Actualizado el 27 junio, 2018
Seguimos profundizando en Etosha, el parque nacional más emblemático de Namibia. Un día de muchas idas y venidas pero aparentemente poco fructífero en cantidad de animales. Esta es otra de las sensaciones que a uno le dejan los safaris en estas latitudes. Sin embargo, cuando haces repaso del día te das cuenta que no ha sido así, que has visto mucho, que has vivido intensamente, y que las horas de aparente vacío en el paisaje yermo no han sido tantas.
Sencillamente no estamos en un zoológico donde los animales se exponen a tu mirada y tu cámara, no. Y cada escena que contemplas es un regalo :)
Aprendiendo de la perfección de la Naturaleza en Etosha
De camino a uno de los waterhole que salpican el parque, nos cruzamos con una manada de ñus y cebras que después se apiñaban en el agua. Esto me recuerda algo que nos contó nuestro guía: los ñus apenas ven y huelen, y estos sentidos los compensan con la compañía de las cebras que tienen un gran sentido del olfato, y con las gacelas que tienen muy buena vista. De ahí que suelan andar juntos de un lado para otro.
Las escenas que allí contemplamos fueron de las más bonitas de estos días. Había muchos ejemplares, también jirafas. Ver cómo acarician a sus crías y las protegen de nuestras miradas es enternecedor.
Pan de Etosha, el gran lago seco
Más adelante, pisamos el pan de Etosha. Este lugar de curioso nombre es un gran lago seco de arcilla salina donde los animales encuentran precisamente la sal necesaria para seguir vivos. Una llanura monótona de color beige que destaca contra el cielo. Una combinación perfecta de colores.
Cuando estábamos en el Pan, dando tímidos paseos y haciendo cabriolas para las cámaras, descubrí unas diminutas nubecillas en el cielo. Me di cuenta de que las había echado de menos. En los últimos diez días el cielo había sido completamente azul, invariablemente, o al menos ése era mi recuerdo.
Me puse tan contenta que hice una foto sólo para mostrarlas, sólo para recordarlas.
Con qué pequeños detalles se contenta uno en determinados lugares eh?
Me imagino a los grupos de cazadores-recolectores, nómadas de antaño, emocionarse ante la aparición de nubecillas como éstas. Nubes que quizá son el preludio del agua y de la vida.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, aún quedan muchos nómadas en la Tierra que se emocionan con las nubes :)
El camping Halali de Etosha y su waterhole
Después nos encaminamos al segundo camping dentro del Parque Nacional de Etosha, el Halali, mucho más pequeño y algo más básico que el Okaukuejo.
Cuando llegamos al mediodía nos encontramos con elefantes, impalas, kudus, springboks. Aquí podíamos verlos desde algo más cerca. El lugar para observar se dispone en gradas, aprovechando el desnivel del terreno. Una nueva perspectiva que me gustó mucho.
Y el paseo de la tarde por el Parque Nacional de Etosha nos regaló lo que todo el mundo busca: un encuentro con el León
Después de comer volvimos a salir para aprovechar las últimas horas. Inexplicablemente, no vimos prácticamente nada. Bueno, un montón de aves preciosas y curiosas, pero nada de mamíferos…
Estuvimos apostados en un waterhole natural algo más de una hora y aparte de unos pajarillos «nadie» se acercó. Llegó la hora de poner rumbo al camping, ya un poco retrasados y pensando en la multa que nos podían poner si llegábamos tarde. Recuerda, no se puede circular después de la puesta de sol.
…y de repente ¡leones!!
En la llanura, contra el sol poniente, un macho y dos hembras caminan entre la hierba seca.
Se les veía muy delgados y yo no dejaba de pensar en que la sequía de este año les debía de estar haciendo sufrir bastante. Algunos springboks también se movían en esa dirección, apartados prudentemente de los felinos, claro.
¿Hacia dónde irían? quién sabe. Probablemente en busca de agua, o de un lugar con más vegetación donde pasar la noche cazando.
Entrando por los pelos en el camping antes del toque de queda y… al waterhole!!
