Actualizado el 8 octubre, 2019
Un punto neurálgico de la Ruta de la Seda es Kashgar, en el extremo Oeste de China, en la provincia de Xingiang. Estamos en la zona Uigur que poco a poco se va diluyendo entre las masas de chinos han que el gobierno central envía allí precisamente para ahogar a las etnias originarias y sofocar cualquier movimiento de independencia.
Kashgar en la Ruta de la Seda
Aquí confluían las caravanas que iban a o acababan de cruzar el temido desierto de Taklamakan. Quizá esta era su meta, y el relevo lo tomaban otras encargadas de continuar hacia Samarcanda, o hacia Mongolia en el norte. O hacia Irán e Irak cruzando Pakistán y Afganistán si iban hacia Occidente. Probablemente aquí se tomaban unos días de descanso antes de continuar camino.
Llegando a Kashgar desde Kirguistán
Llegamos una tarde, procedentes del Paso del Irkestam, frontera con Kirguizstan. Este es un paso fronterizo en teoría sólo para mercancías y personal local. Algún autobús de pasajeros locales.
Nosotros somos como una mosca en un vaso de leche. Descargamos el camión kirguis y esperamos en el edificio de aduanas.
Viene un alto mando militar muy cabreado, gritándonos y pateando el suelo porque no abrimos nuestras mochilas. Al final abrimos un par, mira un poco y al ver tanta ropa sucia decide desistir. Lo mejor para disuadir a las aduanas es dejar mucha ropa sucia a la vista, juas!. Por fin nos miran los pasaportes y cumplimos los trámites. Un compañero está enfermo y sorpresivamente le ofrecen una taburete al sol y un té (¿¿??).
Logramos que un camión nos lleve en su caja trasera (afortunadamente vacía) a cambio de unos cuantos yuanes. Pasamos los kilómetros de tierra de nadie hasta la entrada oficial a China, haciendo caravana con otro montón de camiones, ocultos tras los tablones del nuestro. Como si fuéramos ganado. Al final, tenemos mucha suerte y sólo invertimos unas dos horas y media en el proceso.
Cansados, ya en Kashgar, nos encontramos con un hotel regentado por chinos han que nos miran impertérritos. Es muy difícil saber si es que no hablan inglés, o es que se han convertido en estatuas. Cualquier intento de comunicación es recibido con una exasperante inmovilidad. O insistes, o desistes, depende de lo importante que sea. Sólo se animan cuando intentan atraernos a la tienda de souvenirs anexa, llena de horteradas.
Atardecer en Kashgar
Salimos a dar nuestro primer paseo y nos encontramos con una ciudad que a pesar de toda la parafernalia de carteles y pantallas con caracteres chinos, mantiene su esencia Uigur.
Hablo del centro de Kashgar (o Kashi). Al sol del atardecer las calles están llenas de puestos de pinchitos a la brasa, higos maduros, pan recién hecho y otras viandas. La gente se toma un tentempié, quizá al fin de su jornada laboral.
Las gentes de diferentes etnias se mezclan en el vaivén. Reconocemos a los uzbekos y kirguises, también hay turkmenos. Tienen rasgos diferentes, sombreros y atuendos.
En una gran plaza encontramos la mezquita Id Kah, la mayor de toda China, que además alberga una madraza con capacidad para 400 estudiantes y baños para más de 100 personas.
La plaza en sí misma está llena de vida. Hay hasta camellos!
Al caer el sol, después de la oración, hay sesión de cine al aire libre, en la gran plaza.
Hombres, mujeres, niños, ancianos y ancianas. Todos se reúnen de pie o en cuclillas y se quedan absortos ante la gran pantalla plana instalada en uno de los lados de la plaza. La peli es como las de Bollywood pero en chino. Con su mucho de acción, más drama, humor que explota lo ridículo. Otra manera de aculturar.
En otro punto de la ciudad, en una plaza de grandes dimensiones y de factura claramente chino-comunista, se encuentra una de las estatuas de Mao más grandes que quedan en China.
La ciudad moderna, que poco a poco se va comiendo a la vieja, son grandes avenidas insulsas, llenas del típico tráfico loco en varios carriles. Un poco lejos del centro hay un gran mercado encerrado entre paredes y techos. Pretende recrear el pasado mercader de la ciudad, concentrando los productos del día a día: alimentos, telas, cachivaches varios.
La ciudad vieja de Kashgar
Al día siguiente, después de volver del mercado semanal de Kashgar -mercado agrícola y ganadero- que la hace tan famosa y que merece un post aparte, volvemos a las calles, profundizando en la ciudad vieja.
Edificios de adobe y madera, con gentes pacíficas tomando el fresco, haciendo sus quehaceres, vendiendo sus mercancías (la mayoría objetos cotidianos hechos artesanalmente), el pan para la cena, los tintes para teñir telas y sedas…
Aún queda parte de lo que debió ser Kashi, lo que debió ser el mercadeo de la Ruta de la Seda.
La luz del sol va declinando y dotando de un tono dorado a esas calles, donde los niños juegan tranquilos.
Alguna mujer aparece con una especie de burka corto. Una tela con agujeritos que le cubre la cabeza entera, pero que sólo le llega a los hombros. Todas las que lo llevan son mujeres ancianas, que supongo se siguen agarrando a la tradición. Cuando cae la luz, se levantan dicho “burka” para poder ver. ¿Qué sentido tiene llevarlo de día? No lo sé, aún me lo pregunto :-)
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Estoy convencida que el puesto de tintes era el mismo, o muy poco le falta ;)
Gracias por el post. ¡¡Qué recuerdos!! Y qué vaguísima me he vuelto para el blog, ains.
Esperando ese mercado de ganado dominical me quedo :)
Si, si, yo cuando vi tu foto pensé lo mismo!! :) el mercado para el lunes
:)
el mercado esta super interesante, creo que es el bazaar mas grande en Xinjiang
Ay, Ali, tengo el disgusto de decirte que en mayo del 2017 del Kashgar antiguo, del de las casas de adobe, del que habían pateado las caravanas, quedaba un reducto de unos 100 x 100 metros. Los Han reemplazan todo lo que huele a cultura tradicional por sus horribles bloques de hormigon
Vaya :(