Actualizado el 29 octubre, 2018
Fui a Transilvania buscando los restos de mis sueños adolescentes. Buscando a Drácula y al personaje histórico de Vlad Tepes, hijo de Vlad Dracul, que dicen inspiró a Bram Stoker para su célebre novela. No lo encontré. Sí la industria turística que explota a ambos personajes por igual, aún un poco «pobre» pero eficaz. Puede que el mes de Mayo de cielos limpios y 29 o 30 grados de temperatura no fuera la atmósfera ideal para ver vampiros. Pero a quién le importa cuando tienes delante bosques enormes, montañas espectaculares, y bellas ciudades. Estas son mis primeras impresiones de un viaje a Transilvania y Bucarest.
Una de las primeras impresiones de un viaje a Transilvania y Bucarest es que estás en un lugar de difícil clasificación temporal
Pues sí. Al menos en esta parte de Rumanía, das saltos en el tiempo continuamente. Subes a un autobús urbano y te vas a los años 70 o a los 80.
Paseas por las principales calles de Bucarest y parece que navegas entre los restos de una ciudad del siglo XVII, XIX, y las últimas décadas del XX.
Contemplas los pueblos y el paisaje agrícola desde el tren, y te parece estar viajando por la Edad Media. Igual cuando visitas castillos, fortalezas, o simplemente paseas por las bonitas Brasov, Sighisoara o Sibiu.
Te cruzas con muchos rumanos y rumanas que lucen estilismos de otros tiempos. Todo ello mezclado con otros mucho más actuales, aunque sean así como «más del Este».
Restos de la Antigua Roma, fortalezas medievales, palacios e iglesias barrocos, Art Nouveau, Modernista, neoclásico, y arquitectura de los tiempos de la Guerra Fría… Rumanía tiene mucho que enseñar, la verdad.
Bucarest tiene ése aire decadente que queda tan bien en las fotos
La entrada al país que elegimos para empezar este viaje fue Bucarest, la capital. Desde el principio comprendimos que cualquier paseo empieza y acaba junto a fachadas que amenazan ruina, antiguos letreros ya fundidos, churretes de mierda, grafitis, escaparates rotos que hablan de un pasado ¿mejor?
En medio de todo eso te puedes dar un respiro de paz y relax en cualquiera de las pequeñas iglesias ortodoxas, muchas muy antiguas, que hoy se han quedado encajonadas entre los altos edificios. Y en alguno de sus museos, que tiene unos cuantos.
Es fácil caer en el romanticismo con un escenario así.
Lo decrépito, en la ciudad, y creo que sobre todo gracias a la fotografía, se ha convertido en un atractivo a considerar. Un motivo de visita.
De alguna manera experimentas nostalgia, aunque no conocieras el sitio en todo su esplendor. Una de esas sensaciones que experimentas cuando viajas y que ya te conté aquí. Pasa con Lisboa, con Budapest, y con tantas otras ciudades. Bucarest se puede sumar a la lista sin problemas. Hay atisbos de que las cosas van a cambiar, de que están cambiando, pero aún hay mucha tela que cortar en esta gran ciudad.
Punto y aparte merece la mención a la gran atracción de esta ciudad: el Parlamento, conocido también como «La Casa del Pueblo». El segundo edificio civil más grande del mundo (el Pentágono es el primero). El delirio de aquél dictador que fue abatido por el pueblo: Ceaucescu. No es este el único testigo de aquellos delirios. Un día te cuento mucho más.
Los paisajes y ciudades de Transilvania en primavera son espectaculares
Sin ninguna sombra de duda los paisajes y ciudades de Transilvania son preciosos.
La visión de los Cárpatos cuando el tren se acerca a Sinaia impresiona. Allá arriba las cumbres empinadas aún lucen restos de nieve, y sobre todo hay bosque, muchísimo bosque. Hayas, abetos y otras especies similares mezclan sus tonos de verde con la exhuberancia de la primavera.
Antes y después de entrar en los valles de esta cordillera que remite a la leyenda del gran vampiro hay mucho campo de cereal, y de flores amarillas (¿cultivos de colza?). Campesinos que llevan a sus caballos de las riendas. Mujeres con faldas anchas, mandil y pañuelo en la cabeza. Carteles publicitarios de hace muchos años. Cielo azul, limpísimo.
Y las ciudades y pueblos de Valaquia y Transilvania son como de cuento. Casas con tejados de teja a dos o cuatro aguas, con su jardincito alrededor. Iglesias de altos campanarios y distintas confesiones: católicas, evangelistas, ortodoxas. Murallas, torres defensivas. Fachadas de colores de todas las gamas y tonos. Poco tráfico. Vida tranquila.
Mucho sol y pocos resquicios de sombra. Visitar estos lugares en verano debe de ser un poco duro.
Otros detalles de Rumanía que me ganaron, sorprendieron o no me gustaron
Buscando información del país me encontré con muchas quejas, abiertas o veladas, hacia el transporte público rumano. Que si los trenes son viejos y sucios, que si los autobuses. La verdad, creo que no es para tanto y sí hay que hacerles una ola por la puntualidad, especialmente en lo que a trenes se refiere. Puntualidad suiza. No falló ni uno, y cogí unos cuantos. ¿Son lentos? Aquí también los tenemos así. ¿Están viejos? Pero no son incómodos y algunos llevan enchufes y wifi gratuito. Y son baratos.
Los precios, ya que lo he mencionado, son más baratos que en España. Incluso bastante o mucho más baratos. Otro día lo cuento en detalle.
Olvídate de las colas para entrar a un sitio, subir al autobús o tren, o comprar algo. Impera la ley del más fuerte, a veces incluso en los supermercados. Me sorprendió, y me espabilé ;)
Las limonadas naturales. Deliciosas, siempre disponibles. Con miel o con azúcar, te suelen preguntar. A veces con menta. Pídela «fría» o «con hielo», porque si no te la sirven a temperatura ambiente.
La gente. En general los rumanos son muy amables con el visitante. No voy a decir que son adorables, pero saben hacerte sentir bien acogida.
La seguridad. La mayor parte del viaje éramos dos, y los últimos días seguí viaje sola. En ningún momento me sentí insegura, sino más bien lo contrario, y como ya he dicho de otros destinos, viajar así es un placer. Poder caminar por la noche con tranquilidad, dejar la cámara encima de la mesa mientras comes al aire libre, no tener que vigilar con especial cuidado tu mochila, llevándola a la espalda.
Las pequeñas ciudades están rodeadas de bosques maravillosos, y es muy fácil acceder a ellos. La presencia de la Naturaleza con mayúsculas es un hecho.
Las tasas que hay que pagar en algunos lugares para hacer fotos con la cámara. Por ejemplo, 7 € para el Parlamento de Bucarest. Abusivo. No me gustó nada.
¿Volveré a Rumanía? probablemente sí, porque han quedado muchas cosas, demasiadas, en el tintero.
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- Guía de viaje a Bucarest y Transilvania en transporte público.
- Sinaia y el castillo de Peles, primera etapa de Transilvania.
- Dos días en Brasov: qué ver y hacer en esta bonita ciudad.
- El castillo de Bran y la ciudadela de Rasnov, excursión de 1 día desde Brasov.
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