Hay viajes que empiezan con un relato, en papel o en internet. Otros que empiezan con imágenes encontradas en libros de fotografía, reportajes o, de nuevo, en internet. Mi sueño de conocer la Avenida de los Baobabs de Madagascar empezó ahí, con imágenes, y hoy te cuento mi experiencia además de darte algunos consejos si vas a viajar allí.
Las expectativas y la magia de la Avenida de los Baobabs
¿Puede una imagen ser tan poderosa como para despertar las ganas de recorrer un país? Sí, puede. Otra cosa es que luego esa imagen iguale o supere las expectativas, pero por el camino habrás descubierto muchas más cosas. Es lo que me pasó con Madagascar.
Durante años, mi casi única referencia de esta isla-país era esa imagen, esa postal, que me encantaría fotografiar algún día. Con las mejores luces del día, esto es, al atardecer o al amanecer.
No para posturear allí, si no para captar la belleza de los baobabs alineados a lo largo de la pista de tierra. Una silueta icónica.

Ignoraba prácticamente todo del resto del país, incluso de la propia Avenida de los Baobabs. No sabía ni qué pueblos lo habitan, ni cómo es su cultura y sociedad, ni el resto de sus paisajes, fauna, flora… Si te pasa lo mismo, puedes leer mi post con 30 datos asombrosos de Madagascar.
Ni sabía cómo es el paisaje que rodea esta avenida, si es muy visitada o no, si está en un lugar remoto y de difícil acceso, si está en un pueblo o ciudad, o en el campo.
Cuando decidí ir, ya tenía más datos sobre Madagascar, claro, aunque apenas de la famosa Avenida de los Baobabs. Y aunque me esforzaba por centrarme en “lo demás”, la dichosa Avenida estaba en mi mente como el punto en el horizonte al que te quieres dirigir. El gran objetivo.
Cuando llegué a Madagascar, nuestro guía apenas la mencionaba. Yo sabía que la visitaríamos en la última parte del viaje, y traté de ser paciente. Por fin, un día nos habló un poco del lugar y fue para prevenirnos:
Cuidado con las expectativas. En los próximos días vais a ver miles de baobabs y la Avenida no es mucho más especial. Además, al atardecer se forma un lío de gente tremendo…
Yo pensé, y dije en voz alta, que sí, pero que quería verla al atardecer. Sólo de pensar en que quizá me lo podía perder, me ponía triste.
El programa que suelen hacer muchas agencias, en un viaje de varias semanas por Madagascar, es ver este atardecer cuando vuelves de los Tsingy, otro paraje único de esta isla. Ese «camino de vuelta» es una jornada muy larga por pistas que, según su estado, puede hacer que te retrases mucho, o no. De ahí que exista la posibilidad de perderse este atardecer.
Por suerte, no fue así. Sé que tanto los chóferes como nuestro guía hicieron todo lo posible para que llegáramos a tiempo. Desde aquí os doy unas gracias inmensas.

No te pierdas mi guía de viaje a Madagascar con un montón de información sobre el país, y consejos para tu propia aventura en la Isla Roja.
Un Monumento nacional entre la belleza y la pérdida
La carretera de tierra se abre entre arrozales y aldeas de adobe, antes de volverse una línea recta que parece no llevar a ningún sitio. De pronto, los baobabs aparecen.
Adansonia Grandidieri: Los gigantes endémicos de la Avenida
Altos, inmóviles, desproporcionados y bellos. Son casi una treintena de árboles gigantescos de una especie única en el mundo: Adansonia Grandidieri.
Algunos de estos baobabs superan los 30 metros de altura y podrían tener más de 800 años.
Estos árboles, de troncos anchos y bastante lisos, con copas pequeñas, parecen crecer al revés. Como si sus raíces apuntaran al cielo, lo que les da un aspecto casi mitológico. Al menos si viajas en invierno (verano en el hemisferio norte), porque es cuando no tienen hojas.

