Uno de los lugares más espectaculares de Etiopía, en términos de paisaje, es el de la aldea Korcho, en tierras de la tribu Karo, sobre un gran acantilado labrado por el famoso río Omo. Allí pasamos una noche con nuestras tiendas de campaña y aquí te lo cuento.
El hábitat de la tribu Karo
Korcho, el poblado de la tribu Karo que visitamos y que visita la mayoría de turistas que llegan a esta región, está en un escenario que quita el hipo.
En lo alto del cortado que el propio río ha hecho en la tierra arenosa hay una vista aérea que te quita el aliento.
El río Omo se extiende a tus pies, con sus grandes curvas y toda la llanura cubierta de árboles y arbustos verdes. Fluye hacia el lago Turkana indiferente a nuestra mirada, y allí va a morir, haciendo la mayor contribución de agua a dicho lago.
Aguzando la vista se puede ver a los cocodrilos en las pequeñas playas de limo. En agosto el río está un poco bajo. Y casi enfrente están los propios Karo haciendo sus tareas domésticas: lavar ropa, coger agua, pescar, etc. Suben y bajan por la pendiente casi vertical a una velocidad pasmosa, y por supuesto descalzos.
Levantarse por la mañana y contemplar el amanecer desde este balcón es sencillamente increíble, precioso.


¿Y quiénes son los Karo?
Pues son otra de las tribus del sur de Etiopía, bastante hermanados con los Hamer y también con ritos similares al «jumping bull».
Son, por otro lado, enemigos de los Mursi, lo que de vez en cuando se dirime en luchas.
Pero uno de los rasgos por los que la tribu Karo se ha hecho famosa entre nosotros, es porque sus miembros se pintan el rostro y el cuerpo con los pigmentos que ellos mismos fabrican.
Y no lo hacen de cualquier forma, si no que crean diseños de fantasía. Pinturas que indican su rango social en la tribu, su prestigio, su condición dentro de la comunidad.

La presencia de guiris en sus tierras, previo acuerdo y aceptación del jefe de la tribu, implica unos ingresos por fotos que les vienen muy bien.
De hecho, nuestra llegada, una vez aceptados por el jefe, generó carreras, tiradas de manga y mucho revuelo para que les hiciéramos fotos. La situación tuvo un punto bastante agobiante.
¿Qué hacer en estos casos? Algunos optamos por sentarnos y tratar de quedarnos en un plano discreto. Esperar a que ellos mismos se calmen y pierdan interés, o sean más pacientes con nosotros. Funciona.

Y luego, pues bueno, puedes pagar por algunos posados y retratos. Más difícil es si quieres retratarles de manera más natural. Confieso que recurrí a hacer algún que otro robado, pero recuerda: si alguno te ve se chivará y te reclamarán el dinero. Tienen muy claro lo de los derechos de imagen, y no les culpo por ello.


Algunas peculiaridades de los Karo
Aunque ya he comentado algunas, no me resisto a añadir otras peculiaridades que observé.
Los Karo utilizan taburetes de madera tallados por ellos mismos. Siempre los llevan con ellos para poder utilizarlos cuando quieran. La mayoría de las tribus del sur de Etiopía los utilizan, pero el diseño es ligeramente diferente.
En muchos museos arqueológicos del mundo se conservan «reposa-cabezas» del Antiguo Egipto que son casi iguales a estos taburetes.
Los hombres no abandonan su Kalashnikov. Estamos cerca de las regiones fronterizas con Kenia y el gobierno se asegura una cierta vigilancia dotando de armas a las tribus que viven aquí. Además las utilizan contra la fieras que aquí habitan, si es necesario.



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La experiencia de pasar un día y una noche con los Karo
El lugar para acampar no es más que un terreno arenoso a unos metros de la entrada al poblado. Para entrar a dar una vuelta entre las casas también hay que pedir permiso.
Por supuesto visitar a la tribu Karo implica prescindir de cualquier servicio: ni agua corriente, ni bares o restaurantes, ni baño. Salir al campo por la noche a hacer tus necesidades conlleva no olvidar la linterna y andar ojo avizor, ya que aquí hay serpientes. Según nos dijeron, bastantes.
Sus casas están hechas de palos y paja, con tejados cónicos. Los pequeños graneros se disponen cerca, así como algún bidón para almacenar agua.



Recuerdo especialmente a un crío de unos tres años, bellísimo, negrísimo, que vino a revolotear entre nosotros. No se quería ir a dormir con sus padres ya por la noche.
Se echaba a los brazos de todos, jugaba, y sobre todo observaba y procesaba la «información» a una velocidad pasmosa. Muy atraído por las cámaras, no hacía más que alargar la mano hacia ellas, cogerlas, imitar movimientos como mirar por el visor ¡¡Un futuro fotógrafo!!
Al día siguiente allí estaba, esperándonos en el desayuno. A nuestra partida se echó a llorar con mucho disgusto. La madre estaba un poco enfadada y no sin razón, ya que al fin y al cabo el niño se desenvuelve entre cosas y gentes que parecen venidas de otro mundo, del futuro. Quizá eso termine siendo conflictivo.

Y con la magnifica puesta de sol que pudimos contemplar, me despido. Espero que te haya gustado este pequeño relato sobre la tribu Karo.

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Una maravilla de sitio, me encantaría ir a Etiopía. El mini-fotógrafo es una pasada, como mola el enano
Ja, ja! sí, más de uno nos lo habríamos llevado ;-)… Etiopía es un país impresionante, enorme, da para más de un viaje o algunos meses, aunque moverte por libre es un poco difícil en muchos sitios.
Gracias por comentar milawrence! por cierto, tu comentario es el número 100, número redondo! :D
Tu blog nos hace soñar…soñar con seguir conociendo este "nuestro planeta".Muchas gracias por esta ventana tan maravillosa a África.
Gracias, Antonio, me encanta saber que logra hacer soñar, creo que es de los mejores regalos que se pueden hacer! :-)
Un abrazo
Alicia
Espectaculares fotos Alicia, gracias!!y acompañadas de los comentarios» nos trasladan » a sitios tan especiales, lejanos y maravillosos generando una narrativa para cada una de ellas, deteniéndonos, observándolas y quedar admirados!!!
Muchas gracias!!!