Actualizado el 6 febrero, 2023
Un punto en el que empezamos a disfrutar de verdad de los paisajes y ésa sensación única de estar muy lejos fue la Península de Dingle. Ya habíamos recorrido el afamado «Ring of Kerry», del que hablo en otro post, pero Dingle nos sorprendió más y nos encandiló por el menor número de turistas y gentes de paso.
Aquí era más fácil quedarse solo en un acantilado, transitar con poco tráfico, y disfrutar del sonido de la brisa sin otros «ruidos» alrededor. También es cierto que el clima mejoró mucho y que el cielo azul se abrió de manera más decidida en los siguientes. Todo un lujazo en estas latitudes 😉
Me habían aconsejado vivamente Dingle, pero cuando estábamos en Dublín trazando la ruta, pensamos que no nos daría tiempo si queríamos dedicar días a otros lugares. Finalmente volvimos a cambiar de opinión y sí, nos vinimos un par de días ¡Qué bien hicimos!!
El recorrido más espectacular de la Península de Dingle es justo en su parte más septentrional, la más occidental de Europa.
Península de Dingle, qué ver y cómo recorrerla
Una vez resuelto el tema del alojamiento en la ciudad de Dingle, nos dirigimos hacia la punta de la Península para hacer una ruta circular en coche.
En primer lugar, «nos topamos» con el fuerte Dunberg, un bonito ejemplo de vivienda de la Edad del Hierro al borde de un acantilado.
Los acantilados de la Península de Dingle no son tan altos ni tan espectaculares como los Cliffs de Moher, pero se me antojan más salvajes, incluso más enérgicos. Quizá por la imperfección de sus paredes, la gallardía de las rocas terminadas en punta, el predominante color negro…
💡 Si no dispones de coche, siempre puedes apuntarte a una excursión organizada a la Península de Dingle desde Killarney.
👉 Para leer más sobre los ringforts de Irlanda consulta este enlace.
Las cabañas de la Hambruna
En la parada del Fuerte Dungber, justo al otro lado de la carretera, hay una serie de cabañas que se pueden visitar pagando una módica entrada. Y resultó ser toda una sorpresa, muy divertida 🤭
Para empezar, un tipo que estaba sentado en el asiento de su furgoneta nos saludó y se desplazó a una caseta de obra a cobrarnos las entradas. Además de preguntarnos de dónde éramos y soltar alguna bromilla de las que gustan por aquí 😀. A partir de ahí, hay que subir un caminito empinado. El pony que nos encontramos a su vera era precioso y también muy amigable. Como si la amabilidad no fuera sólo cosa de humanos en esta isla.
Un poco más arriba están las cabañas. Estas son una representación de cómo era la vida en la Irlanda del s.XIX, en los tiempos de la Gran Hambruna.
La Gran Hambruna fue una tragedia que se saldó con millones de vidas y el desplazamiento de muchísima gente a EEUU. Los terratenientes les regalaban billetes para este destino como «compensación», una vez reconocieron que no quisieron bajar los precios de los escasos alimentos a pesar de que morían como chinches. Hay que jo…
Nos dirigimos a la primera cabaña que había a nuestra izquierda y al asomar la cabeza (yo iba la primera, estábamos solas): aaahhhhh!! Un señor y una señora muy feos estaban mirándome!!! Eran muñecos de tamaño natural y muy realistas. Aquí la foto:
Esto me recordó a un museo que visité en Canterbury (UK) hace un montón de años, cuando pasé un mes allí aprendiendo inglés. El museo representaba la ciudad en la Edad Media con su mercado. Recuerdo que los muñecos eran también de lo más realistas, y que en cada puesto del mercado se olía nítidamente la mercancía: pescado, fruta, etc. Los anglosajones son muy de este tipo de museos.
Continuamos entrando en las otras cabañas. Yo pensaba que no habría más muñecos, pero estaba equivocada, así que seguí pegándome sustos. Ja, ja, como si estuviera en un videojuego o en un rodaje!! Y es que los muñecos eran de lo más truculentos…
Eso sí, la puesta en escena realmente lograba transportarte a aquella época, viendo allí mismo todos los objetos y muebles que constituían un hogar y que tanto me recordaban a las pelis del Salvaje Oeste. Pero claro, es que los habitantes del Salvaje Oeste, en buena parte, eran de origen irlandés y venían de lugares como este.
Los acantilados de Dingle
Después de tantas «emociones», seguimos adelante decididas a encontrarnos con los acantilados. A la altura del Cabo Clogher la carretera serpentea entre la ladera de roca y hierba y el cortado que cae al mar.
Como había buena visibilidad y la gente conducía con calma, como nosotras, decidimos parar un momento y hacer un par de fotos porque el paisaje era maravilloso. Justamente allí había una gaviota enorme, no sé de qué especie concreta.
No se inmutó por nuestra presencia y cuando me acerqué para hacerle una fotillo de cerca (y no tuve que dar más de dos pasos desde el coche), se removió y finalmente se encaró y me gritó para que me largara. Llegaba otra amiguita suya, así que inicié la retirada, ja, ja, sólo por el pico y esos ojos amarillos ¡mejor no provocarlas!!
La playa de Clogher
Seguimos un poco más por la carretera hasta una playa que habíamos visto desde más arriba y a la que se accede por una desviación a la izquierda. Después la identifiqué como la playa de Clogher, donde abundan los surfistas.