¿Por qué estos árboles están así dispuestos a lo largo de la carretera?
No siempre fue una avenida: los científicos creen que formaba parte del inmenso bosque tropical que cubría gran parte del oeste de Madagascar. Un bosque que fue desapareciendo con la expansión agrícola y ganadera.
Los baobabs, capaces de almacenar miles de litros de agua en sus troncos, resistieron cuando el resto del bosque cayó. Lo que hoy parece un paisaje diseñado para las cámaras es, en realidad, una ruina natural.
La zona fue declarada Monumento Natural por el gobierno de Madagascar en 2007. Hoy se intenta equilibrar la llegada de turistas con la conservación del entorno, aunque los problemas de erosión y tala ilegal persisten.

Renala: La leyenda y el significado sagrado del baobab
Para el pueblo malgache, el baobab es mucho más que un árbol imponente: es un ser sagrado, casi una deidad.
Los locales, especialmente en la zona de Menabe, no lo llaman baobab, sino Renala, que significa, literalmente, «Madre del Bosque». Este nombre ya te da una idea del respeto ancestral que inspira.
No es casualidad que en muchas comunidades del oeste de la isla, los ancianos y sabios se reúnan bajo la sombra de uno de estos gigantes para deliberar, convirtiéndolos en verdaderas «Casas de la Palabra».
La forma extraña, con sus ramas desnudas apuntando al cielo como si fueran raíces, ha dado lugar a la leyenda más famosa, esa que conecta a Madagascar con el humor de los dioses.
Cuando los dioses crearon el mundo, los baobabs estaban tan orgullosos de su belleza y altura que no dejaban de presumir. Para darles una lección de humildad, un dios (o, según otras versiones, el demonio) se hartó y decidió darles la vuelta. Así, quedaron plantados con sus raíces hacia arriba, condenados a lucir una silueta extraña para siempre.
Tal vez por eso la avenida conserva una especie de silencio antiguo. Un lugar que parece suspendido entre la belleza y la pérdida.
De hecho, recuerdo que lo pensé estando allí. A pesar de la cantidad de gente que había, nadie gritaba mucho, no se oía un gran jaleo. Lo que no tengo tan claro es si yo lo percibí así porque había decidido aislarme y concentrarme en “mi atardecer”, o si realmente la gente intentaba no hablar alto ni gritar por respeto al lugar.
El carácter mítico y sagrado de los baobabs es universal en África. Por ejemplo, en algunas culturas del sur y oeste de África, existe la leyenda de los Talimotse, gigantes ancestrales que se apoyaban en estos troncos durante sus épicos viajes, dejando unas huellas inexplicables para los humanos.

Mi atardecer en la Avenida de los Baobabs
Como he dicho antes, nosotros llegamos después de estar todo el día avanzando “penosamente” por las maltrechas pistas del oeste de Madagascar.
Bajamos de los coches y nos mezclamos con la gente que ya estaba paseando arriba y abajo, con las cámaras y los móviles en acción. Las caras sorprendidas, postureando a pesar de la cada vez mayor falta de luz.
Decidí salir del camino para ir hacia la charca que hay a un lado. En temporada seca está muy mermada, aunque aún flotan algunas flores de loto. De repente, vi el reflejo de esos maravillosos árboles. Un espejo perfecto que se iba intensificando a medida que bajaba el sol.
Un tip fotográfico: ¡Busca el ángulo con el reflejo! Es la clave para la foto más espectacular.


Casi en trance, con la cámara en la mano, caminé arriba y abajo, sorteando a los turistas y malgaches que estaban como yo, lógicamente, haciendo fotos sin parar.
No me pasó desapercibido el grupo de niños ricos europeos, sentados con unas mesitas delante y unas copas de champán. Ni las familias de todo tipo y condición, incluida la élite malgache que va con sus perritos en brazos o sujetos con correa, haciéndose fotos por todas partes. Ni los fotógrafos con trípode y objetivos de todos los tamaños.
Pero todo da igual. La imagen de esos troncos recortándose y duplicándose en el agua, en el ambiente cada vez más dorado, es sublime.

¿Cómo será ver un atardecer a solas? Viendo sólo a la gente local con sus bicicletas y carros levantando una nubecilla de polvo, los niños jugando como todos los días… sin este circo alrededor.
¿Y cómo será verla de noche, con la vía láctea encima? Uf, me habría encantado vivir también esto, pero requiere de una logística que yo no tenía.
En cualquier caso, mis expectativas no se frustraron en absoluto.
Aunque… me voy a quejar de una cosa: los drones. Zumbando como moscardones, ensuciando el cielo con sus pilotos rojos y azules, me pareció que mancillaban el sitio más que las personas. Por el ruido y por la molestia visual.


