Tenía muchas ganas de hacer un post sobre el Sahel o Sáhel, palabra árabe que significa “borde”, “costa”. Una franja de territorios que cruza el África subsahariana de este a oeste. Justo al sur del gran desierto del Sáhara y al norte de la sabana o del comienzo de las tierras verdes. Efectivamente, es la transición de un clima a otro, el intermedio natural, los últimos coletazos del desierto. Una tierra hostil y sin embargo habitada. Y fascinante.
La dureza del Sahel
El Sahel abarca el sur de Mauritania, Senegal, Malí, Argelia, norte de Guinea y Burkina Faso, Níger, norte de Nigeria y Camerún, así como Chad, Sudán y Eritrea.
A menudo las referencias del Sahel que nos llegan en los medios de comunicación son de sequías y hambrunas. Existen desde hace muchísimos años y nadie les pone remedio. Un ciclo mortal asola esta franja que cruza el continente de este a oeste periódicamente.
Ciertamente, son tierras poco hospitalarias, duras, de clima extremo. Allí subsisten año tras año numerosos grupos humanos de muchos pueblos distintos.
Viven con lo mínimo, nomadeando si siguen la vida tradicional, o en las últimas décadas agrupándose en ciudades remotas. Generalmente para vivir en chabolas en las periferias de las ciudades y buscarse la vida día a día. En peores condiciones y sin poder aplicar la sabiduría y la capacidad de adaptación a un medio que conocen menos o nada en absoluto. Las reglas de antes ya no sirven para su nueva vida.



Territorios en los que siempre ha habido movimiento humano porque siempre ha sido mejor que adentrarse en los grandes erg o extensiones de dunas del Sáhara.


Por aquí han circulado gran parte de las caravanas dedicadas al comercio de oro y sal. Hoy están diezmadas, se dedican a la sal y algunas otras mercancías. La mayor parte del comercio circula en camiones.

Antaño, también los traficantes de esclavos tenían que pasar por aquí. Se dirigían a las costas atlánticas con esa actividad infame que era el tráfico de personas. Con todas esas personas que eran tratados peor que a los animales. Hoy lo hacen las mafias de emigrantes, la versión moderna de los esclavistas. Y el Sahel sigue siendo el territorio de paso. A esto se ha añadido en las últimas décadas la presencia de los radicales islamistas. ¿Qué ha hecho esta tierra para merecer esto? Nada.


De momento, y digo de momento porque pienso volver mientras pueda y según se vayan abriendo las oportunidades, he podido recorrer una ínfima parte de estas tierras, en el norte de Burkina Faso, Malí, el Extremo Norte de Camerún, Sudán y Argelia. Por eso escribo este post, porque quiero compartir mi experiencia.

El Sahel me fascina
Quizá porque desde pequeña la palabra Sahel ha sonado en mi casa. Mi padre me hablaba de esas tierras y de las historias sobre los imperios de Malí y Ghana. De los nómadas que van con sus rebaños de aquí para allá. Quizá porque he tenido a mano libros de viajes, de relatos y de fotografías referentes a estos territorios. Puede que por la simple sonoridad de la palabra Sahel.
Podría haberme defraudado una vez allí, pero no es así. Rara vez lo es cuando hay antecedentes tan poderosos como éstos ¿no? :)

El Sahel que he podido ver y que me ha enamorado es el de la época de lluvias (de Julio a Septiembre)
La época de lluvias es cuando el harmatán, viento que genera grandes tormentas de arena y que puede volverte loco según los nómadas, se detiene. Es cuando el tímido verdor surge entre la arena y las piedras, adueñándose del paisaje. Vistiéndolo precioso.

Se acompaña de riachuelos ocasionales, de muchas plantas diferentes y de una variedad de pájaros de vivos colores que te dejan con la boca abierta. La mayoría son pequeños, de movimientos muy rápidos. Hay que prestar mucha atención para no perdértelos. Pajarillos que son como un oasis en movimiento.

A pesar de ser época de lluvias los días son calientes, muy muy calientes, hasta el punto de que el aire se espesa. El polvo se masca y las acacias cubiertas de pinchos en las que tan hábilmente las cabras arrancan los brotes que asoman, no ofrecen más que una sombra raquítica y en absoluto fresca. El sudor desaparece según sale de tu cuerpo y puedes deshidratarte sin darte apenas cuenta. Cómo será en la época seca.

Un pinchazo de rueda o un atasco en la arena y barro, es algo muy sencillo de arreglar. Pero una avería de mayor envergadura puede dejarte allí tirado durante mucho tiempo. Días sin que pase ningún vehículo que te pueda ayudar. Nadie dijo que viajar por el Sahel sea más fácil en el siglo XXI. Siempre hay que ir equipado con agua y comida para más tiempo del que en teoría te llevará la siguiente etapa.
Actualización: en febrero de 2022 he hecho un viaje a Chad de 26 días. Ha sido como un sueño, brutal, impresionante. Quizá sea este el país con más porción de Sahel en su territorio. Febrero es época seca así que he padecido el harmatán, el frío nocturno y el calor diurno. Todo un completo.

