Actualizado el 25 febrero, 2019
Como reza el título de este post sobre otro maravilloso rincón de Etiopía, en el lago Tana nace el Nilo Azul, ése «otro» Nilo que alimenta con sus aguas a partir de Sudán al Nilo Blanco, el que llega a Egipto, el archifamoso Nilo…
Podía ser fácil creer que el Nilo Azul nace en las cataratas de Tis Isat, que se sitúan a pocos kilómetros de este lago. Esa era la tesis de algunos locos aventureros o exploradores en busca de gloria que llegaban hasta allí. Pero no. No todos los nacimientos de río son bravos y apoteósicos :-)
En realidad yo no pude ver la fuente en sí. Hay reticencias a mostrarla, dicen que «no vale nada» o que es de difícil acceso. O que evitar el exceso de visitas es una forma de conservarlo. En fin. Sí pude contemplar el lugar donde se unen sus aguas con las del lago Tana, marcado por un cambio de color muy visible. Algo es algo :)
La magia del Lago Tana
Pero la magia del lago Tana no se detiene en este dato y realidad geográficos, sino que en sí mismo es un lugar fantástico y de medidas impresionantes. A casi 1.800 metros de altitud, tiene 84 km de largo y 66 km. de ancho.
El lago Tana está poblado por más de 30 islas. Islas que parecen montones de vegetación a la deriva, aunque están quietas. Y algunas de ellas tienen monasterios. Monasterios de la Iglesia Ortodoxa Etíope de los siglos XIII y XIV, en los que hay enterrados algunos antiguos emperadores.
De uno de estos monasterios se cuenta que la mismísima Virgen María recaló para descansar de su vuelta de Egipto. Yo no sé vosotros, pero no tenía ni idea de que fuera tan viajera esta mujer! :-) -desde el respeto…-.
Bahar Dar, la capital del Lago Tana, es una ciudad tranquila y organizada
Lo mejor que se puede hacer, pues, es alquilar una barquita en los muelles de Bahar Dar, una ciudad deliciosamente tranquila y que cumple muy poco con los tópicos de ciudad-caótica-africana. Bueno, un poco sí, je, je.
Con esa barquita llegaréis a las islas y sus monasterios. Siempre pidiendo permiso (y/o pagando) por dar una vuelta, saludar a los monjes, y admirar los manuscritos que aún manejan en sus lecturas y meditaciones. También hay que ver las pinturas (unas antiguas, otras modernas) que adornan sus paredes, la peculiar arquitectura, y las toscas campanitas que cuelgan del tejado y llenan de música el ambiente cuando sopla un poco de viento.
Monasterios y monjes del Lago Tana
Recuerdo a un monje extremadamente delgado que nos enseñaba las reliquias que guardan en el monasterio donde habita. Nos contaron que se mantiene con un puñado de grano durante todo el día, y así durante 40 días. Luego vuelve a una dieta semi-normal, pero al cabo de poco tiempo vuelven a esta ¿penitencia?. Uf, duros votos los de esa gente.
Seguramente los que siguen esta tremenda dieta estén emulando a los primeros ermitaños cristianos que llegaron y decidieron establecerse aquí. Buscando huir del mundanal ruido.
Recuerdo a aquel otro monje que estaba con su «incunable» sentado al fresco, leyendo las escrituras. Le pedimos permiso para hacerle unas fotos y accedió a ello. Al cabo de unos minutos hizo un gesto lleno de autoridad (sin ser por ello brusco) para indicar que se había terminado el tiempo concedido.
Cuentan que hay monasterios habitados por monjas, en otras islas, o que viven separadas de los monjes (como siempre, vaya), pero no vimos ninguna.
Una puesta de sol, seguramente preciosa, pondrá fin a ése día perfecto.
No sé qué tienen los lagos y la navegación en aguas calmas, que me dejan totalmente relajada y feliz. Cierro los ojos y… sí, recuerdo esa sensación allí :)
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