Si te planteas viajar a Sicilia, te recomiendo muy fuerte que visites estos rincones de lo que yo llamo «Palermo desconocido«, porque mucha gente se los salta o no le da tiempo a ir 🥰
El Palermo desconocido, o menos conocido…
Volviendo de Monreale, donde había pasado toda la mañana disfrutando de su Duomo, me bajé del bus en la Plaza de la Independenza al mediodía. Mi intención era comer algo e ir andando a un par de sitios que quedan a desmano del centro histórico de Palermo, y que tenía muchas ganas de conocer. Me refiero al Castillo della Zisa y las Catacumbas de los Capuccinos. Aun así, el día dio para algo más y de rebote conocí el Palazzo Forcella.
Cómo llegar y qué ver en el Castillo della Zisa
Empecé, pues, a caminar con rumbo al Castillo della Zisa. Llevaba un mapa y trataba de orientarme, pero había unas cuantas obras en curso que hacían más difícil el camino.
Al ir saliendo del centro me fui encontrando con un barrio muy similar a cualquiera de la periferia de Madrid. Como era pleno mediodía, había muy poca gente en la calle. Pero me perdí.
¡Nadie dijo que descubrir el Palermo desconocido fuera fácil!
Quiero hacer una anotación: la mayoría de las calles de Palermo no tienen la placa con su nombre, al menos no donde se supone que debe de estar.
Al final, casi por un golpe de suerte y con la ayuda de algún tendero del barrio, logré llegar a las inmediaciones del famoso castillo. Me planté ante el edificio regio, pero ante mí se levantaba una verja de hierro cerrada y un jardín.

¡Menudo laberinto raro!
Decidí dar la vuelta para llegar al otro extremo donde sí veía una entrada abierta, pero me equivoqué de dirección y tuve que volver sobre mis pasos.
Por fin, después de preguntar a un chaval en un callejón vacío, resulta que había que entrar a un parque grande y moderno que se extiende justo al lado. Allí había un cartel muy cutre que ponía «Entrata». Sin más. Cosas de Sicilia 😅
Crucé y pasé por delante de unas construcciones muy curiosas, una especie de casetas abovedadas y encaladas, algunas con puerta y ventana, otras no, y entré al recinto por un recoveco.
Nada más llegar me compré una botella de agua bien fría porque tenía mucho calor, y compré la entrada, que en su día me costó 6€. Me temo que a fecha de enero 2025 son unos 9€.
La única visitante en ese momento era yo. Un señor y un chico joven me siguieron, abriéndome el acceso a cada piso del castillo, quedándose luego a una respetuosa distancia ¡¡Fue un lujo de visita!!
Teóricamente está prohibido hacer fotos dentro, pero confieso que me rebelé un poquito, con ese precio de entrada…
El Castello della Zisa o Palacio de Zisa fue incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en julio de 2015, un par de años después de mi visita. Es posible que ahora sea un poco más frecuentado por el turismo.
Un par de consejos prácticos
El Castillo della Zisa por dentro
El castillo, cómo te diría, por un lado tiene una sala enorme con una buena mezcla de diferentes artes y culturas, como es habitual en Sicilia.
Decoraciones y construcción árabe, normanda, barroca y bizantina. Se abre al jardín, y es lo que hace que la excursioncita merezca la pena de verdad.
El castillo se edificó en 1175 por orden de Guillermo II, rey normando, el mismo de Monreale. Es uno de los pocos edificios civiles de estilo árabe que quedan en Palermo.

Por otro lado, las estancias y los pisos se suceden en una arquitectura muy de castillo. Bastante desnuda, aunque algo embellecida por una exposición de arte islámico permanente: cerámicas, joyas, muebles, etc.
En fin, me quedó un buen recuerdo.

Por cierto, andando por la galería que da al jardín me topé con una placa que menciona la gloria de España y Grecia. Si nos vieran ahora esos que mandaron labrar esta piedra…


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Las catacumbas de los capuccinos de Palermo
Después emprendí el camino a las Catacumbas de los Capuccinos, el plato fuerte de la tarde. Otro paseo largo pero mucho más sencillo, ya que buena parte del recorrido se hace por la misma calle.
¿Qué son las catacumbas de los Capuccinos?
Pues un lugar fuera de lo común. Terrorífico para muchos, interesante para algunos, supongo que morboso para otros.
Yo me quedo en la segunda opción, la de interesante. Siempre me han despertado curiosidad las formas de ver la muerte en las distintas culturas y épocas históricas de este mundo. Esta es una muestra más, pero poco convencional si pensamos en la cultura en la que estamos.
En estas catacumbas reposan 8.000 momias de palermitanos pertenecientes a la nobleza, la burguesía y el clero desde el año 1.599 hasta el siglo XX.
Fueron los monjes los que decidieron crear un cementerio, ya que hasta entonces enterraban los cuerpos en una fosa común. Para ello, excavaron una gran sala detrás del altar de la iglesia, y trasladaron allí algunos cuerpos. Entre ellos, vieron que algunos se conservaban estupendamente, y los decidieron «exponer» en nichos.
Con el tiempo, el interés por yacer momificado se extendió entre la población. Hacia 1783 los monjes decidieron permitir la entrada a todos aquellos que podían pagarse el embalsamamiento, y este museo tan extraño fue creciendo hasta llegar a las proporciones actuales.

