Pitia o Pitonisa era la médium a través de la cual uno podía hacer preguntas al dios Apolo. Ni más ni menos. Y el lugar para conseguirlo era Delfos, uno de los mayores oráculos de la Antigua Grecia. Hoy te voy a contar cómo es la visita a Delfos y muchas curiosidades de esta ciudad de peregrinación que es Patrimonio de la Humanidad desde 1987 😊
Delfos es una caja de sorpresas
¿Sabes que el oráculo de Delfos no es ese templo con columnas que sale en todas las postales? ¿Sabes qué era un oráculo y para qué servía? ¿Has oído hablar de los Juegos Píticos?
La leyenda dice que Zeus soltó dos águilas desde puntos opuestos del mundo, y allí donde se cruzaron se estableció el centro del mundo. Ese lugar fue Delfos, el centro de la Tierra. Y la morada del dios Apolo.
Delfos era muy visitado desde finales del siglo VIII a.C. Gentes de todo el mundo antiguo venían a consultar al dios Apolo sobre sus vidas. Gobernantes, cabezas de familia, generales de los ejércitos.
Todo el que se lo podía permitir venía, pagaba una buena suma y sacrificaba un animal antes de escuchar la respuesta de Apolo a través de Pitonisa, siempre mujer de más de 50 años.
Las palabras de Apolo eran interpretadas por un sacerdote, pero a menudo eran ambiguas. Por ejemplo, el rey de Lidia preguntó si debía atacar a Ciro el Grande de Persia. El oráculo dijo que si cruzaba un río, «destruiría un imperio». Cuando el rey atacó a Ciro lo hizo cruzando un río, pero el imperio que cayó fue el suyo 🤭
Los tesoros que se acumularon en Delfos gracias al pago de las consultas del oráculo eran legendarios. Más teniendo en cuenta que estuvo activo durante varios siglos. Su declive empezó con la llegada de los romanos en el 191 a.C., pero el cierre llegó en el 393 d.C., cuando el emperador bizantino Teodosio, decidido a no tolerar el paganismo, lo abolió.
La religión y los oráculos en la Antigua Grecia
Aunque todo el panteón de dioses griegos era compartido por las distintas polis o ciudades-estado de la Grecia antigua, cada una tenía su patrón o patrona. Es decir, cada ciudad rendía pleitesía a Apolo, Atenea, Deméter, etc., y lo hacía con carácter posesivo, privado, propio.
Las comunidades griegas se llevaban fatal entre sí, guerreando cada dos por tres, y así se reflejaba en las relaciones entre sus dioses.
Menuda panda de pendencieros eran estos dioses. Se ponían los cuernos, los padres mataban a los hijos y viceversa, no dudaban en someter a encierros y torturas a los que podían, y muchas otras “batallitas”. Lee los mitos, son un verdadero culebrón.
Lo que hacía a Delfos muy especial es que aquí se daban cita todas las ciudades y era un terreno neutral sólo comparable con los Juegos Olímpicos.
La religión en la Antigua Grecia era un pequeño caos que sólo ellos sabían ordenar. Muy de andar por casa, ya que todos compartían las historias, mejor dicho, los mitos, pero cada familia o individuo tenía sus propios altares y no les hacía falta ir a los templos.
Los dioses se podían comunicar con los hombres directamente. A través del rayo o el relámpago, a través de una bandada de aves volando, o a través de los sueños.
Pero esto de los sueños… había que interpretarlos. Y para eso estaban los adivinos. Personas con habilidades esotéricas capaces de entrar en trance y cambiar la voz. Adivinos o agoreros que serían más o menos «famosos» según la cantidad de gente que les conociera. Sin seguidores no eran nadie ¿Te suena esto?
La visita a Delfos: qué te vas a encontrar
Llegamos al parking junto al museo. Habíamos leído que abrían a las 9 h, pero nos encontramos con que un par de grupos ya habían comenzado la visita. Resulta que en el mes de noviembre abre a las 8.30 h. 🤔
No nos hubiera importado madrugar un poco más para verlo con poca gente, aunque en esta época del año no es que esté muy lleno. Al menos conseguimos una de las últimas plazas del parking junto al Museo de Delfos. Los siguientes tendrían que aparcar en el arcén de la carretera.
Decidimos ir a ver las ruinas en primer lugar. Y esta es mi primera recomendación, dejar el museo para después, al menos si vas a una hora razonable. Si llegas en hora punta, quizá sea mejor ver primero el museo y después las ruinas, dando tiempo a que los grupos y guías se hayan ido. En cualquier caso, no te saltes el museo porque es muy chulo.
