Actualizado el 2 mayo, 2019
Después de levantarnos muy temprano, pusimos rumbo al Delta del Okavango. Nos despedíamos de nuestro camión, y durante un par de días nos moveríamos en barcas y mokoros, las barcas tradicionales que sin embargo hoy en día son de una especie de plástico resistente. Al menos las que ponen a disposición de los turistas y viajeros. Entrábamos en el ecosistema del Delta del Okavango y yo estaba emocionada :)
La idea era ir a pasar una noche en una de las miles de islas que pueblan el Delta, y pasar allí una noche.
Pero ¿qué es el ecosistema del Delta del Okavango?
El río Okavango nace muchos kilómetros al norte, en las selvas de Angola. En la época de lluvias aumenta su caudal muchísimo y comienza un largo camino que termina en su desbordamiento en las grandes llanuras de estas latitudes, Botswana. Una crecida que se produce entre mayo y julio, meses después de las lluvias en Angola.
La tierra se inunda pues, y con ella atrae a la vida. La fauna salvaje de cientos de kilómetros a la redonda se aproxima esforzadamente al agua en la época seca. Aquí encontrarán una oportunidad para sobrevivir unos meses más, unos años más. Si llegan.
Encontrarán también pastos y fresca vegetación que les alimentará como no lo pueden hacer los exiguos retazos de sus congéneres ya secos, allí de donde vienen.
Cuando el agua sea absorbida por la tierra, el paisaje volverá a cambiar y tornará a un sitio más inhóspito. Aun así, las aguas del subsuelo lo mantendrán bastante verde. Parte de los animales se irán y vuelta a comenzar el ciclo… aunque no todos se pueden ir.
El mito del cementerio de elefantes
Por ejemplo, los elefantes mayores, ancianos, quedan allí prácticamente varados. No son capaces de seguir el ritmo de los jóvenes y éstos no se pueden entretener con ellos, así que los mayores forman grupos, colonias, que tratan de protegerse con sus escasas fuerzas.
En el Delta pueden comer juncos tiernos, prácticamente lo único que su desgastada dentadura les permite. Pero no se alimentan bien. Poco a poco pierden peso, y dicen los habitantes del Delta que también es porque sufren estrés. «Saben» que están en el final de su vida, que lo que comen no es suficiente, que son vulnerables a los depredadores.
Esto es lo que ha dado paso al mito de los «cementerios de elefantes». A menudo se encuentran sus cadáveres en zonas pantanosas -si han muerto de forma natural, claro-, y junto a otros ejemplares. No es que se reúnan para morir, sino para intentar sobrevivir en un ambiente algo más apropiado para su estado. Digamos que forman grupos de «jubilados».
Navegando por el Delta del Okavango
Nuestra primera aproximación al Delta del Okavango fue un recorrido de hora y media por algunos canales. Verdaderas autopistas por las que se mueven las barcas a motor de los lugareños, y las que son a remo.
La temperatura ha bajado mucho y al ser aún una hora temprana, realmente pasamos frío en la barca.
Canales flanqueados de papiros, «hierba de hipopótamo» (juncos que terminan en una especie de penacho de plumas), y algunos árboles.
Por el camino, acelerando y reduciendo la marcha según lo que el Delta nos regala a la vista, observamos muchas aves, preciosas.
Algunas en peligro de extinción como el pico-tijera. Estos pájaros pescan en vuelo pasando por la superficie del agua, abriendo mucho el pico. De ahí su nombre. También están las águilas pescadoras africanas que yo ya había tenido ocasión de conocer en la lejana Etiopía.
Palomas verdes (verdes, verdes, eh?), martines pescadores gigantes, garzas blancas, cormoranes, diminutos martines pescadores malaquita.
En un momento dado, paramos. Nuestro barquero tiró un trozo de pescado al agua, y unos segundos después un par de águilas enormes se lanzaban a por él. No es muy ético, la verdad, pero impresionante.
Llegamos a nuestra primera «escala». Una isla en la que guardamos las mochilas grandes en un almacén -bajo llave-. Ya sólo con una mochila pequeña con lo básico nos trasladamos a otro lugar para ir a la famosa isla (que no «de los famosos»).
Compartiendo un rato con los habitantes del Delta del Okavango
Los mokoros no estaban cuando llegamos. De hecho tuvimos que esperar un buen rato, cerca de otra hora y media. Había algunas personas por allí. Mujeres y niños, y los hombres que luego resultaron ser nuestra compañía hasta el día siguiente: los mokoreros.
Gente maja, agradable, de pronta sonrisa.
