Nos dirigimos a la ciudad más poblada del Extremo Norte de Camerún. Se llama Maroua y no tengo ni idea de cómo es. Estamos en el segundo día de viaje en Camerún. De repente aparecen unos árboles enormes llenos de aves blancas, con una cresta amarilla. Debe de ser algún tipo de garza.
Estamos muy cerca del Parque Nacional de Waza, donde se supone que hay jirafas, elefantes, y demás fauna africana. No nos internamos en él, no da tiempo y además está cerrado por ser la estación de las lluvias.
Es una lástima, pero soy consciente de que esta no es el África de la fauna salvaje. La hay, pero infinitamente más escasa que en el lado oriental del continente-. Esos son otros viajes 😉


Maroua, la ciudad más poblada del Extremo Norte de Camerún
Por fin llegamos a Maroua. Con más de 200.000 habitantes, musulmana, fue gobernada por la tribu Peul hasta 1904. Fue entonces cuando los alemanes arrasaron la ciudad y sometieron al Lamido, la máxima autoridad.
Tras la independencia, los marabúes y la aristocracia feudal impusieron de nuevo su poder, no sólo aquí sino en toda la región.
De hecho, los “lamidos” siguen siendo figuras muy importantes en el Extremo Norte de Camerún. El de Maroua puede recibirte con bastante amabilidad, si te animas a entrar en el palacio. Muy fácil de encontrar, ocupa un lugar destacado en la gran avenida arbolada que conduce al mercado, justo al lado de una de las principales mezquitas.
El mercado o zoco de Maroua
Nada más llegar, nos dirigimos al mercado. Este es un mercado cubierto que forma una sucesión de callejones muy estrechos, con pequeños locales abiertos a un lado y al otro.

Enseguida nos damos cuenta de que está organizado por gremios o mercancías. Productos de papelería, sastres, telas, colchones, fruta y verdura, y pelucas. La moda de las pelucas está extendidísima en toda África. Pelos lisos, trencitas, colores de fantasía… todo vale.

Personalmente, me quedo prendada de la zona de los sastres. Allí se confeccionan las grandes camisas o túnicas que llevan los hombres, con telas brillantes (que tienen pinta de no dejar transpirar) y primorosos bordados.




Eso sí, más de uno y de dos se queja o se niega a que les hagamos fotos. Somos los únicos turistas que pululan por allí, pero así son las cosas.
La plaza frente a la entrada principal del mercado
La plaza que hay frente a la entrada principal del mercado está llenísima de gente y motos, así que no es ningún problema encontrar el lugar.
Yo coincidí con el Ramadán y al atardecer se acercaba la hora en la que puede comer, por lo que la actividad era casi frenética. Los puestos de pinchitos de carne humean, y las caras se ven algo más relajadas.





El humazo de las motos empieza a penetrarnos en la nariz y los pulmones.
Esto es lo peor de Maroua, la contaminación, que me recuerda a las ciudades del sudeste asiático!!
No llueve como debería estar lloviendo siendo monzón (es decir, al menos un chaparrón por la tarde), y los magníficos árboles, enormes y tan frondosos, no dejan que los humos asciendan a la atmósfera. Así, tal cual. Además, la principal avenida está llena de puestecitos vendiendo botellas de gasolina (seguramente mezclada con aceite o vaya usted a saber qué) para las motos, y aumentan el pestazo general.

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Un pequeño oasis para descansar del bullicio de Maroua
Nosotros nos alojamos en el hotel Relais Porte Mayo, justo cruzando el puente del río, que precisamente se llama así, Puente Mayo.
Este era un lugar francamente agradable, con muy buen trato, habitaciones sencillas pero bastante amplias. No es un paraíso, con sus correspondientes mosquitos y demás faunilla, pero es más que digno.
Ojo, el restaurante puede resultar carillo, pero no es lento y las pizzas merecen la pena, teniendo en cuenta lo monótona que puede acabar siendo la dieta.

Sin embargo, esa primera noche no nos quedamos en el restaurante, sino que salimos a comer nuestras primeras carpas a la brasa, en la calle. Se las encargamos a una de las mujeres que, en un callejón oscuro, tenían allí su puestecito. El pedido lo completamos con unos buñuelos y plátano frito.
Elegimos un bar, y en una media hora nos trajeron el pescado, que comemos con las manos. Está bueno, aunque con un ligero sabor a barro. El sabor es lógico porque el caudal del río que discurre allí mismo, el Kaliao, está bastante bajo.
La noche parecía tranquila pero nos recomendaron salir con las manos en los bolsillos y sólo el dinero para la cena.
Nos quedamos allí un par de noches para hacer un par de trekkings por los montes Mandara, y más adelante volvimos otra noche más, antes de bajar a N’Gaounderé.
Realmente Maroua es un buen sitio donde puedes encontrar casi de todo, aunque hay que informarse bien de cuál es la situación a nivel de seguridad, antes de ir.
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Eso, eso, los mosquitos y demás faunilla, es lo que a mí me da un poco de miedo ;)
:)))… merece mucho la pena pasar por ello!! ;)
Hola. Fantastico Blog. Nosotros pensamos salir a camerún en noviembre desde España. Vosotros fuisteis por loibre o contratasteis guía……..y si es así donde se puede hacer.
Muchas gracias