Actualizado el 27 enero, 2023
Un escenario de cuento. A poco más de media hora de coche al sur de Dublín, incluso al «paso titubeante» de aquellos que no conducimos por la izquierda nunca. Si encuentras la salida de la gran ciudad que desemboca en la R115 que lleva al Sally Gap, el punto más alto de estas montañas y bosques, tanto mejor. No fue nuestro caso, bastante tuvimos con lograr salir sin dar demasiadas vueltas enfilando la M11. Pero al final encontramos el camino y por fin nos fuimos a Glendalough. Un lugar de cuento y eso es mucho decir si hablas de Irlanda 😊
Glendalough, en los montes de Wicklow, es un escenario de cuento cerca de la localidad de Roundwood
El caso es que llegamos a Roundwood sin demasiadas novedades y como digo en un tiempo casi récord. Antes paramos en algún punto de la carretera para contemplar los prados verdes, muy verdes. Con manchas de bosques y grupitos de caballos y vacas por aquí y por allí. En cuanto sales de Dublín, ese es el paisaje que te vas a encontrar.
Roundwood es un pueblo que está a escasa distancia de Glendalough y los lagos (unos 3 km). Un buen sitio para quedarse a dormir, aunque también hay un hostel en el mismo Glendalough.
👉 Aquí puedes ver algunos alojamientos en Roundwood.
Atravesado por la carretera, el pueblo es muy tranquilo y hay poco turismo. También es cierto que era lunes. La gente suele ir y venir de Dublín en el día, más en fin de semana.
Roundwood tiene un secretillo que nos sorprendió gratamente, luego lo cuento 😜
Lo primero que hicimos fue ir a ver si había habitaciones libres. Para ello nos dirigimos a uno de los B&B que estaban a la vista.
The Coach House es un establecimiento amplio y un poco laberíntico. Con un pub en el que por las noches suena la música en directo y un parking anexo muy decente. Nos gustó además la acogida amable y simpática, otra constante de Irlanda. Allí nos quedamos, dejamos las bolsas de viaje y pusimos rumbo a Glendalough sin más tardanza.
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Glenn dá Loch o Glendalough significa el «Valle de los dos lagos»
Efectivamente. Glendalough es un valle profundo de tipo alpino. Es decir, de pronunciadas laderas cubiertas de bosques con diferentes especies de árboles, que terminan en las aguas de estos dos lagos. Uno más pequeño y otro más grande, ocupando casi toda la base del valle.
Desde el parking y el centro de visitantes aún no se adivinan los lagos. A poco de andar por un sendero bien marcado, lo primero que te encuentras son las ruinas del monasterio de Glendalough. Un importante centro monástico que en el s. IX alcanzó su plenitud.
Miles de estudiantes aprendían y vivían en esta comunidad en medio de esta exuberante naturaleza.
La historia de Glendalough
El lugar lo descubrió un joven monje llamado Kevin que llegó aquí buscando un lugar de retiro, varios siglos antes del IX.
Quería meditar, en armonía con la naturaleza, y lo consiguió durante siete años. Dicen que dormía en lo que fue una tumba de la Edad de Bronce cerca del Lago Superior.
Pero la voz se corrió, otros quisieron imitarle. Fueron al valle y poco a poco se fue creando esa comunidad monástica que llegó a ser tan importante. No sé cómo le sentaría esto al buen Kevin 🤷♀️
Su declive comenzó con los saqueos de los vikingos, amén del desalojo y destrucción de las tropas inglesas, tiempo después. Corría ya el año 1398.
Yo tenía unas ganas tremendas de ver con mis propios ojos no sólo el entorno, sino también la espectacular torre cilíndrica de piedra del siglo XI.
Con más de 30 metros de altura, es el testigo de las construcciones de los primeros cristianos de Irlanda.
No es la única torre de estas características de Irlanda. De hecho visitamos al menos tres más durante el viaje, e incluso subimos a la de Kilkenny. Pero esta fue la primera, y quizá por lo novedoso y por el entorno, para mí la más especial. La más bonita.
Parece una de esas torres de cuento donde la princesa se asoma suspirando por su príncipe.
Todo un cementerio se extiende entre las ruinas de varias pequeñas iglesias. Cruces celtas o imitaciones de épocas posteriores. Lápidas con nombres y fechas de diferentes siglos. Algunas muy recientes ¿Aún se utiliza este cementerio, aún vienen aquí a enterrar a sus seres queridos? Es algo que no deja de sorprenderme.
Más adelante fuimos comprobando que en los antiguos cementerios la actividad no ha cesado. Generaciones y generaciones de paisanos yacen juntos.
Después de pasear a placer entre las ruinas, y siempre volviendo los ojos hacia arriba para mirar la torre una y otra vez (confieso que me enamoré un poco), decidimos seguir hacia delante.
Volvimos a cruzar el también antiguo puente de piedra por el que se accede a las mismas y entramos en el bosque.
Los bosques de Wicklow son de película
Y aquí vino quizá la mejor parte del camino. Enseguida nos vimos entre enormes hayas, robles, coníferas de diferentes tipos, acebos y más especies que ahora no recuerdo.
