la pitanza. Esta es la forma en la que se pueden conseguir esas maravillosas fotos de aves que vemos en revistas y exposiciones.

Ojo, los aguardos no son de acceso libre. Has de contratar a la empresa que se encarga de levantarlos y mantenerlos. La buena noticia es que hay bastantes posibilidades, quizá más de las que te piensas, sólo hay que buscarlas. Yo era una ignorante del tema hasta ahora y la verdad es que nunca pensé que podía contratar una experiencia como esta. Ahora ya estoy pensando en cuándo y dónde será la próxima, je, je.
La experiencia de pasar dos horas y media en un aguardo rodeada de buitres
Llega el momento, la hora. Nos instalamos dentro de los hides y vemos cómo José esparce los restos de carne y huesos traídos de la carnicería del pueblo. Sale de nuestro campo de visión y alcanzamos a oír un ya vienen, seguido del ruido del motor.
Pensamos que es una bromilla y que aún tardarán, pero qué va. No pasa ni un minuto y aterrizan varios buitres negros delante de nuestras narices. Con las garras hacia delante atrapando las mejores piezas que hay en el suelo. Casi nos pillan desprevenidas.

Los buitres negros son los reyes, no cabe duda. Es la rapaz más grande de Europa. Enseguida nos daremos cuenta de cómo les abren paso los otros, los buitres leonados. Si un buitre negro quiere un hueso que tiene un leonado entre las garras… no hay problema, colega, todo tuyo, parecen decir. Asumo que son temibles.

Después de los primeros llegan los demás. Varias decenas de enormes aves que aterrizan en el mismo perímetro formando un caos fenomenal. Alas enormes batiéndose entre los cuerpos juntos y revueltos. Plumillas en suspensión…
La mayoría son buitres leonados, de color marrón y más claro en el pecho, un poco más pequeños que los buitres negros.


A los pocos minutos todo da un giro de nuevo. Dos o tres buitres se encaraman a las ramas de un árbol seco que hay al fondo. Otros vienen derechos hacia nosotras. He de confesar que José dejó un hueso con restos de carne frente a nuestras ventanas para que se acercaran, pero… creo que no hacía falta. De hecho, no se detienen en esa pieza.


Uno se sube a nuestro tejado, y otro, y otro y otro. Oímos sus pisadas y picoteos, también revoloteos y ruidos guturales. Creo que se están peleando, pero no podemos verles.
Tengo la sensación de que nos han rodeado decenas de ellos. Picotean las paredes en todos sus lados, mientras el ruido sobre nuestras cabezas continúa y aumenta. Ana y yo nos miramos. No sé qué pensará ella, intentamos hablar poco. Además es el momento de vivirlo, no de hablarlo. Y mejor que no se enteren de nuestra presencia. Desde el otro hide nuestros compañeros fotografían el nuestro…
El jaleo es tremendo y se forma una fila de espectadores delante de nuestras ventanas. Todos miran hacia arriba, excepto cuando oyen los ruidos de nuestras cámaras.

Entonces nos miran directamente. Bueno, miran a su reflejo en el espejo pero parece que nos miran a nosotras!! Creo que alguna vez detectan el movimiento del teleobjetivo. Quizá por algún reflejo del sol. Cuando veo que están atentos, me paro. Casi ni respiro, pero continúo enseguida.
No quiero perderme nada y al fin y al cabo estoy haciendo eso que siempre quise hacer: fotografiar buitres muy de cerca. Y lo hago como si no hubiera un mañana.

Es emocionante y algo inquietante. Que conste que nos lo habían dicho. «Sobre todo no os pongáis nerviosas, es probable que se suban al tejado. Tranquilas y ni se os ocurra salir». Y eso de no salir no es tanto por el peligro como para no espantarles (¿se irían? cuesta creerlo). Si les asustas, te cargas el trabajo de la gente que ha conseguido que confíen en este lugar.

Aunque me cuesta un poco, decido concentrarme en lo fascinante que es observar y fotografiar buitres tan de cerca, sin asustarme ni preocuparme.
¡¡Es toda una experiencia!!!
Son bonitos estos animalillos, claro que sí. Sólo nos falta poder tocarles, acariciarles…
Unos andan balanceándose con las alas abiertas. Resultan cómicos si no reparas en el tamaño de sus garras y el grosor de sus patas.
Otros se pelean con rapidez y luego cada uno a lo suyo. Como si fueran pandilleros retándose. En serio, tienen gestos muy chulescos, humanos. Pero no llegan a mayores. Se miran, levantan la cabeza desafiantes, se lanzan un gancho, digo pico, y se dan la vuelta con un gesto de desdén.
Otros se sientan en el suelo a sestear después de comer. Al sol, tan a gustito.


En un momento dado veo que hay uno sentado en el suelo con un ojo blanco. Pienso que es tuerto y se lo comento a Ana en voz baja. También lo ve. Luego nos enteramos de que no son tuertos, es la membrana nictitante o tercer párpado. ¿Unas gafas de sol naturales? He leído que es para proteger el globo ocular y humectarlo, ya que no lagrimean. Como son translúcidas, pueden volar sin dejar de ver. Cuando reviso las fotos me doy cuenta de que más de una ráfaga ha captado los ojos con la membrana bajada.
Resulta que hay muchos animales que tienen esta membrana, incluyendo camellos y otros mamíferos.
También hacen acto de presencia un par de alimoches. Su cara amarilla da un fogonazo de color a la escena. Cruzan fugazmente por delante de nuestra ventana. Andan tratando de pillar lo que pueden de entre los restos. Son los que se encargan de los huesos más difíciles. Los restos de los restos. Pasan mucho de nosotras (de nuestra ventana), je, je.