Guía práctica para visitar la Avenida de los Baobabs
Dónde está la Avenida
La Avenida de los Baobabs está en la carretera RN-8, a unos 20 kilómetros de la ciudad de Morondava, ciudad que cuenta con un pequeño aeropuerto donde aterrizan vuelos procedentes de Antananarivo y otros aeropuertos. La frecuencia de vuelos es muy baja y, a veces, incierta.
La carretera no está pavimentada y en época de lluvias puede ponerse complicado llegar. Lo mejor es ir en vehículo 4×4.
Llegar desde Morondava supone un viaje de entre 40 minutos y una hora, según el tráfico y el estado de la carretera.

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Cómo llegar a la Avenida de los Baobabs desde Morondava
Si estás haciendo un viaje con agencia que incluye los Tsingy, mucho más al norte, pasarás por la Avenida de los Baobabs. Ya he dicho que el atardecer se suele programar para la vuelta por razones prácticas, pero cuando vayas a los Tsingy también pasarás por ella, y según el programa puede que vayas al amanecer.
No obstante, el camino más lógico, corto ypopular es ir desde Morondava.
Opciones de transporte desde Morondava

¿Cuándo visitar la Avda. de los Baobabs? Amanecer vs. Atardecer
El momento del día para visitar la Avenida de los Baobabs es crucial, ya que es uno de esos sitios que prácticamente se transforma gracias al cambio de luz.
Sin duda, los mejores momentos del día son el amanecer y el atardecer. Cuando los rayos del sol inciden de forma más horizontal, las sombras se alargan, los colores se tornan dorados o violetas, y las siluetas se intensifican en el cielo.
Si tienes que escoger, intenta ir al amanecer porque es cuando menos gente hay, y por tanto menos jaleo. Seguro que la experiencia es más “pura”, más recogida, más íntima.
Pero si no tienes más remedio que ir al atardecer, no dejes de hacerlo. Puedes disfrutar como yo lo hice en “mi” atardecer en el Avenida de los Baobabs.
Es uno de esos momentos de la vida que primero se sueñan, luego se viven y por último se recuerdan.

Dónde alojarse en Morondava para visitar la Avenida
Morondava es la mejor opción para alojarse cerca de la Avenida de los Baobabs. Es una ciudad con mucha vida, acostumbrada al turismo y con toda clase de servicios. Además tiene una playa increíble y en sí misma puede ser un buen sitio donde pasar el día.
Yo me alojé en el Sun Beach Hotel y me gustó tanto la limpieza de las habitaciones, como el restaurante y el patio. Un sitio tranquilo, bonito, y céntrico. De todas formas, hay muchas más opciones de alojamiento en Morondava que puedes buscar aquí.
Epílogo
Cuando empezamos a volver a Morondava, ya en el coche, caía la noche. El cielo pasó del color dorado a un rojo intenso que fue dando paso a los malvas y azules.
La Avenida de los Baobabs quedaba atrás, pero seguía habiendo baobabs aislados. Eran siluetas en negro que parecían emerger de los campos de arroz, donde aún se reflejaba la última luz solar.
Acerté a hacer tres o cuatro fotos, subiendo mucho la velocidad para conseguir un enfoque relativamente decente, y la ISO para que las fotos no quedaran negras. Conseguí captar un poco de esa magnificencia, lo justo para recordar ese último momento.


No se me ocurría mejor despedida de este mágico atardecer, aunque como me pasa muchas veces, me habría encantado no estar metida en un coche en movimiento, si no en un lugar desde donde poder fotografiarlo “como dios manda” 😅😅
Dudas habituales antes de visitar la Avenida de los Baobabs
La Avenida de los Baobabs no es solo una postal de Madagascar. Es el eco de un bosque desaparecido, la sombra de un pasado que resiste en pie. Por eso, cuando el sol cae detrás de los troncos, uno no sabe si está viendo el futuro o la memoria del planeta.
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