La playa es una pequeña ensenada en medio de los acantilados de roca prácticamente negra, cortados de forma caprichosa y que hacen pensar en trampas mortales.
Por encima de ella, un camino sube hacia… ¿el cielo? 😉 Por allí arriba nos asomamos aún más a los cortados y sobre todo observamos a las aves de varios tipos. Suben y bajan en incesante actividad y pasan muchísimo de los cuatro gatos que andábamos por allí.
Ballyferriter
La siguiente parada fue un punto de la costa cercano a Ballyferriter o Baile an Fheirtearaigh.
Aprovecho para comentar que Dingle es uno de los lugares donde más se habla irlandés. Por eso a partir de este tramo tuvimos algunas dificultades buscando los sitios, porque la mayor parte de los carteles están en irlandés y los nombres de los sitios no se parecen mucho a la versión inglesa. Es mejor que lleves un mapa que los incluya, y de todas formas ármate de paciencia porque la mayoría de nombres irlandeses son muy largos y están llenos de vocales. Entre que uno lo lee, lo integra y… te has pasado el cruce, ja, ja 😜
Como decía, volvimos a parar en un punto cercano a este pueblo, desde el que divisamos un nuevo tramo de costa. Igual que espectacular que el anterior.
Fascinante cómo el verde de los prados se funde con el azul del cielo y el verde-azul del mar. Un panorama roto por los tramos de roca y las casitas blancas o de colores, ya tierra adentro. Una constante de la Irlanda costera.
Fascinante también la transparencia de las aguas en las playas resguardadas, de arena casi blanca. Parece un corta-pega de otras latitudes pero no. ¡Es así!
Decidimos parar a comer en Ballyferriter. No hay muchas más posibilidades de encontrar pueblos con pubs y comida.
Ballyferriter es un pueblo pequeñito que a esa hora se dejaba calentar por el sol, mientras sus habitantes hacían la comida o estaban pasando un buen rato en la playa.
La iglesia, orgullosa con su bandera irlandesa ondeando al viento y una cruz estilo celta junto a su puerta, se sitúa enfrente de un pequeño museo que a esas horas estaba cerrado.
Justo al lado, en uno de esos pubs auténticos y tranquilos, degustamos el famoso salmón ahumado de la Península de Dingle, y un pez a la brasa. Mientras, mirábamos cómo una pareja joven, sus hijos y otra mujer comían patatas fritas a tutiplén y sopa. Ellas con una conversación animadísima sobre «vaya ud. a saber qué», muy compenetradas y expresivas, nos llamaron mucho la atención.
Eran gemelas, y esto me recuerda la gran cantidad de gemelos y mellizos que hemos visto en este viaje. Wow!! ¿Alguien sabe si en Irlanda hay una tasa de gemelos mayor de la habitual y por qué? ¡No me creo que sea por un mayor uso de técnicas de fertilidad!
A partir de aquí, emprendimos el camino de regreso a Dingle, ya que no le habíamos dedicado ni medio minuto a este bonito pueblo. Al día siguiente pondríamos pies en polvorosa porque había carreras de caballos, la fiesta más popular de la zona, y no nos apetecía tener que sumergirnos en el atasco de coches que entran y salen por la pequeña carretera de acceso. Hubiera estado muy bien vivir el momento, supongo, pero la practicidad se impuso.
Julio y Agosto son los meses donde se concentran buena parte de estas fiestas en Irlanda, y no está de más tenerlo en cuenta. Los alojamientos suben de precio y es fácil quedarse sin sitio para dormir. Además te toparás con grandes atascos de tráfico.
En fin, el extremo oeste de la Península de Dingle quedará en mi memoria como uno de los lugares que merece la pena recorrer y disfrutar. Si tienes que elegir por el número de días… no te lo dejes en el tintero 😊
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Gran post sobre un lugar fascinante y mágico.
Gracias Iván! :)
Jajaj, lo de los gemelos en Irlanda es totalmente cierto!!! (al menos desde mi punto de vista). En verdad, comenté esto con muchas personas y todos me dijeron que estaba loca…, Otra cosa, muchos irlandeses que conozco tienen dos niños muy seguidos que si los ves en la calle parecen gemelos. También tienen la manía de comprar cochecitos para cuatro o cinco niños….
Ja, ja, lo de la natalidad en Irlanda es punto y aparte aunque supongo que tiene que ver con la religión y el valor de la familia :) Fue muy divertido y precioso este recorrido!
Gracias por tu comentario!
Hola!!! Me encantó tu diario y me convenció de visitar Dingle…es justo lo que busco. Recién ahora estoy armando mi viaje para el año que viene a Irlanda. Todavía estoy investigando qué lugares conocer, pero busco paisajes increíbles y salvajes. Tengo tres semanas para distribuirlas en algunas ciudades y sobre todo lugares como éste. Cualquier consejo que puedas darme lo agradeceré. Saludos!!!
Hola Fernando! Me alegro de que te guste. Hay más artículos sobre mi viaje a Irlanda en este blog, y además este resumen http://losviajesdeali.com/irlanda-un-viaje-de-tres-semanas/ En el menú de destinos los tienes todos. Además no te pierdas la ruta Ring of Kerry, y yo particularmente te aconsejo la isla Inishbofin, aunque hay otras ?