
Actualizado el 6 febrero, 2023
Llegamos a Dingle justo un día antes de que se celebrara un acontecimiento local de cierto (o mucho) renombre: las carreras de caballos. La afición por este deporte en Irlanda es enorme, lo malo es que tiene «consecuencias» para el que no lo busca. ¡Sigue leyendo y lo entenderás!
Alojamientos llenos. Precios más altos y embotellamientos en las estrechas carreteras de acceso al pueblo de turno. Esto último no nos ocurrió porque afortunadamente no llegamos «el día D». Pero el tema del alojamiento sí que lo sufrimos.
Después de patearnos varios Bed and Breakfast conseguimos la última habitación en uno de ellos. Pagamos 80€ (ag!) y después de intentar negociar (no lo tenía claro la señora ni ná…), decidimos quedarnos una noche.

Al menos la casa y su ubicación estaban muy bien. De hecho, disfrutábamos hasta de un balconcito que daba a la bahía resguardada de los vientos.
👉 Una muy buena idea es reservar el alojamiento con antelación, sobre todo para evitar sustos con los precios. Irlanda no es barata, algo malo tenía que tener. No lo dejes para más tarde y busca en Booking alojamiento en Dingle.
Dingle, el pueblo de la bahía o un rincón muy típicamente irlandés
Dingle está en la Península de Dingle y es un pueblo pequeño «de empinadas calles» según la Lonely Planet. No saben lo que es una calle empinada, me temo, porque a un par de ligeras cuestas no se les puede llamar así. Vamos, digo yo.


Al margen de este detalle, lo que encontramos fue un pueblecito lleno de gente debido a la proximidad de la fiesta. Con una feria de las de toda la vida ya instalada junto al puerto. Con sus coches de choque y noria. Donde principalmente los/as adolescentes se paseaban con «sus mejores galas» o desplegando sus plumas al acecho de… uy, perdón, me sale la vena antropológica, ji, ji. Volvamos al pueblo 😉

Dingle es un núcleo urbano bastante compacto, a diferencia de otros pueblos irlandeses. Las principales calles están llenas de tiendas de la más variada índole, predominando la artesanía y los regalillos varios.
Ah! también hay ferreterías con licencia para vender alcohol. Por tanto te puedes tomar una pinta mientras escoges los tornillos 😂
Lo que me gustó mucho de Dingle fue la variedad y cantidad de fachadas y decoraciones coloridas. Al fin y al cabo son los que aportan buena parte de ése aire especial.


Mención aparte merece el pequeño puerto de Dingle
Con barcos pesqueros que aún lanzan sus redes a la mar. Sobrevolados continuamente por las gaviotas. El atardecer que pudimos disfrutar en el puerto de Dingle fue precioso, tanto en la zona de los barcos como más allá, donde el agua ya parece un lago o un río que se adentra en el interior de la península.

Dicen que en las aguas de Dingle vive el delfín Fungie y hay todo un programa de «visitas» o salidas en barco para avistarlo.
Decidimos pasar del tema, y resultó que más tarde vimos un delfín de manera mucho más espontánea en el puerto de Doolin.

Por la noche, salimos a cenar y tomar una pinta. Después de dar una vuelta por la feria, comimos un fish&chips en uno de los sitios que a simple vista nos pareció bien, pero no, no fue una buena elección 🤔
Las guías dicen que se puede comer buen marisco en Dingle, pero prepara el bolsillo. Luego sí, la Guiness del día cayó mientras unos músicos amenizaban la tarde-noche como sólo ellos saben hacerlo. En ese ambiente único que se crea en los pubs irlandeses, y que desde luego no hay que perdérselo.
Yo pensé que la ocasión de encontrarnos con una music-session de este tipo no sería tan frecuente pero… todos los días, en la gran mayoría de pubs de Irlanda, los músicos tocan y cantan. Es sencillamente genial!!



Nos fuimos a la cama bajo un chaparrón de esos cerrados, cerrados, y al día siguiente, como ya he comentado, madrugamos un poquito más y salimos de allí antes de que empezaran las carreras y el sitio se pusiera poco menos que «imposible».
Tiramos para el norte, atravesando la península por el Paso O’Connor, el puerto más alto de Irlanda: 450 m. (!!!)
Había mucha niebla pero justo cuando pasamos el puerto esta comenzaba a levantarse y pudimos ver los lagos que hacen famoso a este lugar. Uno de ellos, al menos desde allí, tiene forma de arpa irlandesa 😊
Una vez superado el puerto y dirigirnos al condado de Clare en ferry, por el paso de Tarbert (ahorrándonos pasar por Limerick y el enorme rodeo), los magníficos Acantilados de Moher y el Burren nos esperaban. Y muchas más cosas que no sabíamos hasta que fuimos. Es lo bueno que tiene viajar 😉
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