Empezábamos nuestra andadura por el Gran Sur de Etiopía, y la primera parada casi obligada fue Arba Minch, tanto para disfrutar de la naturaleza y fauna en el Lago Chamo, como para visitar y conocer a la tribu Dorze, una tribu que vive montaña arriba.
Así empezamos una mañana, ascendiendo a casi 3.000 metros de altura provocándome un ligero mareo y sintiendo el cambio de temperatura. La subida se hacía por una ancha pista de tierra roja. Estábamos en África, no cabía duda. Y yo feliz :)
¿Quiénes son la tribu Dorze?
Son una tribu famosa por la calidad de los tejidos que producen y con los que hacen las shamma, esa especie de túnica en la que se envuelven hombres y mujeres a la manera tradicional.
También son conocidos por sus casas «elefante» porque su forma recuerda a los paquidermos. Son casas hechas con altísimos tejados revestidos de paja, de interiores más que umbríos y escasos.
La aldea de la tribu Dorze
Lo primero que hicimos aquella mañana fue ir al poblado Dorze para admirar esas casas tan famosas.
Nada más llegar conocemos al «emprendedor» del pueblo. Un joven de edad indefinida nos recibe con sus rastas a lo Bob Marley. Ha organizado a su comunidad para recibir a los turistas y mostrarles su forma de vivir, algunas danzas típicas y el pan que ellos hacen.
Vamos por partes. El tema de los bailes suena a sarao para turistas y realmente lo es. Pero en él participa todo el pueblo, desde el más mayor hasta el más pequeñín, con alegría y desenvoltura. No hay caras de fastidio ni de cansancio. Sí de ilusión por mostrarte eso que es su proyecto autogestionado. Con ello, y alguna venta de sus tejidos que exponen en un lado de la plazuela, ganan unos pequeños ingresos y mejoran sus vidas.
El emprendedor rastafari es el responsable de esta organización. Según nos cuenta, lo hace para que la vida de su pueblo mejore un poco y los niños puedan ir a la escuela. Todo mi respeto.
Por cierto que a este chico nos lo volveríamos a encontrar unos cuantos días después, de vuelta a Addis Abeba, cuando el bus colectivo en el que viajaba y nuestro coche fueron apartados del señor atasco en el que estábamos metidos. Nos habíamos pasado de listos tratando de adelantar posiciones en dirección contraria. Un atasco caótico en el que este reencuentro (nos reconoció al instante) sirvió para unos saludos y risas.
Recuerdo en especial a un pequeñín que no tendría más de 4 años (y estaba canijo para su edad). Con los mocos colgándole y un vestido más que harapiento. Era sin embargo el que guiaba al resto de niños marcando el ritmo con una voz potentísima y bien atiplada. Era un «pequeño líder» por derecho propio.
El pan de los Dorze es 100% vegetal
Nos muestran cómo lo hacen. Cuando por fin podemos probarlo nos encontramos con una especie de torta similar al maíz, pero sólo han utilizado la pulpa de la parte central de unas hojas enormes, las del banano falso.
Otra enseñanza: cómo los hombres se las ingenian para hacer creaciones de este tipo.
Las mujeres se arreglan con trenzas dispuestas en una especie de rodetes. O con motivos circulares alrededor de la cabeza.
Tanto ellas como ellos lucen cruces cristianas ortodoxas de madera, a pesar de que las danzas nos hablan de creencias animistas, como el poder del leopardo…
El mercado Dorze
El rastafari nos acompañó a ver el mercado semanal de la tribu Dorze.
Durante todo el tiempo que estuvimos allí nos pidió respeto para los dorze mientras nos explicaba la situación económica y social de su pueblo. Esta no es muy distinta de la de otras tribus, bastante ignoradas por el gobierno etíope. Están siendo desposeídas de sus derechos sobre las tierras a favor de la venta de las mismas a China, quien está haciéndose con un enorme «granero» para alimentar a su más que enorme población a cambio de la construcción de carreteras y otras infraestructuras de dudosa calidad.
Una enorme explanada cubierta de trozos de hierba y mucho barro es el escenario en el que se despliega un caótico mercado lleno de gente ya a esa hora.
Algodón puro, hilado, teñido en madejas de colores, o ya tejido. También chiles o pimientos secos. Un largo etcétera de hortalizas cuidadosamente dispuestas en telas mugrientas sobre el suelo…
Será poco lo que tienen para vender, pero lo arreglan como si fuera lo mejor
En montocitos, cuadrados o filas, para hacerlo atractivo al comprador. El marketing existe desde hace mucho tiempo y en todas partes :)
Dimos una vuelta tranquilamente, si bien al principio empezaron a asediarnos un poco los chavales y no tan chavales. Ya fuera para que les hiciéramos una foto, o para sacarnos unos duros. O sencillamente (los más pequeños) para que les cogiéramos de la mano. ¡¡Lástima que sólo tenga dos manos!!
Al cabo de un rato la situación estaba algo más controlada.
Me hubiera encantado pasarme el día entero allí observando y pasando desapercibida
Al fondo, un poco apartado de los puestos, un gran grupo de mujeres en su mayoría está reunido en torno a sacos de cereal. Nuestro cicerone nos explica que es el lugar donde se reparte la Ayuda Humanitaria entre las familias con menos recursos. Efectivamente hay sacos de USA.
En otro lugar, unas ancianas matronas se dedican a parlotear de sus cosas mientras beben el licor de la zona en unas calabazas. Seguro que acaban más que chispas, pero un día es un día porque… ¡¡Es el día de mercado!!
El ambiente del mercado, como siempre es lo mejor
Señores mayores fumando en pipas de larguísima boquilla. Niños jugando con una silla de ruedas vacía en ése momento. Mujeres cargando fardos que a nosotras nos provocarían más que contracturas. Han andado, y harán lo propio a la vuelta, unos 30 km.
Mujeres que volvemos a encontrar cuando, de vuelta a la «ciudad», paramos en la carretera para admirar el paisaje. Dejamos la música del coche puesta y ellas, al pasar con su carga y todo, paran y se lían a bailar. Van un poco bebidas por el licor del mercado.
Pero sobre todo lo que me enseñan es que por más dura que sea la vida, es bueno parar y disfrutar del momento.
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