El paisaje es y no es como me lo esperaba. Delfos se asienta bajo el Monte Parnaso y está rodeada de montañas de roca caliza con pinos y muchos olivos. La ladera es muy empinada y ya desde abajo puedes ver los restos que quedan en pie. No son pocos dichos restos y, aunque hay que echar algo de imaginación, los arqueólogos han vuelto a levantar algunas estructuras que nos ayudan a visualizar cómo era este gran santuario.
El ágora y la Vía Sacra de Delfos
Nada más cruzar las taquillas nos encontramos con una pequeña ágora. Allí había tiendas que vendían estatuillas votivas y otros objetos religiosos para dejar la ofrenda en los templos. Una especie de tiendas de recuerdos de la época que formaban parte de ese fenomenal negocio que era el oráculo.
Después toca empezar a subir por una antigua calzada. Es la Vía Sacra, el camino a recorrer hasta el templo de Apolo.
A un lado y a otro puedes ver los restos de los “tesoros”, que eran edificios donde la gente depositaba sus ofrendas. Cada ciudad tenía el suyo, nada de mezclarse sin ton ni son. De hecho competían en tamaño y riqueza de cara a los demás. Albergaban estatuas de bronce de los dioses y generales de las grandes batallas, algunas hechas por el mismísimo Fidias. Está el tesoro de Maratón, el de Argos, el de Atenas, el de Esparta, etc.
Tras subir un poco más nos encontramos con “el ombligo de Delfos”, una piedra cónica enorme que dicen indicaba el punto donde las águilas de Zeus señalaron el centro de la Tierra.
En realidad este “ombligo” debía estar en el templo de Apolo y formaba parte, junto con un trípode y un laurel sagrado, de los elementos a través de los cuales Pitonisa entraba en comunicación con el dios. El original está en el museo de Delfos, pero aquí y en otros sitios del yacimiento hay copias.
Muy cerca del ombligo llegamos al Tesoro de Atenas, el templo donde los atenienses dejaban sus ofrendas antes de llegar al de Apolo. Es el único que se ha reconstruido casi entero y nos da una buena idea de cómo serían los otros.
Está construido en mármol de la isla de Paros (¿cómo lo traerían hasta aquí?) y conmemora el establecimiento de la Democracia en Atenas después de la tiranía de Pisístrato en el 510 a.C. También la victoria de esta ciudad-estado contra los persas en la batalla de Maratón en el año 490 a.C.
El templo de Apolo, el dios de la música, la armonía y la luz
Tras subir una escalinata, tenemos a la izquierda los restos del Templo de Apolo. Allí, y sólo allí, se sucedían las consultas a través de la Pitonisa.
Pero antes de entrar hay algo que llama muchísimo mi atención. Se trata de una columna con forma de espiral perfecta. Es muy alta, estilizada, y tiene el color del bronce. ¿Qué es esta joya?
Se trata de la Columna de las Serpientes, también conocida como Columna Serpentina, Trípode de Delfos, o Trípode de Platea. Era el único elemento votivo para todos los griegos, sin diferenciar por sus ciudades de origen, y conmemora la victoria contra los persas en la batalla de Platea. La columna tiene 7 metros y medio de altura, su forma es la de tres serpientes enroscadas y estaba coronada por un trípode de oro sostenido por las cabezas de dichas serpientes. Una preciosidad, aunque esta no es la original. Constantino el Grande se la llevó a Constantinopla, hoy Estambul, y ahí sigue en el Hipódromo.
Y dándonos la vuelta por fin nos encontramos cara a cara con el templo de Apolo. La primera razón por la que venía tanta gente a este lugar sagrado. En su interior el oráculo emitía las respuestas de aquéllos que pagaban.
Pitonisa se sentaba sobre un trípode y se cree que debajo había una grieta de la que salían vapores que le ayudaban a entrar en trance. Se “colocaba” a base de bien, vaya.
La leyenda dice que el primer templo de Apolo lo comenzó a construir el mismo dios y luego fue terminado por dos arquitectos. Después hubo hasta dos templos más, construidos sobre los cimientos de los anteriores. El tercero, que es lo que podemos ver hoy, fue inaugurado en el año 330 a.C.
A ojos de los profanos como nosotros, no parece quedar mucho del templo. Y eso que se han reconstruido algunas partes. Hay unas cuantas columnas y muros pero poco más. Sin embargo, si te abstraes de la gente que te rodea, quizá puedas sentir la energía del lugar.
No te pierdas el enorme pilar de mármol blanco que hay a la derecha según entras en el recinto del templo. Está lleno de inscripciones en griego antiguo y soportaba una gran esfinge alada que luego veremos en el museo.
