
Actualizado el 20 septiembre, 2019
Estamos en el sur de Etiopía. Llegamos a primera hora de la tarde al lugar donde los invitados al acontecimiento del Jumping Bull se están concentrando. Más de 200 miembros de la tribu hamer, quizá más. Estamos en el lecho de un río seco, quizá el mismo que pasa por Turmi. pero mucho más ancho. No sé muy bien qué vamos a presenciar, pero muero de curiosidad.
Los prolegómenos del Jumping Bull: encuentro con la tribu Hamer en el río
El sol está alto y hace mucho calor. Mientras andamos lo más cerca posible de la sombra de los árboles que crecen en la orilla, les vemos.

La mayoría son mujeres y niños con el pelo y el cuerpo untados de barro rojo. Están sentados a la sombra, normal. Algunos semiocultos por los arbustos. Los hombres se sitúan un poco más adelante.


Nuestro guía nos señala al chico que cumpliría la «mayoría de edad». El protagonista de esta historia.
Tendría unos 18 años. Llevaba parte del pelo rapado y el resto lo había dejado crecer libremente. Parecía un peinado moderno de los años 70. Estaba muy delgado, más de lo que suelen estarlo, y vestía únicamente una piel de animal, a diferencia de sus compañeros y amigos.

El chico ya ha superado parte del rito. Ha estado un mes alimentándose sólo de leche, sangre y miel. Supongo que esta es una forma de purificar el cuerpo, y la razón de que esté más delgado.

Además, durante ese mes entrena para el Gran Día, este en el que nos encontramos: el salto del toro.
El Jumping Bull consiste en saltar al menos seis toros puestos en fila uno al lado del otro. O mejor dicho, andar sobre ellos.
La tensión se leía en su rostro. Es su día, la gran prueba ante la comunidad. Si no la supera, tendrá que repetir todo el proceso al año siguiente, aparte de seguir siendo considerado un “chaval”. Uf! y nos quejamos de nuestra adolescencia.
Mientras nos cuentan estos datos, no paran de llegar invitados. Creo que se concentraron unos 300 hamer o más, indicador de que estábamos ante una familia pudiente.

Como os decía en el anterior post, los hamer son presumidos, y en un acontecimiento como éste nos queda bien claro.
De repente ves a uno con dos plumas en la cabeza en plan Astérix, y todos van con sus brazaletes de cobre y sus collares de colores.
Ellas son el alma de la fiesta hamer
Las mujeres se levantan de vez en cuando y salen al sol a bailar dando saltos en corro. Me hacen pensar en los masai y los documentales que he visto tantas veces.
Tocan unas trompetillas y hacendo sonar los cascabeles que llevan atados en las piernas y tobillos. Es un sonido muy rítmico y monótono, que nos acompaña durante toda la tarde. Van muy arregladas, aunque me extraña que lleven una camiseta occidental puesta a modo de sujetador ¿será la última moda?


Mientras los chicos hamer «se arreglan», observamos cómo ellas piden que las peguen
Un poco más allá, los amigos del protagonista intentan alcanzar una especie de túnel hecho con las ramas de los arbustos. Allí se ocultan para pintarse la cara y participar así en la fase final del evento.
Pero antes de llegar a ese lugar, tienen que enfrentarse a las chicas, que les piden que les peguen. Sí, has oído bien. Piden que les den latigazos con unas ramas finas y flexibles que ellos llevan consigo. Ellas se lo piden, y se enfadan si les pegan flojo y mucho más si se niegan.
Cuando consiguen que les peguen bien fuerte, hasta hacerlas sangrar, origen de las cicatrices que todas ellas lucen en las espaldas, y que son parte de su atractivo sexual, se ríen. He aquí, por cierto, la razón por la que van con esas camisetas puestas. Es para proteger los pechos de los latigazos.
Un espectáculo realmente alucinante, que no sabemos cómo interpretarlo. Ya nos habían advertido de que lo veríamos, pero no sé los demás, yo pensaba que ellas llorarían o suplicarían, o al menos se les notaría que están obligadas a ello. Pero no, nada de eso. ¿Una sociedad sadomasoquista? Quién sabe.



Nos permiten acceder al lugar donde los amigos del chico, su grupo de iguales, se preparan para el salto.
Se están adornando la cara con pinturas hechas allí mismo, machacando diversos yesos de color rojo, blanco, negro. Los mezclan con grasa de animal hasta adquirir la textura que quieren. Es una técnica milenaria.


De repente, se monta una algarabía importante. Llegan más invitados andando por el río. Entre ellos un grupo de chicas que caminan desafiantes, altivas y sabedoras de su atractivo.
Y en esto del amor, la tribu hamer son liberales
Aprovecho para contar que los hamer consideran imprescindible tener relaciones sexuales antes del matrimonio. Cuantas más, mejor, y estas fiestas son una oportunidad para enrollarse con quien les gusta :-).
En principio se casan relativamente tarde, y no están obligados a hacerlo muy pronto. En principio también, por elección propia.