Cuando llegué, me encontré con algunos visitantes (muy pocos), y una entrada de 3€. También con muchos carteles donde piden que no se hagan fotos por respeto a los muertos.
Lo que no entiendo es por qué se permiten las visitas y se cobra una entrada, si se trata de respeto. En fin, hice algunos «robados» como la mayoría de la gente que visitaba el lugar. Siempre sin flash y de la forma más discreta posible. Y es que no me resistía a prescindir de un recuerdo de uno de los lugares más alucinantes que he visto en mi vida.
Pasillos llenos de momias
Cuando entras, después de un par de pasillos anchos y abovedados, una bofetada de olor a polvo rancio te llega sin previo aviso. Así, tal cual. No se puede negar que estás entrando en una enorme tumba.
A partir de ahí se trata de circular por estos pasillos y observar a esas gentes que incluso te miran desde su lugar asignado en este gran almacén de cadáveres. Algunos aún conservan muy bien sus cabellos y parte de la piel. Pero en lo que más me fijé fue en los trajes y tocados.
Hablo de trajes de la época de la Revolución Francesa y de Napoleón, con sus características casacas y sombreros en el caso de los soldados.

También de levitas del siglo XIX o principios del XX, de cuando la novela de Drácula, para entendernos 😉. Y muchos otros atuendos históricos que ahí siguen, llevados por sus dueños.

Lo más duro son los cadáveres de los niños. El cadáver de la niña Rosalía es el más famoso y su fotografía se vende en postales para los turistas en la misma taquilla. Sigo pensando en la petición de respeto. Yo lo llamaría más bien «derechos de imagen en exclusiva» para su comercialización. Ojo, que no digo que no estén en su derecho, pero podían no jugar con los conceptos.
Volviendo a la niña Rosalía. Esta es una momia increíblemente bien conservada (parece una muñeca de cera), pero se ve muy mal porque está en un sarcófago con un espacio acordonado a su alrededor. Bueno, tampoco es que me apeteciera verla mucho más en detalle, la verdad.
Salí con la sensación de haber recorrido demasiado rápido los pasillos (algunos de ellos sin nadie a la vista, uuuhhhh…), pero desde luego es una visita que recomiendo. Al menos si «te va la marcha» 😜.
Si te interesa conocer más detalles sobre la historia y la colección de momias de las Catacumbas de los Capuchinos, te recomiendo este artículo de la web Theworldofsicily.
Un encuentro casual: Palazzo Forcella
En otro paseo por la ciudad un par de días después, descubrí otro rincón del Palermo desconocido que me dejó un buen sabor de boca.
Convencida de que ya no encontraría muchas más sorpresas, me fui hacia el puerto para dar un paseo sin rumbo fijo. Echando a andar desde Via Vittorio Emanuele hacia la derecha, fui encontrándome con un paseo muy ancho y un gran parque al borde del mar. Las familias y grupos de jóvenes pasaban las últimas horas de la tarde.
Según andaba por allí, me fijé en unas ventanas y me puse a hacerles fotos, hasta que en una mirada general me di cuenta que se trataba de un gran palacio.

Había una plaza (llena de coches, cómo no), con un pequeño jardín en el centro donde unos hombres jugaban a algún juego de apuestas. Por los movimientos y risas, diría que jugaban a los chinos.

El palacio, que empezaba a ser bañado por la luz del sol poniente, se extendía frente a mí con unas curiosas ventanas. Subiendo la calle por una especie de rampa me encontré ante el nombre de este edificio: Palazzo Forcella.
Estaba cerrado, y al volver he buscado algo de la historia de este palacio pero como estaba todo en italiano, he sacado pocas cosas en claro. Entendí que pertenecía a los marqueses de Forcella, que hoy en día es un edificio gubernamental, y que se construyó sobre las antiguas murallas de la ciudad. También que, como casi todo en Sicilia, tiene una mezcla de estilos arquitectónicos.

Me quedé prendada de sus ventanas, de estilo árabe, quizá un poco indias también. Y de su puerta con arcos que recuerdan a las iglesias románicas. No sé si el interior sería tan bonito.
¿Qué te parecen estos rincones del Palermo desconocido? Espero que te hayan gustado y sirvan para inspirarte ¡Sicilia merece mucho lo pena!
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