Lo mejor: los encuentros con las gentes del Sahel
Por el camino, de repente, aparece toda una familia de nómadas con sus pertenencias. Se trasladan buscando mejores pastos y agua para su ganado.

Sin agua no hay vida
Ese bien tan preciado y que tan poco valoramos aquí, en el Sahel es el tesoro que sustenta la vida.


En estos encuentros del camino todos mantienen cierta distancia hasta que el jefe habla y decide si pararse o seguir camino. En función de su destino lo harán o no. No pueden pararse así como así, la supervivencia del grupo está en juego.


Los humanos suelen acompañarse del ganado, parte del grupo, de la familia.
Son sus animales los que dan sustento, bebida, comida, soporte para sus pertenencias y para ellos mismos. Para los ancianos (hay pocos, muy pocos, porque la esperanza de vida es corta), y para las mujeres y los niños, que no aguantan las caminatas bajo el sol abrasador.

No obstante, por el camino ves cadáveres más o menos recientes de vacas y bueyes. Son los animales que han enfermado y tienen que quedarse varados para no retrasar al grupo. Para no poner en riesgo a los demás. Se desprenden de ellos con lástima, no sólo por su valor económico, también sentimental.
Recuerdo cómo en los alrededores de Gorom-Gorom, localidad del Sahel burkinabés famosa por su mercado semanal, un señor bella, tribu cercana a los tuareg (eran sus esclavos o sirvientes), nos muestra orgulloso una cría de camello. Se dirige al “bebé” con caricias llenas de cariño. Es un signo de prosperidad, un logro, una promesa de tiempos mejores si sobrevive después de las lluvias.
Pasar una noche en un campamento de Kel Tamashek fue una de la mejores experiencias de mi vida
Estamos en la zona limítrofe de Burkina Faso y Malí. La noche se cuaja de estrellas, absolutamente oscura. Observamos cómo la luz va cediendo paso a la noche y engullendo las tiendas nómadas que están plantadas aquí y allá. Separadas al menos por 100 metros, cada familia se procura su intimidad. Sin perderse de vista.
Tiendas que durante el día mantienen sus faldones levantados para que circule el aire.
Tiendas donde se recuestan las señoras de la casa. Su principal misión es mantenerse a la sombra para no ennegrecer su piel, mantenerse bellas y orondas (sí, aquí las carnes son signo de prosperidad y belleza), coordinar a los sirvientes que han de ir a por leña, batir la leche recién ordeñada para hacer mantequilla, y preparar el té.
El té protagoniza el día y la noche. Es el vehículo con el que se ofrece hospitalidad al extraño y se entabla conversación…

Nunca olvidaré la noche acompañada de los cantos de los niños y jóvenes del campamento que se acercaron a compartir un rato con nosotros. Allí no hay televisión (ni falta que hace!), y los entretenimientos nocturnos siguen siendo los de siempre. Contar cuentos, cantar, bailar.
Una voz masculina llama a las jóvenes que bailan y se ríen con nosotros aun sin compartir ningún trazo de idioma. Corren en la oscuridad para volver a su casa, y todos nos vamos a dormir.

Es cierto que el recuerdo se tiñe de romanticismo una vez que el tiempo pasa, pero guardo las imágenes de esos parajes desolados, que en realidad están llenos de vida, como si fueran un tesoro. Cuando he vuelto me he sentido más feliz. Y pienso que es un lugar digno de ser objetivo de viaje.
Viajar allí para entender. Para saber que existe y que deberíamos aprender mucho de ello. Ser conscientes de qué es eso de vivir sin saber cuándo y qué vas a comer, o beber. Saber que hay vidas precarias, en tierras indómitas, que a pesar de todo sonríen.

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Tiene que ser espectacular toda esa zona y lo de los coches toda una aventura, suerte que nunca tuvistes una avería gorda!!!! La mirada de los niños es preciosa y aunque África no entra dentro de mis planes más cercanos me guardo todos tus relatos para un futuro. Un saludito. ;-)
Muchas gracias guapa!!! durante unos cuantos años no era mi prioridad, hasta que un día decidí probar y… uf, es increíble. :)
Espectacular la entrada, las imagenes parecen sacadas de otro mundo, este tipo de entradas ayudan a reflexionar sobre la vida y como la tratamos de manera injusta muchas veces.
No me extraña que quieras volver, debe ser una experiencia única.
Verónica de
Vero4travel
Muchas gracias Verónica! Es otro mundo, realmente lo es… Me alegro de que haya podido transmitir un poco de esa magia y del mensaje que podemos sacar de un sitio tan duro y tan lleno de belleza a la vez :)
Un abrazo
Me quedo loquer con tus posts!! Increíble!! Me encantan las fotos, dignas de exposición!! Enhorabuena Ali! :)
Muchas muchas gracias guapa!!