El templo de Kataragama, en el sur de Sri Lanka, es uno de los principales centros de peregrinación de la isla y una buena muestra de la mezcla entre el hinduismo y el budismo que se da en todo el país. Gentes de todos los rincones acuden a hacer sus ofrendas, y no sólo los creyentes de estas religiones. Durante el festival Perahera de agosto, mucho más ¡Prepárate, que hoy te vienes de fiesta conmigo a un templo en Sri Lanka! 😀
El templo de Kataragama es un gran centro de peregrinación
La ciudad de Kataragama casi no tendría sentido sin su gran recinto de santuarios con templos dedicados al dios Skanda o Kataragama y a otros del panteón hinduista, además de Buda. Pero no es lo único.
El templo de Kataragama es todo un complejo donde también hay una mezquita muy importante para los musulmanes. Y para colmo, también acuden los veddas, los aborígenes animistas de la isla cuya población hoy en día es muy escasa, pero siguen existiendo. ¡Menudo lío! Voy a tratar de explicarlo, a ver si no meto mucho la pata…
Para los hindúes, Kataragama o Skanda Kumara es el dios de la guerra. Hijo de Shiva y Parvati. Hermano de Ganesh. Para los budistas, es uno de los cuatro protectores de Sri Lanka.
Su color es el rojo, símbolo de la perpetuación de la victoria en la guerra, y por eso mucha gente va vestida de este color o lleva alguna prenda roja cuando van al templo de Kataragama.
Unos y otros dicen que el dios Kataragama llegó a Sri Lanka para combatir a «los enemigos de los dioses», los veddas, que son animistas. Pero en el transcurso de la campaña Kataragama conoció a una princesa vedda llamada Valli Amma. Amor y guerra van de la mano en muchos mitos del mundo.
Kataragama se casó con dicha princesa vedda, y por eso también es venerado por este grupo étnico animista.
Por otro lado, como decía al principio, también hay una mezquita. Es un edificio que no se parece mucho a las mezquitas que podemos ver en otras zonas de la isla. Más bien parece una casa con tejado verde. Está antes de entrar en la zona de templos hinduistas y budistas.
Esta mezquita se construyó en honor a Al-Khidr, que significa “el hombre verde” porque donde él se sentaba crecía la vegetación, incluso en tierras desérticas.
Al-Khidr es un apóstol, santo o incluso ángel, y para otros es un profeta. En cualquier caso es muy conocido en el Islam por el encuentro que tuvo con Moisés. En la entrada de la Wikipedia se describe con mucho detalle el diálogo de dicho encuentro.
El caso es que la tradición esrilanquesa dice que Al-Khidr viajó allí y se alojó en el lugar donde está la mezquita de la ciudad de Kataragama.
¿Por qué Al-Khidr fue a Sri Lanka? Por lo visto buscaba, ni más ni menos, el agua de la vida que confería la inmortalidad a aquél que la bebiese. Y la leyenda dice que la encontró en esta preciosa isla.
Por esta razón también los musulmanes acuden al “templo de Kataragama” (recinto de templos más bien). No se mezclan con los hinduistas y budistas a no ser que vayan a hacer turismo a los otros templos.
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¿Qué buscan aquí los peregrinos?
Todo peregrinaje tiene un propósito para la persona que lo hace. Como en otras religiones, las razones específicas serán muchas y variadas, y estarán relacionadas con las circunstancias de vida de cada uno. Pero en general van a pedir protección, bendiciones para ellos y… ¡para sus coches! O para dar las gracias por haberse librado de un accidente de coche.
Incluso clavan las matrículas de sus vehículos en los árboles del recinto si han sufrido dicho accidente. Resulta que Kataragama es como el patrón de los conductores. Una especie de San Cristóbal, oiga.
La visita al templo de Kataragama
Como en otros lugares de peregrinaje, nada más llegar nos encontramos con una serie de tenderetes, todo un mercado en realidad, dedicados a vender platos de fruta para hacer ofrendas, pulseras, rosarios, estampitas y todo lo que un peregrino pueda necesitar.
Siempre que me encuentro con este tipo de mercados pienso en los vestigios de los templos de la antigüedad. Griegos, romanos, fenicios, etc., donde los arqueólogos han localizado tiendas junto los recintos sagrados. Y han encontrado muchas estatuillas votivas que presuntamente comprarían en dichas tiendas para llevarlas al templo.
Quizá los científicos interpretan el pasado a partir de la realidad del presente, pero a mí me gusta imaginar que lo que veo hoy en estos sitios, bien puede ser un reflejo de lo que ocurría hace miles de años. Y que por tanto lo que contemplo hoy es muy parecido a lo que vería si hubiera vivido en otras épocas de la humanidad. Vaya, que acabo de pasar por una especie de túnel del tiempo 😊
A continuación, cruzamos el puente sobre el río Menik Ganga. Desde sus barandillas observamos que hay mucha gente en el agua haciendo ritos que me recuerdan a los que vi en el Ganges o en sus afluentes.
Por lo visto es preceptivo bañarse en sus aguas sagradas antes de entrar en el templo de Kataragama. El ambiente religioso, no obstante, se mezcla con los juegos de los niños y jóvenes ¡Me encanta!