Después, toca caminar hasta el lugar del jumping bull
Cuando están listos todos emprendemos el camino hacia el lugar donde se va a celebrar «el salto».
Aquí llega lo bueno. No teníamos ni idea de cuánto tiempo iba a durar todo esto, así que no llevamos mucha agua. El calor no ha remitido y el camino es ligeramente ascendente. Enseguida nos damos cuenta de que su paso no es el nuestro. Caminar al lado de un hamer significa darse mucha prisa.
La caminata es de más de una hora en esa situación.

En un momento dado, andando por el sendero casi invisible y lleno de matorral bajo con espinas muy afiladas, callados, reparo en los murmullos de los hamer a nuestra espalda. Me doy la vuelta y resulta que hemos formado un atasco. Llegamos a un terreno un pelín más despejado y entonces nos adelantan, claro. Algunos con cara de mal humor. Seguro que piensan “esta panda de blancos haciendo que nos retrasemos, hay que ver!!”. Nos adelantan ellos, las vacas… en fin, una hace lo que puede :-).
Sin saber cuándo llegaríamos a nuestro destino, realmente hubo un momento de “no voy a llegar, no puedo más”… pero por fin, después de un último repecho, allí está el pueblo y también el acceso al agua potable. ¡¡Bien!!!
No llegamos a entrar en la población, ya que la gente se está concentrando en una pequeña explanada al lado del mismo.
Aquí las mujeres siguen saltando y tocando las trompetillas en corro. Ahora llevan una guirnalda de hojas verdes en la cabeza. Los niños observan atentamente, tomando buena nota, aprendiendo.



Y llega el momento del Jumping Bull
Nuestro protagonista ha llegado antes que nosotros. Le han llevado a una especie de corral para el ganado, donde los hombres le están preparando. Le desnudan, dejando tan sólo unas tiras de cuero alrededor del pecho.
Los hombres le dan consejos, supongo que también alguna bendición. Mientras, traen las vacas o toros, agrupándolas a un lado de la explanada. Cuando están listas él hace su aparición y se mete en medio del rebaño.

Tiene el derecho de elegir qué seis toros va a saltar. Seis es el número mínimo, pero si quiere ampliarlo, puede hacerlo. Ojo, en su entrenamiento no ha podido ensayar con ninguna vaca o toro, sólo con los amigos y con árboles u otros obstáculos. Vamos, que dificilillo se lo ponen…
El ambiente de fiesta va subiendo de tono. Me fijo en los diferentes peinados y atuendos de los asistentes. ¡Todo un pase de modelos!! Además de las maltrechas espaldas de las damas hamer.
Por fin ponen en fila a los toros, tarea de la que se encargan los amigos y familiares (hombres) del chico. Las sujetan por los cuernos y por el rabo, entre dos, para que se muevan lo menos posible y permanezcan juntas.


Se hace un gran silencio. En el primer salto, tropieza una vez (acompañado de un gran “uuuyyyy…” de los asistentes) y casi se cae entre dos vacas, pero no llega a hacerlo y logra terminar. Sigue con el resto de saltos, hasta seis: tres de ida y tres de vuelta, que supera bien.
Hay aplausos, vítores y le colocan una guirnalda hecha de hojas verdes. Entonces el público se dispersa para dirigirse al lugar de la fiesta posterior, donde por fin van a comer, beber y lo que quieran ;-).
Nosotros ahí ya no nos quedamos, tal y como está pactado, pero no me importa. La experiencia (toda ella, no sólo el salto), ha sido increíble.
Epílogo: el rito de paso no termina aquí. Este joven tiene por delante otro mes de soledad en el campo, con sus manos y poco más para salir adelante, defenderse de los peligros y alimentarse. Sólo entonces habrá probado su hombría y se reunirá de nuevo con su comunidad como ciudadano maduro.
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Alicia, me ha parecido muy interesante esto, no conocía a los hamer, así que ha sido un descubrimiento para mí. África sigue siendo un lugar maravilloso para la Antropología, por lo intactas de las tradiciones y rituales, perdidos en tantos otros lugares del mundo. Por cierto, el vídeo no lo he podido ver, no sé si se cargó bien. Me encanta el peinado del protagonista.
Gracias guapa! Me alegro que haya sido un descubrimiento… Voy a intentar volver a subir el video y si no tendré que quitarlo :(… Gracias x el aviso!!
Un país genial y unas fotos geniales. Un abrazo
Que interesante saber sobre otras culturas..como mujer me asombra y me angustia lo que piden esas mujeres …Pero es cultural y consensuado .ellos deben pasar tbn pruebas dificil es. En una occidental casi sin rituales , ver estos es asombrosos.graciss
El comentario anterior es mío, Ali. Lo de mj no quedaba muy claro… Besos
Vaya que sí, mj, tú lo sabes bien :D… no te preocupes, te he reconocido guapa! Un beso
Fantástico Alicia… muy interesante y buenísimas las fotos.
Jose!! Muchísimas gracias!! Qué bueno que te pases por aquí, cuando estas en tu propia aventura! Muchos besos ??