El teatro de Delfos
El teatro de Delfos es visible desde muchos sitios. Situado en lo alto de la ciudad, tenía una capacidad para 5.000 personas y está muy bien conservado. Aunque no se puede pisar, sí puedes rodearlo y verlo tanto desde abajo como desde arriba.
¿Qué hacía un teatro en un recinto sagrado como este? Ya te he contado que Apolo era el dios de la música y las artes. También que esta ciudad llegó a ser mucho más que un oráculo. Los festivales religiosos eran, en aquellos tiempos, moneda corriente. Tanto como lo pueden ser ahora si pensamos en la Semana Santa cristiana o en las fiestas del Ramadán musulmán, por poner un par de ejemplos.
Cada ocho años se celebraba un festival musical que celebraba la muerte de la serpiente Pitón a manos de Apolo. Durante el mismo se hacían recitales de música y poesía.
El estadio de los Juegos Píticos
¿Habías oído hablar de los Juegos Píticos alguna vez? Yo no. No hasta que hice esta visita a Delfos y me encontré con que hay un estadio, muy bien conservado, en la parte superior de la colina. Está un poco más arriba del teatro, oculto a las miradas hasta que llegas a su altura.
Resulta que en Delfos se organizaban unos juegos similares a los Juegos Olímpicos. De hecho eran los segundos en importancia en el calendario griego y también se celebraban cada cuatro años. Su carácter era, como todas las festividades de aquéllos tiempos, religioso.
Estos juegos se iniciaron en el año 582 a.C. y fueron un “añadido” al festival de música que se hacía en el teatro cada ocho años. Aquí se celebraban varias pruebas atléticas entre las distintas ciudades griegas. Los atletas ganadores recibían sólo una corona de laurel y el derecho a tener su estatua en el santuario, que no era poca cosa. Pero más allá de esto, significaban una tregua entre las ciudades y una oportunidad de establecer lazos.
El estadio de Delfos es uno de los mejor conservados de Grecia y tiene 200 metros de largo. Dicen que podía albergar a 7.000 espectadores.
En el estadio aún se puede observar las líneas de salida y llegada hechas con la piedra caliza del Monte Parnaso, así como unas gradas con respaldo donde se sentaban los invitados de honor y los presidentes de los juegos, siendo estos restos de la época romana. Hoy en día no lo podemos pisar por razones de conservación.
Recinto Marmaria y santuario de Atenea Pronaia
Bajando de nuevo por el mismo camino, contemplando por segunda vez el teatro, el templo de Apolo, el Tesoro de Atenas y todos los restos del yacimiento, volvemos a las taquillas y la carretera.
Continuando por la acera que baja junto a la carretera, aunque en un momento dado hay que cruzarla, llegamos al Santuario de Atenea Pronaia.
Esta es la postal más famosa de Delfos y muchos la confunden con el sitio del oráculo.
Marmaria o “cantera de mármol” es el lugar donde se erigió un templo dedicado a Atenea con un tholos o espacio circular. Su función se desconoce. Originalmente estaba rodeado de 20 columnas, pero hoy solo podemos ver tres que volvieron a levantarse en 1938.
Además de este famoso templo por el camino puedes ver, a un lado y otro del monte:
📍 La Fuente de Castalia donde supuestamente los visitantes de Delfos se lavaban el pelo para purificarse antes de entrar en el recinto sagrado. Curioso esto del poder purificador de las aguas sagradas, que hoy sigue presente en el hinduismo y el Islam.
📍 El gimnasio: poco queda del lugar donde los atletas se entrenaban. Los vestuarios, la palestra o zona de entrenamiento, una pista exterior. Tenían incluso una pista cubierta para cuando hacía mal tiempo, de 180 metros de longitud. Y baños. El agua de la fuente de Castalia, situada más arriba, se canalizó para llenar las piscinas de baños fríos.
El Museo de Delfos
Terminada la visita a las ruinas, llega la hora de entrar en el museo de Delfos. Me encantó este museo así como la idea de que en cada sitio arqueológico, como veríamos después en el Peloponeso, haya un museo con buena parte de los hallazgos allí encontrados. De alguna forma te hace sentirlos más cerca.
Este museo es relativamente pequeño, pero guarda algunas de las grandes joyas o hallazgos del sitio de Delfos. Por ejemplo, hay un par de salas dedicadas a las esculturas halladas en los tesoros de Sifnio y de Atenas.
En dicha sala hay un impresionante friso donde los dioses griegos luchan contra los gigantes hijos de Gaia. Podríamos decir que este es uno de los conflictos favoritos de los antiguos griegos, ya que se ha encontrado representado en muchos otros lugares. Simboliza el triunfo de la civilización sobre la barbarie. Un poco irónico sí es, teniendo en cuenta que los Dioses del Olimpo eran implacables entre ellos y con los humanos.