Tuvimos un pequeño déja vu recordando los senderos de la Selva de Irati en los que estuvimos el otoño anterior, por cierto 😊
Andando por el camino, vimos a una mujer cogiendo y comiendo algo de unos matorrales que había en la vereda. Los zarzales estaban en flor, aún sin fruto, así que nos acercamos a ver qué eran ¡¡Arándanos!!
Yo conocía la frambuesa y la fresa silvestre, y por supuesto las moras, pero no había visto el arándano en su medio 😊. No nos resistimos a probarlos, ni a hacerles unas fotillos.
Entre sus ramas también descubrimos muchas arañas, bastante pequeñas pero realmente bonitas. En fin, «con poco» nos entretenemos.
Los detalles del bosque son una mina para la fotografía así que realmente lo pasamos muy bien yendo por aquí y por allí.
Tras los bosques, llega el lago de Wicklow
A los lagos se llega enseguida, no tiene ninguna dificultad y en un par de kilómetros estás en el Upper Lake. A partir de allí hay varias rutas para subir a los montes, dar la vuelta al valle, etc., pero has de ir preparado porque el tiempo puede ser muy cambiante.
La hora de comer ya había pasado hacía rato y como no habíamos llevado comida y además estaba el tiempo un poco tormentoso, nos fuimos al que parecía el único sitio donde comer. Fast food de lo peorcito, en el segundo parking del parque, frente al Upper Lake.
Una iglesia primigenia
Ya de vuelta, nos desviamos por un caminillo umbrío con una valla de piedra en un lado. Desembocamos en las ruinas de la Reefert Church.
Su nombre significa «lugar de enterramientos reales», y es que aquí reposan los jefes del clan local, los O’Toole. Un apellido que es como Pérez en España y está en todas partes.
Es una iglesia muy pequeña, rodeada de lápidas hechas con una piedra con bastante mica (esa piedra que brilla). Apenas sin forma y sin inscripciones, es un rincón de lo más bonito.
Por último, me gustaría decir que admiro el cuidado con el que los irlandeses mantienen la naturaleza. Es muy visible por la limpieza del entorno y el tamaño y frondosidad de los árboles (ya quisiéramos). Pero aunque aquí no sea tan palpable, me repatea la «civilización» de buena parte de dichos espacios. Aunque sea respetuosa y pueda venir bien para los accesos, baños, y cierta garantía de cuidado.
Mmmmm… no sé, quizá se pudiera encontrar una fórmula intermedia. En fin, seguramente subiendo monte arriba te olvides de todo eso y más 😊
El secreto de Roundwood
Termino el post, y siento que haya quedado tan largo, con el «secretillo» de Roundwood.
Cuando volvimos de Glendalough aún quedaban un par de horas de luz (en agosto anochece casi a las diez de la noche), y además queríamos dar una vuelta por este nuestro primer pueblo irlandés.
Andamos carretera arriba y abajo, tiramos por una «calle», pero sólo veíamos casas y casas con jardín y poco más. ¡¡Vaya casas!! ¡Aquí se ha movido dinero! supongo que en la época del Tigre Celta.
De repente recordé que había leído algo sobre un lago que hay justo al lado del pueblo. El lago Dan. También había leído que los terrenos son privados y no se puede recorrer andando por la orilla, pero nos orientamos y empezamos a bajar por una carreterita. ¡Bingo! llegamos a un puente que cruzaba dicho lago, y la boca se nos abrió.
Las nubes se reflejaban a la perfección sobre las aguas quietas, que además estaban adornadas por grandes manchas de una flor de color rosa.
Encantadas, observamos que había un camino que salía de un extremo del puente y un pequeño paso en la valla de piedra. «Nos colamos» en la propiedad privada. Un cartel indica que la orilla es pantanosa y tú asumes el riesgo de andar por ahí. Nos sumergimos en los árboles y vegetación, aunque el lago estaba casi tapado por éstos.
Bueno, no me enrollo, las fotos reflejan más o menos esas vistas 😊
En fin, un buen fin de día el de la visita a Glendalough, sí señor. Como siempre, lo inesperado es la guinda 😉
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Me encanta, está claro que la próxima vez que vaya por Irlanda, tocará descubrirla aún más, que únicamente estuvimos en Dublín y menudo país más increíble :D
Saludos!
Gracias José Carlos! pues… Dublín es la puntita del iceberg, si me permites decirlo y afirmando que la ciudad me gustó mucho, pero más allá de ella, uf! bueno, intentaré ir contándolo por aquí aunque esta vez creo que voy a pasar de la cronología del viaje ;)
Hola Ali! Me gustaría saber cuánto tardaste en hacer la ruta hasta llegar al Upper Lake, y que color seguiste, ya que tengo entendido que hay rutas diferentes según el color que sigas.
Gracias!
Hola María! Ups, no recuerdo ninguna de las dos cosas… Este viaje lo hice en el año 2012! Lo de los colores de las rutas no lo recuerdo en absoluto, nos movíamos con un mapa Michelin como toda la vida, je, je. Lo siento y en cualquier caso no te preocupes que allí te darán las indicaciones seguro 🙂🙂