Actualizado el 25 enero, 2023
Saliendo de Bucarest hacia Transilvania, los campos de flores amarillas y cereales discurren al otro lado de la ventanilla. De repente, llegan las montañas. Son altas, muy empinadas y están llenas de bosques. Son los montes Bucegi, una parte de los Cárpatos, y son preciosos. Tu destino es Sinaia, el pueblo donde se alza el castillo de Peles, uno de los más famosos de Rumanía. No tiene nada que ver con Drácula pero en todas partes leíste que esta es una visita que merece la pena ¿continuamos?
El comienzo de un viaje por Transilvania: Sinaia y el castillo de Peles
La pequeña estación de tren de Sinaia te recibe con el sopor del mediodía. Antes de nada, averiguas dónde está la consigna. En el despacho de “información” una señora sale con una llave y te acompaña a la misma. Después compras el billete que te llevará esa tarde-noche a Brasov.
En la misma estación hay una pequeña panadería con horno propio, junto a la parada de taxis. Hoy comes un pan relleno de queso, jamón y tomate frito baratísimo. Ya estás lista para visitar Sinaia.
Sinaia está en la provincia de Valaquia, pero culturalmente ya es Transilvania.
Junto a la estación empieza la montaña. Hay unas escaleras para subir por lo que parece un parque o el mismo bosque. Para ello tienes que cruzar la carretera. Estás dispuesta a hacerlo pero tu amiga insiste en que mejor cojáis un taxi para subir al castillo. Y te dejas llevar. El taxi resulta muy barato y la subida que te ahorras es de órdago, aunque no lo ves hasta que lo haces, claro. Avisada estás.
Dando vueltas y revueltas el coche sube cada vez más alto. Sinaia se despliega en la montaña. Hay muchas casas preciosas, grandes palacios, algún hotelazo, un monasterio que anotas mentalmente para la bajada, que será andando sí o sí. Tejados puntiagudos, enormes árboles.
Visita al castillo de Peles
El castillo de Peles se alza en el monte. El entorno es precioso y el edificio bastante curioso. Como un gran chalet suizo. En cambio, la visita al interior es un poco histriónica y puede ser decepcionante. Así de claro te lo digo.
El rey Carol I decidió construir el castillo de Peles en Sinaia a principios del siglo XIX. Buscaba un lugar donde su hija encontrara alivio para sus problemas respiratorios.
Ya has leído que el castillo de Peles cierra sus puertas a las 15 h. (horario de invierno, a las 17 h en horario de verano) así que te apresuras por el caminito que deja ver prados y bosques hasta donde alcanza la vista. Te dejo aquí el enlace a los horarios de su propia página web.
Tras esperar en la cola consigues tu entrada y decides pagar para poder hacer fotos con la cámara, no vaya a ser que sea tan bonito como el exterior. Te cobran 7 eurazos sólo por las fotos.
El castillo de Peles fue el primer edificio de Europa con luz eléctrica y ascensor.
La visita al Castillo de Peles tiene que ser guiada y en grupo de 20 personas o más. Por si fuera poco, apenas dejan una distancia de cinco minutos entre un grupo y otro. El resultado es que te sientes parte de un rebaño que sigue a otro rebaño. Quién sabe a dónde te conducen. Podría ser al matadero y tú tan feliz 😜 Deben de sacar un buen dinero. Con la siguiente foto te haces una idea.
Más detalles: al entrar te obligan a envolver tu calzado en un plástico. Será para proteger los reales suelos del castillo. No te extraña. Con tanto trasiego de gente, es lo mínimo.
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El capricho del rey Carol I
Las estancias se suceden una detrás de otra abarrotadas. Mobiliarios y artesanías a tutiplén. Uno de los lugares más recargados que has visto en tu vida, sin negarle su aire de cuento.
Gustav Klimt decoró las cornisas del pequeño teatro que alberga el Castillo de Peles. Las maderas labradas se pelean con mármoles ostentosos y un poco fúnebres. Hay rosas de cristal de colores junto a grandes espejos.
El modernismo se mezcla con el barroco y con el orientalismo. Incluso hay una sala gótica. Hay rincones casi bonitos y otros muy agobiantes. La sala oriental invita a entrar pero no se puede ni pisar, y la sala de música aporta un poquito de paz. Todo muy oscuro, un poco loco.