Otra de las piezas emblemáticas es la esfinge alada. De tamaño colosal, se trata de una ofrenda que hicieron los ricos de Naxos en el año 560 a.C. Mide más de dos metros de altura y estaba colocada sobre la columna de más de 10 metros que vimos en el yacimiento. Su visión debía de impresionar a los peregrinos.
La esfinge de Delfos representa al monstruo que tuvo que enfrentar Edipo al volver del oráculo de Delfos, cuando trataba de escapar de lo que los dioses habían decidido para él. El enfrentamiento no era un combate, sino resolver un acertijo. Edipo lo consiguió: la esfinge representa a cada viajero. Como Edipo acertó, pudo llegar a su destino donde se erigió en el nuevo rey de Tebas. A continuación se casó con su propia madre, quien no sabía que estaban cometiendo un incesto ¿Te acuerdas de lo del “complejo de Edipo”? Por supuesto la verdad salió a la luz.
Pero la obra maestra más famosa y espectacular de Delfos es el Auriga de bronce. Se sabe que esta estatua fue encargada por un tirano de Siracusa (Sicilia) para conmemorar la victoria de su hijo Polyzalos en las carreras de cuadrigas de los Juegos Píticos del año 478 a.C.
La perfección de sus formas, los pliegues de la túnica, los ojos que aún conservan las piedras que les dan vida, el tocado y peinado… el auriga de bronce es una maravilla.
El Auriga de Delfos se ha conservado así de bien porque quedó enterrado tras un gran terremoto que asoló la ciudad sagrada en el año 373 a.C.
Después del terremoto los griegos reutilizaron todos los materiales que pudieron. Los bronces, en concreto, se volvieron a fundir para utilizarlos en la Tercera Guerra Sagrada que sucedió sólo unos años después. Pero esta estatua quedó oculta bajo los escombros. Se descubrió en 1896 durante “la gran excavación” de Delfos y gracias a ello hoy podemos disfrutarla en todo su esplendor.
El auriga formaba parte de un conjunto escultórico mucho más grande que representaba a una cuadriga con su coche y caballos. Algunos de sus restos se encontraron junto a la estatua, pero poca cosa.
Los aurigas solían ser jóvenes de la nobleza que se podían permitir pagar una cuadriga para participar en los juegos.
Información práctica para tu visita a Delfos
- El yacimiento de Delfos y su museo están muy cerca de la población del mismo nombre.
- Desde Atenas supone un viaje de dos horas y media en coche, y desde Meteora unas tres horas y media.
- Puedes visitar Delfos en una excursión de un día desde Atenas, parando incluso en otros sitios de interés. Te recomiendo esta opción.
- El precio de la entrada es de 12 € en temporada alta y 6€ en temporada baja. La entrada incluye la visita al yacimiento principal y al museo arqueológico. El santuario de Atenea, la fuente y el gimnasio son gratuitos.
- Horarios de Delfos: en invierno de 8.30 h a 15.30 h aunque el cierre puede variar según el mes y las horas de luz. En verano de 8 a 20 h.
- Junto al museo hay baños y una cafetería muy cara. No te olvides de llevar agua, en especial si vas en los meses más calurosos del año. Dentro del yacimiento no se puede comer, pero lleva un tentempié para cuando salgas.
- Cuenta con unas 3 horas y media de visita a Delfos para todo, aunque te puedes entretener mucho más, claro está.
- Si quieres consultar la última información del museo, aquí tienes la página web oficial.
👉 Si vas a dormir en Delfos, te recomiendo mucho el Hotel Orfeas. Es muy sencillo, pero limpísimo y su dueño muy amable. Y lo mejor: tiene precios imbatibles. Nosotros pagamos 26,42€ por una habitación doble que en realidad era para cuatro personas. El desayuno, bastante decente, estaba incluido.
🍴 Para comer o cenar en Delfos elegimos un sitio en la calle Friderikis, que es una de las principales del pueblo actual. Si no recuerdo mal, fue la Iniohos Taverna, pero quizá fuera otra porque no la anoté. La verdad es que muchas opciones estaban cerradas por ser temporada baja. Me pareció que los precios eran subiditos en general, pero claro, están al lado de un gran tesoro de la Humanidad.
¿Qué te ha parecido la visita a Delfos? ¿crees que la incluirás en tus planes de viaje a Grecia?
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Hola! Gracias por tu amplia explicación sobre el Oráculo de Delfos. Tu información nos ha sido muy valiosa para hacer nuestra visita a este maravilloso sitio.
Hola Leire! mil gracias por hacérmelo saber, me alegro mucho!
Un abrazo