La anécdota del día: el «momento puerta»
Estoy concentrada observando a un buitre que está picoteando una telilla del borde de la ventana cuando Ana me dice «Ali, la puerta…». Le digo: ya, ya, pensando que se refiere al buitre que estoy observando. Insiste: no, la puerta…
Miro a Ana sin comprender. Está señalando detrás de mí, casi paralizada. Se refiere a la puerta del aguardo. ¡¡¡Está abierta!!!! Sólo una rendija, apenas un centímetro, pero abierta. El cerrojo ha cedido a los embistes de los buitres, que por cierto parecen no estar en ese preciso momento. Quizá ellos mismos se asustaron cuando la puerta se soltó. No sé cuándo fue, no creo que llevara mucho tiempo abierta porque en realidad yo echaba ojeadas a mi espalda de vez en cuando. Básicamente por el ruido tremendo de los buitres que picoteaban por ahí. Reacciono. Cierro y trato de asegurarlo lo máximo posible. Lo recuerdo todo como a cámara lenta.

La despedida
Poco a poco los buitres deciden alzar el vuelo. En pequeños grupos, como las olas de una marea. Hasta que suena el motor de nuestros «rescatadores» y se van los últimos, casi a regañadientes.
Y casi a regañadientes entendemos que la sesión ha terminado. Oímos cómo nos dicen que ya podemos salir, pero necesitamos un momento para entenderlo. Toca recoger las cosas de fotografía que han quedado casi esparcidas a nuestro alrededor, y salir a ese escenario que sólo unos minutos antes estaba lleno de buitres. Parecía un universo paralelo y sin embargo está ahí mismo.
Ojo, no siempre es igual. A veces los buitres tardan más en hacer acto de presencia, vienen menos, o más alimoches, o qué sé yo. Es fauna salvaje, aunque estén un poco confiados en cuanto al sitio/comida.
Normas a seguir en un hide
- Habla lo mínimo y en voz baja para no espantar a las aves y evita ruidos innecesarios como el de las cremalleras.
- Limita tus movimientos al máximo y hazlos de forma muy suave.
- No pegues la mano o la cara al cristal, si lo hay, porque te verán y lo entenderán como una señal de peligro.
- No salgas hasta que te lo digan, destrozarías el trabajo de los que han conseguido la confianza de la fauna.
- Viste con ropa oscura para que no te vean. Estos cristales unidireccionales no son infalibles.
- No te olvides de llevar agua para beber, que no es cosa de deshidratarse, pero estos y otros detalles logísticos que se te ocurran mejor háblalos con los especialistas antes de ir.
Consejos para que tu primera sesión fotografiando buitres sea un éxito
- Lleva varios objetivos, pero sobre todo un teleobjetivo. Estaría muy bien un 300 mm., pero si no tienes, con un 200 mm tampoco irás mal.
- Cuanto más luminosos sean los objetivos de tu cámara, mejor. Has de tener en cuenta que los cristales o espejos unidireccionales quitan luz, un par de pasos de diafragma. En el aguardo podrás cambiar de objetivo cuando quieras, simplemente déjalos a mano para evitar hacer mucho ruido trajinando con la bolsa de fotografía.
- Utiliza ISO 400 o más para compensar la luz que resta el cristal, y también porque es mejor disparar a una velocidad alta: más de 1000/s, mejor 2000/s (por eso necesitarás una ISO más alta a pesar de que sea un día soleado, ya que la velocidad alta resta entrada de luz al sensor).
- Haz fotos en modo ráfaga. Los bichos no se están quietos (¿será posible? cómo son! ji, ji), y es la mejor forma de conseguir una buena toma bien enfocada.
- Hablando de foco… enfoca a los ojos. Igual que en los retratos de personas, para que la foto no resulte extraña e incluso «te diga algo».

El trípode te irá muy bien para apoyar la cámara y no acabar con los brazos destrozados aguantando el equipo en suspensión. Recuerda que no vas a cambiar mucho de postura, y esta no va a ser muy estiradita que se diga. No obstante, yo no mantuve fija la rótula porque me hubiera sido imposible seguir a los buitres y tratar de conseguir las fotografías que quería. No sé si es así como se hace, que soy novata en estas cosas, pero así me apañé.
Por otra parte, no vas a estar revisando en la pantalla las fotos que haces, sería perder la atención y un tiempo preciosos, pero echa un ojillo de vez en cuando para asegurarte de que la luz y el enfoque están bien. Si ves que te salen movidas sube velocidad, y si están oscuras, más ISO.
De la composición no te digo nada. Bueno, que no te desanimes. Es probable que al principio tires más al buen tun tún y te vuelvas un poco loca sobre hacia dónde dirigirte. En mi caso las mejores fotos, o las que más me gustan, las conseguí hacia el final, cuando también empezaba a saber qué quería hacer e iba a por ello de alguna forma.
Lleva como mínimo una batería de repuesto (cargada, igual que la de la cámara, que nos conocemos) y más de una tarjeta de memoria (vacía, que nos conocemos 😛).
Con quién hacer esta actividad
Este aguardo es de la empresa Photo-raptors. Aquí te dejo el link a su web para que puedas contactar con ellos si quieres vivir algo así. El aguardo en el que estuvimos está situado cerca de Valencia de Alcántara, Cáceres.
¿Y tú, te atreverías a fotografiar buitres así de cerca?
Este post forma parte de la colaboración realizada con la Diputación de Cáceres para promocionar la región del Tajo Internacional, siendo mis opiniones y relato totalmente libres en lo que al contenido se refieren. Este artículo ha sido cofinanciado por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional a través del programa INTERREG V-A (POCTEP 2014-2020) España-Portugal dentro del proyecto Taejo Internacional Rede (0068_REDTI_4_E).
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