Actualizado el 2 mayo, 2019
Desde Etosha pusimos rumbo a Rundu y a la frontera con Botswana. Pronto saldríamos de Namibia y cambiaríamos de país, moneda y paisajes. Bueno, moneda, moneda, no tanto. Hay un pequeño lío con esto. Algunos dicen que sí puedes andar por allí con el dólar namibio, pero esto no es certero ni válido para todos los lugares aunque estés cerca de la frontera.
Sí parece que te puedes manejar bien con el dólar sudafricano y desde luego el de Botsuana. Pero como íbamos a estar pocos días y sobre todo de acampada (donde no gastas prácticamente nada), pues ahí estaba la duda.
Rundu, un nombre desconocido pero que suena a África en todas sus letras
Así se llamaba nuestro destino de ese día. Un nombre que para mi era completamente desconocido pero que evoca al continente en el que estamos, África, y con «rotundidad», si se me permite el juego de palabras chistoso (y malo, juas, juas).
La carretera es más que aceptable teniendo en cuenta de donde veníamos, y a los lados se despliegan pueblitos con edificaciones tradicionales muy bonitas, puestos de naranjas y otros comestibles en los arcenes. Gente caminando arriba y abajo.
El África habitada que he visto en otros países estaba allí. Después de semanas por Namibia viendo a pocas almas, me dediqué a contemplarla con deleite. No, no tengo apenas fotos para ilustrarla, lo siento.
Al final del día, llegamos al lodge Kaisosi River de Rundu
Un lugar precioso, con elegantes casas divididas en cuatro apartamentos y hierba alrededor. Todo un lujazo después de las acampadas, con sábanas blancas y edredón!!! Aquí la temperatura baja bastante por la noche porque además se combina con la humedad del río.
Eso sí, probamos el wifi pero no iba nada bien y la mujer que regenta el lodge nos dijo que era porque estaba encendido el ordenador. ¿Cómo?¿lógica africana? quién sabe!! El caso es que cuando ya casi todo el mundo se había ido, sí funcionaba la señal.
En la encrucijada de tres países: Namibia, Botswana y Angola
Estamos en primera línea de orilla del río Kavango, que en Botswana pasa a llamarse Okavango, y de nuevo frente a Angola.
Aparte de relajarse en las habitaciones y disfrutar de las vistas del río, una de las actividades que se pueden hacer aquí es salir a dar un paseo en barcaza al atardecer. Con repelente de mosquitos a mano, eso sí.
Por 10 €/persona (bebidas aparte) te dan un paseo de hora y media. Prometen contemplar a los cocodrilos que se agazapan en las orillas, entre los juncos, y a los vecinos angoleños lavándose o cogiendo agua.
Precisamente un grupo de chavales nos gritaban cosas desde la otra orilla del tipo «llévame contigo!!», medio en broma y supongo que medio en serio. Y ellos nos alertaron de la presencia de un gran cocodrilo en nuestra orilla, a muy pocos metros de la barcaza.
Fue un atardecer mágico, como todos los que he presenciado en esta parte de África. En esta ocasión era mucho más acuático, con nieblas levantándose y tendiendo puentes entre ambas orillas.
Ya sólo nos quedaba saborear una buena cerveza fría en el acogedor bar del lodge, y soñar con el Delta del Okavango, que teníamos a tiro de piedra. Allí pasaríamos los siguientes tres días, pero antes nos esperaba la salida de Namibia por la Reserva de Mahango.
Despedida de Namibia cruzando la Reserva de Mahango
Ocupa una parte de la Franja de Caprivi, en la zona más al Norte de Namibia. Como una cuña, la reserva se adentra separando Angola de Botswana. La franja de Caprivi fue ganada por los alemanes a cambio de renunciar a Zanzíbar en 1890. Repartos de antes de la Gran Guerra. Escuadras, cartabones, entradas y salidas a los grandes ríos y el mar. El Poder y el Dinero a lo suyo.
La Reserva de Mahango tiene unas 25.000 hectáreas de extensión y fue realmente chulo porque vimos varias especies de antílopes que son bastante difíciles de ver, y también los primeros hipopótamos!! Estaban muy lejos, pero fue emocionante porque bajamos a pie de tierra a contemplarlos, junto a la orilla.
Quizá este momento fue el primero en el que sentí con más intensidad nuestra fragilidad ante la naturaleza.
Desde que bajé del camión no pude quitarme de encima la sensación de que estaba allí, pisando el suelo que quizá una hora antes, o menos, había pisado un gran elefante. O un león. Y en cualquier momento podían volver. No lo hicieron, y sólo divisamos un facocero a unos cientos de metros, aparte de los hipos, antílopes y aves del agua y sus cercanías.
Ahora sí, salimos de Namibia y entramos en Botswana!
De ahí continuamos por una carretera muy muy recta hasta la frontera con Botswana.
El trámite fue muchísimo más ágil de lo esperado, y de trato amable. Realmente no me lo esperaba. Además las instalaciones eran pequeñas pero pulcrísimas en ambos países.
Y para empezar… nos montamos un picnic en la propia frontera. Más chulos que un ocho!! A la sombra de unos arbolillos y sobre un pequeño trozo de hierba, por supuesto con permiso del comandante o el rango que tuviera el que estaba al mando del puesto fronterizo.
Él había venido junto con un compañero a revisar que no llevábamos carne roja en la nevera del camión ya que está prohibido. También al entrar a la región del Kaokoland nos pararon en al menos una ocasión para revisar esto mismo.
Creo que es una medida contra el comercio ilegal de carne de fauna salvaje, o quizá sea sanitaria. La verdad es que no lo tengo muy claro y por más que he buscado, no he encontrado respuesta…
Ése día sumamos 1 hora a nuestros relojes, así que nos quedamos con la misma hora que en España (en Namibia es una menos, como en Canarias).
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Fantástico Alicia! qué ganas de viajar a África!
Me alegro de que te haya gustado, y estoy segura de que serías víctima del mal de África, ése que te hace enamorarte irremediablemente de éste continente, ja, ja, aunque es cierto que es más caro, si puedes viajar con mucho tiempo por delante es menos ;)
Un beso
Alicia
Los controles sobre carnes rojas que has sufrido se deben especialmente a la fiebre aftosa o mouth and foot disease, de la cual el sur de Namibia esta libre, no asi el Kaokoveld.Saludos
Gracias por el dato, Denis! ☺️