Después de contemplarlos, nuestro chófer enfiló a toda castaña hacia el cámping, ya a contrareloj. Me imagino que se saltaría la limitación de velocidad de 60 km/h que hay en todo el parque pero llegamos antes de que las puertas se cerraran. Evitamos la temida multa, yuhu!!
Mientras algunos se iban de safari nocturno tras la cena, otros volvimos al waterhole. Llegamos justo para ver cómo se iban dos espléndidos rinocerontes, uno de ellos enorme ¡Lástima no haberlos visto con más tiempo!
Aguantando el frío, permanecimos dos horas allí. No estábamos solos. Había un grupo de alemanes bebiendo vino, entrechocando sus copas con el consiguiente ruido, riéndose y tirándose pedos. Les mandamos callar más de una vez, pero estaban en plan «risa tonta» y era peor. Yo me puse de un humor de perros sólo por este grupo de maleducados que no saben dónde uno debe hacer fiesta y dónde no. En fin.
En esas dos horas pudimos contemplar a un nuevo rinoceronte, pequeño (quizá era hembra), y unos chacales. Se escuchaba también el rugido de un león, muy próximo. Probablemente esta era la causa de que ningún otro animal osara acercarse a beber.
Es genial escuchar los ruidos de la noche cuando estás completamente en silencio
La oscuridad casi absoluta (más sin luna) intensifica las sensaciones. Te hacen sentirte solo y a la vez acompañado de la vida que bulle a tu alrededor, aunque no la veas. Tiene algo de misterioso, de mágico y también de terrorífico.
Por cierto, al volver a las tiendas nos encontramos con unos visitantes bastante voraces. Un par de enormes mangostas estaban saqueando los cubos de basura y zampándose todo lo que encontraban. Les daba igual nuestra presencia (apenas a metro y medio), tiraban los cubos y desparramaban el contenido, e hincaban sus enormes dientes en lo que pilllaban. Madre mía, no me gustaría encontrármelas por la noche!
Lo cierto es que corretearon por el campamento sin cesar, y de hecho tomábamos precauciones para entrar y salir de la tienda de campaña y que no se nos colaran en un descuido, porque estaba claro que les daba igual nuestra presencia, je, je, je.
Esta era nuestra última noche en Etosha, nuestro último waterhole antes de cambiar completamente de escenario.
Y al día siguiente… subiendo el listón
El desierto, la sabana y sus grandes planicies quedarían atrás. A cambio, ganaríamos en agua y verdor, pero la salida de Etosha nos deparaba nuevas sorpresas a la luz de la mañana: un rinoceronte espléndido (por fin a la luz del día), un grupo de antílopes, un par de guepardos preciosos, Órix.
La mañana parecía ser un momento más activo para todos ellos, pero quizá estoy equivocada y sencillamente es que la tarde anterior no habíamos tenido buena suerte.
[symple_box color=»blue» fade_in=»false» float=»center» text_align=»left» width=»»]
Si quieres seguir leyendo sobre Namibia aquí tienes más posts!
- Tres semanas en Namibia, Botswana y Zimbawe.
- Primeras impresiones de la Ruta del Okavango.
- Windhoek, la capital de Namibia.
- Inmersión en el desierto de Namib.
- Deadvlei, el valle de la muerte namibio.
- Amanecer en la Duna 45, una gran experiencia.
- Solitaire, el campamento de Yuri y las estrellas.
- Spitzkoppe, donde los sueños son de granito.
- Patrimonio de la Humanidad de Namibia: Twyfelfontein.
- Swakopmund, la ciudad de la costa de los esqueletos.
- Cape Cross y los leones marinos.
- Parque Nacional de Etosha, capítulo 1.
- Parque Nacional de Etosha, capítulo 2.
- Cataratas Epupa, un oasis en el Kaokoland.
- Los himba, una tribu muy simpática.
- De Rundu a la frontera con Botswana.
[/symple_box]
Ali, me ha encantado el relato y por supuesto las fotos. Enhorabuena.
Un abrazo.
Muchas gracias Víctor! Un placer compartirlo :)
Abrazo
Alicia