Acabábamos de pasar una noche en una isla cualquiera del Delta del Okavango, pero aún no habíamos tenido oportunidad de recorrerla. Nos habíamos dedicado a pasear en mokoro por los canales de papiro. Tengamos en cuenta que allí no es tan sencillo ni inmediato dar «un paseo por la campiña». Por fin llegó la hora, y la adrenalina se disparó. Este fue sólo uno de los días en que el Delta del Okavango nos sorprendió con sus elefantes, cocodrilos, y un mar de papiros inmenso. ¿Te vienes?
Y es que el lugar (además de ser un área protegida), está poblado de hienas, elefantes, facoceros, y muchos otros «bichitos». Si das unos pasos más allá del campamento por tu cuenta puedes meterte en un lío. Una aventura de la que quizá no salgas vivo.
Cómo es un paseo entre la fauna salvaje en la isla del Delta del Okavango
Levantándonos casi a la par que el sol, como siempre en este viaje, salimos a «dar una vuelta» con nuestros guías los mokoreros, los habitantes del Delta.
Ellos tienen una vista infinitamente mejor que la nuestra, olfato y sentido de donde están. Y además saben qué hay que hacer, por ejemplo ante un paquidermo enfadado. No hay garantía de seguridad al 100% pero ¿hay algo así en esta vida? 😅
De nuevo experimenté intensamente esa sensación tan especial de estar pisando el mismo terreno que la fauna salvaje. El peligro potencial de hacer eso, y la curiosidad por ver las cosas a su mismo nivel. Y fue maravilloso, a pesar de que no vimos «mucho». No tuvimos suerte, ¿o sí?
Caminamos en grupo pequeño, en fila india y en silencio la mayor parte del tiempo. Nos adentramos primero en un prado de hierbas altas que ya amarillean hasta llegar a un gran árbol de Amarula del que probamos los frutos recientemente caídos. Pequeños y dulces, no están nada mal.
A lo lejos, entre los arbustos, unos antílopes nos observan y salen pitando enseguida. Prácticamente no podemos distinguirlos. Los prismáticos y el teleobjetivo de las cámaras son nuestros aliados, pero hay que ser rápido.
La intriga y la emoción se van relajando. Aparte de huellas y excrementos de los distintos animales que habían pasado por allí, no vemos nada. Bueno, sí, aves (que no es poco).
De repente vemos a un gran elefante comiendo
Ahí está, a escasos 200 metros de nosotros. Está de espaldas a nosotros. Paramos a observarle e incluso algunos (como yo) nos subimos a un árbol seco para verle mejor y hacerle fotografías.
Entonces se da la vuelta y echa a andar hacia nosotros, empezando a levantar la trompa y abriendo las orejas (señal de mal rollo), así que nos vamos a buen paso. Desviándonos de su camino.
Más adelante vemos otros tres elefantes cruzando la misma pradera por la que habíamos venido. Uf, impresionante verles caminar entre las hierbas, y nosotros ahí con sólo nuestras piernas para salir corriendo «si eso».
Poco a poco vamos volviendo y de ahí vuelta a los mokoros o piraguas. Otro gran relajante paseo y volvemos «a la casilla de salida»…
Siguiente parada y fonda: una casa flotante en el Delta del Okavango
La casilla de salida era Seronga, donde habíamos dejado nuestro equipaje principal. Allí, en el muelle, tras una espera relativamente larga que aproveché para fotografiar unos nenúfares con libélulas incluidas, volvimos a embarcar rumbo a un nuevo alojamiento en el Delta: una casa flotante.
Estos barcos llamados «houseboat» son del estilo de aquellos barcos del Mississipi que todos tenemos en la cabeza.
Hoy se han convertido en alojamientos para viajeros y turistas. Las duchas y baños son compartidos, y los camarotes muy angostos, pero qué más da!
En el mar de papiros
La houseboat es una gran oportunidad de ver el Delta del Okavango desde cierta altura, con las grandes masas de papiros de distintos colores y los canales de agua, las aves, los cocodrilos a escasos metros, e incluso ¡nutrias! Una buena despedida de este bello ecosistema, delicado y espero que fuerte a la vez, que siempre recordaré.
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Interesante, cada dia se aprende algo. Muy lindas las fotos.
Gracias Gustavo! Me alegro de que te haya parecido interesante :)