Mientras andamos entre el gentío, que suele ser bastante en cualquier época del año pero más en las fechas de Perahera, nos damos cuenta de que somos los únicos occidentales. Al principio impone un poco, pero luego se te pasa 😅.
Nada más cruzar el puente nos encontramos con mucha gente acampada. Son los peregrinos que han viajado desde muchos sitios para pasar allí las fiestas. Gente con pocos recursos y mucha fe.
También vemos algún que otro elefante y a la gente haciéndose selfies con ellos. Hay música, algunos vienen del río con la ropa mojada, muchas sonrisas…
El ambiente es fantástico. Me recuerda muchísimo a otras experiencias vividas en la India y ya puedo decir que es el único sitio de Sri Lanka donde por momentos pensé que estaba en el país vecino.
Caminamos hacia la zona de los santuarios hinduistas y budistas. Hay una gran avenida y antes de llegar a un segundo recinto interior, encontramos el templo de Kataragama a la izquierda. Parece un templo pequeño y me despista un poco. Hay una imagen de Kataragama, sí, pero también una de Shiva e incluso un Buda que brilla con luces de colores que parpadean.
Entramos para dejar nuestra propia ofrenda de fruta que hemos adquirido antes de cruzar el río. Aquí hemos venido a jugar. Un sacerdote se encarga de recogerla y bendecirnos después de decir unas palabras tras una cortina.
Después tenemos que repartir la fruta entre los viandantes, como manda el rito. En principio nadie debe rechazarla, aunque es cierto que en los primeros momentos nos cuesta un poco. Creo que no nos toman muy en serio, ja, ja, pero lo conseguimos. Ya podemos continuar.
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Entrando en el templo de Kataragama
Tras dejar los zapatos al cuidado de unas personas, traspasamos una puerta con tres arcos que, no sé por qué, me recuerda un poco a Andalucía. Será por su color blanco y amarillo, aunque a los lados hay todo un muro con figuras de elefantes que contradice esa similitud loca que se me pasa por la cabeza 😏.
A continuación hay otra puerta, esta vez pintada de blanco, y tras ella un lugar marcado por rejas de metal. Allí van los hinduistas a estrellar un coco. Según se parta, tendrán más o menos suerte. Lo ideal es que se parta en dos trozos ¿ensayarán en casa?
Dentro hay más templos que vamos rodeando poco a poco. Un señor barre el suelo, los peregrinos van dejando sus ofrendas, los penitentes pasan por aquí y por allí, un sadhu está sentado a la sombra… el típico caos ordenado.
Tras superar estos templos, llegamos a otra avenida amplia rodeada de jardines con grandes árboles. Al fondo, una gran estupa blanca nos espera. A los lados hay elefantes con sus cuidadores. Creo que hay tantos porque es el festival y han venido de otros templos para las procesiones, como en la Perahera de Kandy.
La estupa o dagoba se llama Kiri Vehera y es un templo budista que se cree se erigió en el siglo VI a.C. Según nos acercamos… ¡un momento, hay un elefante bajando sus escaleras entre la gente! Madre mía, no puedes evitar pensar que todo esto es una locura preciosa.
Damos la vuelta de rigor, en el sentido de las agujas del reloj, a la dagoba. Observando a la gente, los monjes y monjas, y las ofrendas que se hacen ante cada altar con la imagen de Buda. Y volvemos por donde hemos venido.
El festival de Kataragama
Como decía, nos encontramos con los días de Perahera del templo de Kataragama. En esta época es bastante fácil ver a gente entrando en trance o haciendo penitencias de distintos tipos. Todo para demostrar su gran fe.
Nosotros vimos a un hombre que, tras romper su coco, se tiró al suelo y se puso a rodar con todo el cuerpo estirado. Imagino que seguiría así hasta llegar al templo principal. Cuatro o cinco familiares le seguían de cerca y, dándole toques con el pie o ayudándole con las manos, corregían la dirección que debía tomar. Es más impresionante verlo que contarlo, la verdad, pero por lo visto en esos días hay escenas mucho más fuertes, como hombres perforando su lengua con grandes pinchos.
Otra cosa que vemos y me sorprende muchísimo es que hay varios camiones y carpas instalados en los jardines delante de la gran stupa. Son tenderetes instalados por marcas de alimentación y tecnología, y todos reparten cosas. Aquí te dan un té con unas galletas, allí un paquete de cereales para el desayuno…
El marketing se ha introducido de manera natural en todo este tinglado religioso. Al fin y al cabo estamos en fiestas, y lejos de ser una molestia, hay mucha gente haciendo cola.
Te dejo aquí el enlace a un documental de Televisión Española dedicado a Kataragama, de la fantástica serie “Otros Pueblos”, para que puedas ver todo lo que cuento y más.
No nos quedamos a los festejos nocturnos porque aún teníamos unos kilómetros por delante hasta Tangalle. Serían parecidos a los de la Perahera de Kandy, aunque puede que esta fiesta sea más espectacular con los penitentes y el fervor religioso tan “demostrativo” que vimos durante el día. Quién sabe. Si vas por el templo de Kataragama a finales de julio o principios de agosto, no dejes de intentar presenciarlo 😊
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