A nuestro alrededor había también vacas de cuernos altos y curvados que me recordaban a las que se pueden ver en los jeroglíficos de los antiguos egipcios. Y es que, a pesar de encontrarnos en la otra punta del continente, había muchas cosas que recordaban al Nilo, como los papiros.
Paseo en mokoro observando el escosistema del Delta del Okavango
Una imagen que nunca olvidaré. Una sensación que siempre estará ahí cada vez que piense en este delicado ecosistema, en este precioso equilibrio natural que es el Delta. Paseos en mokoro relajados, en silencio para no espantar ni a las aves ni a los posibles hipopótamos o elefantes que andan por allí. Donde el murmullo del agua deslizándose bajo nuestra barca se mezcla con el susurro de los altos papiros que en muchos casos casi cierran el paso de los mokoros.
Y los nenúfares, aquí y allí animando la superficie del agua.
Entendí cómo se debían de sentir los faraones del Antiguo Egipto que salían a pasear a la caída del sol, con toda su corte, en aquellas ricas y cómodas barcas. Esto sí es disfrutar de la vida!!
Ya en la isla, después de una tranquila siesta bajo los árboles que rodeaban nuestro campamento, y de haber reconocido el terreno (básicamente, constatar que estaba rodeado de cacas de elefante, lo que significa que… lo habían visitado, claro), volvimos a salir un buen rato en mokoro.
Broche de oro: atardecer en las aguas del Delta del Okavango
En silencio casi perfecto surcamos las aguas. Tras una búsqueda infructuosa de hipopótamos (les oíamos), que a pesar de ser uno de los animales más agresivos de África son también tímidos y suelen esconderse (al menos aquí), nos llevaron a un claro donde contemplar el festival de luces y colores del atardecer. Porque era todo un festival.
De nuevo pensé en los faraones y en esta ocasión entendí por qué adoraban al sol.
Ver bajar y volverse rojo al astro que con su luz y calor permite la vida, en un paraje como éste, es una imagen mágica y poderosa, sobrenatural.
Después de la cena disfrutamos un buen rato del fuego y de unos vasos de Amarula. Este es un licor-crema muy rico, hecho a base del fruto de uno de los árboles que más abundan por aquí. A los elefantes les encanta, por cierto.
Una noche como las de antes
Los mokoreros cantaron y bailaron para nosotros, improvisando algunos disfraces con hierbas secas y prendas de ropa. Imitaban a los animales de su entorno. Eran danzas tradicionales, y aunque suene a «show para guiris», la verdad es que fue precioso.
Cantaban realmente bien y a todos nos dio mucha ternura ver cómo el mokorero más mayor, que parecía superar los 80 años, bailaba y cantaba como el que más. Tuvimos que corresponderles, pero mejor no lo cuento porque a nosotros los españolitos esto de cantar y bailar con nuestro absurdo sentido del ridículo no se nos suele dar muy bien. Ejem.
La noche transcurrió sin sobresaltos. Se oía a los hipos bastante cerca, con sus bufidos característicos, y poco más. El único fastidio es que ir al baño implicaba salir del perímetro del campamento. Entre los matorrales que teníamos una veintena de metros más atrás, habían cavado un agujero y después de hacer tus necesidades tenías que echar una paletada de arena encima.
Por la noche, con la posibilidad bastante cercana de que algún elefante, o hiena, o incluso león, hiciera acto de presencia… francamente, aguanté como una campeona dentro de la tienda, y agradecí bastante las primeras luces del día!!!
[symple_box color=»yellow» fade_in=»false» float=»center» text_align=»left» width=»»]
Si quieres seguir leyendo sobre la Ruta del Okavango… aquí tienes algunos posts más!
- Primeras impresiones de la Ruta del Okavango.
- Tres semanas en Namibia, Botswana y Zimbawe.
- De Rundu a la frontera con Botswana.
- Delta del Okavango y la isla sin nombre.
- Vuelo sobre el Delta del Okavango.
- Parque Nacional de Chobe (Botswana).
- Cataratas Victoria, un gran sueño viajero.
- Vuelo sobre las Cataratas Victoria.
[/symple_box]
Ay que bonito, tengo tantas ganas de ir…de momento me quedo con tus fotones :D.
Por cierto, lo del baño en los safaris si duermes en tienda o campamento sin wc da un poco de yuyu. Yo soy muy meona y lo pasé mal, despertaba a mi chico para que me acompañara y con las linternas se veían muchos ojos malignos de peli de miedo, más los rugidos de los leones cerca. Nuestras amigas al final cortaron una botella con la navaja y wc portátil XD.
jajaja, qué bueno tu testimonio del wc portátil, seguro que a alguien le viene bien! :)
Gracias Sara, un abrazo!
Ali