La Biblioteca, la sala de Literatura, el salón Florentino y la sala Veneciana, la de Armas, el estudio de Carol I. Hay alguna foto de él mismo tocando el piano y de la reina leyendo.
Sales de allí casi mareada y con ganas de dar una vuelta por los jardines. Allí la estatua de la reina Elisabeta Carmen Silva observa a los cientos de personas, de muchas nacionalidades, dando vueltas por aquí y por allí. Buscando la mejor vista, la mejor foto, un recuerdo.
Volviendo hacia la salida hay un pequeño desvío que lleva al castillo de Pelisor, que fue mandado construir por el sucesor de Carol, el rey Ferdinand, a principios del siglo XX. Una construcción mucho más modesta que resulta raro llamar “castillo”.
Las calles de Sinaia y su monasterio
Ya tenías ganas de patear un poco esa bonita ciudad que has visto tras la ventanilla del taxi.
Por aquí un jardín silencioso donde los juguetes de los niños, de los de antes, esperan a sus dueños mientras se pone el sol. Por allí calles empinadas que invitan a bajar entre casas que exhiben balcones de madera y tejados empinados de color rojo. Muchos son de chapa oxidada. La montaña está siempre presente.
Sinaia es famosa por su estación de deportes de invierno así que eso marca el carácter de la ciudad. Muy de fin de semana, de domingos y festivos, con sus restaurantes y alguna atracción para el gran público como una pequeña tirolina en el parque que hay junto a la carretera. Muy de «día en familia» para pasarlo bien tras el disfrute de la nieve o los bosques. Bosques en los que, por cierto, dicen que hay mucha vida salvaje, incluyendo osos.
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El monasterio de Sinaia
Otro lugar de interés es el monasterio de Sinaia, y ahí te diriges con paso decidido. Allí mismo hay una fuente que los rumanos se apresuran a utilizar para rellenar sus botellas. Parece que es una de esas aguas que sanan o algo así.
Un señor orondo, sentado en un banco, cobra la entrada. Están a punto de cerrar, tienes suerte.
La iglesia Biserica Mare domina tu atención en tus primeros pasos, pero hay mucho más. A la izquierda según entras hay un paso a otro patio. Allí están las viviendas de los monjes. Alguno sale al sol con sus hábitos negros y el paso apresurado cuando estás merodeando por allí. Además hay una pequeña ermita. Es realmente preciosa, con su pórtico cargado de pinturas al fresco. En su interior la cosa mejora, aunque sólo tienes unos minutos (a solas, eso sí) para contemplarla. Enseguida llega el señor de la puerta a cerrarla.
✍ Este monasterio me recuerda muchísimo al monasterio de Decani en Kosovo.
En todo el recinto se respira una paz y tranquilidad que no has tenido en el castillo ni en las calles de Sinaia. De hecho hay carteles que piden que se baje la voz y se silencien los móviles. Se agradece muchísimo. Así sí se puede captar la energía del lugar. Disfrutar y contemplar su belleza sin distracciones ni molestias. Ojalá esto lo hagan en más lugares. Ganaríamos tanto…
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¡Hola Alicia!
Muy fan de tu blog, y tu facebook, especialmente todos tus viajes al desierto. En esta ocasión te sigo los pasos por Rumania. He leído que timan mucho con los taxis y lo mejor es usar uber. ¿Para subir al castillo de Peles desde la estación cogisteis uno de los que estaban allí, o utilizasteis app?, ¿hubo que negociar, es precio cerrado?
Todo lo que puedas indicarme te lo agradezco.
Hola Gema! Muchas gracias!! 😊 A tu pregunta, cogimos uno de los taxis que venían a la estación de tren (tuvimos que esperar un pelín porque la parada quedó vacía minutos después de bajar la gente del tren). Preguntamos el precio y nos pareció bien, así que listo. Quizá tienen más si coges en los aeropuertos, a mí no me dio sensación de timo en otros sitios, aunque cogí un par o tres en todo el viaje… Sí regateé en Bucarest para ir al aeropuerto, cogiéndolo en la calle y no en parada u hotel